Escritora y publicista. Ha publicado tres novelas, escribe proyectos para cine y ha dirigido un cortometraje. Además, es directora de Upgrade Marketing Agency y del Máster de Marketing Digital de IEM.
Vivimos obsesionados con el éxito. Es la palabra clave de nuestra época: todos lo buscamos, todos lo queremos, todos lo posteamos en LinkedIn con una foto profesional generada por IA y logros en formato bullet point.
Pero, ¿qué es el auténtico éxito? ¿Un cargo con muchas palabras en inglés que tu abuela no entiende? ¿Un bonus anual de seis cifras que se te va luego en terapia para poder dormir? ¿Que te den palmaditas de reconocimiento en la espalda mientras sueñas con ponerte un cartel de no molestar? Es posible. Pero, ¿qué ocurre si tener ese cargo, ese bonus o ese reconocimiento no te permite tener paz mental, dedicar tiempo a tu familia, a ti mismo, o hacer cosas que de verdad te gustan? Es más, ¿qué ocurre si realmente ese éxito no es realmente lo que tú quieres, sino lo que el algoritmo o la sociedad ha decidido que deberías querer? ¿Y si a ti lo que de verdad te gustaría es montar una floristería, pintar cuadros al óleo, dedicarte a pastorear ovejas, o simplemente no aceptar ese ascenso?
La cuestión es que, lo que nos gustaría de verdad hacer, normalmente nos aleja del éxito terrenal. O del concepto del éxito que nos han inculcado. Y es que la trampa está en que el éxito oficial siempre tiene que ver con que otros te aplaudan: con que tu madre pueda presumir con sus amigas de tu puestazo, con que tu jefe te mencione en la presentación de resultados, con que te den muchos likes en la enésima foto con tu acreditación colgada al cuello. Es el éxito medido por el ojo ajeno. Y claro, llega un momento en el que te preguntas: ¿y yo qué? ¿Y yo, pa’ cuándo?
Pero tras esa iluminación, lo realmente difícil es salir de la rueda. Es abandonar la seguridad, el sueldo a fin de mes, el reconocimiento, el “ser alguien” ‑porque lo triste es que nos seguimos midiendo por el cargo-. Es abandonar esa vida de supuesto éxito por una vida más auténtica. Existe además una presión social que nos pone las cosas más difíciles, y es que pocas personas entenderán que abandones tu zona de confort para explorar otros terrenos desconocidos, inciertos y normalmente peor pagados, pero que, ah, amigo, es donde tú y solo tú realmente sabes que quieres estar.
Yo lo viví en carne propia. Tenía treinta años y era directora de marketing de un club de fútbol de Primera División. Lo que la sociedad entiende como “éxito”. Pero yo quería otra cosa. Yo quería vivir con mayor libertad; quería poder dedicar parte de mi energía creativa a escribir; quería ser dueña de mi tiempo y de mi vida. Así que hubo mucha gente que no entendió que no me amarrase al cargo, saliese de la rueda y decidiese emprender por mi cuenta. Y, aunque ser autónomo no es nada fácil y sufro micro infartos cada vez que llega una notificación de Hacienda, puedo decir que disfruto de mi día a día ‑sí, también de los lunes- y que vivo la vida que siempre quise vivir. Y eso, para mí, es el auténtico éxito.
Y ojo, no quiero sonar a gurú de autoayuda con taza de Mr. Wonderful. Porque el éxito, al final, es tan personal como el algoritmo de Netflix: lo que para ti es un peliculón, para otros es un tostón. Por eso, solo cada uno sabe, en el fondo de su corazoncito, qué es lo que le hace sentir que está donde quiere estar.
Hace poco leí una frase que lo resume todo: “El auténtico éxito es el que te coloca en una posición en la que puedes hacer más cosas que te gustan”. Así que tal vez el verdadero éxito simplemente consista en llegar al domingo sin pensar en cómo escapar del lunes. Lo demás, solo sirve para engordar el perfil de LinkedIn
Comparte esta publicación

Suscríbete a nuestro boletín
Recibe toda la actualidad en cultura y ocio, de la ciudad de Valencia










