Luis Ade­lan­ta­do pre­sen­ta la expo­si­ción Ima­gen, som­bra, fan­tas­ma, rom­bo, que se inau­gu­ra el pró­xi­mo día 21 de sep­tiem­bre a las 20:00 h. Se tra­ta de una expo­si­ción en la que los artis­tas Rubén Gue­rre­ro y José Miguel Pere­ñí­guez se dilu­yen en un diá­lo­go entre la pin­tu­ra y la escul­tu­ra para la aper­tu­ra de la tem­po­ra­da de gale­rías de Valen­cia con el Abier­to Valen­cia.

La expo­si­ción se plan­tea como una apro­xi­ma­ción con­tem­po­rá­nea a ritua­les ances­tra­les, aunan­do una lec­tu­ra pic­tó­ri­ca y una lec­tu­ra escul­tó­ri­ca. La expo­si­ción se plan­tea alre­de­dor de la pie­za Tegu­lae, un hallaz­go sobre el que ambos artis­tas han tra­ba­ja­do des­de sus dis­tin­tas pers­pec­ti­vas. La obra en sí, es una recons­truc­ción en made­ra de una serie de tejas roma­nas pla­nas, basa­das en una ori­gi­nal de cerá­mi­ca que Rubén rega­ló a José Miguel hace algún tiem­po. Este obje­to se utli­za­ba en los más humil­des ritua­les roma­nos de ente­rra­mien­to, y para Rubén y José Miguel refe­ren­cia la rup­tu­ra del uso fun­cio­nal de algu­nos obje­tos coti­dia­nos, en aras de un uso que roza lo mís­ti­co y por ende, lo artís­ti­co.

El pro­pio títu­lo de la expo­si­ción Ima­gen, som­bra, fan­tas­ma, rom­bo tie­ne un sig­ni­fi­ca­do polié­dri­co, ya que en la len­gua de los indios del Cha­co, todas estas pala­bras sig­ni­fi­can lo mis­mo. Para los artis­tas esta rique­za lingüística se apro­xi­ma a la abs­trac­ción geo­mé­tri­ca, que según sus pro­pias pala­bras es afín a la obra de ambos.

Para la que será su ter­ce­ra expo­si­ción en la gale­ría, el pin­tor Rubén Gue­rre­ro pre­sen­ta una selec­ción de sus últi­mos lien­zos, obras en las que pone a prue­ba nues­tra capa­ci­dad de aná­li­sis y nues­tra per­cep­ción. Y es que los moti­vos de Rubén son otros. Su bús­que­da resi­de en la pin­tu­ra como mate­ria, pero tam­bién como litur­gia. Sus lien­zos tie­nen una natu­ra­le­za figu­ra­ti­va, sin embar­go plas­man frag­men­tos de reali­dad ses­ga­dos, amplia­dos, retor­ci­dos y medi­ta­dos has­ta un extre­mo tal, que les lle­va a trans­for­mar­se en cual­quier otra reali­dad, pero siem­pre a una dis­tan­cia con­si­de­ra­ble de lo que pode­mos per­ci­bir a sim­ple vis­ta. Las imá­ge­nes de Rubén se com­po­nen por lo tan­to, de reali­da­des frag­men­ta­das que lle­va­das a las dos dimen­sio­nes, cons­tru­yen una reali­dad para­le­la en la que cada plano se com­po­ne de cien­tos de capas, reali­da­des y emi­nen­te­men­te; mate­ria. Por­que la mate­ria, en cier­ta medi­da opa­ca el lien­zo con­vir­tién­do­lo en un mero sopor­te.

Para José Miguel Pere­ñí­guez será su pri­me­ra expo­si­ción en la gale­ría y su pro­pues­ta se com­po­ne de una serie de pie­zas escul­tó­ri­cas y dibu­jos al car­bon­ci­llo de un gran mis­ti­cis­mo. El artis­ta gene­ra un tipo de obje­tos que están a medio camino entre ins­tru­men­tos musi­ca­les y obje­tos de cul­to. En el caso de los obje­tos (fun­cio­na­les o «fun­cio­na­bles») que pro­du­ce, se ponen en mar­cha toda una serie de res­pues­tas men­ta­les y mate­ria­les a pro­ble­mas de orden visual, for­mal o lingüístico, res­pues­tas fun­da­das en la lógi­ca, pero no en la que ase­gu­ra su efi­ca­cia uti­li­ta­ria o retó­ri­ca, sino en la de un raro sis­te­ma de equi­va­len­cias y tabúes que sub­vier­te a la ante­rior como el deli­rio a la cons­cien­cia. De un modo simi­lar, en los dibu­jos, la geo­me­tría o la míme­sis con­du­ce como si se tra­ta­ra de unos pro­to­co­los de actua­ción don­de los ele­men­tos a con­si­de­rar (pun­to, rec­ta, plano y sus rela­cio­nes de un lado; defi­ni­ción, gra­da­ción del tono, con­tras­te entre fon­do y figu­ra, por otro) han de res­pe­tar cier­tos requi­si­tos para que esa ima­gen que­de inves­ti­da de una con­sis­ten­cia secre­ta, casi eso­té­ri­ca.

Bon­fi­re, de Alber­to Bel­trán

Ade­más, se inau­gu­ra la mues­tra Bon­fi­re, la pri­me­ra expo­si­ción indi­vi­dual del artis­ta valen­ciano Alber­to Bel­trán en la sala Boi­ler Room de Luis Ade­lan­ta­do. En Bon­fi­re Bel­trán pre­sen­ta sus nue­vas pie­zas, obras sobre lien­zo, sobre tabla y sobre papel en las que encon­tra­mos moti­vos que ape­lan a lo emo­cio­nal des­de la abs­trac­ción, refe­ren­cian­do las cosas sen­ci­llas y la sobrie­dad del color como valo­res fun­da­men­ta­les—, jun­to a otros con peque­ños gui­ños a la figu­ra­ción —prin­ci­pal­men­te a tra­vés del pai­sa­je y la natu­ra­le­za muer­ta—, como pode­mos encon­trar por ejem­plo en la obra de peque­ño for­ma­to Skull Sur­fer. La sim­pli­fi­ca­ción de ele­men­tos nos con­du­ce a tra­vés de lec­tu­ras alter­na­ti­vas, don­de la pale­ta, los cam­pos de color y los con­tras­tes de regis­tro bus­can una com­pli­ci­dad por par­te del espec­ta­dor, en la que lo plano, la abs­trac­ción y la figu­ra son amplia­men­te inter­pre­ta­bles.

 

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