Enrique Montoliu, presidente de FUNDEM

Enri­que Mon­to­liu está al fren­te de la aso­cia­ción sin áni­mo de lucro FUNDEM que apues­ta por la con­ser­va­ción de la fau­na y la flo­ra medi­te­rrá­neas. Posee el jar­dín demos­tra­ti­vo de L’Albarda, en Pedre­guer, que con una super­fi­cie de 50.000 m², cuen­ta con más de 700 espe­cies de plan­tas autóc­to­nas, algu­nas de ellas endé­mi­cas, y se ges­tio­na con los más estric­tos cri­te­rios de sos­te­ni­bi­li­dad. La tena­ci­dad de Mon­to­liu le ha lle­va­do a com­prar y cus­to­diar terre­nos a lo lar­go de la Comu­ni­tat para su con­ser­va­ción inte­gral.

El más sor­pren­den­te y bello jar­dín valen­ciano es fru­to de su cru­za­da para sal­va­guar­dar nues­tra natu­ra­le­za. ¿De dón­de vie­ne su pasión por la natu­ra­le­za y la botá­ni­ca?

Sien­do un niño mis padres me incul­ca­ron la pasión por la natu­ra­le­za, todos los fines de sema­na y vaca­cio­nes íba­mos a dis­fru­tar de la natu­ra­le­za.

Expli­que al ajeno qué es lo que hace la Fun­da­ción Enri­que Mon­to­liu, FUNDEM.

FUNDEM se dedi­ca a la con­ser­va­ción y recu­pe­ra­ción de la flo­ra y fau­na medi­te­rrá­nea median­te la adqui­si­ción, estu­dio y ges­tión de terre­nos, para­jes, jar­di­nes y luga­res que des­ta­quen por su valor en rela­ción con la pro­tec­ción de la bio­di­ver­si­dad y los eco­sis­te­mas natu­ra­les.

Esta ini­cia­ti­va tie­ne mucho de bri­tá­ni­ca y poco de espa­ño­la. Pare­ce que lo nues­tro es más cons­truir que pre­ser­var.

Sí, en este país la cul­tu­ra no lle­ga a la difu­sión de nues­tra rela­ción con la natu­ra­le­za, pero, aun­que los bri­tá­ni­cos son unos aban­de­ra­dos, en el res­to del mun­do tam­bién hay fun­da­cio­nes como la nues­tra con millo­nes de socios que sal­van el patri­mo­nio de las gran­des fin­cas con sus case­ro­nes y sus enor­mes y mara­vi­llo­sos jar­di­nes. Es un patri­mo­nio arqui­tec­tó­ni­co y de natu­ra­le­za que, por des­gra­cia en nues­tro país, ter­mi­na par­ce­lán­do­se o hacien­do hote­les, res­tau­ran­tes o salo­nes de bodas.

¿Se ha invo­lu­cra­do algu­na ins­ti­tu­ción públi­ca de aquí en la recu­pe­ra­ción del espa­cio natu­ral que usted lle­va a cabo?

Muy poco. Por des­gra­cia vivi­mos en un país esta­ta­lis­ta: todo lo debe solu­cio­nar el Esta­do y las pro­pias admi­nis­tra­cio­nes des­con­fían de per­der poder a favor de fun­da­cio­nes pri­va­das apo­ya­das en la ciu­da­da­nía que pien­sa que siem­pre es mejor lo públi­co que lo pri­va­do, aun­que sean fun­da­cio­nes sin áni­mo de lucro.

Con el parón de la cons­truc­ción se habrán encon­tra­do mucho terreno ape­te­ci­ble para FUNDEM y a un pre­cio más razo­na­ble que en los años fero­ces. ¿O no?

En teo­ría debe­ría ser así, pero los pro­pie­ta­rios de terre­nos pre­fie­ren no ven­der a pre­cios nor­ma­les espe­ran­do que sus terre­nos algún día se reca­li­fi­quen y pue­dan con­ver­tir­se en sola­res edi­fi­ca­bles.

Su fun­da­ción es sin áni­mo de lucro algo que, segu­ro, gene­ra sus­pi­ca­cias. ¿La gen­te des­con­fía?

Sí, en nues­tro país no están acos­tum­bra­dos a que haya gen­te dis­pues­ta a hacer dona­cio­nes a fun­da­cio­nes pri­va­das para con­ser­var jar­di­nes y pro­pie­da­des. La gran mayo­ría de la pobla­ción pien­sa que algún tru­co o bene­fi­cio camu­fla­do debe exis­tir para que alguien done su pro­pie­dad a una fun­da­ción. Es una pena que la filan­tro­pía en nues­tro país sea casi inexis­ten­te e inclu­so sea mal vis­ta por una ciu­da­da­nía mal infor­ma­da.

Cual­quier per­so­na que quie­ra cola­bo­rar con esta ini­cia­ti­va pue­de hacer­se socio, ¿no es así?

Así es, damos la bien­ve­ni­da a cual­quier per­so­na o enti­dad que desee hacer­se socio para ayu­dar a la con­ser­va­ción de nues­tra natu­ra­le­za. Tene­mos socios de todo tipo de posi­ción social, polí­ti­ca o reli­gio­sa. Nues­tro úni­co afán es sal­var nues­tra natu­ra­le­za y nues­tra flo­ra, fau­na y pai­sa­je natu­ral para que futu­ras y pró­xi­mas gene­ra­cio­nes pue­dan seguir vivien­do en este mara­vi­llo­so pla­ne­ta que lla­ma­mos Tie­rra.

El Jar­dín de l’Albarda emer­ge como un edén en Pedre­guer aun­que mucha gen­te igno­re su exis­ten­cia. ¿Qué se encuen­tra allí el visi­tan­te? Denos una pin­ce­la­da sobre sus espe­cies…

El visi­tan­te pue­de encon­trar has­ta 700 espe­cies dife­ren­tes de plan­tas medi­te­rrá­neas. Tam­bién tene­mos un jar­dín de rosas pre­cio­so, en estas fechas es una deli­cia. Gra­cias a la varie­dad de flo­ra de la que dis­po­ne­mos, en todas las épo­cas del año encon­tra­re­mos plan­tas en flor, colo­res y olo­res varia­dos. No hay que olvi­dar que todo está plan­ta­do bajo un mode­lo de sos­te­ni­bi­li­dad, es decir, plan­tas adap­ta­das a nues­tro cli­ma y sue­lo, con un míni­mo con­su­mo de agua. El visi­tan­te pue­de encon­trar dife­ren­tes jar­di­nes den­tro del Jar­dín de l’Albarda: un jar­dín for­mal, uno rena­cen­tis­ta, otro sil­ves­tre y el de naran­jos…

¿De don­de vie­ne el nom­bre del jar­dín?

El nom­bre vie­ne por la zona, esa zona se lla­ma Albar­da­ne­ra por la for­ma que tie­nen las dos mon­ta­ñas (for­ma de albar­da).

¿Todos los árbo­les que viven allí fue­ron plan­ta­dos por usted o había ya en el terreno? Recor­de­mos que el jar­dín fue crea­do en 1990.

En el terreno, en ese momen­to, no había más que pinos, el res­to todo se ha plan­ta­do. Prác­ti­ca­men­te no había nada, solo una par­te que era un huer­to de naran­jos y limo­ne­ros.

En Ingla­te­rra hay un turis­mo de jar­di­nes, gen­te que arti­cu­la su via­je entorno a estos para­jes, pri­va­dos pero visi­ta­bles. ¿Le da envi­dia?

Sin­ce­ra­men­te sí, me pro­vo­can, más que envi­dia, admi­ra­ción, pues demues­tran que es gen­te con una cul­tu­ra y sen­si­bi­li­dad hacia la natu­ra­le­za y el pai­sa­je que por des­gra­cia en nues­tro país toda­vía es una mino­ría los que valo­ran ese tipo de turis­mo de natu­ra­le­za y jar­di­nes. Des­de FUNDEM orga­ni­za­mos todos los años muchos via­jes para dis­fru­tar reco­rrien­do mara­vi­llo­sos jar­di­nes públi­cos pero muchos pri­va­dos que son autén­ti­cas obras de arte jar­di­ne­ro tan­to en nues­tro país como en el extran­je­ro.

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