La obra de la compañía Cashalada podrá verse del 20 al 30 de abril

Sala Rus­sa­fa reto­ma su pro­gra­ma­ción regu­lar tras las pas­cuas con el XII Cicle de Com­pan­yies Valen­cia­nes y Casha­la­da. La for­ma­ción com­pues­ta por Noè­lia Pérez y Josep Zapa­ter pre­sen­ta del 20 al 30 de abril Divi­na Abe­rra­ción, una nue­va pro­pues­ta de caba­ré gam­be­rro en la que le dan un repa­so a la socie­dad que se ha ido cimen­tan­do a par­tir del mito de Adán y Eva.

Temas como la reli­gión, la sexua­li­dad, la polí­ti­ca, la cul­pa o la mater­ni­dad dejan a un lado la serie­dad para reci­bir una visión crí­ti­ca car­ga­da de humor, fan­ta­sía y pur­pu­ri­na. «Lo que hemos hecho es mirar­nos bien a fon­do en el espe­jo, ver lo que somos como socie­dad y tra­tar de reír­nos de ello. Ese humor auto­crí­ti­co nos pare­ce mucho más cons­truc­ti­vo», comen­tan des­de la com­pa­ñía valen­cia­na, que encuen­tra en el tea­tro el últi­mo refu­gio para la come­dia inte­li­gen­te, sin áni­mo de ofen­der, pero sin cen­su­ras.

Casha­la­da apor­ta un pun­to jugue­tón y trans­gre­sor a sus espec­tácu­los de caba­ré, como el exi­to­so Two ladies or not two ladies, que en esta oca­sión está refor­za­do. «Que­ría­mos refle­xio­nar y hacer pen­sar a los demás sobre qué tipo de mun­do esta­mos cons­tru­yen­do. Pero, en vez de tirar por el dra­ma o lo sinies­tro, le damos ese tono cómi­co que hace mucho más diges­ti­ble la crí­ti­ca», afir­ma Zapa­ter ponien­do como ejem­plo el títu­lo de una de las can­cio­nes que habla de los cli­chés de géne­ro: «Hete­ro, pero no fut­bo­le­ro».

Los inte­gran­tes de Casha­la­da desa­rro­llan sus carre­ras escé­ni­cas y musi­ca­les en dife­ren­tes vías. Des­de revi­si­tar el géne­ro de la Zar­zue­la o for­mar par­te del Cor de la Gene­ra­li­tat a com­po­ner ban­das sono­ras cine­ma­to­grá­fi­cas o escri­bir y diri­gir musi­ca­les fami­lia­res y para adul­tos. Zapa­ter y Pérez han reci­bi­do mul­ti­tud de reco­no­ci­mien­tos y cola­bo­ran con for­ma­cio­nes como Albe­na o Tren­ca­dís, ade­más de tra­ba­jar con crea­do­res como Joan Font, de Come­diants. Pre­ci­sa­men­te, éste últi­mo ha diri­gi­do Divi­na Abe­rra­ción.

«A Joan le encan­ta diver­tir­se y jugar, tan­to como noso­tros. Pero él lo lle­va todo más al extre­mo y solo hace fal­ta que nos ani­me para que sea­mos toda­vía un poqui­to más gam­be­rros y yo aca­be hacien­do has­ta de Papa en la fun­ción», apun­ta Pérez. Los Casha­la­da reco­no­cen que en su pro­pia com­pa­ñía hacen los espec­tácu­los que a ellos les gus­ta­ría ver. Y, con Divi­na Abe­rra­ción, dis­fru­tan tan­to sobre el esce­na­rio como los espec­ta­do­res en el patio de buta­cas.

Un cabaré atípico

La obra que aho­ra lle­ga a Sala Rus­sa­fa se estre­nó en Madrid, en febre­ro de 2020, jus­to antes de la decla­ra­ción del esta­do de alar­ma y la pan­de­mia. «El caso es que algo pre­mo­ni­to­rio había por­que nues­tra maqui­lla­do­ra, Mer­ce­des Luján, nos había dise­ña­do una carac­te­ri­za­ción muy extre­ma y, de repen­te, me di cuen­ta de que ¡me había dibu­ja­do el coro­na­vi­rus en los ojos!» recuer­da diver­ti­da Pérez. La gira que­dó en sus­pen­so, pero la pri­me­ra recep­ción del públi­co ya había sido estu­pen­da.

Des­de 2021 reto­ma­ron las repre­sen­ta­cio­nes por­que, a pesar de que la actriz, com­po­si­to­ra y can­tan­te había escri­to la dra­ma­tur­gia del espec­tácu­lo antes de que la COVID-19 pusie­ra el mun­do patas arri­ba, su aná­li­sis de una socie­dad cada vez más abe­rran­te les pare­cía aho­ra más nece­sa­rio que nun­ca.

A lo lar­go de hora y media, el dúo va hacien­do un diver­ti­do retra­to de los temas más pro­fun­dos en for­ma­to de caba­ré des­inhi­bi­do, inter­pre­tan­do tre­ce can­cio­nes en direc­to con órgano, gui­ta­rra eléc­tri­ca y micro korg (pare­ci­do a un tecla­do, pero con soni­dos más mági­cos). Son com­po­si­cio­nes crea­das por ambos, a cua­tro manos. Y, a pesar de lo cómi­co de las letras, per­mi­ten dis­fru­tar de su vir­tuo­sis­mo vocal y como músi­cos, tran­si­tan­do del rock al pop, blues o can­ción meló­di­ca y lle­gan­do has­ta el gos­pel.

Otro ras­go incon­fun­di­ble del mon­ta­je es su ves­tua­rio, obra de Esther Gar­cía. Una pro­pues­ta estra­fa­la­ria y chis­pean­te, lle­na de ima­gi­na­ción, con remi­nis­cen­cias a los cuen­tos de hadas, pero tam­bién al glam-rock. Una esté­ti­ca que bus­ca a un tiem­po trans­gre­dir y diver­tir, de la que van cayen­do capas con­for­me avan­za la fun­ción y se va des­nu­dan­do la tra­ma.

Todo ello, can­cio­nes, tex­to, ves­tua­rio y pues­ta en esce­na rega­lan al espec­ta­dor momen­tos de des­ter­ni­llan­tes, estri­bi­llos pega­di­zos y el con­sue­lo de que, aun­que este mun­do es más una «divi­na abe­rra­ción» que una «divi­na crea­ción», siem­pre que­da­rán la músi­ca y el humor. 

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