En pleno debate educativo sobre la vuelta al cole y sobre cómo puede y debe afrontarse la misma, resultan muy enriquecedoras las palabras y también la experiencia de personas como Fernando Alberca. Licenciado en Filosofía y Letras, Máster en Neuropsicología y Educación, Máster en Dirección de Centros Educativos. Ha sido director de colegio durante muchos años, asesor educativo y profesor. Pero, además, ha publicado más de 20 libros relacionados con el mundo de la educación como Todos los niños pueden ser Einstein, Cómo entrenar a su dragón interior, Tu hijo a Harvard y tú en la hamaca o, el más reciente de todos, Educa sin estrés, publicado en pleno estado de alarma.
Fernando Alberca, desde la reflexión, destaca la importancia del contacto, sobre todo entre los más pequeños, así como de la comunicación no verbal, que se ve muy dificultada por elementos como las mascarillas. Él, aunque reconoce que no es lo ideal para nadie, augura una vuelta a la educación online, al menos en ciertos momentos o en algunos lugares, y espera que cuando esta situación se de no se cometan los mismos errores que en último trimestre del pasado curso.
Por otra parte, pone en valor el esfuerzo y la voluntad del profesorado desde que se decretó el estado de alarma y avanza que esta nueva realidad puede ser una oportunidad para reformar y mejorar un sistema educativo español que ya estaba “herido de muerte” antes del inicio de la pandemia.
Acaba de publicar el libro “Educa sin estrés”. ¿Es ahora un concepto más necesario que nunca?
Se publicó justo en el final del confinamiento, pero está escrito justo antes de que se declarara esta pandemia. Ya entonces se preveía que venía una época de mucho estrés en la educación en general, la cual se ha agravado ahora. Las familias ya venían muy cargadas de estrés y con el libro tratamos de que tengan una visión más general de lo que supone la educación. Ahora el libro se ha convertido en más útil incluso de lo que era antes. Hay que rebajar esa tensión, enseñarles a reducirla y a compensarla.
¿El libro está teniendo, por tanto, más ventas y acogimiento de lo esperado?
Al principio fue complicado, porque las librerías estaban cerradas. Fue una difusión y promoción muy online, pero eso me permitió estar en más sitios a la vez con menos movimiento y también difundirlo más en el extranjero. Se vende bien, a la gente le interesa y cuando una familia ve que es útil lo comunica a otra.
“Hay que tratar de comprender los efectos de las diferencias generacionales. Estas cambian ahora a golpe de cambio cultural tecnológico. Cuando más se prolongue la situación actual, más huella dejará en esta generación.”
¿Cuáles son sus principales claves?
Una parte esencial la dedica, tras las recomendaciones iniciales, a educar sin complicarse y entender bien el aspecto emocional. Hay que tratar de comprender los efectos de las diferencias generacionales, una generaciones que cada vez se reducen más en el tiempo. Antes eran cada 35 años o así y ahora son cada quince o cada diez. Por ejemplo, en 2010 arranca una generación marcada por las redes sociales, pero en 2020 ya se preveía un descenso del interés por ella y un aumento de la inteligencia artificial. Las generaciones ahora cambian a golpe de cambio cultural tecnológico. Y el Covid-19 ha puesto de manifiesto que ya existe una generación diferente a la de 2010, que comprende las cosas de forma distinta y a la que hay que educar emocionalmente de forma diferente. Cuando más tiempo se prolongue la situación actual, más huella dejará en esta generación.
¿Qué consecuencias puede tener?
Ya hay niños que su primer año de vida está marcado por la mascarilla. En este sentido, existe una investigación que indica que el ser humano identifica si alguien le cae bien o mal en los primeros 30 segundos y en gran parte es debido a la forma que tenga su mandíbula, según se parezca más a aquella que le brindó más atenciones en su primer año de vida, será más positiva, pero con la mascarilla no ves bien la mandíbula y eso puede alterar esa percepción, de cara a sus futuras relaciones sociales.
“Existe una investigación que indica que el ser humano identifica si alguien le cae bien o mal en los primeros 30 segundos y en gran parte es debido a la forma que tenga su mandíbula, algo que se complica con las mascarillas.”
En las aulas, la mascarilla y el distanciamiento provocan falta de comunicación, de comprensión. Los alumnos no van a entender bien al profesor. Habrá que quitársela si quieren que la mayor parte del alumnado comprenda bien. Se calcula que hasta el 70 u 80% de la comunicación es no verbal y hay estudios que indican que ronda el 90%. En la cara contamos con 43 músculos que generan todo tipo de gestos, los cuales se ocultan con la mascarilla.
Por tanto, los niños,con mascarilla en clase se van a sentir poco comprendidos y van a expresar también poco. Aunque la mascarilla fuera transparente, que ojalá que así sean, tenderán a expresar menos porque sienten que tienen un obstáculo ahí. Hablarán lo mínimo y eso generará más angustias, miedos, tristeza, sensación de soledad e individualismo. Serán muy dañinas sino logramos compensarlo.
Usted ha sido director de colegio durante muchos años y es master en Dirección de Centros Educativos. ¿cómo afrontaría la vuelta al cole ahora mismo si estuviera al frente de uno de ellos?
Ahora mismo soy orientador de colegio y estoy muy vinculado a ellos. Lo importante es que esta situación deja más huella de lo que parece. Proteger la salud de los niños y adultos, también la emocional, el uso de la mascarilla, el distanciamiento no es algo tan fácil de soportar en un largo periodo. Dos meses lo aguantamos bien, pero porque el miedo era mucho y eso protege. Es fácil que hagas un esfuerzo como quedarte en casa en esas circunstancias, pero conforme se prolonga uno va perdiendo la alarma, va descuidándose y es más costoso.
“En primaria, por ejemplo, se tiende mucho al contacto. Entre los niños de esas edades la distancia al relacionarse es menor de 50 cm y necesitamos que esta no se vaya mucho más allá.”
En primaria, por ejemplo, se tiende mucho al contacto. Entre los niños de esas edades la distancia al relacionarse es menor de 50 cm y necesitamos que esta no se vaya mucho más allá. Buscan mucho el contacto, se hablan casi pegados a la nariz. El adolescente tal vez aguanta mejor una distancia de metro y medio y puede que hasta a las personas tímidas o retraídas esta le convenga. Es cierto también que los niños son flexibles y se adaptan, pero incluso esto nos sería del todo bueno porque haría que se inhibieran más y se mostraran más retraídos.
¿Qué medidas recomendaría?
Más vale tener los grupos muy controlados y que se puedan quitar las mascarillas y no se cumpla una distancia tan estricta en el caso de un mismo grupo que conviva en clase. Hay que tratar de establecer un poco de normalidad en el aula. Pero en el patio habría que seccionar los centros para que jueguen solo con sus clase, aunque esto generaría también una pobreza de relaciones personales. Que esté toda la clase con mascarilla es imposible, más del 60% de los niños dejarían de interactuar. Aquellos que cuenten con dificultades de aprendizaje, sobre todo, darían un gran paso atrás.
“Habría que admitir que en estos grupos de convivencia podrían surgir contagios, pero cuando se den habría que cerrar el aula, el curso o el colegio entero si es necesario.”
¿Estamos preparados para pasar del sistema presencial al online de una forma efectiva?
Puede que en noviembre o diciembre tengamos que ir de nuevo al sistema online. Es algo que hay que preveer para que no hagamos como en el último trimestre del curso pasado. Ahí estábamos apoyados en el miedo, este persiste, pero ya nos hemos empezado a habituar. Hay que preveer que si volvemos a lo online ha de ser de otro modo. No pueden repetirse escenas del último trimestre como tratar de reproducir una clase presencial con cámaras, es preciso cambiar el modelo, reducir contenidos, controlar la dedicación de los tiempos, generar otro tipo de actividades y que esto no suponga un plus de trabajo para los docentes. Los niños deben estar menos tiempo en el ordenador, aprender a trabajar más por su cuenta, hay que confiar en su responsabilidad y libertad.
“Puede que en noviembre o diciembre tengamos que ir de nuevo al sistema online. Hay que preveer que si volvemos a él ha de ser de otro modo. No pueden repetirse escenas del último trimestre.”
Y cuando las clases sean presenciales, ¿cómo se debe actuar?
Debemos conseguir que los niños aprendan de forma distinta. Que exista un contacto bastante normal, que las caras se vean, es necesario ver el rostro humano, las expresiones…
“Debemos enseñar a los niños a gestionar el miedo, la soledad, el aislamiento y la tristeza. Hay que saber que somos vulnerables y que el riesgo está ahí, pero este miedo no puede bloquearnos.”
Si eso fuera imposible y pasamos a un control más estricto, hay que crear antídotos. A los padres les recomiendo crearlos en casa. Enseñar a los niños a gestionar el miedo, la soledad, el aislamiento y la tristeza. Hay que saber que somos vulnerables y que el riesgo está ahí, pero este miedo no puede bloquearnos.
Evitar, por tanto, cuestiones como el síndrome de la cabaña…
Es algo que han vivido muchos niños y también mayores. Hay que aprender a gestionarlo, comunicarse más verbalmente. Como la comunicación no verbal se pierde con las mascarillas, el distanciamiento, la educación online… hay que expresar mejor lo que no se está viendo. Hablar más, comunicar mejor nuestros sentimientos o emociones como el miedo, cansancio, enfado, tristeza, son diferentes y se deben afrontar de forma distinta cuando aparezcan.
“Ordenar nuestro tiempo y el de los niños. Enseñarles a compensar el estrés jugando, por ejemplo, a juegos de mesa. En estos juegos pueden estar presentes casi todas nuestras emociones y sentimientos.”
Hay que trabajar lo sensorial y lo físico, beber agua, oler limón, albahaca, masajerarse los pies, respirar bien… todo ello ayuda a bajar el estrés. Hay que tener orden, saber concentrarse y no ser tan impulsivos. Ordenar nuestro tiempo y el de los niños. Enseñarles a compensar el estrés jugando, por ejemplo, a juegos de mesa. El ser humano cuenta con 41 emociones y 19 sentiemientos y en un buen juego de ella pueden estar presentes muchos de ellos. Con ellos aprendemos a gestionar la inteligencia emocional, la salud emocional… es un buen momento ahora para potenciarlos en familia. A lo largo de un juego de mesa como el parchís, por ejemplo, afloran emociones cuando un hermano te come una ficha, cuando logras salvarte de un peligro, cuando ves como comen a tu madre… es un subir y bajar emocional constante y se aprende a gestionar esas emociones.
“Si no logramos que los niños de hoy aprendan a gestionar cuestiones como el miedo, la angustia… ante una situación como la actual puede suceder que en 50 años todavía haya una generación entera con restos de esa falta de comunicación, individualismo y comprensión.”
El debate entre educación presencial, online o semipresencial se encona a cada día que pasa. ¿Qué recomendaría y qué cree que sucederá?
No va a ser presencial al cien por cien aunque lo ideal sería eso, que exista el contacto físico, porque el ser humano es un ser sociable en todas sus etapas. El número de casos subirá otra vez, no hay vacuna todavía y seguramente iremos al modelo online más tarde o más temprano. Ante esta situación, facilitar la libertad de elección me parece fantástico. Cada familia es un mundo y cada padre o madre puede tener sus miedos, su situación laboral o económica…
¿Se potenciará, por tanto, la flexibilidad?
Ahora toca una cosa muy bonita que es la máxima flexibilidad. Realmente, cada alumno debería tener su adaptación curricular, cada alumno debería tener su propio plan de estudios. El coronavirus está haciendo, precisamente, eso. Se han roto todas las rigideces, esto es fantástico y bueno para la educación. Puede venir una buena educación si lo aprovechamos, cuidando al profesorado para que no tenga que hacer el cuátruple de trabajo.
“El coronavirus está haciendo, precisamente, eso. Se han roto todas las rigideces, esto es fantástico y bueno para la educación. Puede venir una buena educación si lo aprovechamos.”
La Ley educativa vigente ya exigía que a cada alumno se le aplicara un modelo y parte de la profesionalidad del docente es atender esa diversidad del alumnado. En 2013 la Ley indica de forma más explícita que los educadores son orientadores y que lo importante no es solo el aprendizaje de las materias, sino que la educación va mucho más allá.
Debemos adaptarnos a esta circunstancia tan compleja. El buen docente sabe llegar a todos sus alumnos a la vez aunque cada uno lo pueda entender de forma distinta, con sus matices. Es hora de afinar esas peculiaridades y lograr ir al ritmo de todos, aunque unos estén online y otros de forma presencial.
¿Hemos aprendido respecto al final del pasado curso?
Espero que sí. He visto a muchos gestores educativos que con esta situación han visto una ocasión propicia para quitarse un montón de complejos o arquetipos. Se han vuelto más flexible e incluso se han mejorado las notas en secundaria. Pero quiero recalcar que no vale repetir lo que se hizo entonces y me temo que muchos lo repetirán. Esta situación nos llevará, al menos, hasta el final del próximo curso y hay que hacer muchos cambios.
Para los padres, por otra parte, ha supuesto una carga de trabajo importante. Han compaginado el teletrabajo con la teleescuela. Han estado pendientes y se han visto muchas situaciones que han puesto en evidencia las carencias del sistema educativo. Es necesario cambiarlo de una vez.
“Muchos niños y niñas no llegan con facilidad a un A2 de español mientras que sí tienen un A2 o B1 de inglés.”
Hay contenidos que hace tiempo se debieron erradicar y otros potenciar. Muchos niños y niñas no llegan con facilidad a un A2 de español mientras que sí tienen un A2 o B1 de inglés. A los españoles adultos se les supone un C1 en su idioma, pero animo a que hagan un examen en primero de carrera de B2 a ver cuántos lo superan. Está muy bien potenciar el inglés o la tecnología, pero ahora toca enseñar mejor el español. Hay que replantear contenidos y evaluaciones, más aún en la situación anómala actual.
Muchos médicos dicen que esta pandemia ha demostrado que el sistema sanitario español no era de nivel 1, ¿ha ocurrido lo mismo con el educativo?
En educación es peor. Sabíamos que no teníamos un sistema educativo de primera, estamos en el penúltimo lugar del Informe PISA, de los 34 países de la OCDE. El sistema educativo estaba muerto porque ya estuvo herido hace 20 años. Es algo que ya teníamos que cambiar. Sabemos que el sistema estaba muy mal, pero la sorpresa se ha visto en los docentes. Se tenía la sensación de que estaban con mucho hastío, apatía, castigados por una cultura de poco esfuerzo y escaso respeto a la autoridad. Pero hemos visto que han respondido muy bien, han mostrado una gran implicación y capacidad de trabajo. Han respondido con ilusión y generosidad.
“Sabíamos que no teníamos un sistema educativo de primera. El sistema educativo estaba muerto porque ya estuvo herido hace 20 años. Es algo que ya teníamos que cambiar.”
Esta es una gran oportunidad para los docentes. Se han visto protagonistas a la hora de sacar al alumno adelante. Es bonito ver cómo docentes que lo estaban pasando mal se han reactivado y han vuelto a coger ilusión por su pasión profesional. Han visto que era necesario, que estaba en juego su prestigio social de una profesión a la que se había castigado demasiado. Y han dado un paso adelante.
“Los docentes han respondido muy bien. Es bonito ver cómo docentes que lo estaban pasando mal se han reactivado y han vuelto a coger ilusión por su pasión profesional.”
Ante todo, y más allá de su experiencia en educación. Usted es padre de ocho hijos. ¿Qué inquietudes le plantean ellos y cuáles tiene respecto a su vuelta al cole de forma personal o en su seno familiar?
Es cierto, aunque varios de ellos ya no viven con nosotros. Hemos pasado todos estos meses con mucha fortuna, nos ha unido mucho. Yo suelo empezar a las 8:15 horas en la universidad, luego voy a secundaria y por la tarde tengo una consulta educativa. Suelo estar mucho tiempo fuera. Pero todo esto me ha permitido poder estar horas jugando a juegos de mesa con ellos, ver matices que había que reeducar… han ido aprendiendo a gestionar mejor el miedo, el decaimiento… El verano ha sido con menos relaciones sociales, con menos contacto, pero esto nos permite crecer más hacia dentro. Ahora esperamos el primer trimestre con ilusión, uno de mis hijos se va ahora a Madrid a estudiar. Estamos con ese miedo también, pero sabemos que es una buena oportunidad y debemos prepararnos también a qué hacer si él o algún otro se contagia.
Por último, ¿qué ha aprendido usted de esta pandemia?
He aprendido lo mucho que quiero a la gente, desde mis hijos, hasta el público de mis conferencias o el panadero de mi barrio. A cada persona con la que tengo contacto la valoro más y espero volver a la normalidad para agradecer más a la gente ese contacto y esa humanidad. Hay que darse cuenta de lo mucho que quieres a la gente y también de lo querido que eres.
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