Marian Villaescusa escribe y dirige esta comedia sobre la estrategia de una abuela para recuperar la atención y el cariño de su nieta, una preadolescente atrapada por las pantallas, que se siente a años luz de esta señora entrada en los 70 y absolutamente determinada a reestablecer los lazos familiares.

Una esce­na de “Iaia”.

Los abue­los y abue­las sue­len for­mar par­te del cui­da­do de sus nie­tos y nie­tas, sobre todo cuan­do la con­ci­lia­ción del tra­ba­jo de los padres y madres con los hora­rios de sus reto­ños es com­pli­ca­da. Pero resul­ta mucho menos habi­tual que se les inclu­ya en los momen­tos de ocio. Este obje­ti­vo y la volun­tad de faci­li­tar el encuen­tro inter­ge­ne­ra­cio­nal guia­ron a Marian Villaes­cu­sa a escri­bir Iaia, el nue­vo espec­tácu­lo fami­liar de la for­ma­ción valen­cia­na Arden, cuyo estreno abso­lu­to será este fin de sema­na en Sala Rus­sa­fa.

El sába­do 30 de sep­tiem­bre a las 17:30 h y el 1 de octu­bre a las 12:30 h, gran­des y peque­ños se dan cita sobre el esce­na­rio y en el patio de buta­cas en este diver­ti­do espec­tácu­lo, con toques de ter­nu­ra y mucha come­dia.

Recrea la tar­de que pasan jun­tas una abue­la que ya pasa de los 70 años y su nie­ta, una pre­ado­les­cen­te a la que le encan­ta ver pelí­cu­las y gra­bar vídeos de Tik­Tok, ade­más de estar con sus ami­gas. Así que la pers­pec­ti­va de que­dar­se en esa casa lle­na de tras­tos vie­jos, sin wifi ni Smart Tv, se le pre­sen­ta como un abso­lu­to abu­rri­mien­to. Lo que no espe­ra es que su Iaia ha tra­za­do un plan para atraer su aten­ción y que apar­te los ojos de las pan­ta­llas.

“Des­de fina­les del siglo XX hemos vivi­do un sal­to tec­no­ló­gi­co bru­tal. Las gene­ra­cio­nes más jóve­nes pare­cen no enten­der el mun­do en el que se cria­ron sus mayo­res, les pare­ce impo­si­ble que vivie­ran sin móvil o que no exis­tie­ra Inter­net”, comen­ta la joven dra­ma­tur­ga, direc­to­ra de esce­na y actriz sobre una bre­cha digi­tal que en oca­sio­nes pare­ce insal­va­ble. “Pero, si te vas a la esen­cia, nos segui­mos rien­do o llo­ra­mos por las mis­mas cosas. Las emo­cio­nes no han cam­bia­do y nos conec­tan con per­so­nas de las que podría pare­cer que esta­mos total­men­te ale­ja­das, con una dis­tan­cia que es más men­tal que físi­ca”, apun­ta Villaes­cu­sa.

Car­tel de “Iaia”.

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