Labou­lais es cos­tu­ra fran­ce­sa con sabor medi­te­rrá­neo, una con­ver­sa­ción abier­ta entre el savoir fai­re pari­sino y el carác­ter marí­ti­mo, rela­ja­do y bohe­mio pro­pio de nues­tra ciu­dad.

El dise­ño, patro­na­je y con­fec­ción com­ple­ta­men­te per­so­na­li­za­dos para cada mujer, jun­to con una aten­ción exqui­si­ta y una comu­ni­ca­ción com­ple­ta­men­te reno­va­da gra­cias a la per­fec­ta com­pren­sión de los nue­vos códi­gos feme­ni­nos, con­for­man los atrac­ti­vos fun­da­men­ta­les de la mar­ca.

Veró­ni­ca Nava­rro, fun­da­do­ra y direc­to­ra crea­ti­va de la fir­ma, está rela­cio­na­da con la moda des­de hace más de vein­te años como esti­lis­ta y edi­to­ra, pero es a su paso en la direc­ción del depar­ta­men­to nup­cial del modis­to Fran­cis Mon­te­si­nos don­de desa­rro­lla y per­fec­cio­na su talen­to como dise­ña­do­ra, a lo lar­go de los seis años al fren­te del estu­dio.

Valen­cia­na natal y de ascen­den­cia fran­ce­sa, da nom­bre a su pro­yec­to per­so­nal gra­cias a su ape­lli­do materno, el cual defi­ne per­fec­ta­men­te la iden­ti­dad de la mar­ca gra­cias a un story­te­lling car­ga­do de fuer­za y sim­bo­lis­mo. Ponien­do la mira­da a medio pla­zo, Labou­lais pre­ten­de irrum­pir en el terreno de la ven­ta onli­ne: Inter­net es el futu­ro ‑cada vez más cer­­cano- de los ves­ti­dos de novia, ya que en 2020 la gene­ra­ción mille­nial alcan­za­rá los 30 años, es decir, la madu­rez per­so­nal y pro­fe­sio­nal, sien­do los pro­ta­go­nis­tas indis­cu­ti­bles de las bodas futu­ras y de un comer­cio digi­tal que hoy en día es mucho más que una opción.

Ori­gen de Labou­lais
“Isa­be­lle Labou­lais era mi abue­la mater­na. Naci­da en 1910, des­de muy joven empe­zó a demos­trar inte­rés por la cos­tu­ra y empe­zó a ejer­cer como modis­ta local en una peque­ña pro­vin­cia del nor­te de Fran­cia, La Som­me.

Unos años des­pués, cono­ce a mi abue­lo Mau­ri­ce, y se casa­ron ense­gui­da… Al poco esta­lla la 2ª Gue­rra Mun­dial y él tie­ne que par­tir al fren­te, aun­que des­ti­na­do cer­ca de casa, en la cos­ta de Nor­man­día, cosa que le per­mi­te esca­par­se de vez en cuan­do, cubier­to por sus cama­ra­das de la Resis­ten­cia que se apia­dan de un recién casa­do, y visi­ta a Isa­be­lle fur­ti­va­men­te para rega­lar­le tier­nas pala­bras de amor al oído y com­par­tir lecho.

Fru­to de estos encuen­tros nace mi madre, Anne Marie, e inme­dia­ta­men­te en el pue­blo la bau­ti­zan como “La fille de la gue­rre” (La hija de la gue­rra), sobre­nom­bre que ten­drá una mar­ca­da impron­ta en el carác­ter de ella, y en con­se­cuen­cia en el res­to de las muje­res de mi fami­lia.

Isa­be­lle está sola, con una cria­tu­ra recién naci­da y Euro­pa está en gue­rra, así que saca pecho y sale ade­lan­te muy dig­na­men­te con su ofi­cio de modis­ta a pesar de los pocos recur­sos de la épo­ca, ya que hace dece­nas de kiló­me­tros en bici­cle­ta has­ta a la ciu­dad más cer­ca­na para con­se­guir teji­dos nobles como lanas para tra­jes y abri­gos o crê­pes para los deli­cio­sos ves­ti­dos flui­dos de la épo­ca.

Ella era una mujer fuer­te, inte­li­gen­te y deci­di­da, y una de las per­so­nas más dul­ces que he cono­ci­do en mi vida. LABOULAIS toma como pun­to de par­ti­da a estas muje­res, atem­po­ra­les, empo­de­ra­das y a la vez, lle­nas de sen­si­bi­li­dad que cre­cen ante la adver­si­dad y salen ade­lan­te por sí mis­mas.”

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