The Beatles.

Se cumplen sesenta años de la aparición del vinilo de The Beatles, A hard´s day night y del estreno de la mítica película de Richard Lester, titulada aquí ¡Qué noche la de aquel día!, con la banda sonora de las canciones. Aquello fue una explosión de entusiasmo juvenil. Una pandilla de roqueros que nunca mueren, la vio en el cine Savoy con pantalones cortos. El disco y la película les cambiaron la vida.

The Beatles.

La memo­ria es un teso­ro valio­so y esta es la his­to­ria de un tiem­po y un país en el que los ado­les­cen­tes cre­cían al son del rock and roll emer­gen­te. Se cum­plen sesen­ta años de la apa­ri­ción del dis­co de los Beatles A har­d’s day night y los mucha­chos y mucha­chas que aho­ra pelan canas, las vie­jas roque­ras que nun­ca mue­ren, carro­zas soña­do­ras de tiem­pos mejo­res se vuel­ven a mesar, ya no los cabe­llos, sino las cal­vas ellos y los pelos tin­ta­dos ellas. Y la mera visión de esa por­ta­da que tie­ne más de medio siglo, de azul oscu­ro con las fotos matón, repe­ti­das, en mosai­co jugue­tón, de los cua­tro de Liver­pool, vuel­ve a poner la car­ne de galli­na de los rebel­des sin cau­sa de la gene­ra­ción per­di­da. Ese dis­co es par­te de su edu­ca­ción sen­ti­men­tal. Y este año es hora de escu­char­lo de nue­vo con los cas­cos, divi­na­men­te en la pla­yi­ta o la mon­ta­ña, en cual­quier sitio, por­que para muchos ese ani­ver­sa­rio es un chu­te de vita­li­dad.

En el vie­jo país de los dien­tes afi­la­dos, el fran­quis­mo en pleno auge y la peña espe­ran­do los pla­nes de desa­rro­llo para poder­se com­prar un Seat 600, el ter­cer dis­co de los Beatles, no venía solo, era la ban­da sono­ra de la pelí­cu­la de Richard Les­ter que se estre­nó ese mis­mo año en nues­tro país con el titu­lo Que noche la del aquel día! Mito­lo­gía pura de la moder­ni­dad. Refe­ren­te indis­cu­ti­ble de la nue­va épo­ca que se ave­ci­na­ba.

Corría el año 1964 y los Beatles ya habían publi­ca­do su pri­mer dis­co el año ante­rior, Plea­se, plea­se me, y aque­llo fue el aca­bo­se.

Y ahí tene­mos al cuar­te­to de joven­zue­los valen­cia­nos, ami­gos del ins­ti­tu­to y admi­ra­do­res de todo lo que vinie­ra allen­de los Piri­neos y que no sona­ra a Mano­lo Esco­bar, sal­tan­do de ale­gría ante la suer­te de poder­se iden­ti­fi­car con los bri­tá­ni­cos de las mele­nas. Eran tiem­pos de gran­des peleas fami­lia­res para que el padre per­mi­tie­ra a los cha­va­les dejar­se el pelo que tapa­ra las ore­jas. Las mele­nas hip­pies vinie­ron des­pués. Si sus­pen­días ter­ce­ro o cuar­to de bachi­ller tu padre cas­ti­ga­ba duro: ¡a cor­tar­se el pelo y no te pon­gas los boti­nes! Era la sen­ten­cia con­de­na­to­ria por­que boti­nes los lle­vá­ba­mos todos; ellos los pusie­ron de moda. Los cua­tro de esta peque­ña his­to­ria eran Fran­ki, Mano­li­to, Mateu y el que esto escri­be. Como la ban­da del Pijoa­par­te de Juan Mar­sé en su nove­la semi­nal Si te dicen que caí, en ver­sión valen­cia­na, esos cua­tro eran de armas tomar. Les enva­len­to­na­ba la músi­ca, mara­vi­llo­sas can­cio­nes y bala­das, algu­nas de ellas, como And I Love her, bai­la­das con el pri­mer amor en los gua­te­ques de las casas par­ti­cu­la­res los domin­gos, con los papás en el cha­let. Si bien para arri­mar­se había que poner a Ada­mo en el pick up vin­ta­ge de nues­tros sue­ños.

Los besos roba­dos, con la luz del salón apa­ga­da unos minu­tos por el gra­cio­so de la pan­di­lla; el desa­fío de ellos y ellas al escu­char Tell me why you cray; Dime por qué llo­ras, muy sen­ci­llo: somos tan afor­tu­na­dos de poder vivir un tiem­po de trans­for­ma­ción radi­cal de la socie­dad espa­ño­la, y aun­que a hur­ta­di­llas, rom­per cor­sés y san­tu­rro­ne­rías. La polí­ti­ca clan­des­ti­na con­tra el régi­men era cosa de mayo­res y los mucha­chos  esta­ban en otra, imi­tan­do a sus ído­los has­ta el últi­mo ges­to. El mayo del 1968 era el futu­ro, muy lejos toda­vía, pero esta­ban lo Beatles y sus dis­cos, por no hablar de los Sto­nes, y tan­tos como ellos que atro­na­ban con sus noví­si­mos rock and rolles los pri­me­ros bares, ante­sa­la de los pubs,  en las juke box; dis­cos de 45 revo­lu­cio­nes que eran la goza­da del siglo.

Los cua­tro pijoa­par­tes tie­nen pues una tar­de memo­ra­ble en este ani­ver­sa­rio, el día en que fue­ron a ver la pelí­cu­la al cine de rees­treno Savoy, hoy des­apa­re­ci­do, en un cha­flán de Angel Gui­me­rá. Dis­fru­ta­ron lo suyo, la cosa mar­có ten­den­cia. Salie­ron a la calle eufó­ri­cos y pro­vo­ca­do­res. Por­que el guión de Alun Owen no tenía ni pies ni cabe­za, era puro surrea­lis­mo, como lo sería Help!, la siguien­te cin­ta de Beatles, estre­na­da al año siguien­te y diri­gi­da tam­bién por Les­ter.

Lo absur­do de las esce­nas, muy en con­so­nan­cia con el espí­ri­tu anar­quis­ta y pro­vo­ca­dor de los Her­ma­nos Marx cal­za­ba como un guan­te en el áni­mo de esa gene­ra­ción de bachi­lle­res con ganas de juer­ga. Y los jóve­nes se pusie­ron a hacer ton­te­rías, cuca­mo­nas y a pegar sal­tos sin ton ni son como watu­sis del Seren­gue­ti; las cosas que sue­len hacer los ado­les­cen­tes en todas las apo­cas, antes del Tik Tok y de Ibai Lla­nos.

Las paya­sa­das de los Beatles eran reales y se imi­ta­ban en la calle ante la mira­da repro­ba­to­ria de la vie­ja gene­ra­ción de las car­ti­llas de racio­na­mien­to. La pan­di­lla tuvo la suer­te de que esos cua­tro esca­ra­ba­jos, como les lla­ma­ba la pren­sa igno­ran­te de la épo­­ca- esca­ra­ba­jo es beetle en inglés y sue­na igual- y los repor­te­ros de enton­ces no eran unos lin­ces que diga­mos. Así que la visión de ¡Que noche la de aquel día! y la de Help!, fue un jarro de fres­cu­ra.

El títu­lo salió de una excla­ma­ción del bate­ris­ta Rin­go al aca­bar ago­ta­do una sesión de ensa­yos, y así, la indus­tria del espec­tácu­lo comen­zó su carre­ra impa­ra­ble por tie­rra, mar y aire, y el mer­chan­di­sing se hizo car­ne, has­ta aho­ra mis­mo. El pop se inte­gró en el cine y el cine en el rock. Las ban­das sono­ras de Scor­se­se y Wim Wen­ders, roque­ros con­tu­ma­ces, lo demues­tran. Las tre­ce can­cio­nes de este dis­co de mitad del pasa­do siglo siguen ace­le­ran­do el cora­zón de aque­llos mucha­chos que aho­ra se están jubi­lan­do. If I fell, es una de ellas, Si yo lo sien­to, tú tam­bién, al fon­do del alma, y el tiem­po no exis­te. Apa­ga la tele amor mío, y pon­gá­mo­nos a bai­lar.

Comparte esta publicación

amadomio.jpg

Suscríbete a nuestro boletín

Reci­be toda la actua­li­dad en cul­tu­ra y ocio, de la ciu­dad de Valen­cia