El subtítulo de este volumen nos orienta acerca del contenido: “Ensayos sobre sabiduría en Cbi na y literatura occidental“. El índice contiene estos cuatro apartados: Quijotismo, Literatura, China, El mar, La universidad.
Se trata de una compilación de textos escritos en diversas ocasiones y por motivos muy variados que tienen en común el vasto negociado de la literatura y humanidades.
Su autor es Simon Leys (Bruselas 1935-Canberra 2014) que vivió buena parte de su vida en Australia. Fue crítico literario, experto en literatura china y excelente conocedor de la literatura europea (especialmente, francesa e inglesa). Todo este material aparece reunido bajo la advocación de una frase Zhuang Zi, sabio taoísta del siglo IV a.C: “Todo el mundo conoce la utilidad de lo que es útil, pero pocos conocen la utilidad de lo inútil”.
Leys advierte que el saber ocioso constituye paradójicamente el fundamento último de los valores esenciales de la humanidad.
A propósito del personaje de Cervantes, afirma lo siguiente: “Como D. Quijote se negó obstinadamente a adaptar la inmensidad de su deseo a la pequeñez de la realidad fue condenado al fracaso perpetuo. Sólo una cultura basada en una religión de perdedores, podía producir un héroe como él. Lo que deberíamos recordar, sin embargo, es esto: el hombre de éxito se adapta al mundo. El perdedor insiste en intentar adaptar el mundo a él. Así que todo progreso auténtico depende, en término, del perdedor”.
A propósito de Balzac observa: “Que un escritor tan grande como él escribiese mal fue motivo de desconcierto para algunos de los mejores expertos en la materia (que eran también sus fervientes admiradores), desde Baudelaire a Flaubert”
¿Cómo es posible que el mayor monumento de la ficción europea lo edificase un hombre tan singularmente falto de gusto literario?, se pregunta. Corroborando esta perplejidad, advierte “que en la decoración de sus aposentos Balzac desplegaba la sensibilidad estética de un próspero proxeneta caribeño”
Acerca de Víctor Hugo, recoge la paradoja de Baudelaire: “Uno puede a la vez poseer un talento especial y ser un imbécil. Víctor Hugo nos proporciona la mejor prueba”. Pero su composición Booz dormido (Proust lo consideró el poema más grande de la literatura francesa) buscando una rima para sus últimos versos, introdujo un impúdico juego de palabras. Esto podría parecer una burda travesura escolar y el efecto de semejante intrusión debería resultar grotesco en el marco mayestático del poema: pero es sublime.
En el capítulo dedicado a Chesterton, por quien Leys siente evidente debilidad, asegura que
“la poesía es nuestro vinculo vital con el mundo exterior (el salvavidas del que depende nuestra supervivencia) y puede convertirse también por ello en el último baluarte de nuestra salud mental” Ese gran virtuoso de las paradojas dejó escrito, en su libro de Tomás de Aquino; “No hay cosas malas, sino malos usos de las cosas. El diablo no puede hacer que las cosas sean malas. La obra del cielo es material; la obra del infierno en enteramente espiritual”
Y relacionado con lo anterior: “Ningún monstruo debería asombrarnos si no nos asombra el hombre normal.” A André Gide le dedica un extenso ensayo. Entre otras cosas recuerda que “su obra de mayor influencia, el libro que lo consagró como el gurú de la rebelión contra el orden burgués, como el maitre à penser durante al menos tres generaciones sucesivas de jóvenes (…) El problema es también que los libros como esos suelen generar imitaciones mediocres y al final no podemos evitar verlos a través del prisma de sus caricaturas vulgares. Actualmente, ay, Los alimentos terrestres nos recuerdan sobre todo lo kitsch de Khalil Gibran”.
Desde la manifiesta admiración por su obra literaria, Leys dice que “el gran encanto personal de André Gide es que no sabía que él era André Gide”. Homosexualidad Cristianismo absorbían todo su interés. Le gustaba citar este consejo de Madame de Lambert:” Hijo mío, no hagas nada estúpido, salvo que te divierta”.
En el capítulo dedicado a André Malraux, consigna las opiniones de Arthur Koestler y Vladimir Nabokov: ambos compartían la idea de que Malraux era esencialmente un farsante.
Para escribir su novela La condición humana, Malraux pasó unos días en China como mero turista en tránsito, y simuló ante un público francés haber sido comisario del pueblo durante la Revolución china. Se muestra también muy sarcástico cuando compara dos libros sobre la Guerra Civil Española: “¿Quien después de haber leído a George Orwell, podría tomarse en serio el disparatado histrionismo de Malraux? Al lado de la dura verdad de Homenaje a Cataluña, los discursos nebulosos y flatulentos de La esperanza tienen un tono hueco de elocuencia de café”. En cuanto a su libro El Museo imaginario, “es una astuta imitación de la obra del crítico de arte e historiador Elie Faure”
En cuanto a George Orwell, en su opinión, era un animal político que “no podía sonarse la nariz sin moralizar sobre las condiciones de trabajo de la industria del pañuelo”. Orwell resumía así su ética como escritor: “Soy decididamente de izquierdas, pero creo que unos escritores sólo pueden conservar la honestidad si se mantiene libre de etiquetas tendenciosas”.
Y, en fin, otra aseveración suya que ‑hoy como cuando en que se formuló hace decenios- resulta escandalosa: “La verdadera división no es la que hay entre conservadores y revolucionarios, sino entre autoritarios y libertarios”.
Por último, mencionemos la reflexión de Leys a propósito de George Simenon: “el don de escribir novelas no es distinto a la gracia de Dios: es arbitrario, incomprensible y sublimemente injusto. No es un escándalo que novelistas geniales resulten ser pobres desdichados; es un milagro consolador”.
Título: Breviario de saberes inútiles. Ensayos sobre sabiduría en Cbina y literatura occidental
Autor: Simon Leys
Editorial: Acantilado
Páginas: 576
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