Por R.Ballester Añón

 

Este libro es una reco­pi­la­ción de tex­tos de Simo­ne Weil (1909–1943), pen­sa­do­ra fran­ce­sa de ori­gen judío, escri­tos entre 1941 y 1942. Tex­tos que fue­ron con­fia­dos al escri­tor Gus­ta­ve Thi­bon (1903–2001) quien en 1947 orde­nó y publi­có bajo el títu­lo esta­ble­ci­do por él de La gra­ve­dad y la gra­cia.

En 1933, Simo­ne Weil se impli­có en la uni­fi­ca­ción de los sin­di­ca­tos de ense­ñan­za. Duran­te una visi­ta a Espa­ña tomó con­tac­to con mili­tan­tes de la FAI, como Joa­quín Mau­rín. El últi­mo día de 1933 los Weil alo­ja­ron a Leon­Tros­tzky en su apar­ta­men­to de París, don­de

Weil dis­cu­tió con aca­lo­ra­da vehe­men­cia con el teó­ri­co de la Revo­lu­ción Per­ma­nen­te.

En 1934 escri­bió Refle­xio­nes sobre las cau­sas de la liber­tad y de la opre­sión social, que ella con­si­de­ra­ba su gran obra. Pre­sen­ta una crí­ti­ca a Karl Marx en la que le repro­cha haber eli­mi­na­do la dimen­sión espi­ri­tual del hom­bre.

Madu­ró un pro­yec­to moral: dejar la ense­ñan­za y tra­ba­jar como obre­ra; expe­rien­cia que fue pre­ce­di­da de su aban­dono de la mili­tan­cia sin­di­cal.

Fue ope­ra­ria en una fábri­ca des­de diciem­bre de 1934 a agos­to de 1935. Aca­bó des­tro­za­da. Cono­ció el ago­ta­mien­to, la humi­lla­ción, la pre­ca­rie­dad labo­ral. En su Dia­rio de fábri­ca con­sig­na estas expe­rien­cias.

Cuan­do esta­lla la Gue­rra Civil espa­ño­la, se suma a la Colum­na Durru­ti en Pino de Ebro (pro­vin­cia de Zara­go­za). Su mio­pía le oca­sio­na un gra­ve acci­den­te: mete el pie izquier­do en una sar­tén con acei­te hir­vien­do que hay camu­fla­da cer­ca una trin­che­ra; sufrió gra­ves que­ma­du­ras.

Simo­ne Weil y sus padres se refu­gia­ron a Mar­se­lla en 1940. Fue tiem­po fruc­tí­fe­ro para la com­po­si­ción de su obra. Entró en con­tac­to con Cahier du Sud, una de las revis­tas lite­ra­rias más rele­van­tes de la Fran­cia no ocu­pa­da. Cono­ció a poe­tas y escri­to­res como René Dau­mal, Lan­za del Vas­to oJean Tor­tel. Este últi­mo le puso en con­tac­to con los gru­pos de la Resis­ten­cia arma­da. Simul­tá­nea­men­te, cono­ció al domi­ni­co Joseph Marie Perrin. Edu­ca­da en un ambien­te fami­liar agnós­ti­co, pron­to mani­fes­tó un cre­cien­te inte­rés por el mis­ti­cis­mo cris­tiano de tra­di­ción cató­li­ca.

Tres momen­tos mar­ca­ron su vida como mís­ti­ca y pen­sa­do­ra:

En 1935, en una aldea al nor­te de Por­tu­gal, asis­te a una pro­ce­sión de pes­ca­do­res que inter­pre­ta como la reli­gión de los escla­vos.

En su pri­mer via­je a Ita­lia en 1937, rea­li­za­do des­pués de su estan­cia en la Gue­rra Civil, expe­ri­men­ta una pro­fun­da con­mo­ción al con­tem­plar la capi­lla romá­ni­ca del siglo XII de Asís: “algo más fuer­te que yo me obli­gó a poner­me de rodi­llas por pri­me­ra vez en mi vida”.

Final­men­te, en la aba­día bene­dic­ti­na de Soles­mes, duran­te la Sema­na San­ta de 1938 tuvo otra expe­rien­cia extre­ma. Tam­bién que­dó con­mo­vi­da ante un joven cató­li­co inglés en el que vio plas­ma­da “la vir­tud sobre­na­tu­ral de los sacra­men­tos”. Fue él quien le dio a cono­cer algu­nos tex­tos de los poe­tas meta­fí­si­cos ingle­ses del siglo XVII, en espe­cial el poe­ma Love de Geor­ge Her­bert.

En 1942 via­jó a Nue­va York. Visi­tó Har­lem para con­tac­tar con sec­to­res mar­gi­na­dos.

Por sus rela­cio­nes con la Resis­ten­cia pudo vol­ver ese año a Lon­dres. Inten­tó inter­ve­nir una misión peli­gro­sa, pero se lo impi­die­ron dada su deli­ca­da salud. Murió el 24 agos­to de ese año. El sacer­do­te que iba a pre­si­dir su fune­ral no lle­gó por­que per­dió el tren. Está ente­rra­da en el sec­tor cató­li­co del cemen­te­rio de Ash­ford.

La gra­ve­dad y la gra­cia fue la pri­me­ra obra que cono­ció el públi­co de esta joven que murió a los 34 años, con afi­ni­da­des anar­quis­tas, des­ve­los por la uni­dad sin­di­cal y una obra ‑influen­cia­da, entre otros, por San Juan de la Cruz- de una cali­dad teó­­ri­­co-lite­­ra­­ria des­con­cer­tan­te,

En uno de sus afo­ris­mos defi­ne la ver­dad y la des­gra­cia como “supli­can­tes mudas”. En otro, con­si­de­ra los Evan­ge­lios como la últi­ma gran expre­sión del genio grie­go.

Alguien poco dado a com­po­nen­das como Albert Camus, expre­só su admi­ra­ción por la obra y la per­so­na de Simo­ne Weil del siguien­te modo: “qui­zá el úni­co gran espí­ri­tu de nues­tro tiem­po”.


Títu­lo: La gra­ve­dad y la gra­cia

Auto­ra: Simo­ne Weil

Edi­to­rial: Alian­za (263 pági­nas)

Comparte esta publicación

amadomio.jpg

Suscríbete a nuestro boletín

Reci­be toda la actua­li­dad en cul­tu­ra y ocio, de la ciu­dad de Valen­cia