Miguel Rodri­go diri­ge la Ban­da Sin­fó­ni­ca Muni­ci­pal de Valen­cia, en el Palau de la Músi­ca.

La Banda Sinfónica Municipal de Valencia tiene en Rodrigo a un director de fuste, poliédrico y capaz de mutar la coloratura sonora según lo demande el programa, una cualidad técnica reservada a pocos y rasgo de brillantez que engancha al aficionado.

Miguel Rodri­go diri­ge la Ban­de Muni­ci­pal de Valen­cia en el Palau de la Músi­ca

El cie­rre por obras inter­mi­na­bles en el Palau de la Músi­ca pro­vo­có cier­ta des­afec­ción hacia lo que suce­día musi­cal­men­te en la ciu­dad. Efec­tos cola­te­ra­les de los dra­ga­dos y las cons­truc­cio­nes y de las sedes cir­cuns­tan­cia­les que sue­len sacar al afi­cio­na­do de su ruti­na, esa prác­ti­ca simi­lar a la de ir a misa los domin­gos.

No obs­tan­te, reto­man­do el con­tac­to con el ambien­te musi­cal del terru­ño, con el col­mi­llo afi­la­do ‑todo sea dicho- me aso­mé a escu­char a la Ban­da Sin­fó­ni­ca Muni­ci­pal de Valen­cia, la mare de totes les Ban­des que, has­ta hacía bien poco, con per­fil de cha­ran­ga, ento­na­ba mar­chas fúne­bres fren­te al bal­cón del exal­cal­de Ribó has­ta que, no se sabe muy bien cómo, se cal­ma­ron las aguas tras el nom­bra­mien­to del nue­vo direc­tor titu­lar ‑el pro­vi­sio­nal, según dije­ron ense­­gui­­da-.

Pero Euter­pe, esta vez, ejer­ció de influen­cer y nos tra­jo a Miquel Rodri­go (Foios, 1963) un músi­co de cas­ta y de casa que vol­vía a Valen­cia tras más de trein­ta años de exce­den­cia pero, al mis­mo tiem­po, de expe­rien­cia sin­fó­ni­ca inter­na­cio­nal y Cate­drá­ti­co por par­ti­da doble en Direc­ción de Orques­ta y Cáma­ra en el Con­ser­va­to­rio Supe­rior de Ara­gón.

Una banda más trabajada y actualizada en maneras

Ya en mate­ria, asis­tí a la clau­su­ra del últi­mo Cer­ta­men Ciu­dad de Valen­cia y algo dis­tin­to empe­cé a notar. Y mi col­mi­llo afi­la­do tam­bién lo notó. La cosa sabía dife­ren­te.  Fren­te a la mus­cu­la­da sono­ri­dad a la valen­cia­na, la suti­le­za de la cre­ma chan­tilly con un River­dan­ce, por ejem­plo, que sabía a pin­ta de cer­ve­za irlan­de­sa, un Shos­ta­kó­vich que ape­te­cía seguir escu­chan­do y un alar­de de per­cu­sio­nes en la pri­me­ra par­te que mola­ba tan­to como estre­nar un tra­je de mar­ca. Des­cu­brí  una Ban­da Muni­ci­pal de Valen­cia más tra­ba­ja­da y actua­li­za­da en mane­ras. Una for­ma­ción con solis­tas infa­li­bles que cuan­do quie­re, pue­de. Eso sí, con las manos que lo hagan posi­ble.

Miguel Rodri­go, direc­tor de la Ban­da Sin­fó­ni­ca Muni­ci­pal de Valen­cia.

En la siguien­te cita de noviem­bre, ya en el reno­va­do Palau, cerra­ba la pri­me­ra par­te con una Rap­sody in Blue de Gers­win nada estri­den­te y con un for­mi­da­ble Wou­ter Berhenhui­zen al piano, otro as en la man­ga que nos rega­la­ba la agen­da de un Rodri­go for­ja­do en el ambien­te cos­mo­po­li­ta cen­tro­euro­peo. En la segun­da par­te, la Sin­fo­nía nº3 Trá­gi­ca op.89 del esta­dou­ni­den­se James Bar­nes en la que el maes­tro pro­cu­ró una narra­ti­va tan atem­pe­ra­da y sin­ce­ra que resul­tó deli­cio­sa para el oído.

Del con­cier­to con­me­mo­ra­ti­vo del 120 ani­ver­sa­rio, el San­són y Dali­la de Saint Saëns  per­mi­tió el vir­tuo­sis­mo de los pro­fe­so­res como des­de tiem­po muy remo­to no se escu­cha­ba, y en la ober­tu­ra de Tannhäu­ser (con trans­crip­ción del maes­tro Emi­lio Vega en 1903 para el con­cier­to inau­gu­ral)  flu­yó el color orques­tal de la for­ma­ción don­de trom­pas, oboes y made­ras hacían tras­cen­der la poé­ti­ca wag­ne­ria­na con ver­da­de­ra efi­ca­cia y acier­to.

La BSMV tie­ne en Rodri­go a un direc­tor de fus­te, polié­dri­co y capaz de mutar la colo­ra­tu­ra sono­ra según lo deman­de el pro­gra­ma, una cua­li­dad téc­ni­ca reser­va­da a pocos y ras­go de bri­llan­tez que engan­cha al afi­cio­na­do. Espe­ro que no lo con­vier­tan en una oca­sión per­di­da pero, ya se sabe, todos somos jugue­tes de las accio­nes de otros muchos. Lo dejó dicho Tols­toi.

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