La nueva edición del Festival de Tardor se celebrará del 19 al 29 de septiembre.
‘Fins ací arribarà la mar’, es la predicción que lanza el lema bajo el cual se desarrollará la XIV edición de Russafa Escènica – Festival de Tardor. Una idea representada en el cartel creado por Ana Duro por unas olas al borde de una ventana donde una mujer descansa despreocupada dentro de su hogar. Una frase que ha condicionado, inspirado y dado nuevas lecturas a las 20 propuestas que están acabando de perfilarse para, del 19 al 29 de septiembre, inundar la ciudad de València con la reflexión que aportan las artes escénicas, con especial incidencia en los creadores emergentes. Una iniciativa que, finalmente, cuenta con el apoyo de las áreas de Teatro y Cultura de la Diputació de València, el área de Acción Cultural del Ayuntamiento de València, Fundación SGAE y Universitat de València, entre otros.
Del 19 al 29 de septiembre, diez obras entre 50 y 60 minutos — los llamados ‘Bosques’ — se representarán en teatros públicos como, por ejemplo, La Rambleta, El Musical o La Mutant. Pero también en salas privadas como la Russafa o Círculo. Una programación que completan otras 10 obras, esta vez cortas (30 minutos). Son los icónicos ‘Viveros’ que se podrán ver en coworkings, floristerías y todo tipo de locales del barrio de Russafa que se abren para conocer desde dentro de la creación escénica, ofreciendo funciones donde los intérpretes experimentan y cuentan las historias de sus personajes prácticamente al oído, cumpliendo con la meta de acercar al público el teatro, la danza y las propuestas multidisciplinares de las artes escénicas. Incluso en el sentido más literal de la expresión. El 3 de septiembre se presentarán en rueda de prensa los detalles de esta programación.
“La vida y la función deben continuar”
La calma tensa de ver cómo se acerca el peligro, la hecatombe, y tratar de continuar con la vida cotidiana se refleja en la ilustración de Ana Duro escogida para el cartel de la XIV edición de Russafa Escènica – Festival de Otoño. La artista de Jaén (@ana.politana) reside en València desde hace tres años y combina proyectos personales con el trabajo como ilustradora de estampados y diseñadora gráfica en una empresa de moda.
A la hora de comentar la obra elegida para ilustrar la edición 2024 del festival, prefiere que cada espectador del cartel encuentre su propio significado. “Es una imagen potente, que nos habla de que cada mañana hay que levantar persianas y telones, que la vida y la función tienen que continuar”, explica la creadora, para quien la ventana es el límite entre la seguridad que ofrece el hogar y las amenazas que pueden venir del exterior: “pero el miedo no nos impide abrirlas, salir al balcón, romper nuestros límites para mejorar y atrevernos a avanzar”.
Un lema con el que captar el contexto social
Por un lado, el equipo del festival quería reflejar el momento que atraviesan la sociedad y los creadores. Por otro, también comunicar la preocupación frente a un futuro incierto, incluso para la propia Russafa Escènica.
“Tenemos sentimientos contrapuestos. Por un lado, mantenemos una ilusión innata, que nos ha llevado, año tras año, a conseguir que el proyecto que nació en el barrio de Russafa hoy llegue a toda una provincia”, señala Jerónimo Cornelles, recordando los comienzos de una iniciativa que surgió en 2010 de manera independiente para dar oportunidades a los creadores valencianos de mostrar sus trabajos en un momento muy complicado para la cultura, tras la crisis del 2009.
Desde el festival aseguran que, a pesar de ser una iniciativa asentada, que mueve a unos 5.000 espectadores en cada edición, tiene que luchar con la incertidumbre en cada ejercicio. “El sistema actual de incentivos y ayudas al sector de las artes escénicas hace imposible saber con qué presupuesto vamos a contar cuando solo quedan un par de meses para la edición de 2024, que ya está totalmente cerrada”, señala Cornelles, quien considera que “en el caso del IVC es casi un problema endémico. No tenemos más remedio que asumir compromisos profesionales con creadores, trabajadores de la cultura de todo tipo… Es un riesgo personal y económico enorme porque después nos podemos encontrar con un cambio de criterios inesperado, una cancelación de la convocatoria, cualquier cosa que haga desaparecer de repente una parte importante del presupuesto”.
Esto se suma a lo ocurrido con el CCCC. Sin ninguna explicación por parte de la nueva dirección ni oportunidad, a pesar de los numerosos intentos de contacto por parte del equipo del festival, ha roto una colaboración que empezó hace seis años. Y ni siquiera les han dado la oportunidad de presentar en persona el proyecto de la presente edición.
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