El auge de los wine bar contradice el relato acerca de las nuevas generaciones.
Texto: David Blay
Fotografía superior: Vinorte.
Valencia ha evolucionado hacia una querencia por el vino que ha hecho crecer de golpe la oferta de wine bar de la ciudad. Una deuda histórica de la urbe, rodeada de viñedos a apenas una hora,
Una nueva generación, además, ha crecido viendo a sus progenitores apreciar la evolución de diversos caldos, desde la eclosión de los rosados a la consolidación de cavas de calidad y proximidad.
Distintos barrios ya disfrutan de locales que suelen ser recogidos, en su mayoría con mesas altas y diversidad de oferta por copas, siempre acompañadas de propuestas gastronómicas cada vez más presentes.
Un espacio nacido de un sueño compartido desde Galicia ha dejado paso a la gestión de Luca Bernasconi . Los maridajes con quesos artesanos del Mercado Central o conservas selectas favorecen las sobremesas largas en un entorno de tranquilidad cercano al centro.
Posiblemente la propuesta más gastro del entorno. Sorprenden su ubicación (Patraix) y el hecho de haber mantenido la estructura de un bar clásico del siglo XX, pero lo cierto es que platos como las mollejas carbonara, las flores de calabacín o los ditalini maridan extraordinariamente con su carta líquida.
Cruzar la puerta de Le Bar de Vins teletransporta a un bistró parisino con un toque mediterráneo. La crema de gorgonzola tibio y cecina de vaca es solo un ejemplo de la combinación comida-bebida, donde existen joyas de cualquier territorio del mundo.
Cerca del estadio de Mestalla se esconde una joya de pequeñas proporciones pero enorme variedad de oferta. Aquí importa menos la comida (tapas básicas de calidad y con buen sabor), pero su catálogo esconde tragos difíciles de encontrar en otras latitudes.
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