Investigadores del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC) explican que, en eventos extremos como la DANA del pasado 29 de octubre, los materiales que arrastra la corriente aumentan los daños causados por las inundaciones.
Los investigadores Daniel Vázquez Tarrío, Andrés Díez Herrero y Ana Lucía Vela, quienes trabajan en el Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC), han elaborado un estudio acerca de la gran magnitud de daños que puede generar el barro por encima del agua en las grandes riadas.
Las lluvias torrenciales por el paso de la DANA del pasado 29 de octubre desbordaron en pocos minutos los cauces de los ríos, inundaron campos, calles y casas, se llevaron por delante cientos de vehículos y derribaron puentes. Los daños causados por la propia velocidad del flujo y por los materiales que arrastra la corriente pueden llegar a ser también muy importantes.
Según los investigadores, “en numerosas ocasiones, los daños a las personas, las edificaciones e infraestructuras que producen estas riadas son debidas, no a la profundidad o tiempo de sumersión en el agua, sino a los impactos y el enterramiento bajo elementos en flotación (como madera y restos vegetales, vehículos, contenedores y mobiliario urbano), o sedimentos movilizados en suspensión o arrastrados por el lecho (como arcillas, limos, arenas, gravas, cantos y bloques)”.
También apuntan los tres expertos que “las repercusiones de las inundaciones en viviendas, comercios e industrias suelen asociarse, más que a la humectación temporal de los enseres, al barro que deposita la riada, que inutiliza los electrodomésticos y deteriora el mobiliario. Sin embargo, la mayor parte de los estudios de riesgos por inundaciones y los mapas de zonas inundables son elaborados suponiendo que lo que circula por nuestros cauces y riberas es agua limpia, casi destilada, desprovista de barro. De ahí la importancia de investigar cómo la erosión, transporte y sedimentación de tierra influye en agravar la peligrosidad de las avenidas e inundaciones. Y un primer paso en esta investigación debe ser siempre recopilar, analizar y sacar conclusiones prácticas de los pocos estudios y mapas que sí que han contemplado el papel de los sedimentos en las inundaciones”.
Un equipo de científicos y profesores de varios centros de investigación ha reunido en un trabajo de recopilación y revisión bibliográfica publicado en la revista científica internacional Geomorphology los resultados que permiten interpretar que los procesos de transporte de sedimento se asocian a cambios morfológicos repentinos en el cauce, lo que en muchas ocasiones agrava la peligrosidad por inundación. Esta revisión de estudios previos también sugiere que los cauces de montaña son quizás más sensibles a esta problemática, tal y como comentan desde el IGME-CSIC.
Como conclusión, los autores afirman que es necesario trasladar esta información obtenida por los trabajos de investigación científica previos a la práctica y considerar los procesos de transporte de sedimento de una manera más explícita en las cartografías de peligrosidad por inundación fluvial. Pueden ayudar en esta labor las nuevas herramientas de modelización que se han desarrollado y generalizado en la última década.
“Así pues, cuando se hagan estudios de inundabilidad de una población o mapas de riesgo para las márgenes y riberas, conviene que se tenga más en cuenta cuánto sedimento y de que tipo será capaz ese río de erosionar, transportar y depositar”, finalizan.
Comparte esta publicación
Suscríbete a nuestro boletín
Recibe toda la actualidad en cultura y ocio, de la ciudad de Valencia