El valenciano Jordi Llobregat y la expolicía Alex Serra vuelven a las librerías con «Donde no llegan las sombras»

El director de VLC Negra predica con el ejemplo: si organizas uno de los encuentros de novela negra más importante de España, lo mínimo es hacerte escritor. A Jordi Llobregat (Valencia, 1971) le picó el veneno de la literatura con 12 años, viendo a Jean-Paul Belmondo protagonizar meterse en la piel de un escritor con ínfulas de espía en Cómo destruir al más famoso agente secreto del mundo (Phillipe de Broca, 1973). Ahora, tres encadenar dos éxitos con El secreto de Vesalio (Destino, 2015) y No hay luz bajo la nieve (Destino, 2019) regresa a las librerías con Donde no llegan las sombras. Y lo hace de la mano de una vieja conocida, la exagente de policía Alex Serra.
— Muy buena trama ¿Cómo se te ocurrió meter a un exlegionario medio tarado en plena Ruta del Bakalao?
— [Se ríe] Eres un cabrón…
— Bueno, vamos a empezar por una fácil. ¿De qué va Donde no llegan las sombras?

— Eso es que no te las ha leído, pillín.
— No la he acabado, pero va de Alex Serra, que mete las narices en el caso del asesinato de una niña, y van apareciendo más víctimas, lo que le hace sospechar que el criminal es alguien que le conoce bien. Pero eso es también la solapa del libro, lo que quiero es que nos cuentes de qué has escrito realmente.
— La novela va, sobre todo, de lo que expresa el título que, por cierto, es de mi hija. A mí me cuesta siempre encontrar el título de mis novelas, y ahí la tienes, con doce años ayudando a papá. Además, refleja muy bien la novela, es ese lugar donde aún quedan resquicios de nuestra niñez, donde aún nos queda esa mirada de niño cuando nos hemos vuelto unos cínicos. Es una novela donde las víctimas son niñas y el asesino tiene una razón muy importante para buscar esas víctimas. La historia es también la lucha de Alex de preservar ese espacio que aún le queda virgen, mientras se enfrenta a este caso.
— ¿Te das cuenta de que puede tener otra lectura? Yo al principio pesé en lo contrario, en un lugar tan oscuro, tan lejano, que las sombras no pueden ni llegar porque está más allá todavía.
— Sí, y en cierto modo algo hay. Es una novela más dura que la anterior, sobre todo por el tipo de víctima, que me obligó a contar la historia de manera diferente. Aquí no verás niñas descuartizadas, sino todo lo contrario, aparecen impolutas y ni se saben cómo han muerto. Sí que enlaza mucho con la mitología que rodea los crímenes, y más en un ambiente como es el de los Pirineos. La trama sí es una bajada de Alex a los infiernos y se enfrenta a alguien que la conoce muy bien, y medirte con alguien que te conoce mucho es complicado.
— Se anuncia esta novela como la segunda de la serie ‘Alex Serra’. ¿Tenías claro cuando empezaste a escribir No hay luz bajo la nieve que ibas a empezar una serie, o fue el típico personaje que os cautiva a los escritores, va tomando fuerza, y veis que necesita más de una historia?
— La verdad es que sí que nació como personaje de una serie, pero tenía claro que, aunque hubiera una línea de continuidad, los libros tenían que funcionar de manera independiente. Desde el principio vi que era un personaje en el que me interesaba profundizar. Hay evolución, pero también con control. El tema de la ansiedad, del pánico, de la salud mental del personaje me interesa y creo que merecía seguir por ahí.
— ¿Y habrá más?
— Sí, uno más sin duda. Pero, aunque suene a tópico, podría haber más, pero la decisión es de los lectores.
— Y hablando del tema de la promoción, la editorial le ha puesto la etiqueta de ‘novela negra pirenaica’. Igual se les ha ido un poco la mano, pero está claro es que el ambiente es fundamental.
— Sí, al igual que en No hay luz bajo la nieve, que era en invierno, la nieve era fundamental, aquí el elemento es el agua, ya que ocurre en otoño. Lo que no sé es si me va a tocar hacer una en primavera todo lleno de flores [Se ríe]. Pero sí, el entorno en la historia es fundamental. En los Pirineos, que conozco bien, ocurre que estás disfrutando tranquilamente en un glaciar y te toca salir corriendo porque va a cambiar el tiempo y te la juegas. A mí me ha pasado de todo: quedarme colgado en una pared, caerme, rajarme la mano, quedarme enganchado en un pino… pero también ocurre que nunca me he sentido tan vivo como allí. Además, la montaña es muy mitológico, las leyendas son potentísimas y más en el Pirineo. Es un escenario en el que voy a continuar y me siento muy cómodo, y Alex tiene sentido allí, porque es una urbanita y allí está más indefensa, fuera de su sitio, y tiene que defenderse.
— ¿Cómo nace la historia? Al principio puede recordar al caso de Diana Quer, pero no sé si es lo que te inspiró, es la suma de varios casos, es todo fruto de tu imaginación…
— En realidad, no parto de un único lugar, en mis novelas siempre hay varias líneas temporales que se cruzan. Igual que había hablado de los judíos durante la II Guerra Mundial en No hay luz bajo la nieve, en esta quise hablar también de algo transfronterizo, pero que fuera el viaje al revés: el exilio de los españoles que huían de la guerra civil. Otro elemento que hay, y que me interesa mucho, es el folklore y la mitología de la zona. Tengo muchos libros sobre el tema y no te imaginas la cantidad de monstruos que hay en los Pirineos —unos aterradores y otros muy divertidos—y lo que dan de sí. ¡Miyazaki estaría alucinando!
Si le preguntas a alguien cuándo fue realmente feliz te contará alguna anécdota, pero la felicidad pura, cuando además eres inocente y ves el mundo de manera solo positiva, es la de los niños
— Y luego está el tema de la infancia
— Sí, es nuestra isla de Nunca Jamás, como en Peter Pan. Si le preguntas a alguien cuándo fue realmente feliz te contará alguna anécdota, pero la felicidad pura, cuando además eres inocente y ves el mundo de manera solo positiva, es la de los niños. Es distinto a cuando eres adulto, que sabes que es temporal, que la vida no es así. Me gusta recuperar esa parte y seguir, porque a la vez la niñez puede ser muy cruel… hay mucho que contar. Y en thriller o el terror más, como pasa con Stephen King. Él hace muy bien lo de construir una novela alrededor de niños, pero sobre todo en grupo, que solo piensan en divertirse hasta que anochezca y luego seguir, y va introduciendo los elementos que quiere.
— ¿Te han comparado con Dolores Redondo? Hay cierto eco de la trilogía de Bazán, la misma editorial…
— La verdad es que no y no me importaría, pero creo que al lector le da igual. Lo que pasa, es que ya es casi imposible ser original, todo está contado al menos una vez. Yo soy muy admirador de John Connolly, al que conocí cuando vino a VLC Negra y ahora es mi amigo John [risas]. En sus primeras novelas no se sabía si lo que el protagonista imagina era real o no, y mezcla lo mitológico con lo real. Eso siempre me ha interesado.
— Y lo de policía, mujer, con trauma, que persigue a su psicópata… ya es casi un subgénero.
— Sí, hay una anécdota, creo que de Cela. Se le acercó un tipo que decía que escribía muy bien, que tenía muchas ganas, pero le falta inspiración, que si le podía ayudar. Y Cela le dijo ‘un hombre y una mujer se quieren’. Todo está ya contado, la diferencia está en cómo lo cuentas.
— ¿Te has planteado escribir algo que no sea novela negra?
— Sí, seguro. Un día, no sé cuándo, escribir una novela de viajes. Me encanta viajar, he estado en más de cuarenta países y solo me falta encontrar ‘el viaje’ para escribirlo. También tengo en mente una novela infantil, que me divierte mucho… Escribo de negra, pero me gusta el terror, la fantasía… Si encuentro la historia, me da igual el género.
Título: Donde no lelgan las sombrasAutor: Jordi Llobregat Editorial: Destino Páginas: 480 Pvp: 21,90 €
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