La Columna Abierta
Asistir o no asistir a las galas del Premio Planeta
El Área de Relaciones Externas del grupo Planeta me invitó a la presentación en Madrid, este miércoles 8 de noviembre, de las obras ganadora y finalista del Premio Planeta de Novela 2023. Aunque el equipo de Planeta nos atiende siempre a los periodistas de un modo magnífico, no fui a dicha presentación. El pasado día 15 de octubre tampoco asistí a la gala en Barcelona del LXXII Premio Planeta, pese a estar invitado y tener ya en mis manos los billetes para los viajes Valencia-Barcelona y Barcelona-Valencia. A última hora informé a la organización catalana de mis insuperables dificultades para asistir a la gala.
El Premio Planeta 2023 lo ganó la mediática Sonsoles Ónega (presentadora de la tertulia Y ahora Sonsoles, en Antena 3) por su novela Las hijas de la criada. El galardón está dotado con un millón de euros. El Premio Nobel de Literatura, cuyo gran prestigio durante décadas parece vivir un declive en los últimos años, tiene una dotación de 10 millones de coronas suecas, lo que significa algo menos de un millón de euros.
Ahora quiero explicar con toda sinceridad lo de ‘mis insuperables dificultades’ que me impidieron asistir a la gala de los premios Planeta en Barcelona en representación del diario Las Provincias. Ya he contado que tenía los billetes del viaje en Euromed, ida y vuelta. Prefiero viajar en tren que en avión. Psicológicamente me siento más seguro. Además, me gusta contemplar el paisaje. Pero todos los años en que asistí a la gala del Planeta tuve que enfrentarme a una preocupación. Meditaba: «Si el tren sale a las 9 de la mañana, ¿a qué hora tendré que levantarme». En estos asuntos soy un gran ansioso. Hacía cálculos y me trazaba una hoja de ruta, siempre con miedo de llegar tarde: «Pongo la alarma del despertador a las cinco y media de la mañana. No sé si sonará en mi nuevo móvil el aviso, espero que sí. Me afeito y me ducho. Me preparo el desayuno. Las seis y media. Me visto. Repaso lo que llevo en la maleta. Pido un taxi por teléfono. Espero que no tarde en llegar. El taxi llega. Son las siete menos diez».
El taxista me deja en la Estación Joaquín Sorolla a las siete y cinco. Me siento en un banco de la Estación. Surge entonces el lamento por mi manera de ser: «¿Por qué he tenido que levantarme tan pronto? ¡Qué largas se me van a hacer estas casi dos horas hasta que arranque el Euromed, camino de Barcelona!». Proseguía mi meditación: «El día del regreso a Valencia me pasará algo parecido: nervioso por llegar pronto a la Estación de Sants, renunciaré al apetitoso desayuno en el Hotel Constanza y tendré que conformarme con un triste café, dos horas antes de la salida del tren».
He estado muchas veces en las galas del Planeta. La editorial nos trata siempre a los periodistas como si fuésemos unas estrellas. Excursiones en autobús, regalos, buenos restaurantes… Año tras año me empeñaba en no saber, hasta la noche de la gala, quién sería el ganador o la ganadora, noticia que ya sabían desde el día anterior los periodistas mejor informados. Manejaba en mente nombres de buenos autores: «¿El premio será para Mario Vargas Llosa, para Terenci Moix, para Eduardo Mendoza, para Gonzalo Torrente Ballester?» A veces acertaba y me ponía muy contento: «Tengo olfato literario», me lisonjeaba a mí mismo.
El viernes 13 de octubre, un día antes del proyectado viaje a Barcelona, volví a realizar mis voluntariosos pronósticos: ¿Ganará Risto Mejide, quizá Ana Rosa Quintana, tal vez Sonsoles Ónega? De pronto caí en una pequeña depresión. «He pasado de pensar en los mejores escritores como posibles ganadores del Premio Planeta a dar las principales opciones de victoria a los populares de la tele». No era un malpensado. Simplemente, hacía balance: entre los ganadores o finalistas del Planeta de los últimos años figuran los nombres de Ángeles Caso, Boris Izaguirre, Sandra Barneda, Pilar Eyre, Nativel Preciado… El creciente poder de la televisión. Lo decidí de manera tajante: «Ya no iré más a los premios Planeta». El lunes 16 de octubre se confirmaron mis sospechas: a las ocho de la mañana me senté ante el ordenador y comencé a leer la prensa del día: la ganadora de la LXXII edición del premio había sido Sonsoles Ónega.
No he leído Las hijas de la criada y por tanto no puedo valorar la mayor o menor calidad de la novela. Es posible que sea un excelente relato. Pero somos muchos los que estamos seguros de que el premio se le ha concedido a Sonsoles Ónega no por su hipotética calidad literaria, sino, sobre todo, por ser la presentadora estrella de las tardes en la cadena principal del Grupo Planeta. Eso ayudará a la venta de ejemplares.
Ojalá el Premio Planeta siga vendiendo muchos libros. Eso es bueno para la cultura, para los autores, para las librerías, para los impresores y correctores… Pero ya no me ilusiona participar en este triunfante juego comercial, por muy bien que nos trate la editorial.
Además, con esta decisión mía me ahorro dos severos madrugones.
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