El espec­tácu­lo, que podrá ver­se los días 27 y 28 de octu­bre, abor­da un epi­so­dio de la Gue­rra Civil des­de el pre­sen­te

Una esce­na de «Las niñas zom­bi».

Al crea­dor valen­ciano Cel­so Gimé­nez le han con­ta­do en casa des­de siem­pre, como un cuen­to secre­to, la his­to­ria del her­mano de su abue­la, que tam­bién se lla­ma­ba Cel­so, pero vivió cua­tro déca­das bajo la iden­ti­dad de un hom­bre que vio morir ase­si­na­do por los ven­ce­do­res. En su pri­me­ra obra en soli­ta­rio, al mar­gen de su tra­ba­jo como miem­bro de La Tris­tu­ra, Las Niñas Zom­bi, el escri­tor ha toma­do esta his­to­ria fami­liar para ahon­dar en la gran heri­da de este país, la Gue­rra Civil.

El espec­tácu­lo ha sido pro­gra­ma­do por el TEM, pero el cie­rre tem­po­ral del tea­tro muni­ci­pal por las obras de reha­bi­li­ta­ción de las cubier­tas y la reno­va­ción de las ins­ta­la­cio­nes de cli­ma­ti­za­ción ha moti­va­do su tras­la­do a La Mutant los pró­xi­mos 27 y 28 de octu­bre.

«El ori­gen de esta obra es un hom­bre que comien­za una vida con una doble iden­ti­dad para no deser­tar, para no irse de su país y que tam­po­co le maten. Uno de los aspec­tos cla­ves del mon­ta­je es jugar a poner­nos en ese lugar vital y emo­cio­nal, humano y no tan­to his­tó­ri­co», avan­za Gimé­nez, quien plan­tea a la audien­cia la incóg­ni­ta de saber por qué su tío abue­lo renun­ció a toda su exis­ten­cia e inclu­so a su nom­bre y pro­po­ne ima­gi­nar con nues­tra vida actual lo que supon­dría una deci­sión de tal cala­do.

Sobre el esce­na­rio, tres chi­cas cuen­tan una his­to­ria fan­tás­ti­ca que, a ratos, pare­ce real. Ríen, bai­lan y sur­gen pre­gun­tas. Las intér­pre­tes son tres crea­do­ras des­ta­ca­das de las artes del movi­mien­to: la bai­la­ri­na y coreó­gra­fa mallor­qui­na Belén Mar­tí, miem­bro del colec­ti­vo Mucha Mucha­cha, la per­for­mer y coreó­gra­fa bra­si­le­ña afin­ca­da en Madrid Nata­lia Fer­nan­des y la artis­ta y coreó­gra­fa gra­na­di­na Tere­sa Gar­zón.

Gimé­nez com­par­te que su elec­ción ha sido ins­tin­ti­va, por­que nor­mal­men­te tra­ba­ja con acto­res natu­ra­les. En el pasa­do, de hecho, ha subi­do sobre las tablas a músi­cos, escri­to­res y bai­la­ri­nes. En este caso, fue casua­li­dad que ima­gi­na­ra jun­tas a estas tres artis­tas de la expre­sión cor­po­ral, aun­que la coin­ci­den­cia se ha cola­do en la pie­za.

«Creo que la rela­ción entre lo que es un cuer­po zom­bi según el mito y tener a tres muje­res que tra­ba­jan con el cuer­po le da una capa más a la obra que ha resul­ta­do impor­tan­te y tam­bién muy diver­ti­da», expli­ca el valen­ciano.

La pro­pues­ta no está lejos de los pre­su­pues­tos temá­ti­cos y for­ma­les de mon­ta­jes de La Tris­tu­ra como Rena­ci­mien­to o CINE, don­de tam­bién se abor­dan epi­so­dios de nues­tra his­to­ria polí­ti­ca recien­te pro­po­nien­do una pro­fun­da inves­ti­ga­ción del len­gua­je escé­ni­co.

Nata­lia Fer­nan­des, Tere­sa Gar­zón y Belén Mar­tí, pro­ta­go­nis­tas de «Las niñas zom­bi».

Saber qué sucedió

«Me gus­ta pen­sar que los tres pue­den con­for­mar un tríp­ti­co. A pesar de todas sus dife­ren­cias, hay un hilo que dibu­ja una bús­que­da común que tie­ne que ver con mirar a nues­tro pasa­do de mane­ra fron­tal, lo más lim­pia posi­ble, pero des­de un len­gua­je radi­cal­men­te con­tem­po­rá­neo, de zom­bis, notas de voz de wasap y coreo­gra­fías de Beyon­cé», con­cre­ta.

Como en las ante­rio­res, Las Niñas Zom­bi bus­ca los pun­tos que conec­tan ínti­ma­men­te el pre­sen­te, pero ale­ján­do­se de las esté­ti­cas tra­di­cio­nal­men­te aso­cia­das a estas cues­tio­nes.

«Será impo­si­ble —ase­gu­ra Gimé­nez— que en esta pie­za cla­ri­fi­que his­tó­ri­ca­men­te lo que suce­dió. Tam­po­co es esa mi inten­ción ni mi misión. Pero todo lo que me han ido con­tan­do me hace pen­sar en cómo afec­tan la heren­cia y las genea­lo­gías a nues­tras vidas. Me lle­va a cons­truir esta pie­za tra­tan­do de ima­gi­nar cómo somos las nie­tas, las niñas zom­bi que no lle­ga­mos siquie­ra a saber bien qué suce­dió y, sin embar­go, esta­mos trans­for­ma­das a nivel edu­ca­cio­nal, cul­tu­ral y sen­ti­men­tal por estas his­to­rias que, al mis­mo tiem­po, pare­cen pelí­cu­las leja­nas de muer­tes vivien­tes y vam­pi­ros».

Cel­so Gimé­nez for­mó La Tris­tu­ra jun­to a Itsa­so Ara­na y Vio­le­ta Gil en 2005. Al mar­gen de su tra­ba­jo con­jun­to, ha rea­li­za­do cola­bo­ra­cio­nes con com­pa­ñías como La Vero­nal, El Con­de de Torre­fiel y Mucha Mucha­cha. Tra­ba­ja bus­can­do los lími­tes entre el docu­men­tal y la fic­ción, entre la pre­sen­ta­ción y la repre­sen­ta­ción. Con la cer­te­za de que la inti­mi­dad y la poe­sía son, esen­cial­men­te, con­cep­tos polí­ti­cos.

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