El con­fi­na­mien­to trae nue­vos retos para el apren­di­za­je en casa. Foto: Annie Spratt / Unsplash.jpg

El año pasa­do, cuan­do Euros­tat hacía públi­cos los datos sobre aban­dono esco­lar tem­prano, Espa­ña ocu­pa­ba titu­la­res por ser el país de la Unión Euro­pea con la tasa más alta: un 17,9 %, cua­tro déci­mas más que Mal­ta, segun­do país en el ran­quin. La moti­va­ción es la prin­ci­pal y prác­ti­ca­men­te la úni­ca herra­mien­ta para redu­cir esas cifras, según el estu­dio «School moti­va­tion and high school dro­pout: The media­ting role of edu­ca­tio­nal expec­ta­tion». Sin embar­go, el con­fi­na­mien­to por el COVID-19 no lo está ponien­do fácil. «Los niños no se encuen­tran en una situa­ción de apren­di­za­je ideal u ópti­ma», afir­ma Ama­lia Gor­dó­vil, pro­fe­so­ra cola­bo­ra­do­ra de los Estu­dios de Psi­co­lo­gía y Cien­cias de la Edu­ca­ción de la UOC, quien recuer­da que el esta­do emo­cio­nal influ­ye en el pro­ce­so de apren­di­za­je, «y es evi­den­te que esta­mos vivien­do una situa­ción en la que el mie­do, la tris­te­za o la rabia están pre­sen­tes en la vida de muchas per­so­nas», seña­la la doc­to­ra en Psi­co­lo­gía.

Así lo afir­man estu­dios como el publi­ca­do hace solo unas sema­nas en The Jour­nal of Pedia­trics, en el que se con­cluía que los tres sín­to­mas que los niños sufrie­ron más duran­te el con­fi­na­mien­to en Chi­na fue­ron irri­ta­bi­li­dad, tris­te­za y depre­sión. Pero ade­más del esta­do emo­cio­nal, hay otros obs­tácu­los que difi­cul­tan poder mon­tar el cole­gio en casa. Gor­dó­vil recuer­da que el estu­dio vir­tual requie­re pla­ni­fi­ca­ción y auto­dis­ci­pli­na, y no todos los niños, ni los niños de todas las eda­des, pue­den poner en mar­cha estas habi­li­da­des al mis­mo rit­mo. Y eso sin con­tar con que en casa aumen­tan las dis­trac­cio­nes, «que inter­fie­ren en la aten­ción sos­te­ni­da y la capa­ci­dad de con­cen­tra­ción, ambas nece­sa­rias para el estu­dio», seña­la.

¿Cómo motivarlos?

Sal­var todos esos obs­tácu­los es com­pli­ca­do, pero resul­ta fac­ti­ble paliar­los. Estas estra­te­gias pue­den ayu­dar­nos:

1– Hora­rios con tiem­po libre. Duran­te el perio­do esco­lar, muchos niños van a la escue­la por la maña­na y par­te de la tar­de, hacen acti­vi­da­des físi­cas y extra­es­co­la­res, socia­li­zan y jue­gan con los com­pa­ñe­ros y, cuan­do lle­gan a casa, hacen las tareas esco­la­res. Adria­na Orne­llas, pro­fe­so­ra de los Estu­dios de Psi­co­lo­gía y Cien­cias de la Edu­ca­ción y coor­di­na­do­ra del gru­po de inves­ti­ga­ción eTIC de la UOC, afir­ma que no pode­mos repro­du­cir al 100 % esta reali­dad, pero sí esta­ble­cer hábi­tos y ruti­nas que nos acer­quen a una situa­ción de nor­ma­li­dad. Según la pro­fe­so­ra de la UOC, es reco­men­da­ble prio­ri­zar las maña­nas, cuan­do los niños están más acti­vos y dis­pues­tos a par­ti­ci­par, para que los docen­tes esta­blez­can las cone­xio­nes con el gru­po de cla­se y los estu­dian­tes se conec­ten a los entor­nos vir­tua­les, conoz­can las tareas asig­na­das, pla­ni­fi­quen el tra­ba­jo y hagan acti­vi­da­des. Des­pués, es impor­tan­te «des­ti­nar un tiem­po del día para el paseo, el jue­go y la acti­vi­dad físi­ca en los espa­cios exte­rio­res, aho­ra que se han fle­xi­bi­li­za­do las medi­das de con­fi­na­mien­to». Las tar­des son más apro­pia­das para leer, escri­bir, pin­tar, escu­char músi­ca, hacer tareas con­jun­tas o conec­tar­se vir­tual­men­te con ami­gos y fami­lia­res.

2- Fomen­tar la con­cen­tra­ción de los niños con espa­cios fijos. En fun­ción de las posi­bi­li­da­des del domi­ci­lio y de cada fami­lia, pode­mos con­tro­lar algu­nos aspec­tos que pro­mue­van la con­cen­tra­ción. Si inten­ta­mos que estu­dien en un espa­cio lo más ais­la­do posi­ble, con todo el mate­rial nece­sa­rio, les esta­re­mos ayu­dan­do a redu­cir estí­mu­los exter­nos. «Así evi­ta­re­mos inter­fe­ren­cias de otras per­so­nas y que ten­gan que levan­tar­se para bus­car mate­rial», seña­la Gor­dó­vil, que tam­bién es psi­có­lo­ga infan­to­ju­ve­nil en el cen­tro GRAT.

Las cin­co «C»: con­tex­to, crea­ti­vi­dad, curio­si­dad, con­trol y cola­bo­ra­ción

3- Seguir las cin­co «C». Para Adria­na Orne­llas, la cla­ve para lograr la moti­va­ción de los niños es pro­mo­ver acti­vi­da­des de apren­di­za­je que inclu­yan las cin­co «C»: con­tex­to, crea­ti­vi­dad, curio­si­dad, con­trol y cola­bo­ra­ción. La pri­me­ra se refie­re a conec­tar el apren­di­za­je con los cono­ci­mien­tos y las expe­rien­cias pre­vias, arti­cu­lan­do lo que se apren­de con la reali­dad que se está vivien­do; la crea­ti­vi­dad se logra esti­mu­lan­do la reso­lu­ción crea­ti­va de pro­ble­mas reales y sig­ni­fi­ca­ti­vos; en cuan­to a la curio­si­dad, se tra­ta de pro­cu­rar des­per­tar el inte­rés del estu­dian­te por lo que está apren­dien­do; el con­trol se refie­re a que los estu­dian­tes pue­dan influir en lo que apren­den y ele­gir cómo lo apren­den, y res­pec­to a la cola­bo­ra­ción, la idea es pro­mo­ver la inter­ac­ción y el tra­ba­jo en equi­po entre los estu­dian­tes y las fami­lias.

4- Fijar obje­ti­vos peque­ños y con­cre­tos. Para fomen­tar la moti­va­ción de los niños, pode­mos con­cre­tar obje­ti­vos no dema­sia­do ambi­cio­sos. De esa for­ma, serán alcan­za­bles «y ellos verán que van con­si­guien­do algo. Por ejem­plo, hoy hare­mos los ejer­ci­cios de esta pági­na. O estas diez mul­ti­pli­ca­cio­nes», seña­la Zenai­da Agui­lar, pro­fe­so­ra cola­bo­ra­do­ra del más­ter uni­ver­si­ta­rio de Psi­co­lo­gía Infan­til y Juve­nil: Téc­ni­cas y Estra­te­gias de Inter­ven­ción de la UOC, que advier­te que hacer lo con­tra­rio —es decir, mar­car­se metas muy ambi­cio­sas— solo con­se­gui­rá frus­trar­los. «En la situa­ción actual, la prio­ri­dad de nues­tro cere­bro es adap­tar­se y sobre­vi­vir. Hay que dar­se cuen­ta de que los rit­mos van a ser dife­ren­tes y no pode­mos pre­ten­der que estu­dien lo mis­mo que cuan­do iban al cole­gio todos los días», afir­ma.

5- Adap­tar­se al niño. Las nece­si­da­des, los intere­ses y las for­mas de apren­der de cada niño son dis­tin­tas, y tener­lo en cuen­ta es una ven­ta­ja a la hora de moti­var­les. «No todos los niños tie­nen la mis­ma capa­ci­dad de aten­ción ni la ponen en prác­ti­ca de la mis­ma mane­ra. Hay niños que en movi­mien­to retie­nen más, otros lo hacen pin­tan­do, a algu­nos lo que les fun­cio­na es apren­der a par­tir de ense­ñar a sus pelu­ches o “tra­ba­jan­do” jun­to con mamá o papá… Con los des­can­sos tam­bién hay que adap­tar­se a cada niño y niña, ya que la capa­ci­dad de con­cen­tra­ción varía», expli­ca Zenai­da Agui­lar. Por eso cree que lo impor­tan­te es que los padres se adap­ten a las nece­si­da­des de sus hijos y sugie­re que se les pre­gun­te a ellos mis­mos.

6- Ser con­gruen­tes. Si todos en casa saben los hora­rios de los demás y se res­pe­tan, será más sen­ci­llo man­te­ner un orden nece­sa­rio tan­to para el apren­di­za­je como para que los padres pue­dan tra­ba­jar, si lo hacen des­de casa, o ten­gan su espa­cio de tiem­po indi­vi­dual. De lo con­tra­rio, la situa­ción pue­de des­bor­dar­nos. «Es fun­da­men­tal ser con­gruen­te con lo pac­ta­do. Al fin y al cabo, lo mejor que nos deja este con­fi­na­mien­to es la posi­bi­li­dad de conec­tar con los niños y las niñas y que sien­tan nues­tra pre­sen­cia, pero esta pre­sen­cia ha de ser de cali­dad. Por ello esta­rá bien poder decir “aho­ra no pue­do” o “este rati­to es para mí”», afir­ma Zenai­da Agui­lar, que es psi­có­lo­ga del Ins­ti­tu­to Carl Rogers, ade­más de pro­fe­so­ra cola­bo­ra­do­ra de los Estu­dios de Psi­co­lo­gía y Cien­cias de la Edu­ca­ción de la UOC.

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