El año pasado, cuando Eurostat hacía públicos los datos sobre abandono escolar temprano, España ocupaba titulares por ser el país de la Unión Europea con la tasa más alta: un 17,9 %, cuatro décimas más que Malta, segundo país en el ranquin. La motivación es la principal y prácticamente la única herramienta para reducir esas cifras, según el estudio «School motivation and high school dropout: The mediating role of educational expectation». Sin embargo, el confinamiento por el COVID-19 no lo está poniendo fácil. «Los niños no se encuentran en una situación de aprendizaje ideal u óptima», afirma Amalia Gordóvil, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, quien recuerda que el estado emocional influye en el proceso de aprendizaje, «y es evidente que estamos viviendo una situación en la que el miedo, la tristeza o la rabia están presentes en la vida de muchas personas», señala la doctora en Psicología.
Así lo afirman estudios como el publicado hace solo unas semanas en The Journal of Pediatrics, en el que se concluía que los tres síntomas que los niños sufrieron más durante el confinamiento en China fueron irritabilidad, tristeza y depresión. Pero además del estado emocional, hay otros obstáculos que dificultan poder montar el colegio en casa. Gordóvil recuerda que el estudio virtual requiere planificación y autodisciplina, y no todos los niños, ni los niños de todas las edades, pueden poner en marcha estas habilidades al mismo ritmo. Y eso sin contar con que en casa aumentan las distracciones, «que interfieren en la atención sostenida y la capacidad de concentración, ambas necesarias para el estudio», señala.
¿Cómo motivarlos?
Salvar todos esos obstáculos es complicado, pero resulta factible paliarlos. Estas estrategias pueden ayudarnos:
1– Horarios con tiempo libre. Durante el periodo escolar, muchos niños van a la escuela por la mañana y parte de la tarde, hacen actividades físicas y extraescolares, socializan y juegan con los compañeros y, cuando llegan a casa, hacen las tareas escolares. Adriana Ornellas, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación y coordinadora del grupo de investigación eTIC de la UOC, afirma que no podemos reproducir al 100 % esta realidad, pero sí establecer hábitos y rutinas que nos acerquen a una situación de normalidad. Según la profesora de la UOC, es recomendable priorizar las mañanas, cuando los niños están más activos y dispuestos a participar, para que los docentes establezcan las conexiones con el grupo de clase y los estudiantes se conecten a los entornos virtuales, conozcan las tareas asignadas, planifiquen el trabajo y hagan actividades. Después, es importante «destinar un tiempo del día para el paseo, el juego y la actividad física en los espacios exteriores, ahora que se han flexibilizado las medidas de confinamiento». Las tardes son más apropiadas para leer, escribir, pintar, escuchar música, hacer tareas conjuntas o conectarse virtualmente con amigos y familiares.
2- Fomentar la concentración de los niños con espacios fijos. En función de las posibilidades del domicilio y de cada familia, podemos controlar algunos aspectos que promuevan la concentración. Si intentamos que estudien en un espacio lo más aislado posible, con todo el material necesario, les estaremos ayudando a reducir estímulos externos. «Así evitaremos interferencias de otras personas y que tengan que levantarse para buscar material», señala Gordóvil, que también es psicóloga infantojuvenil en el centro GRAT.
Las cinco «C»: contexto, creatividad, curiosidad, control y colaboración
3- Seguir las cinco «C». Para Adriana Ornellas, la clave para lograr la motivación de los niños es promover actividades de aprendizaje que incluyan las cinco «C»: contexto, creatividad, curiosidad, control y colaboración. La primera se refiere a conectar el aprendizaje con los conocimientos y las experiencias previas, articulando lo que se aprende con la realidad que se está viviendo; la creatividad se logra estimulando la resolución creativa de problemas reales y significativos; en cuanto a la curiosidad, se trata de procurar despertar el interés del estudiante por lo que está aprendiendo; el control se refiere a que los estudiantes puedan influir en lo que aprenden y elegir cómo lo aprenden, y respecto a la colaboración, la idea es promover la interacción y el trabajo en equipo entre los estudiantes y las familias.
4- Fijar objetivos pequeños y concretos. Para fomentar la motivación de los niños, podemos concretar objetivos no demasiado ambiciosos. De esa forma, serán alcanzables «y ellos verán que van consiguiendo algo. Por ejemplo, hoy haremos los ejercicios de esta página. O estas diez multiplicaciones», señala Zenaida Aguilar, profesora colaboradora del máster universitario de Psicología Infantil y Juvenil: Técnicas y Estrategias de Intervención de la UOC, que advierte que hacer lo contrario —es decir, marcarse metas muy ambiciosas— solo conseguirá frustrarlos. «En la situación actual, la prioridad de nuestro cerebro es adaptarse y sobrevivir. Hay que darse cuenta de que los ritmos van a ser diferentes y no podemos pretender que estudien lo mismo que cuando iban al colegio todos los días», afirma.
5- Adaptarse al niño. Las necesidades, los intereses y las formas de aprender de cada niño son distintas, y tenerlo en cuenta es una ventaja a la hora de motivarles. «No todos los niños tienen la misma capacidad de atención ni la ponen en práctica de la misma manera. Hay niños que en movimiento retienen más, otros lo hacen pintando, a algunos lo que les funciona es aprender a partir de enseñar a sus peluches o “trabajando” junto con mamá o papá… Con los descansos también hay que adaptarse a cada niño y niña, ya que la capacidad de concentración varía», explica Zenaida Aguilar. Por eso cree que lo importante es que los padres se adapten a las necesidades de sus hijos y sugiere que se les pregunte a ellos mismos.
6- Ser congruentes. Si todos en casa saben los horarios de los demás y se respetan, será más sencillo mantener un orden necesario tanto para el aprendizaje como para que los padres puedan trabajar, si lo hacen desde casa, o tengan su espacio de tiempo individual. De lo contrario, la situación puede desbordarnos. «Es fundamental ser congruente con lo pactado. Al fin y al cabo, lo mejor que nos deja este confinamiento es la posibilidad de conectar con los niños y las niñas y que sientan nuestra presencia, pero esta presencia ha de ser de calidad. Por ello estará bien poder decir “ahora no puedo” o “este ratito es para mí”», afirma Zenaida Aguilar, que es psicóloga del Instituto Carl Rogers, además de profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.
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