Vicente Folgado, el detective que se convirtió en su propio cliente

Pau Hernández da el salto la novela con Sobrevivo que no es poco, en la que su investigador se vuelve a meter en más líos de los que puede digerir

El escritor Pau Hernández, padre literario del detective Vicente Folgado.

Hasta ahora Vicente Folgado era casi un detective de culo. Con una mala suerte digna de un falso autónomo, y resolviendo casos de medio pelo, se paseaba en formato de relato corto por la revistas especializadas en género noir como Calibre .38 o Moonmagazine. Sus casos —lo mismo un amaño en las apuestas de una carrera de caracoles que la desaparición de un sable láser— lo han convertido en una rara avis en un género que, desde que se puso de moda, se toma a sí mismo demasiado en serio.

Pero ahora, el personaje creado por el valenciano Pau Hernández (València, 1978) y siempre al filo del abismo ha decidido dar un paso adelante, hacerse mayor y convertirse en novela: Sobrevivo que no es poco (Ed. Distrito 93). La presentación de la obra tendrá lugar el viernes 1 en la librería Berlín (C/ Polo y Peyrolón, 1) a las 19.30 h.

El cambio de formato no ha cambiado a Folgado. Sigue a la caza de trabajitos sencillos para seguir a flote mientras valora una oferta de matrimonio que puede retirarle para siempre de las calles aunque condenarle al infierno doméstico. Pero para este detective privado, lo que bien empieza siempre acaba mal. Un caso que debería resolver en dos patadas se tuerce cuando se cruza por medio un asesino y su pistola aparece en el escenario del crimen.

Portada de Sobrevivo que no es poco.

Y vuelta a la rutina: la policía tras su paso, pero esta vez también le siguen dos asesinos que quieren que pague él la deudas contraídas con el finado, a él, que no tiene ni para pagar las suyas. Por primera vez, el detective se convierte en su propio cliente y si no puede limpiar su nombre por lo menos intentará salvar la vida. Empieza una carrera contrarreloj por los bajos fondos valencianos en busca de la pista que le permita dar una vuelta al caso.

El idilio de Hernández con Folgado viene de lejos, en concreto del relato Ningún polvo cuesta tres mil napos, publicado en 2013 en la revista Calibre 38. Cursar estudios en el Gremio Patronal de Joyeros y trabajar rodeado de oro y diamantes es lo que le abrió los ojos al escritor y le inspiró sus primeras historias de detectives.  Tras ganar algunos premios literarios como el Expresa relatos, Mimosa o II concurso de relatos negros Fiat Lux (sin necesidad de repartir cabezas de caballo entre los jurados) Hernández dio a luz a Folgado, al que pronto convertiría en una referencia entre los aficionados al noir, que veían en los guiños surrealistas del personaje un pequeño soplo de aire fresco. «Folgado es un cínico, un camorrista y un seductor —explica el autor— con una habilidad muy especial: meterse en problemas».

¿Y por qué dar el salto a la novela larga? «Llevaba muchos años instalado comodamente en el formato del relato corto y algunos fans del personaje empezaron a darme la brasa para que escribiera un historia más larga —explica—. Rechacé hacerlo porque las reglas de la novela son diferentes y aprenderlas requería un periodo de aprendizaje que no me apetecía abordar. Pero al final me cansé de escucharlos y acabé escribiendo Sobrevivo que no es poco para no mandarlos a la mierda».

Un clásico en el cap i casal

En un momento en el que la novela negra suele apostar por el asesino en serie, para el que cuanto más sangre más dulce, las aventuras de Folgado tienen sabor a la novela negra americana más clásica, de la que Hernández en un auténtico apóstol. Un detective con algo de personaje de Dashiell Hammett o Raymond Chandler, ambientes que hubieran podido salir de la pluma de David Goodis si hubiera nacido en València, la irreverencia de James Hadley Chase y el maravilloso tono autoparódico del peor Mickey Spillane.

Pero, ¿que hay de nuevo sobre el investigador en este nuevo formato. «El Folgado de los relatos era un camorrista y un crápula sin sentimientos. El de la novela también, pero descubrimos que tras esa fachada a veces hay un deseo consciente de conservar esa imagen y también una pizca de humanidad, aunque nunca lo admitiría delante de testigos», explica al autor.

Sentarse de copiloto en una novela de Folgado es un viaje disparatado a un universo en el que las pistolas ladran plomo, los coches vuelan sobre el asfalto y las puertas se abren con billetes en lugar de pomos. Y, de telón de fondo, situaciones picantes, frases lapidarias y violencia salvaje, en el que el humor es el condimento especial que permite al lector digerir el frío plato del crimen.

Y la gran pregunta: ¿Habrá continuación si el público responde? «Solo si están dispuestos a pagar», remata Hernández.

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