A la vora del riu, no faces niu (Dicho popular valenciano)
Si se observa con rigor y detalle el mapa de las inundaciones padecidas, llama la atención la gran lámina de agua que durante las trágicas horas de octubre se extendió al sur del nuevo cauce del Turia, cubriéndolo todo hasta la Albufera. La cartografía editada por la Universidad de Valencia es bien significativa al respecto: la línea del nuevo curso fluvial actuó de dique, contuvo las aguas ante la capital, pero condenó a sus pedanías situadas más allá de los cajeros de cemento del río artificial.
Tal vez esta reveladora evidencia haya impulsado a la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, a conocer todas las circunstancias para entender de modo inteligente lo ocurrido. La alcaldesa ha convocado a los geógrafos y arqueólogos de la propia Universidad de Valencia junto a los ingenieros y urbanistas de la Politécnica para que expongan los antecedentes, estudien lo ocurrido y emitan los informes correspondientes sobre lo que cabe hacer en el futuro inmediato y en el medio plazo para evitar nuevas tragedias. En el Turia, en el Poyo, en la Albufera y en todo aquello que guarde relación con el binomio entre el agua y el territorio valenciano.
Una primera conclusión, también significativa, guarda relación con el Plan Sur, y más concretamente con el carácter incompleto del conjunto de obras que se preveían en la ley aprobada por las Cortes franquistas en 1961. Como es bien sabido, las hormigoneras empezaron a trabajar en el nuevo cauce cuatro años más tarde y concluyeron en 1969. Por el camino quedaron otros proyectos hidráulicos que nunca se llevaron a cabo, como la presa de laminación de Vilamarxant así como la conexión de las cuencas vertientes (En Dolça, la Saleta…) que la nueva obra atravesaba o también los sistemas de desagüe de aguas pluviales. Tan es así que tras la visita de Franco a los pomposos actos de inauguración, siguió un curioso acontecimiento: el Ayuntamiento de Valencia, en sesión plenaria, acordaría renunciar a la financiación estatal comprometida en la ley del Plan Sur para acometer su red de colectores.
A día de hoy, más de cincuenta años después, la ciudad de Valencia ha completado con sus propios recursos dicha red de pluviales, que durante mucho tiempo estuvo conectada en diversos tramos a las antiguas acequias de riego, cuyas comunidades ingresaban por ello parte de las tasas de vertidos del recibo del agua potable. Se construyeron los grandes colectores a lo largo de las últimas décadas, como el que transcurre por el subsuelo del Jardín del Turia en dirección al mar, una gigantesca tubería de hormigón por donde pueden circular varios camiones a la vez y que recoge el agua de lluvia que se escurre en la ciudad a través de sus imbornales. Un colector que era necesario antes de ajardinar el viejo cauce para garantizar que éste no volviera a inundarse con las primeras tormentas.
Esa circunstancia histórica que relatamos es una más de las que han padecido las obras públicas en el área metropolitana de Valencia, en especial las hidráulicas, que como muy bien narraba en un reciente artículo José Sierra en el periódico Levante-EMV, sufrieron muchos avatares a lo largo de los últimos lustros, imputables a gobiernos de todos los colores y de todos los tamaños, fruto de esa encarnizada lucha de intereses –muchos legítimos, otros no tanto– en un territorio como el valenciano de alto valor agrícola y, a veces, también urbanizable. Ese mundo “socialitario”, de infinidad de pequeños propietarios en torno a la corona urbana de Valencia, ha hecho siempre muy difícil llevar a cabo obras de suficiente calado, obras que, en definitiva, servían a unos provechos y al mismo tiempo destruían otros.
Hacer obras públicas en Valencia ha sido un perenne y conflictivo calvario, y no solo por la desidia de la administración o la intransigencia ecologista, la burocracia interminable o la falta de suelo, ni exclusivamente por la carencia de liderazgo político propio o de una burguesía nacionalista. La antropología valenciana debe ir más lejos. Sirva una divertida anécdota: Durante años, el campo que construyó el Levante UD en medio de la huerta de Orriols tuvo una esquina mordida, achatada y a medio terminar, que bautizaron como la grada del Fotut. El Fotut fue el apodo que le dieron al propietario del campo de hortalizas que no quiso vender su parcela en aquel momento según contaban el promotor del proyecto, José María Jiménez de la Iglesia, y el arquitecto del estadio, Juanjo Estellés.
En cambio, y mucho más recientemente, los proyectistas de Ikea en Estocolmo pensaron de un modo adecuado que sus instalaciones en Valencia, a construir en el polígono de Alfafar, se alzarían sobre un solar inundable. Como bien ha relatado Víctor Romero en El Confidencial, Ikea Valencia terminó edificándose hace apenas una década sobre grandes pilotes, sin muros en su planta baja permeable y con la zona comercial a varios metros de altura. Los suecos apenas han sufrido daños en estos calamitosos días.
Tras las inundaciones de octubre muchos otros continúan en la vorágine de la emergencia. Una fase en la que la acción militar no está nada mal traída para articular las necesidades imperiosas. Los norteamericanos fueron ejemplares al respecto tras la II Guerra Mundial. Entonces Ike Eisenhower y MacArthur en el Japón estuvieron al frente de las administraciones públicas para reordenar una posguerra que se alargó durante años. Lo sustancial es que en aquella coyuntura tenían bajo su mando a miles de soldados y oficiales especializados para organizar amplios territorios cuyas autoridades naturales habían perdido toda legitimidad. Lo que no es nuestro caso. Me pregunto, en el contexto actual, cómo el teniente general Gan Pampols, nombrado vicepresidente para la reconstrucción, movilizará los recursos económicos y técnicos, si es que se los van a asignar en la medida necesaria.
De la emergencia se sale con liquidez monetaria como bien ha explicado el presidente del ICO, el valenciano Manuel Illueca precisamente, con programas de ayuda inmediata como los promovidos en la plataforma Alcem-se! de Juan Roig o en los implementados para la cultura por Hortensia Herrero, con todas las iniciativas que a cientos ha puesto en pie la solidaridad dels germans valencians, desde cocinas de campaña a escuelas provisionales, y también con la ayuda de bomberos y voluntarios venidos de todas partes de España y hasta de las vecinas Francia o Marruecos. Y se sale con ingenieros pontoneros del Ejército para suturar los puntos negros de la red viaria, con el ministro de Transportes sacando pecho todos los días reconduciendo el bypass, y con los técnicos y operarios de Metrovalencia y de la EMT o de Renfe, de las empresas de agua, gas y electricidad… trabajando a destajo.
En todo ello, es bienvenido Gan Pampols, sin duda. Lo que me tiene más preocupado es el siguiente escenario, el que justo han bautizado como de la reconstrucción. Porque para ese ya no será necesaria tanta logística en acción sino un poco más de pensamiento especialista y planificador. Ahora y aquí ya no nos vale empezar de nuevo, levantarse con resiliencia como define el lenguaje actual. De lo que se trata es de volver a habitar nuestro frágil y escaso territorio de una manera segura y eficiente. No es posible volver a urbanizar como si nada, a disponer de un cuarto de millón de vehículos aparcados en calles estrechas, hondonadas, solares y garajes en sótanos a lo largo del amplio delta aluvial que conforman el Turia, el Poyo y el Júcar, cuyo principal testigo arcaico sigue siendo la laguna de la Albufera. Se necesita una reflexión muy profunda para un nuevo contexto, no tanto un plan Marshall sino un New Deal a la valenciana que solucione la hidráulica y el urbanismo, la ecología humana y también la gobernanza. Será el momento de acordarse de la Gran Valencia y de los grandes fracasos en la gestión política metropolitana, de la escasez de recursos financieros para los valencianos, del déficit histórico y de cuantos errores se han cometido y es necesario subsanar antes de exponerse a un futuro de oportunidades que alguien puede pintar para las tierras valencianas asaltadas por las indómitas aguas.
Comparte esta publicación
Suscríbete a nuestro boletín
Recibe toda la actualidad en cultura y ocio, de la ciudad de Valencia