La pers­pec­ti­va de aca­bar en una resi­den­cia se nos anto­ja tris­te…

Debe­mos replan­tear­nos cómo y dón­de viven nues­tros mayo­res.

¿El coro­na­vi­rus ha sido la gota que col­ma el vaso?

Hace tiem­po que el sec­tor, des­de todos los pun­tos de vis­ta, tam­bién el arqui­tec­tó­ni­co, tra­ba­ja para cam­biar el mode­lo de aten­ción a los mayo­res. Aho­ra tene­mos que aña­dir las pan­de­mias infec­cio­sas a la ecua­ción.

¿Por qué no nos gus­tan las resi­den­cias?

Has­ta aho­ra, en Espa­ña, hemos dise­ña­do resi­den­cias como si se tra­ta­ra de edi­fi­cios híbri­dos entre hote­les y hos­pi­ta­les, espa­cios terri­ble­men­te ins­ti­tu­cio­na­les y muy ale­ja­dos de lo que todos enten­de­mos como un hogar.

En muchas resi­den­cias la gen­te mayor vive al mar­gen de la ciu­dad y de los ciu­da­da­nos.

Cier­to, a menu­do las resi­den­cias han ser­vi­do para la gue­ti­za­ción de nues­tros mayo­res, hacién­do­les aban­do­nar sus casas y dejan­do los cen­tros de las ciu­da­des sin ellos.

¿Cuál es la alter­na­ti­va?

Hay que inten­tar que la gen­te viva no como en casa, sino que viva en casa, pero den­tro de un cen­tro resi­den­cial. Es el mode­lo arqui­tec­tó­ni­co que se apli­ca en paí­ses del nor­te y el cen­tro de Euro­pa, la aten­ción cen­tra­da en la per­so­na.

Debe­mos replan­tear­nos cómo y dón­de viven nues­tros mayo­res.

¿Y cómo se apli­ca eso?

Crean­do peque­ñas uni­da­des aco­ge­do­ras de con­vi­ven­cia que son como vivien­das gran­des com­par­ti­das por un núme­ro rela­ti­va­men­te redu­ci­do de per­so­nas (entre 8 y 20) situa­das den­tro de una resi­den­cia, total­men­te autó­no­mas unas de las otras y bajo la mis­ma ges­tión glo­bal.

¿Cada vivien­da con su coci­na, su salon­ci­to, sus dor­mi­to­rios…?

Sí. Las uni­da­des peque­ñas faci­li­tan mucho la orien­ta­ción de las per­so­nas y redu­cen el estrés y la depre­sión, con la con­si­guien­te dis­mi­nu­ción de la far­ma­co­lo­gía, al tiem­po que con­si­guen una mayor satis­fac­ción de los tra­ba­ja­do­res.

No todas las per­so­nas mayo­res tie­nen el mis­mo nivel de inde­pen­den­cia.

Cada una de estas uni­da­des está pre­pa­ra­da para dife­ren­tes per­fi­les de per­so­nas. Es un mode­lo mucho más efec­ti­vo ante una nue­va pan­de­mia infec­cio­sa: hemos com­pro­ba­do que los casos de éxi­to han sido por con­fi­na­mien­to de tra­ba­ja­do­res con los ancia­nos, o gru­pos peque­ños con desin­fec­ción de todo el que entra­ba.

No quie­ro que a los 80 me hablen como una niña ni me digan lo que debo hacer.

Creo fir­me­men­te que las resi­den­cias deben dise­ñar­se con el obje­ti­vo de crear entor­nos más domés­ti­cos y ale­ja­dos de los hos­pi­ta­les. Entor­nos que garan­ti­cen el sen­ti­do de per­te­nen­cia, el empo­de­ra­mien­to de las per­so­nas.

Creo que todos que­re­mos eso.

Cuan­do una per­so­na entra en una anti­gua ins­ti­tu­ción geriá­tri­ca pier­de sus cone­xio­nes fami­lia­res y se vuel­ve depen­dien­te por­que el cen­tro se encar­ga de todo. Debe­mos evi­tar la ins­ti­tu­ción, su ima­gen y esta pér­di­da de auto­no­mía.

¿Qué hace­mos con la sole­dad?

Encon­trar la mane­ra de abrir las resi­den­cias a los barrios, para que dife­ren­tes gene­ra­cio­nes de per­so­nas pue­dan socia­li­zar con los ancia­nos.

¿Y cómo se con­si­gue eso?

Con edi­fi­cios que no estén ais­la­dos y que ten­gan salas poli­va­len­tes que pue­dan ser­vir para que veci­nos del barrio se reunan para cele­brar even­tos, tomar cla­ses… Pue­den con­tar con una sala bar que pue­de ser públi­ca ade­más de dar ser­vi­cio a la resi­den­cia, el jar­dín pue­de ser com­par­ti­do aña­dien­do mobi­lia­rio para niños.

Entien­do.

La sala de fisio­te­ra­pia pue­de dar ser­vi­cio al barrio, o la coci­na, o la lavan­de­ría… En esto esta­mos tra­ba­jan­do con un gru­po de exper­tos de dife­ren­tes ámbi­tos (médi­cos, psi­có­lo­gos, inge­nie­ros, abo­ga­dos, geron­tó­lo­gos, direc­to­res de resi­den­cias…). Y tam­bién en crear, ayu­da­dos por la tec­no­lo­gía, espa­cios más segu­ros y libres.

¿Ha vis­to fun­cio­nar mode­los simi­la­res?

Sí, hay bas­tan­tes expe­rien­cias en mar­cha, en la resi­den­cia Huma­ni­tas en Holan­da los estu­dian­tes viven gra­tui­ta­men­te a cam­bio de pasar un tiem­po con los resi­den­tes. Y en San­tan­der ya hay una resi­den­cia con guar­de­ría.

Eso impli­ca un cam­bio de men­ta­li­dad de la socie­dad: con­fiar en nues­tros mayo­res.

Para muchos de ellos, algu­nos nona­ge­na­rios, lo mejor del lugar don­de viven es la pre­sen­cia de los estu­dian­tes o de los niños, les esti­mu­la y les ayu­da a man­te­ner­se jóve­nes.

Los nor­te­ame­ri­ca­nos crean urba­ni­za­cio­nes para la ter­ce­ra edad.

Edi­fi­cios de apar­ta­men­tos para per­so­nas sin depen­den­cias con muchos espa­cios com­par­ti­dos y con uni­da­des peque­ñas para per­so­nas asis­ti­das e inclu­so uni­da­des para per­so­nas con demen­cias.

Me que­do con el cohou­sing .

La auto­ges­tión del con­jun­to des­de el minu­to uno por par­te de los resi­den­tes es un mode­lo que ha teni­do mucho éxi­to en los paí­ses anglo­sa­jo­nes y medi­te­rrá­neos.

Hay espa­cio para todos esos mode­los.

Sí, en todo caso se tra­ta de cons­truir resi­den­cias más huma­nas, don­de las per­so­nas quie­ran ir a ellas por­que saben que su inti­mi­dad y su volun­tad será res­pe­ta­da. En eso los arqui­tec­tos tene­mos mucho que ofre­cer. Hay nece­si­dad, hay défi­cit de pla­zas resi­den­cia­les, apren­da­mos de los erro­res, hagá­mos­lo bien.

*Por su inte­rés, repro­du­ci­mos esta entre­vis­ta de Ima San­chis a Marc Tre­pat publi­ca­da en La Van­guar­dia.

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