A la izquier­da la can­tan­te Tay­lor Swift; y a la dere­cha, la ‘Agen­te espe­cial Scully’ de la serie de TV X‑Files.

Aunque parezca ilimitada la atención mundial de las personas a nivel de la red, en las redes sociales en concreto, se está volviendo un bien escaso, tal es su demanda.

A la izquier­da la can­tan­te Tay­lor Swift; y a la dere­cha, la ‘Agen­te espe­cial Scully’ de la serie de TV X‑Files.

Des­de siem­pre ha habi­do dio­ses del Olim­po, figu­ras admi­ra­bles, algo muy pro­pio de las reli­gio­nes. Tal vez sea nece­si­dad huma­na admi­rar a uno o a varios “inmor­ta­les” o a quie­nes lo pare­cie­ran para tener­los como refe­ren­tes. Esto, toman­do suce­si­vas for­mas, ha lle­ga­do has­ta la actua­li­dad y aho­ra se ha vuel­to algo muy impor­tan­te, casi lo más impor­tan­te para los/las emo­cio­nes de los y las fans. Ya en el san­tua­rio dedi­ca­do a Epi­cu­ro, en el Pelo­po­ne­so de la anti­gua Gre­cia, había incon­ta­bles minúscu­los tem­ple­tes hora­da­dos en las pare­des de tie­rra a los lados de los cami­nos y sen­das que con­du­cían al com­ple­jo de tem­plos que rodea­ba al san­tua­rio prin­ci­pal. La mul­ti­tud se dis­gre­ga­ba al lle­gar al com­ple­jo reli­gio­so y, tras ofre­cer dádi­vas y ora­cio­nes a la dei­dad prin­ci­pal, iban has­ta el tem­ple­te con­cre­to en bus­ca del ‘inmor­tal’ favo­ri­to que le caía más sim­pá­ti­co, tras haber­le con­ce­di­do un favor espe­cial e ínti­mo, que sólo ellos cono­cían. Era un tema de cul­to menor pero más ase­qui­ble. Aquel tiem­po de adep­tos se pare­ce mucho a lo que aho­ra lla­ma­mos fans. Igual que enton­ces esta rela­ción con su inmor­tal favo­ri­to era un asun­to de admi­ra­ción, fe, emo­cio­nes y, qui­zá sub­te­rrá­nea­men­te, tam­bién cosa de pode­res ocul­tos y secre­tos.

Como no es cues­tión de racio­na­li­dad, cuan­do fun­cio­na emo­cio­nal­men­te no hay que expli­car dema­sia­do. Y tie­ne una reper­cu­sión social. Esas figu­ras admi­ra­bles, siem­pre de aspec­to humano para poder iden­ti­fi­car­se o auto-refe­­re­n­­cia­r­­se con ellos/ellas, como eran las dei­da­des del Olim­po, pero hoy con muy bue­na esce­no­gra­fía digi­tal, pue­den ser­vir de refe­ren­tes a imi­tar por las mul­ti­tu­des de fie­les en la red. Algo muy pro­pio de masas y muche­dum­bres. En el mun­do actual, tan tec­ni­fi­ca­do, tan digi­tal, asom­bro­sa­men­te, todo esto sigue fun­cio­nan­do si bien con otra semán­ti­ca, otros méto­dos y otras for­mas de “mone­ti­zar­lo” o con­ver­tir­lo en bene­fi­cios eco­nó­mi­cos o de poder por par­te de algún agen­te de mer­ca­do­tec­nia avis­pa­do. Pero el fenó­meno se sigue dan­do con un áni­mo de lucro que no tie­nen nada que envi­diar al de las sibi­las y la cas­ta sacer­do­tal de Zeus, o la que man­te­nía los cul­tos de los dio­ses egip­cios. Aque­llas fun­cio­nes sim­bó­li­cas del oscu­ro mis­te­rio del orácu­lo, aho­ra la cum­plen las pan­ta­llas, los algo­rit­mos, las redes socia­les y la cone­xión ubi­cua.

El meca­nis­mo aho­ra es exa­cer­bar las emo­cio­nes, hoy a dis­tan­cia e incan­sa­ble­men­te, median­te los algo­rit­mos y sus meca­nis­mos com­ple­men­ta­rios (likes y mil tru­cos más) sobre todo a tra­vés de las cómo­das pero peli­gro­sas Apps alo­ja­das los telé­fo­nos móvi­les, que hoy por­tan siem­pre con­si­go el 100% de los jóve­nes des­de la más tier­na infan­cia y a cuya pan­ta­lla andan son­rien­do inclu­so por la calle siem­pre con la son­ri­sa a flor de piel. Y no solo ellos; los no tan jóve­nes tam­bién hacen lo pro­pio. Esta tram­pa cog­ni­ti­va casi infa­li­ble fun­cio­na con todos y en cual­quier lugar, si bien no con la mis­ma inten­si­dad.

Al igual que en la anti­güe­dad en la civi­li­za­ción grie­ga y roma­na los espe­cia­lis­tas o sacer­do­tes repre­sen­ta­ban y con­ta­ban his­to­rias que sir­vie­ran de ejem­plo y a sus pro­ta­go­nis­tas de refe­ren­te y los repre­sen­ta­ban en todo tipo de mosai­cos y pin­tu­ras y escul­tu­ras. Hoy, cum­plen en nues­tra era digi­tal esa fun­ción las ubi­cuas pan­ta­llas y los moto­res digi­ta­les que las ali­men­tan; pero tam­bién, como ocu­rría en los anti­guos com­ple­jos de los tem­plos reli­gio­sos, se ven­den por millo­nes, obje­tos que repro­du­cen la ima­gen o los sím­bo­los de la ‘dei­dad’ apa­ren­te. Eso aho­ra se lla­ma mar­chan­di­sing y hay quien cree que es algo nue­vo, pero en reali­dad lle­va fun­cio­nan­do en los ámbi­tos reli­gio­sos miles de años.

En las polis de aque­llas anti­guas socie­da­des, mucho menos nume­ro­sas, que las actua­les, la sim­bo­lo­gía reli­gio­sa, supues­ta­men­te, tenía la fun­ción de ejem­pli­fi­car la vir­tud y ser refe­ren­te de con­duc­tas vir­tuo­sas. Con los adep­tos reli­gio­sos fun­cio­nan muy bien en masa y por imi­ta­ción. El com­por­ta­mien­to reli­gio­so (reli­gión deri­va del tér­mino ‘reli­ga­re’, es decir, rela­cio­nar o vin­cu­lar) es equi­va­len­te al tipo de meca­nis­mo emo­cio­nal masi­vo que cier­tos pode­res, des­de la polí­ti­ca a los nego­cios, siga fun­cio­nan­do hoy para diver­sos fines que, casi siem­pre, ocul­tan intere­ses cre­ma­tís­ti­cos o de poder, sea polí­ti­co o de cual­quier tipo.

Vol­vien­do al ori­gen de todo esto, el tér­mino fan se podría aso­ciar al ‘ento­ushias­mos’ de la pala­bra grie­ga ori­gi­nal, que sig­ni­fi­ca, lite­ral­men­te, «ser poseí­do por un dios» o como diría­mos hoy, estar ins­pi­ra­do por algo supra­hu­mano (en reali­dad hoy, por meca­nis­mos de lo digi­tal). El entu­sias­mo, de la mis­ma for­ma que la des­ga­na y la apa­tía es con­ta­gio­so, así que en cier­tas situa­cio­nes com­par­ti­das men­tal­men­te es algo que se extien­de por una masa social, por ejem­plo, en los con­cier­tos de músi­ca. El esta­do emo­cio­nal de “entu­sias­ta” con­fi­gu­ra un esta­do men­tal y emo­cio­nal pro­pio de los adep­tos acé­rri­mos o de los devo­tos abso­lu­tos a alguien, o a algo. Esto lo hemos vis­to des­de hace tiem­po en el mun­do de la músi­ca, aun­que no solo. En el mun­do actual digi­tal es algo tam­bién con­ta­gio­so más allá del lugar físi­co. El entu­sias­ta se asi­mi­la hoy com­ple­ta­men­te al “faná­ti­co” o fan.

Este tér­mino se ha vuel­to algo muy masi­vo en el mun­do digi­tal actual, don­de con el inter­net social hemos pasa­do de clien­tes de una empre­sa a usua­rios, sobre todo en las de ser­vi­cios y, de ello, a ser fans de una mar­ca o ser­vi­cio, o cau­sa. Hay des­ple­ga­da una indus­tria eco­nó­mi­ca de modas digi­ta­les glo­bal, muy com­ple­ja, para explo­tar eco­nó­mi­ca­men­te el fenó­meno fan. Y aho­ra se fabri­can median­te los algo­rit­mos mul­ti­tu­des de fans de alguien, o de algo ‑el inten­to de las mar­cas–, con el fin de arra­ci­mar a entu­sias­tas para que con­su­man inter­mi­na­ble­men­te, impul­sa­dos por emo­cio­nes exa­cer­ba­das por la algo­rít­mi­ca pre­dic­ti­va, que a su vez son con­du­ci­das indi­vi­dual­men­te por los datos per­so­na­les que los adic­tos y poseí­dos por las pla­ta­for­mas y redes socia­les rega­lan a esta ciber­né­ti­ca, sin ni siquie­ra aper­ci­bir­se.

Las gue­rras de la aten­ción en el mun­do digi­tal

Aun­que parez­ca ili­mi­ta­da la aten­ción mun­dial de las per­so­nas a nivel de la red, en las redes socia­les en con­cre­to, se está vol­vien­do un bien esca­so, tal es su deman­da. La mate­ria pri­ma esen­cial de estas gue­rras, afor­tu­na­da­men­te incruen­tas, por la cap­tu­ra del tiem­po de aten­ción huma­na, son la noto­rie­dad y la fama (sus meca­nis­mos y con­se­cuen­cias mere­ce­rán, otro día, un capí­tu­lo espe­cí­fi­co), que antes se aso­cia­ban con el pres­ti­gio y lo posi­ti­va­men­te admi­ra­ble sir­vien­do como refe­ren­tes más bien lai­cos.

El visio­na­rio pro­fe­sor del MIT Henry Jen­kins publi­có a prin­ci­pios de la déca­da de 1990 un pio­ne­ro libro titu­la­do “Fans, Blog­gers and Gamers” (Fans, blo­ge­ros y “jugo­nes”, –en la jer­ga–), anti­ci­pán­do­se a la era del Inter­net social. En dicho libro des­cri­bió en deta­lle el com­por­ta­mien­to de estos tres tipos de fan (un tér­mino que vie­ne en inglés de fana­tic). En dicho libro, cuan­do nadie en el mun­do aca­dé­mi­co les daba impor­tan­cia, des­cri­bió a estos tres tipos de fans ‑ya del mun­do digital‑, como “los con­su­mi­do­res de cul­tu­ra popu­lar (hoy con­su­mo digi­tal sin sus­tan­cia) más acti­vos, crea­ti­vos, com­pro­me­ti­dos crí­ti­ca­men­te y conec­ta­dos social­men­te, aun­que eso lo ha cam­bia­do la explo­ta­ción comer­cial adic­ti­va actual”.

La visión de Jen­kins era posi­ti­va ya que para él repre­sen­ta­ban una actua­li­za­ción en la van­guar­dia de la cul­tu­ra popu­lar que man­te­nía una nue­va rela­ción con los medios de comu­ni­ca­ción de masas (mass media) tra­di­cio­na­les. Aun­que enton­ces, –aún no exis­tía el inter­net de las pla­ta­for­mas glo­ba­les–, eran mar­gi­na­les y en gran medi­da invi­si­bles para el públi­co en gene­ral de aquel momen­to. Pero des­ple­ga­das hoy las pla­ta­for­mas digi­ta­les glo­ba­les y su algo­rít­mi­ca pre­dic­ti­va pro­gra­ma­da para inten­si­fi­car las emo­cio­nes de for­ma per­so­na­li­za­da a miles de millo­nes de per­so­nas glo­bal­men­te, todo ha cam­bia­do. Hoy, el lugar de aso­ciar­se con la cul­tu­ra popu­lar se aso­cia tam­bién con un lado oscu­ro por sus enor­mes y per­ni­cio­sos efec­tos con la adic­ción digi­tal o sin sus­tan­cia, y sobre todo en la salud men­tal ado­les­cen­te.

En reali­dad, hoy en día en la era de las redes socia­les glo­ba­les lo que impor­ta es la vira­li­za­ción (de la noto­rie­dad, la fama, etc.). Es la indus­tria digi­tal de la ‘cele­brity’. Todo el mun­do pare­ce per­se­guir ser famo­so o famo­sa, en las redes socia­les como camino a la rique­za. Lo cual inclu­so está dan­do lugar, gra­cias a las fal­sas métri­cas de algo­rít­mi­ca, inclu­so a nue­vas pro­fe­sio­nes como los influen­cers –en reali­dad minúscu­los comi­sio­nis­tas de las pla­ta­for­mas glo­ba­les, etc. que no son un fenó­meno espon­tá­neo sino que se pue­den fabri­car digi­tal­men­te con los algo­rit­mos que los reúnen a segui­do­res gra­cias a la reco­lec­ción de datos de per­so­nas con­ver­ti­das en “per­so­na­jes solo digi­ta­les” famo­sos (algu­nos como la can­tan­te vir­tual Hatsu­ne Miku son vir­tua­les y solo exis­ten en las pan­ta­llas y no en el mun­do físi­co).

Son cele­bri­da­des que sue­len ser muy efí­me­ras. La mate­ria pri­ma para ello es el tiem­po de aten­ción de los usua­rios, ya con­ver­ti­dos masi­va­men­te en ‘fans’. Lo deci­si­vo hoy es que alguien o algo se vira­li­ce, ten­ga mucha noto­rie­dad y obten­ga la máxi­ma aten­ción, en reali­dad, sin impor­tar por qué. Por supues­to emer­gen con­tra­dic­cio­nes, efec­tos nega­ti­vos y per­jui­cios a gran esca­la y a nivel social sobre los esta­dos emo­cio­na­les y de la salud men­tal de los usua­rios más vul­ne­ra­bles.

Cómo han cam­bia­do los refe­ren­tes feme­ni­nos con la noto­rie­dad glo­bal

En este momen­to de vorá­gi­ne y gue­rra total glo­bal por la aten­ción de la gen­te ya no es nece­sa­rio que la noto­rie­dad, como era tra­di­cio­nal, sea cau­sa­da por algo ideal, posi­ti­vo o digno de admi­ra­ción que sir­va de refe­ren­te o de guía, por ejem­plo, para jóve­nes ado­les­cen­tes y les ayu­de a encau­zar su vida e inclu­so a ele­gir a qué se van a dedi­car pro­fe­sio­nal­men­te su vida, en lugar de fiar esa deci­sión pro­ve­nien­te solo de las emo­cio­nes o las modas. Podría haber otros, pero he ele­gi­do los casos de dos muje­res famo­sas en su momen­to para ejem­pli­fi­car dos modos dis­tin­tos de cómo ha evo­lu­cio­na­do el gene­rar per­so­na­jes noto­rios y su influen­cia; cómo fun­cio­na­ba eso en la épo­ca de la TV; y cómo ope­ra la noto­rie­dad aho­ra en la de las redes socia­les y pla­ta­for­mas glo­ba­les.

La ‘Agen­te espe­cial Scully’ del FBI, pro­ta­go­nis­ta feme­ni­na de la serie de TV X‑Files que gene­ró el “Efec­to Scully”

La pri­me­ra de ellas es la agen­te Scully, per­so­na­je feme­nino de fic­ción de la exi­to­sa serie de tele­vi­sión de cien­cia fic­ción «Expe­dien­te X», la pri­me­ra serie de TV que reu­nió muchas más espec­ta­do­ras devo­tas que espec­ta­do­res, y que gene­ró el lla­ma­do «Efec­to Scully». Dicha serie se emi­tió, como se dice aho­ra, duran­te 11 “tem­po­ra­das”. El «Efec­to Scully» se aso­cia con la influen­cia del per­so­na­je de Dana Scully en, al menos, dos gene­ra­cio­nes de muje­res de los paí­ses don­de se veía en TV la serie en los años pos­te­rio­res a 1993, cuan­do se estre­nó por pri­me­ra vez. Las muje­res que veían con fre­cuen­cia “Expe­dien­te X” cuan­do eran ado­les­cen­tes, tenían más de un 50% más de pro­ba­bi­li­da­des de estu­diar un cam­po STEM en la uni­ver­si­dad, que las muje­res que no lo veían. (STEM son las siglas en inglés de cien­cia, tec­no­lo­gía, inge­nie­ría y mate­má­ti­cas). La influen­cia de ello en las elec­cio­nes pro­fe­sio­na­les de muchas muje­res fue evi­den­te. Son cifras de una encues­ta rea­li­za­da por el Ins­ti­tu­to Gee­na Davis sobre Géne­ro en los Medios de Comu­ni­ca­ción hecha públi­ca en 2018. Todo ello fue con­fir­ma­do en otra encues­ta rea­li­za­da entre el 15 y el 20 de febre­ro de 2018 por JWT Inte­lli­gen­ce a 2.021 muje­res en Esta­dos Uni­dos de 25 años o más.

Según las res­pues­tas, casi dos ter­cios de las muje­res del estu­dio que tra­ba­jan en STEM afir­man que Dana Scully les sir­vió de mode­lo. Y casi hubo una­ni­mi­dad ya que más del 90% de las muje­res del estu­dio coin­ci­den en que Scully es un per­so­na­je feme­nino fuer­te y un mode­lo a seguir para muje­res y niñas.

Esto es impor­tan­te ya que mar­ca la acti­vi­dad y vida de muchas muje­res. Como ejem­plo, entre 2015 y 2020, las muje­res cons­ti­tuían el 47% de la pobla­ción acti­va de Esta­dos Uni­dos, pero solo ocu­pa­ban el 24% de los pues­tos de STEM, según el Depar­ta­men­to de Comer­cio. Los cam­pos STEM aún sue­len estar tra­di­cio­nal­men­te domi­na­dos por hom­bres, y duran­te déca­das han sido con­si­de­ra­dos este­reo­tí­pi­ca­men­te mas­cu­li­nos, en con­tras­te con mate­rias enton­ces más «feme­ni­nas» como las artes y las huma­ni­da­des. Lo cual aho­ra es muy impor­tan­te en un momen­to en que en muchos paí­ses se están toman­do medi­das para inten­tar acer­car­se a la pari­dad en los ámbi­tos STEM; y para que haya más inge­nie­ras y muje­res cien­tí­fi­cas en tra­ba­jos rela­cio­na­dos con cien­cias y mate­má­ti­cas, por ejem­plo, aho­ra sobre todo en sus apli­ca­cio­nes rela­cio­na­das con la inte­li­gen­cia arti­fi­cial. Nue­ve de cada diez muje­res en las cita­das encues­tas afir­ma­ron que Scully era un mode­lo posi­ti­vo para las niñas. Aun­que se con­si­de­ra un per­so­na­je como un pre­ce­den­te femi­nis­ta, no quie­re decir que no se apro­ve­cha­se su fama para dis­cu­tir has­ta sobre su maqui­lla­je.

La serie Expe­dien­te X ya no se emi­te des­de hace más de una déca­da. Sin embar­go, el per­so­na­je de Dana Scully sigue sien­do un pode­ro­so ejem­plo de cómo un per­so­na­je feme­nino diná­mi­co cuyo prin­ci­pal obje­ti­vo es la cien­cia –y no esen­cial­men­te las rela­cio­nes sen­ti­men­ta­les–, pue­de tener un impac­to dura­de­ro en la cul­tu­ra de las socie­da­des actua­les. Aún hoy, casi dos ter­cios de las muje­res que tra­ba­jan actual­men­te en STEM aún citan a Scully como una influen­cia impor­tan­te en su deci­sión de seguir una carre­ra STEM.

Tay­lor Swift: un refe­ren­te casi anti-STEM en la apo­teo­sis del entre­te­ni­mien­to glo­bal

El con­tra­pun­to al efec­to Scully de la épo­ca de la pro­mi­nen­cia de la TV, es la can­tan­te glo­bal actual con más noto­rie­dad del momen­to, –que no de la his­to­ria, en con­tra de lo que dicen muchos y muchas en los medios–. Se tra­ta de Tay­lor Swift que ha lle­na­do las por­ta­das de toda Espa­ña con moti­vo de sus dos con­cier­tos en que lle­nó el Ber­na­beu con un total de 140.00 per­so­nas. Es un per­so­na­je feme­nino, fun­da­men­tal­men­te cons­trui­do con ins­tru­men­tos digi­ta­les glo­ba­les actua­les: las pla­ta­for­mas de red social y su incan­sa­ble esta­dís­ti­ca pre­dic­ti­va; su pro­mo­ción sin fin y su capi­ta­lis­mo lím­bi­co (vivi­mos en una demo­cra­cia lím­bi­ca de fac­to) que apun­ta y agi­ta todo lo posi­ble los picos que regis­tran la resul­tan­te esta­dís­ti­ca en las emo­cio­nes de usua­rias y usua­rios que ite­ran en bucle, ayu­da­dos tam­bién las mag­ni­tu­des (fal­sas, reite­ro, en una pro­por­cio­ne enor­me), que per­si­guen la vira­li­dad y bus­can la adic­ción sin sus­tan­cia sobre todo en las/los pre-ado­­le­s­­ce­n­­tes.

Casi podría ase­gu­rar mi total con­ven­ci­mien­to que no habrá “Efec­to Swift” en el sen­ti­do que ha fun­cio­na­do y se fijó el “Efec­to Scully”, en cuan­to a pro­mo­ver las pro­fe­sio­nes cien­tí­fi­cas y de inge­nie­ría entre las muje­res. En el “uni­ver­so cul­tu­ral, –es un decir– swif­tie”, lo que impor­ta no son las cien­cias y las mate­má­ti­cas, más bien lo con­tra­rio. Impor­tan aho­ra las emo­cio­nes mayús­cu­las lo más inten­sas posi­ble, el bri­­lli-bri­­lli, la bana­li­dad; la locu­ra emo­cio­nal y la con­duc­ta adic­ti­va. Hay un títu­lo de can­ción de la can­tan­te que retra­ta la semán­ti­ca impe­ran­te en el show: “Cham­pag­ne pro­ble­mas” (Pro­ble­mas de cham­pag­ne); y sus cui­tas inter­cam­bia­bles de amor/desamor con sus suce­si­vos novios, que sir­ven como como­dín tan­to a sus fans feme­ni­nas como a los/las del uni­ver­so LGTBI y sus varian­tes que tam­bién asis­ten en masa a sus con­cier­tos, imi­tan sus ves­ti­men­tas y exhi­ben sus look swif­ties. Para ellos, espe­cial­men­te, esta abier­ta 24 hora al día y sie­te días por sema­na su enor­me tien­da digi­tal que reza en su por­ta­da web con el títu­lo: “The Tor­tu­red Poets Depart­ment (El Depar­ta­men­to de los Poe­tas Tor­tu­ra­dos)”, que hace una refe­ren­cia direc­ta al “El club de los poe­tas muer­tos”, la famo­sa pelí­cu­la de Peter Weir inter­pre­ta por el malo­gra­do Robin Williams. Los com­po­nen­tes de cele­bri­dad siem­pre están pre­sen­tes. Es una ope­ra­ción comer­cial que ni siquie­ra pre­ten­de ser ori­gi­nal. Cual­quier cosa que ya sue­ne, suma. La semán­ti­ca de las can­cio­nes ayu­da y mapean sen­ti­men­tal­men­te esa mez­cla de supues­ta angus­tia vital y de simu­la­do e his­trió­ni­co apo­ca­lip­sis emo­cio­nal en que se des­en­vuel­ven sus fans.

En la gira de este año, bau­ti­za­da sin modes­tia algu­na como “The Eras Tour” (La Gira de las Eras), como si fue­ra un acon­te­ci­mien­to pla­ne­ta­rio a la altu­ra del adve­ni­mien­to del Cre­tá­ci­co, es una ope­ra­ción eco­nó­mi­ca de pre­ci­sión de ámbi­to mun­dial. Es curio­so cómo los medios de comu­ni­ca­ción se sien­ten obli­ga­dos a publi­car ríos de tin­ta y a inflar y ago­tar más y más adje­ti­vos y gra­má­ti­ca. “Los ner­vios se dis­pa­ra­ban cuan­do en la pan­ta­lla gigan­te del esce­na­rio apa­re­ció el reloj que mar­ca­ba la cuen­ta atrás de unos eter­nos dos minu­tos y medio” publi­có al día siguien­te del pri­mer con­cier­to en Espa­ña una perio­dis­ta en su cró­ni­ca del dia­rio más ven­di­do en Espa­ña. Obvia­men­te, no es la pri­me­ra gira musi­cal mun­dial, pero es que la reali­dad mer­ca­do­téc­ni­ca aho­ra impo­ne en 2024. No es lo mis­mo leer esto en el móvil, que en un dia­rio de papel don­de esta infor­ma­ción se suce­de con la de pági­nas con­ti­guas en las que la Swift com­par­te pro­ta­go­nis­mo en los mis­mos días, con las horri­pi­lan­tes con­di­cio­nes a vida o muer­te de niños y ado­les­cen­tes por cau­sa de los ata­ques de las tro­pas israe­lís en Gaza; o con las noti­cias de los muer­tos en bom­bar­deos rusos en Jár­kov, en Ucra­nia. Dos horro­ro­sas y cruen­tas gue­rras que com­par­ten tiem­po y espa­cio, días y días, en el mis­mo perió­di­co.

Dado que un perio­dis­ta ha publi­ca­do que es “fútil” el inten­to de igno­rar a la cele­brity Swift, habría que pre­gun­tar­les a los ado­le­cen­tes de Ucra­nia (a pun­to de ser lla­ma­dos al fren­te y bajo bom­bar­deos rusos dia­rios), o a los jóve­nes gaza­tíes (en con­ti­nua hui­da estos días de los ata­ques del ejer­ci­to israe­lí), qué refe­ren­tes tie­nen o desean tener de este mun­do glo­bal en que sin­cró­ni­ca­men­te, por el acce­so total actual a la infor­ma­ción, nos lle­gan para con­su­mir sus espe­luz­nan­tes y dolo­ro­sas imá­ge­nes de la gue­rra, com­par­tien­do titu­la­res, actua­li­dad infor­ma­ti­va y tele­dia­rios, jun­to con las de la Gira de las Eras de Tay­lor. Todo apa­re­cien­do en la mis­ma pan­ta­lla del móvil o del tele­vi­sor. O en pági­nas con­ti­guas del mis­mo perió­di­co impre­so. A muchos/as creo que les ven­dría bien, hacer el peque­ño esfuer­zo de leer y per­ci­bir el con­tex­to de las noti­cias de las que hablo, por una vez en un dia­rio impre­so, en lugar de ver sólo el titu­lar y poco más, en el móvil.  Vis­ta así, esta com­pa­ra­ción entre el Efec­to Scully y el posi­ble efec­to Switf resul­ta, como míni­mo, para­dó­ji­ca en esta épo­ca con el idea­rio glo­bal del movi­mien­to #Mee­Too en un pun­to álgi­do. Ade­más, su coin­ci­den­cia chi­rría en la con­cien­cia glo­bal de tiem­po real que hoy tene­mos sobre lo que suce­de sin­cró­ni­ca­men­te en el pla­ne­ta (se supo­ne que la gira de Tay­lor y su mon­ta­je comer­cial tie­ne voca­ción mun­dial). Esa coin­ci­den­cia de la mer­ca­do­tec­nia de esta cul­tu­ra his­trió­ni­ca blan­da y glo­bal del espec­tácu­lo de la can­tan­te, los con­cier­tos del Ber­na­beu sólo son un epi­so­dio más de la Gira, con­vi­vien­do con horro­ro­sas gue­rras y, ambas com­par­tien­do titu­la­res, resul­ta casi obs­ce­na. El mun­do nun­ca ha sido tan con­tra­dic­to­rio como aho­ra.

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