Ber­nard Plos­su en una foto de archi­vo.

Un viajero impenitente recorre la piel de toro y hace fotos que a simple vista parecen anodinas, desoladas. Si uno las mira mejor se percata de su magia. Son imágenes en color del gran fotógrafo Bernardo Plossu. Como tomadas al desgaire, con encuadres esquivos.

Ber­nard Plos­su en una foto de archi­vo.

Al prin­ci­pio nada se mue­ve en la sala tru­fa­da de foto­gra­fías del cen­tro de cul­tu­ra. Todo es silen­cio, y de las imá­ge­nes sale ese silen­cio. Son pai­sa­jes de la Espa­ña más pro­fun­da y menos pin­to­res­ca que uno pue­da ima­gi­nar. La Ibe­ria ances­tral con­ver­ti­da en un terri­to­rio de enso­ña­cio­nes. Insó­li­ta y cru­da, des­po­bla­da de inten­cio­nes. Espa­ña mági­ca en fin. Como ins­tan­tá­neas de un país desier­to. No hay per­so­nas, solo visio­nes de pue­blos, de esqui­nas pro­sai­cas, de carre­te­ras remo­tas, pla­yas envuel­tas en bru­ma y edi­fi­cios fan­tas­ma­les. Y esas imá­ge­nes de la dura tie­rra ara­go­ne­sa, del desier­to alme­rien­se, de la tris­te sole­dad de las esqui­nas de las ciu­da­des, pare­cen retra­ta­das bajo el agua. Poseen una páti­na gra­nu­lo­sa y fan­tas­mal difí­cil de encon­trar en otros auto­res. Es la visión per­so­nal del gran fotó­gra­fo Ber­nad Plos­su.

Es el sis­te­ma de reve­la­do Fres­son. O sea Plos­su Color Fre­són, como el títu­lo de una mues­tra que ya hizo la gale­ría Rai­lowsky en 2011. Esta vez la exci­tan­te mues­tra se titu­la Espa­ña en color fres­son y esta comi­sa­ria­da por Juan Pedro Font de Mora, el cha­mán de la gale­ría y libre­ría Rai­lowsky, un hom­bre que ha con­tri­bui­do de mane­ra nota­ble a poten­ciar el valor de la foto­gra­fía en esta ciu­dad sen­ci­lla de pla­yas de pos­tal.

La suel­ta: Obon 2016.

Tarra­go­na, 2020

Alme­ría, 2001

Alme­ría, 2001

Es una téc­ni­ca de impre­sión al car­bón que fue idea­da por Theo­do­re –Hen­ri Fres­son en 1890. Pero las fotos de Plos­su, un artis­ta extra­ño y via­je­ro, nada tie­nen que ver con las pos­ta­les o el pin­to­res­quis­mo habi­tual con que se han retra­ta­do siem­pre los rin­co­nes de la piel de toro. No está aquí el can­to idí­li­co de  los cam­pos cas­te­lla­nos de Macha­do, hay una visión dis­tan­te del pai­sa­je, y una poe­sía urba­na un tan­to beat de esqui­nas de ciu­da­des fan­tas­ma­les y feas.

Estas fotos de Plos­su poseen una alqui­mia de colo­res, como seña­la Sal­va­dor Albi­ña­na, his­to­ria­dor y ami­go de Plos­su que en su tex­to del catá­lo­go titu­la­do Geo­gra­fías sin mapa escri­be: “Unas com­po­si­cio­nes sobrias, aus­te­ras silen­cio­sas, como momen­tos caren­tes de impor­tan­cia, esce­nas ale­ja­das de la solem­ni­dad y del exce­so de sen­ti­do, hechas de nada que no sea un tono, una atmos­fe­ra, un cli­ma”.

Y ese silen­cio ini­cial en que se ve envuel­to el espec­ta­dor se con­vier­te al poco de pasear ante las imá­ge­nes del fotó­gra­fo en un coro de suge­ren­cias, de pro­pues­tas de un nue­vo modo de ver las cosas. Cuen­ta Albi­ña­na que Plos­su “ha foto­gra­fia­do de tan­tas mane­ras como ha via­ja­do: en tren, a pie, en coche o en auto­bús, siem­pre des­de luga­res que pro­pi­cian una per­cep­ción fugaz, en trán­si­to”. Y el fotó­gra­fo tie­ne dicho: “Mis foto­gra­fías de ins­tan­tes no deci­si­vos están hechas con la mis­ma velo­ci­dad que un ins­tan­te deci­si­vo. Es un encuen­tro entre el tiem­po y la len­ti­tud, una mez­cla de sabi­du­ría zen y ner­vio­sis­mo loco(…) Una gran foto­gra­fía está hecha de una chis­pa”.

Madrid, 2018

En esta expo­si­ción mági­ca del Cen­tro de Cul­tu­ra Con­tem­po­rá­nea del Car­men, el color fres­son de Plos­su con­vier­te los pai­sa­jes urba­nos y cam­pes­tres de Espa­ña en un via­je mági­co a nin­gu­na par­te. No hay en apa­rien­cia sen­ti­do, tan solo inten­si­dad. En algu­nos casos estas foto­gra­fías se acer­can a la pin­tu­ra, como la rea­li­za­da en 2006 des­de el estu­dio de Mar­ce­lo Fuen­tes, pin­tor ami­go del fotó­gra­fo y vir­tuo­so de la pin­tu­ra de media­ne­ras, y edi­fi­cios silen­cio­sos, que tam­po­co tie­nen seres vivos en sus encua­dres. Los ami­gos se mue­ven en el mis­mo terreno. Les gus­ta el estruen­do del silen­cio de las cosas más sim­ples, aque­llas que vemos a dia­rio sin repa­rar ni un ins­tan­te en ellas.

Las rocas de Creus y los seca­rra­les Ara­gón, las esqui­nas olvi­da­das de la ciu­dad de Valen­cia, las calle­jue­las de aldeas per­di­das de Níjar y Cala­ta­yud, la belle­za remo­ta, a vis­ta de pája­ro de Alba­rra­cín o la vul­ga­ri­dad de los barrios peri­fé­ri­cos de las ciu­da­des retra­ta­dos des­de un tren, tie­nen una sono­ri­dad pro­pia.

Bar­ce­lo­na, 2010

Al fotó­gra­fo su padre lo lle­vó al Saha­ra a los tre­ce años y lue­go él se visi­tó Méxi­co con 20 años. Desier­to y fera­ci­dad tro­pi­cal de los pai­sa­jes más afri­ca­nos de la penín­su­la. Nota­bles por su sen­ci­llez y su atmós­fe­ra eté­rea, des­pro­vis­ta de inten­ción algu­na. La foto está ahí, fren­te a tus ojos, y la tomas o la dejas. Pero esa foto de la esqui­na de una calle o del esca­pa­ra­te de un comer­cio cutre y aban­do­na­do no te deja indi­fe­ren­te.

En esta expo­si­ción abun­dan los pai­sa­jes tami­za­dos por esa téc­ni­ca que pro­du­ce enso­ña­ción. Como imá­ge­nes saca­das de sue­ños. Y siem­pre ale­ja­das del tumul­to de los seres huma­nos. “Hay que ir siem­pre allí don­de aca­ban los cami­nos en el mapa, allí don­de ya no que­da nada, es decir, allí don­de todo comien­za”. Expli­ca Plos­su. Sin duda nos encon­tra­mos ante un filó­so­fo al tiem­po que un artis­ta de la ima­gen. Su ami­go Albi­ña­na, que ya le orga­ni­zó hace años una expo­si­ción en el Cole­gio Mayor rec­tor Peset, opi­na que “Plos­su tra­ba­ja a par­tir de la reali­dad, pero logra crear imá­ge­nes que se ale­jan de ella, imá­ge­nes más cer­ca­nas a lo irreal, dota­das de extra­ña fuer­za”.

Es el rea­lis­mo mági­co de Ber­nard Plos­su en su expo­si­ción valen­cia­na. Este varano con­vie­ne visi­tar­la varias veces por­que el des­con­cier­to de la pri­me­ra visión se con­ver­ti­rá en sor­pre­sa en la segun­da. Ese color úni­co que con­tra­di­ce la mag­ní­fi­ca cita con que el his­to­ria­dor y ensa­yis­ta Albi­ña­na ini­cia su pró­lo­go: “La vida es en color, pero el blan­co y negro es más rea­lis­ta, dice Samuel Fuller en El esta­do de las cosas de Wim Wen­ders”. Plos­su con­tra­di­ce al duro del habano, maes­tro del cine, Sam; su color, mani­pu­la­do por la téc­ni­ca fres­son, pue­de ser un via­je oní­ri­co por espa­cios que mira­mos muchas veces pero nun­ca vimos.

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