Foto: José Gar­cía Pove­da.

Ganas no fal­tan. En días de post-con­­fi­­na­­mie­n­­to, reac­ti­var la acti­vi­dad no solo tie­ne que ver con reani­mar la eco­no­mía, sino con reco­brar diná­mi­cas con cier­ta nor­ma­li­dad a sabien­das de que, mien­tras no haya una vacu­na para la COVID-19, el virus esta­rá entre noso­tros y con­vi­vir con él, mini­mi­zan­do con­ta­gios, es un gran desa­fío. Aun­que el mie­do a enfer­mar­nos pare­ce diluir­se con las ganas de socia­li­zar, com­par­tir y expe­ri­men­tar, no hay que bajar la guar­dia. Si bien no hay una guía uni­ver­sal res­pec­to a cómo deben fun­cio­nar los res­tau­ran­tes aho­ra que reabren sus puer­tas, si te los con­si­gues exac­ta­men­te igual que antes del con­fi­na­mien­to, sos­pe­cha. Cam­bios y ade­cua­cio­nes son nece­sa­rios. 

En medio de la deses­ca­la­da, cada región de Espa­ña sigue una vuel­ta gra­dual. Si bien algu­nas comu­ni­da­des han empe­za­do a rela­jar las res­tric­cio­nes, la posi­bi­li­da­des de rebro­tes ace­chan. Y por eso es nor­mal que nos pre­gun­te­mos si es segu­ro acu­dir a esta­ble­ci­mien­tos como esos a los que tan­to que­re­mos vol­ver. 

¿Qué ries­go impli­ca sen­ta­mos en una mesa?  ¿Den­tro o fue­ra? ¿Efec­ti­vo o tar­je­ta? ¿Me pue­do con­ta­giar a tra­vés de la comi­da? ¿Qué ase­gu­ran real­men­te las dis­tan­cias? Sien­do natu­ral­men­te impo­si­ble comer y beber con mas­ca­ri­lla, ¿es real­men­te segu­ro ir a un res­tau­ran­te? En #Reto­Co­ro­na­vi­rus nos aso­ma­mos a algu­nas de estas cues­tio­nes. 

Covid free: ¿Los alimentos y las superficies están a salvo? 

Sabe­mos que la COVID‑19 es la enfer­me­dad infec­cio­sa que se pro­pa­ga prin­ci­pal­men­te de per­so­na a per­so­na a tra­vés de las gotí­cu­las que salen des­pe­di­das de la nariz o la boca al toser, estor­nu­dar o hablar. De acuer­do con la OMS, estas gotí­cu­las son rela­ti­va­men­te pesa­das “no lle­gan muy lejos y caen rápi­da­men­te al sue­lo”. 

Aun­que la maqui­na­ria de la inves­ti­ga­ción está encen­di­da noche y día, aún que­dan dudas por resolver.¿Pueden los ali­men­tos ser un vec­tor de la enfer­me­dad?. No sería la pri­me­ra vez que los virus o bac­te­rias nos lle­gan por into­xi­ca­ción ali­men­ta­ria: la sal­mo­ne­lla a tra­vés de los hue­vos, el noro­vi­rus a tra­vés de la lechu­ga o la lis­te­ria a tra­vés de los que­sos. Dife­ren­tes estu­dios con­fir­man, sin embar­go, que los ali­men­tos no trans­mi­ten el virus, aun­que pue­de estar en su super­fi­cie, nun­ca en su inte­rior, ya que la vía de con­ta­gio prin­ci­pal son las vías res­pi­ra­to­rias.

Miguel Ángel López, res­pon­sa­ble de segu­ri­dad ali­men­ta­ria de Bas­que Culi­nary Cen­ter ase­gu­ra que “el virus entra y es peli­gro­so por res­pi­ra­ción, no por inges­ta. Tocar un ali­men­to con­ta­mi­na­do gene­ra con­ta­mi­na­ción de las manos y la posi­bi­li­dad de tocar nues­tra nariz o boca e inha­lar­lo. Por eso, el nivel de segu­ri­dad ali­men­ta­ria debe ser mucho más rigu­ro­so que en la actua­li­dad”.

Aun­que no son con­clu­yen­tes las evi­den­cias res­pec­to a la trans­mi­sión a tra­vés de super­fi­cies arti­fi­cia­les, el Pro­to­co­lo de Sani­dad Segu­ri­dad ali­men­ta­ria ela­bo­ra­do por BCC y Euro-Toques (el pri­me­ro y prin­ci­pal en Espa­ña en esta mate­ria), remar­ca los cui­da­dos que hay que tener duran­te la mani­pu­la­ción de ali­men­tos. Y en las super­fi­cies que otras per­so­nas pue­den haber toca­do: mesas, car­tas, cubier­tos, etc. 

Muchos res­tau­ra­do­res son cons­cien­tes. Por eso, taber­nas como Bar Cal­ders, entre las más bus­ca­das del barrio de Sant Anto­ni de Bar­ce­lo­na se esfuer­zan replan­tean­do aspec­tos den­tro y fue­ra del local. “Hemos hecho car­tas de un solo uso, en blan­co y negro a doble cara, aun­que tene­mos el menú de piza­rra y reco­men­da­mos que la gen­te haga fotos”, acla­ra Marc Lamar­ca, uno de los socios de este bar, con­cu­rri­do por la for­ma en que com­bi­na la esen­cia de una bode­ga con el con­cep­to de bis­trot moderno. 

A 50 metros, El Mama, en cam­bio, ha opta­do por los códi­gos QR para ser esca­nea­dos por los clien­tes y evi­tar el con­tac­to físi­co con cual­quier obje­to. “Esta­mos apli­can­do más tec­no­lo­gía que nun­ca. Gra­cias a ella, en nues­tro local no hay mani­pu­la­ción de papel y pro­te­ge­mos de algu­na for­ma al clien­te”, con­fir­ma Joan Soler, pro­pie­ta­rio de El Mama. Este res­tau­ran­te que no quie­re col­gar­se la eti­que­ta de gas­tro­nó­mi­co, pero pro­po­ne com­bi­nar sabo­res de dife­ren­tes par­tes del mun­do en for­ma­to degus­ta­ción, ha teni­do que adap­tar­se a los tiem­pos para no que­dar­se atrás. “Es una nue­va filo­so­fía a la que nos hemos trans­for­ma­do y que pare­ce que va para lar­go”, comen­ta Soler.

Foto: José Gar­cía Pove­da.

¿Al aire libre o en el interior con aire acondicionado?

Con la lle­ga­da del calor y buen tiem­po, empie­zan a encen­der­se los aires acon­di­cio­na­dos. De cara al virus ¿mejo­ran o empeo­ran las cosas?  Un recien­te estu­dio rea­li­za­do por inves­ti­ga­do­res en Chi­na con­fron­ta el papel que jue­gan las corrien­tes de aire en la pro­pa­ga­ción de la enfer­me­dad en espa­cios cerra­dos, lue­go de que un bro­te de coro­na­vi­rus afec­ta­ra a tres gru­pos fami­lia­res que comie­ron en mesas con­ti­guas en el mis­mo res­tau­ran­te de Guangzhou. 

“El aire acon­di­cio­na­do apun­tó el virus hacia una direc­ción con­cre­ta. Por eso, reco­men­da­mos que el movi­mien­to del apa­ra­to sea de arri­ba aba­jo, si es posi­ble, para que el virus, sor­pren­den­te­men­te pesa­do, cai­ga a la super­fi­cie rápi­da­men­te. Aún así, siem­pre que exis­ta una per­so­na enfer­ma eli­mi­nan­do virus se va a pro­du­cir con­ta­gios, con o sin aire”, expli­ca Miguel Ángel López. 

Como hemos dicho, el virus se pro­pa­ga con mayor faci­li­dad cuan­do las per­so­nas están en con­tac­to cercano.En ese sen­ti­do, El ries­go de con­ta­giar­nos en espa­cios cerra­dos es mucho más alto que al aire libre. 

“Si se cum­plen, los pro­ce­di­mien­tos de lim­pie­za, desin­fec­ción, ven­ti­la­ción y pro­tec­ción, sería indis­tin­to comer den­tro o fue­ra, aun­que en bio­lo­gía nada es mate­má­ti­co”, remar­ca Miguel Ángel López. 

¿Y hay posi­bi­li­dad de que el virus entre en el sis­te­ma de cli­ma­ti­za­ción o extrac­ción de aire de los loca­les y se difun­da por los con­duc­tos? La pro­ba­bi­li­dad es muy baja, según el infor­me emi­ti­do por a Socie­dad Espa­ño­la de Salud Públi­ca y Admi­nis­tra­ción Sani­ta­ria (SESPAS) y la Socie­dad Espa­ño­la de Sani­dad Ambien­tal (SESA), des­pués de que las redes esta­lla­ran con comen­ta­rios de inquie­tud y preo­cu­pa­ción. 

“El virus no se pue­de repro­du­cir sin inva­dir célu­las huma­nas, por tan­to, la lim­pie­za de con­duc­tos o el cam­bio de fil­tros de aire exte­rior no tie­nen nin­gún efec­to prác­ti­co, sal­vo cuan­do corres­pon­da lle­var­lo a cabo», indi­ca el infor­me.

De todas mane­ras, “el res­tau­ran­te debe­ría ven­ti­lar en cada ser­vi­cio, siem­pre al lim­piar y evi­tar los ambien­tes cerra­dos. Apro­ve­che­mos las terra­zas y el buen tiem­po mien­tras dis­mi­nu­yen los con­ta­gios”, con­clu­ye Miguel Ángel López.

Mascarilla siempre, excepto…

Aun­que las redes socia­les se han con­ver­ti­do en un her­vi­de­ro de inge­nio ante la cri­sis y los mejo­res memes sean los que dan solu­cio­nes prác­ti­cas y reales para pro­te­ger­se sin renun­ciar al tapeo y las cer­ve­zas; comer con mas­ca­ri­lla no pasa de ser una bro­ma. 

Si com­par­ten mesa, los comen­sa­les están cer­ca y con las bocas des­cu­bier­tas, lo que se tra­du­ce en ries­gos de trans­mi­sión ‑en caso de que alguno de ellos por­te el virus (recor­de­mos ade­más que muchas veces su pre­sen­cia es asin­to­má­ti­ca)

“Todos tene­mos muchas ganas de salir, pero tene­mos que ser pru­den­tes.  Al no estar pro­te­gi­da pre­fie­ro jun­tar­me con poca gen­te y ele­gir bien con quién me rela­ciono estos días”, afir­ma Cla­ra Molins mien­tras espe­ra, con su ami­ga Hele­na, que le trai­gan una ración de bra­vas y cho­cos en uno de los pues­tos de la pla­za El Sor­ti­dor del barrio Poble Sec de Bar­ce­lo­na.

Por eso, una de las medi­das que ha lle­va­do a cabo Marc Lamar­ca en el Bar Cal­ders es la de refor­mu­lar toda su car­ta. “Lo que hemos hecho es pen­sar los pla­tos de con­su­mo indi­vi­dual para no com­par­tir, hemos adap­ta­do toda la car­ta a racio­nes indi­vi­dua­les, esto nos ha obli­ga­do a eli­mi­nar algu­nos pla­tos, pero así evi­ta­mos que la gen­te com­par­ta”, expli­ca.

 Distancia prudencial entre mesas  

Las pro­ba­bi­li­da­des de con­ta­gio se redu­cen en la medi­da en que las dis­tan­cias entre las per­so­nas aumen­ta. Un metro es mejor que nada. Dos es mejor que uno. Cuan­to menos con­tac­to menos opcio­nes de con­ta­gio, pero ¿Qué dis­tan­cia se con­si­de­ra segu­ra?

La regla gene­ral mar­ca dos metros de dis­tan­cia, una medi­da que se supo­ne redu­ce las pro­ba­bi­li­da­des de trans­mi­sión de las goti­tas más gran­des, que, en defi­ni­ti­va, son las que lle­van una car­ga viral más fuer­te. Sin embar­go, hay cien­tí­fi­cos que apun­tan que más lejos sería mejor, ya que los estor­nu­dos, por ejem­plo, pue­den  expan­dir­se has­ta ocho metros. Pero hay espa­cios en los que ocho metros son invia­bles y, por eso, la cla­ve es pen­sar en los dos metros como un míni­mo, un están­dar que redu­ce muchí­si­mo las posi­bi­li­da­des de coger el virus.

Cabeza y responsabilidad

Aun­que no haya escu­dos mági­cos ni pro­tec­to­res, al menos no has­ta que haya una vacu­na o se alcan­ce la inmu­ni­dad, hay cues­tio­nes que sí están en nues­tras manos. Cual­quier per­so­na con sín­to­mas o que haya entra­do en con­tac­to con alguien que lo ten­ga debe­ría que­dar­se en casa; no solo pue­de poner en ries­go a sus ami­gos o fami­lia­res sino todo el per­so­nal del res­tau­ran­te y otros comen­sa­les. En este sen­ti­do, los cama­re­ros son los que más expues­tos están al virus, ya que habi­tual­men­te usan la mas­ca­ri­lla qui­rúr­gi­ca, que pro­te­ge a los demás pero no es efec­ti­va para pre­ve­nir el con­ta­gio. Les faci­li­ta­rás su tra­ba­jo si pagas con tar­je­ta en vez de efec­ti­vo, o haces un esfuer­zo cons­cien­te para redu­cir el con­tac­to con ellos. 

Lo que ten­ga­mos que hacer para doble­gar esta pan­de­mia, está en manos de cada uno. La res­pon­sa­bi­li­dad la tie­nen, por un lado, los esta­ble­ci­mien­tos y nego­cios, quie­nes inten­tan ade­cuar­se a las cam­bian­tes reglas día a día, y, por otro, los que acu­den a estos luga­res, que deben velar por la higie­ne y segu­ri­dad per­so­nal y la de su entorno.

Vol­ver a la nor­ma­li­dad tie­ne sus efec­tos esti­mu­lan­tes, aun­que a veces con­lle­va a la reduc­ción en la pre­cau­ción. Por eso, sen­sa­tez, empa­tía y corres­pon­sa­bi­li­dad serán deter­mi­nan­tes en ade­lan­te.

Foto: José Gar­cía Pove­da

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