Ahora que todavía estamos celebrando la merecida y deseada victoria de nuestra selección nacional de fútbol en el Mundial de Sudáfrica, vale la pena reflexionar un poco sobre las consecuencias que esta victoria pueda tener en nuestra maltrecha economía.
Muchos son los que consideran una autentica estupidez, asociar la victoria del Mundial con potenciales crecimientos en el PIB español (hasta un 0’7% según un estudio de ABN AMRO Bank). Los números son números, y no entienden de emociones, argumentan de manera contundente.
A los que así opinan, les recomiendo el libro cuyo titulo encabeza este post, escrito por los prestigiosos economistas George A. Akerlof y Robert Shiller, que desarrollan e investigan, como en su día formuló Keynes, las consecuencias en la economía de todos aquellos sentimientos y emociones, como temores, deseos, frustraciones, alegrías, etc. que por contagio viral afectan a las decisiones de calado del tejido productivo y las inversiones de un país, región o continente.
La autoestima patria andaba últimamente por los suelos, sobre todo después de los rapapolvos que nos estaban propinando nuestros acreedores (Alemania a la cabeza), y lo despectivo del termino anglosajón PIGS (cerdos), acrónimo del que formamos la S de Spain, junto con Portugal, Irlanda y Grecia. Daba la sensación que éramos los culpables de toda la crisis económica internacional, y en cierto modo, el chivo expiatorio de los errores y excesos cometidos en la banca de los países que ahora tanto nos exigen y critican.
Porque si nosotros debemos mucho, también es porque ellos nos prestaban mucho, y en esto, como en el amor, nada es posible sin la connivencia de ambas partes. Pues bien, según Akerlof y Shiller, al menos la mitad de las decisiones de trascendencia económica, se toman por cuestiones que no son estrictamente racionales, lógicas, numéricas o empíricas. La otra mitad, y aquí es donde tiene su aquel la victoria de España en el Mundial de fútbol, son decisiones emocionales, y afectan en positivo o negativo, en función del estado general de ánimo de los actores económicos, incluyendo a toda la población cuando hablamos de consumo.
Los autores fueron galardonados con el Nóbel de Economía, y sus investigaciones son tenidas en cuenta a diario por sesudos investigadores y analistas de los bancos más importantes, para predecir y augurar el devenir económico de los países, habida cuenta que la economía no es ciencia exacta sino social.
Por eso, la autoestima patria nos puede hacer mejorar nuestros números en la contabilidad nacional, y porque sabemos con certeza que somos capaces de alcanzar, como país, lo que nuestros deportistas demuestran en las competiciones más exigentes a nivel mundial.
Ahora que todavía estamos celebrando la merecida y deseada victoria de nuestra selección nacional de fútbol en el Mundial de Sudáfrica, vale la pena reflexionar un poco sobre las consecuencias que esta victoria pueda tener en nuestra maltrecha economía.
Muchos son los que consideran una autentica estupidez, asociar la victoria del Mundial con potenciales crecimientos en el PIB español (hasta un 0’7% según un estudio de ABN AMRO Bank). Los números son números, y no entienden de emociones, argumentan de manera contundente.
A los que así opinan, les recomiendo el libro cuyo titulo encabeza este post, escrito por los prestigiosos economistas George A. Akerlof y Robert Shiller, que desarrollan e investigan, como en su día formuló Keynes, las consecuencias en la economía de todos aquellos sentimientos y emociones, como temores, deseos, frustraciones, alegrías, etc. que por contagio viral afectan a las decisiones de calado del tejido productivo y las inversiones de un país, región o continente.
La autoestima patria andaba últimamente por los suelos, sobre todo después de los rapapolvos que nos estaban propinando nuestros acreedores (Alemania a la cabeza), y lo despectivo del termino anglosajón PIGS (cerdos), acrónimo del que formamos la S de Spain, junto con Portugal, Irlanda y Grecia. Daba la sensación que éramos los culpables de toda la crisis económica internacional, y en cierto modo, el chivo expiatorio de los errores y excesos cometidos en la banca de los países que ahora tanto nos exigen y critican.
Porque si nosotros debemos mucho, también es porque ellos nos prestaban mucho, y en esto, como en el amor, nada es posible sin la connivencia de ambas partes. Pues bien, según Akerlof y Shiller, al menos la mitad de las decisiones de trascendencia económica, se toman por cuestiones que no son estrictamente racionales, lógicas, numéricas o empíricas. La otra mitad, y aquí es donde tiene su aquel la victoria de España en el Mundial de fútbol, son decisiones emocionales, y afectan en positivo o negativo, en función del estado general de ánimo de los actores económicos, incluyendo a toda la población cuando hablamos de consumo.
Los autores fueron galardonados con el Nóbel de Economía, y sus investigaciones son tenidas en cuenta a diario por sesudos investigadores y analistas de los bancos más importantes, para predecir y augurar el devenir económico de los países, habida cuenta que la economía no es ciencia exacta sino social.
Por eso, la autoestima patria nos puede hacer mejorar nuestros números en la contabilidad nacional, y porque sabemos con certeza que somos capaces de alcanzar, como país, lo que nuestros deportistas demuestran en las competiciones más exigentes a nivel mundial.
Comparte esta publicación
Suscríbete a nuestro boletín
Recibe toda la actualidad en cultura y ocio, de la ciudad de Valencia