“El mundo es la gramática que permite establecer relaciones y lazos de dependencia, siempre frágiles e inseguros, sin los que no es posible existir. A través de la gramática heredamos signos, símbolos, gestos y normas que nos vinculan a nuestros antepasados, a nuestros contemporáneos y a nuestros sucesores”. Sí, las palabras son importantes. Incluso son más que importantes: son decisivas.

El filó­so­fo bar­ce­lo­nés Joan-Car­­les Mèlich.


“El mun­do no es ‘lo que es’, es ‘lo que sig­ni­fi­ca’. Las pala­bras con­for­man el sen­ti­do del mun­do”, teo­ri­za Joan-Car­­les Mèlich en La fra­gi­li­dad del mun­do. Ensa­yo sobre un tiem­po pre­ca­rio, Pre­mio Nacio­nal de Ensa­yo 2022, edi­ta­do por Tus­quets. “El mun­do es la gra­má­ti­ca que per­mi­te esta­ble­cer rela­cio­nes y lazos de depen­den­cia, siem­pre frá­gi­les e inse­gu­ros, sin los que no es posi­ble exis­tir. A tra­vés de la gra­má­ti­ca here­da­mos sig­nos, sím­bo­los, ges­tos y nor­mas que nos vin­cu­lan a nues­tros ante­pa­sa­dos, a nues­tros con­tem­po­rá­neos y a nues­tros suce­so­res”, aña­de Mèlich. Sí, las pala­bras son impor­tan­tes. Inclu­so son más que impor­tan­tes: son deci­si­vas. 

En los meses pre­pa­ra­to­rios del roda­je de Vér­ti­go (Alfred Hitch­cock, 1958) se bara­ja­ron varios nom­bres para la futu­ra pelí­cu­la. La his­to­ria esta­ba basa­da en una nove­la de los escri­to­res fran­ce­ses Boi­­leau-Nar­­ce­­jac. La Para­mount pro­pu­so como posi­bles títu­los (tra­duz­co del inglés) Los vivos y los muer­tos, De entre los muer­tos, Una cara en las som­bras… Hitch­cock dijo “No”. Tran­qui­lo, fir­me, ina­mo­vi­ble. “No” es uno de los voca­blos con mayor peso de nues­tro voca­bu­la­rio. El títu­lo sería Ver­ti­go, en espa­ñol, aun­que sin til­de en la e, recal­có don Alfre­do. “La ofi­ci­na de Nue­va York no lo con­si­de­ró apro­pia­do”, cuen­ta Juan Teje­ro en su libro En bus­ca del repar­to per­fec­to (Boo­kland Press). La pro­duc­to­ra amplió sus pro­pues­tas, que no con­mo­vie­ron al cineas­ta bri­tá­ni­co. La Para­mount por­fió, pero se rin­dió pron­to. “Tene­mos serias dudas, pero si usted insis­te, ade­lan­te”, acep­ta­ron los mag­na­tes. La úni­ca exi­gen­cia de los finan­cie­ros: que el nom­bre de Alfred Hitch­cock figu­ra­se en los car­te­les de pro­mo­ción con el mis­mo tama­ño que el títu­lo. En ese pun­to todos estu­vie­ron de acuer­do, empe­zan­do por el pro­pio Hitch. Esta­mos de nue­vo ante la impor­tan­cia de los nom­bres.

A pro­pó­si­to de Vér­ti­go (en Espa­ña se recu­pe­ró la til­de de la “e”) hay una his­to­ria lla­ma­ti­va, que pone algo en cues­tión el papel de los jura­dos en los cer­tá­me­nes de cine. Ver­ti­go (aho­ra sin til­de, las til­des tam­bién son rele­van­tes) com­pi­tió en el Fes­ti­val de San Sebas­tián de 1958. Hitch­cock se lle­vó la Con­cha de Pla­ta a la mejor direc­ción y James Ste­wart la Con­cha de Pla­ta a la mejor inter­pre­ta­ción. Pero el film que se lle­vó la Con­cha de Oro no fue Ver­ti­go, con­si­de­ra­do en la actua­li­dad uno de los mejo­res de la his­to­ria del cine, sino la pelí­cu­la pola­ca Eva quie­re dor­mir, de la que hoy día nadie se acuer­da.

Alfred Hitch­cock diri­ge a Kim Novak en pre­sen­cia de James Ste­wart.

El jura­do de San Sebas­tián de aquel año esta­ba com­pues­to por Luis Gar­cía Ber­lan­ga, Anthony Mann, Ana Maris­cal, Vit­to­rio Sala, Char­les Delac y Fritz Podehl. Tuve oca­sión, déca­das des­pués, de pre­gun­tar­le a Ber­lan­ga qué pelí­cu­la apo­yó él, Vér­ti­go o Eva quie­re dor­mir. El maes­tro se enfa­dó con­mi­go. Con un tono irri­ta­do me dijo: “Por supues­to que apo­yé Vér­ti­go, pero que­dé en mino­ría”. En aque­lla épo­ca, en ambien­tes cul­tu­ra­les, se con­si­de­ra­ba de buen tono rei­vin­di­car el cine de los paí­ses del Este, aun­que en algu­nas oca­sio­nes se tra­ta­se de ladri­llos inco­mes­ti­bles.

Retorno al tema de las pala­bras. Últi­ma­men­te me ha dado por bus­car res­tau­ran­tes con títu­los curio­sos y car­tas poco con­ven­cio­na­les. En el Caban­yal he ido varias veces a La Sas­tre­ría. Bue­nas expe­rien­cias. Tam­bién he ido dos veces en el Caban­yal a Gui­san­te Rojo, don­de comí de mara­vi­lla. De la car­ta pedí los pla­tos con nom­bres y pro­duc­tos más extra­ños y suge­ren­tes: Bra­vas bonia­to, deli­cio­sa extra­va­gan­cia con alio­li de ajo negro y sal­sa sri­ra­cha, y un pla­to toda­vía más exó­ti­co, Gyo­zas Cochi­ni­ta Pibil, fusión gas­tro­nó­mi­ca de Asia y Méxi­co, con gua­saca­ca, pico de gallo y cre­ma agria. La pala­bra gua­saca­ca me ale­gró el día.

La Sas­tre­ría, un pro­di­gio de inte­rio­ris­mo para la gas­tro­no­mía.
Gui­san­te Rojo, un res­tau­ran­te infor­mal en el Caban­yal.

No hace mucho visi­té en la calle Cuen­ca, y mi elec­ción de nue­vo se basó en la fuer­za poé­ti­ca del nom­bre, el res­tau­ran­te Que­ri­da Jacin­ta. Reco­men­da­ble rela­ción cali­­dad-pre­­cio, pero me exas­pe­ró la len­ti­tud del ser­vi­cio. Entré en Que­ri­da Jacin­ta a las dos menos cin­co y salí a las cin­co y cin­co. Tres horas y diez minu­tos para comer. Menos mal que la para­da del Metro esta­ba cer­ca. Cuan­do lle­gué a casa me aguar­da­ba una bue­na riña.

Por cier­to, en el Metro­va­len­cia de la línea 5, a la que recu­rro varias veces a la sema­na, me lla­ma la aten­ción la can­ti­dad de esta­cio­nes cuyo nom­bre empie­za con la letra A: Aero­port, Almas­sil, Ave­ni­da del Cid, Àngel Gui­me­rà, Ala­me­da, Ara­gón, Amis­tat y Ayo­ra

En esa suso­di­cha línea 5 de Metro­va­len­cia, ¿habrá algún men­sa­je ocul­to tras ese pro­ta­go­nis­mo tan acen­tua­do –¡ocho esta­cio­nes!– de la pri­me­ra letra del alfa­be­to latino?


LA COLUMNA ABIERTA de Rafa Marí

«Que la vida iba en serio / uno lo empie­za a com­pren­der más tar­de”
Jai­me Gil de Bied­ma

Duran­te los dos últi­mos años, el perio­dis­ta cul­tu­ral Rafa Marí ha veni­do publi­can­do en este espa­cio de Valen­cia City sus cró­ni­cas sobre cine, pri­me­ro como Dia­rio de un ciné­fi­lo, y pos­te­rior­men­te bajo el títu­lo Des­de el sillón de mi casa… en Mis­la­ta. Han sido dos años de diver­ti­das y ori­gi­na­les digre­sio­nes sobre su gran pasión, el cine, pero aho­ra toca explo­rar nue­vos terri­to­rios, reno­var una fruc­tí­fe­ra cola­bo­ra­ción, una colum­na abier­ta.

En aje­drez, otra de las inte­li­gen­tes acti­vi­da­des de Rafa Marí, una colum­na abier­ta es una colum­na sin peo­nes; en el perio­dis­mo, una colum­na abier­ta es una colum­na don­de pue­de refle­xio­nar­se sobre el pre­cio de las cosas, la alta coci­na, un libro, una pelí­cu­la o los amo­res de Isa­bel Pan­to­ja.

Pese a ser un perio­dis­ta tar­dío, Rafa Marí (Valen­cia, 1945) ha teni­do tiem­po para tra­ba­jar en muchos medios de comu­ni­ca­ción: Car­te­le­ra Turia, Cal Dir, Valen­cia Sema­nal, car­te­le­ra Qué y Don­de, Noti­cias al día, Papers de la Con­se­lle­ria de Cul­tu­ra, Leva­n­­te-EMV, El Hype… Siem­pre en las pági­nas de cul­tu­ra. En 1984 se incor­po­ró a la redac­ción de Las Pro­vin­cias, dia­rio don­de actual­men­te ejer­ce su acti­vis­mo como gran comen­ta­ris­ta.

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