INFORME DE INVESTIGACIÓN. PARTE II

Adol­fo Pla­sen­cia, 15 de enero de 2025

[ /…viene de la entre­ga ante­rior]

Foto­gra­fía de aper­tu­ra: A peti­ción del equi­po legal de Spo­tify se reti­ró de Inter­net la pági­na del con­ta­dor de dere­chos Spo­tify Unw­rap­ped, una cal­cu­la­do­ra para mos­trar a los aman­tes de la músi­ca lo poco que se paga a los artis­tas des­de los ser­vi­cios de strea­ming, que se sus­ti­tu­yó por el avi­so de la ima­gen.

La inves­ti­ga­ción que Liz Pelly, hizo para escri­bir su libro La máqui­na del Esta­do de Áni­mo: el auge de Spo­tify y los cos­tes de su Con­te­ni­do de Ajus­te Per­fec­to (PFC), aún escon­de más sor­pre­sas. Según Pelly, ade­más de los ya cita­dos, uno de los obje­ti­vos de Spo­tify, una vez medi­do, es con­se­guir median­te sus lis­tas de repro­duc­ción y cier­tas músi­cas el «indu­cir los esta­dos de áni­mo» en el usua­rio, que más con­ven­gan eco­nó­mi­ca­men­te a los obje­ti­vos de la pla­ta­for­ma. El uso de la IA para ana­li­zar y prio­ri­zar can­cio­nes en sus lis­tas de repro­duc­ción para los oyen­tes es otra vuel­ta de tuer­ca para con­se­guir mani­pu­lar la for­ma en que la gen­te escu­cha músi­ca por strea­ming sin que el pro­pio usua­rio de las lis­tas se aper­ci­ba de ello. Es intere­san­te lo que dice una lec­to­ra, Vir­gi­nia, en un comen­ta­rio a la rese­ña del libro, sobre la actual eta­pa de la revo­lu­ción del strea­ming de músi­ca des­cri­bien­do los dos lados de lo que deno­mi­na la doble cara de Spo­tify. «Es como un mer­ca­do de dos caras, –dice–, en el que los oyen­tes inter­cam­bian datos por como­di­dad, y los artis­tas nave­gan por un pai­sa­je con­fi­gu­ra­do por algo­rit­mos y lis­tas de repro­duc­ción, en el que los obje­ti­vos de Spo­tify con ello son re-mode­­lar los esta­dos de áni­mo de los oyen­tesen un hori­zon­te que se vis­lum­bra pla­ga­do de con­te­ni­dos gene­ra­dos por IA y artis­tas fan­tas­ma».

Sigue al dine­ro que pro­du­ce la músi­ca a las pla­ta­for­mas

 Según Pelly, en reali­dad, hoy día esto fun­cio­na como un «mode­lo insos­te­ni­ble que enri­que­ce a un redu­ci­do núme­ro de eje­cu­ti­vos mien­tras saquea a las comu­ni­da­des musi­ca­les y explo­ta a los oyen­tes». Para com­pro­bar has­ta que pun­to eso es cier­to, Ash­ley King, un ana­lis­ta de Digi­tal Music News, infor­ma­ba el pasa­do 23 de diciem­bre que «el CEO de Spo­tify, Daniel Ek, ha esta­do muy ocu­pa­do ven­dien­do accio­nes este año, con­vir­tién­do­se en un mul­ti­mi­llo­na­rio valo­ra­do cuya for­tu­na alcan­za los 7.300 millo­nes de dóla­res según For­bes». Aho­ra, el cal­cu­la­dor Spo­tify Unw­rap­ped, una cal­cu­la­do­ra para mos­trar a los aman­tes de la músi­ca lo poco que se paga a los artis­tas des­de los ser­vi­cios de strea­ming –y el absur­do con­tras­te con la remu­ne­ra­ción de los altos eje­cu­ti­vos de Spo­tify, ha sido cerra­do debi­do a la ame­na­za de accio­nes lega­les del equi­po jurí­di­co de Spo­tify. En su lugar hay un men­sa­je que dice: «Se ha eli­mi­na­do a peti­ción del equi­po jurí­di­co de Spo­tify. Toda­vía pue­des unir­te a nues­tra lucha por la Jus­ti­cia en Spo­tify en el sitio web de Uni­ted Musi­cians and Allied Wor­kers (UMAW)».

El ana­lis­ta Ash­ley King de Digi­tal Music News, tam­bién da pis­tas sobre cómo mue­ven el dine­ro los direc­ti­vos de la pla­ta­for­ma y expli­ca: «Spo­tify es una máqui­na de hacer dine­ro para los inver­so­res, ya que sus accio­nes se dis­pa­ra­ron en 2024 y alcan­za­ron casi los 500 dóla­res por acción. El valor de las accio­nes de SPOT se mul­ti­pli­có en 2024 y la empre­sa se acer­ca en este momen­to a una capi­ta­li­za­ción bur­sá­til de 100.000 millo­nes de dóla­res». La ven­ta de accio­nes por par­te de eje­cu­ti­vos de la empre­sa se ace­le­ró en el final del año. Iro­ni­za el ana­lis­ta que, estas subi­das en bol­sa se pro­du­cen al tiem­po que los afi­cio­na­dos a la músi­ca «siguen gimien­do en los foros por el deplo­ra­ble esta­do de las cifras de dere­chos para los artis­tas que mos­tra­ba el con­ta­dor Spo­tify Wrap­ped en 2024».

Tras ello, King infor­mó el recien­te 23 de diciem­bre, en con­cre­to, sobre el com­por­ta­mien­to eco­nó­mi­co de la pla­ta­for­ma Spo­tify y sus direc­ti­vos, y seña­la: «Daniel Ek, co-fun­­da­­dor y CEO de la empre­sa, apro­ve­chó la marea alta y ven­dió 350 millo­nes de dóla­res en accio­nes, según los regis­tros de la Comi­sión del Mer­ca­do de Valo­res de EE.UU. (SEC). Las ven­tas de accio­nes se ace­le­ra­ron en diciem­bre de 2024, cuan­do una vein­te­na de per­so­nas con infor­ma­ción pri­vi­le­gia­da de Spo­tify se des­hi­cie­ron de muchas de sus accio­nes en sus nue­vos máxi­mos». Dichos máxi­mos se alcan­za­ron coin­ci­dien­do con las masi­vas medi­das de recor­te de cos­tes del año pasa­do, inclui­da una reduc­ción del 25% de la plan­ti­lla. Spo­tify tam­bién aumen­tó el pre­cio de su sus­crip­ción Spo­tify Pre­mium en varios mer­ca­dos. La ven­ta de accio­nes de per­so­nas con infor­ma­ción pri­vi­le­gia­da sobre Spo­tify ha alcan­za­do los 1.250 millo­nes de dóla­res sólo en 2024. El mis­mo King infor­ma de las enor­mes can­ti­da­des de dine­ro en accio­nes que han ven­di­do, y quie­nes lo han hecho, en Spo­tify: «… ade­más del CEO, Ek, han ven­di­do accio­nes, Mar­tin Loren­tzon, cofun­da­dor, que ven­dió 550 millo­nes de dóla­res; Gus­tav Söders­tröm, Direc­tor de pro­duc­to y tec­no­lo­gía, ven­dió 106 millo­nes de dóla­res; Kata­ri­na Berg, direc­to­ra de RRHH, se ha des­he­cho de 38 millo­nes de dóla­res en accio­nes; el direc­tor comer­cial Alex Nors­tröm ven­dió por valor de 63 millo­nes de dóla­res y Dus­tee Jen­kins, direc­to­ra de RRPP ven­dió 6 millo­nes de dóla­res en accio­nes». Todos ellos lo hicie­ron en las últi­mas sema­nas de 2024. Sin comen­ta­rios.

Las Nenas, un gru­po de can­tan­tes que no exis­ten, pero que dicen ser de Maja­dahon­da

Y estas cosas rela­cio­na­das con la músi­ca y la IA no pasan solo en paí­ses como EE.UU. Tam­bién está ocu­rrien­do en Espa­ña. Mien­tras escri­bía este infor­me, Susa­na Mon­tea­gu­do de elDiario.es des­ta­pó el caso del gru­po musi­cal (fal­so) Las Nenas, que se pre­sen­ta­ban en una Web afir­man­do: «Somos un gru­po for­ma­do por Vivia­na, Clau­dia y Naia­ra, tres nenas de vein­ti­tan­tos, de dis­tin­tas nacio­na­li­da­des y resi­den­tes en Maja­dahon­da». Todo fal­so. Ya que, como ha des­cu­bier­to esta perio­dis­ta, ni hay tal gru­po musi­cal, ni Vivia­na, Clau­dia o Naia­ra viven en Maja­dahon­da y ni siquie­ra exis­ten. Son igual de fal­sas que sus fotos en Ins­ta­gram o sus can­cio­nes como, por ejem­plo, Inmoan­sie­dad que pre­ten­día, ade­más, –yo creo–, ins­tru­men­ta­li­zar el auge del femi­nis­mo y, de paso, apro­ve­char el tirón publi­ci­ta­rio y viral de las actua­les difi­cul­ta­des de los jóve­nes por los exor­bi­tan­tes pre­cios del alqui­ler en Espa­ña, espe­cial­men­te en Madrid. Algo que sir­vió a sus ocul­tos hace­do­res, para par­ti­ci­par en un repor­ta­je de elDia­rio sobre esos pro­ble­mas actua­les de los jóve­nes en el que el nom­bre de la fal­sa can­ción Inmoan­sie­dad se incluía en el titu­lar. Las Nenas tan fal­sas como sus fotos publi­ca­das en Ins­ta­gram y en otra redes socia­les, son un timo en toda regla para cuya cons­truc­ción se ha usa­do la Inte­li­gen­cia Arti­fi­cial Gene­ra­ti­va.

El escán­da­lo del enga­ño de Las Nenas ha ido cre­cien­do has­ta impli­car a la dis­tri­bui­do­ra digi­tal Alta­fon­te, que lle­va­ba sus can­cio­nes. Ante la insis­ten­cia de Mon­tea­gu­do y elDia­rio, que se sin­tie­ron enga­ña­dos y pidie­ron expli­ca­cio­nes, el direc­tor de Ala­fon­te Miguel Mar­to­rell, ha decla­ra­do, –según elDiario.es–, que «…el pro­pie­ta­rio de las can­cio­nes ha reco­no­ci­do que son con­te­ni­do gene­ra­do por IA y ha acce­di­do, res­pon­dien­do a nues­tro reque­ri­mien­to, a dar de baja todas las refe­ren­cias de Las Nenas de pla­ta­for­mas digi­ta­les [Las Nenas ya ha des­pa­re­ci­do de Spo­tify, Dee­zer, Apple Music y You­Tu­be], una vez que le hemos infor­ma­do de nues­tra polí­ti­ca».

Pero esta ria­da de la IA Gene­ra­ti­va en la músi­ca, ­–cuya tra­za­bi­li­dad de con­te­ni­do es impo­si­ble en cual­quier Mode­lo Lin­güís­ti­co de IA tipo Chat GPT por la opa­ci­dad de su Caja Negra algo­rít­mi­ca–, no va a ser fácil de parar. Mon­tea­gu­do cita en su artícu­lo a Noe­mí Pla­nas, direc­to­ra de World­wi­de Inde­pen­dent Net­work (WIN), una red que conec­ta al sec­tor indie de la músi­ca gra­ba­da a nivel glo­bal, que está a favor de la IA Gene­ra­ti­va y que decla­ra que «…es total­men­te líci­to apro­ve­char las posi­bi­li­da­des que la inte­li­gen­cia arti­fi­cial ofre­ce para ayu­dar a crear, pro­du­cir, dis­tri­buir y pro­mo­cio­nar músi­ca». ¡Ah!, pero seña­la que «…los con­te­ni­dos gene­ra­dos por IA sin crea­ti­vi­dad huma­na no pue­den tener dere­chos de autor». Me pre­gun­to: ¿y, sin ellos, cómo se ren­ta­bi­li­za­rá el hacer­la?

Con tan­to dine­ro en jue­go, –y por­que, como me dijo Ramón Palo­mar, resul­ta que a los usua­rios de redes y de Spo­tify es da igual escu­char algo ver­da­de­ro que fal­so–, los autén­ti­cos gene­ra­do­res del enga­ño pare­cen segu­ros de que deben seguir en ello, con­ven­ci­dos como están de que, aun­que esta músi­ca sea de can­tan­tes inexis­ten­tes es algo que les va a ser muy ren­ta­ble. El mis­mo escán­da­lo que ya es viral, ha ser­vi­do de publi­ci­dad y, por eso, la pági­na de Ins­ta­gram de Las Nenas no ha sido eli­mi­na­da. Al con­tra­rio. En dicha web, los autén­ti­cos gene­ra­do­res del pro­yec­to (y del enga­ño con Las Nenas inexis­ten­tes) infor­ma­ron des­de la som­bra que, tras cam­biar de dis­tri­bui­do­ra –sin expli­car moti­vos–, el cita­do con­te­ni­do fal­so, vol­vió a estar dis­po­ni­ble des­de el 18 de diciem­bre. Has­ta enton­ces, su músi­ca fan­tas­ma, solo se escu­chó a tra­vés de su Band­camp. Cla­ro, deben estar pen­san­do que tam­bién hay otras can­tan­tes inexis­ten­tes que dan mucho dine­ro, como la can­tan­te holo­grá­fi­ca vir­tual o voca­loid Hatsu­ne Miku, que ren­tó el año pasa­do a la empre­sa crea­do­ra del soft­wa­re que la hace can­tar ante millo­nes de per­so­nas, 450 millo­nes de dóla­res. Y para ellos, esto es lo que impor­ta. Total, pen­sa­rán ellos, a los fans les da igual. Tra­gan lo que les echen. Esa es la mues­tra del poco res­pe­to que les tie­nen.

La irrup­ción de la IA Gene­ra­ti­va está cau­san­do un cata­clis­mo en el strea­ming de músi­ca

Todo eso suce­de en un momen­to en que la inva­sión algo­rít­mi­ca de IA está gene­ran­do súbi­ta, ver­ti­gi­no­sa y dis­rup­ti­va­men­te, un cam­bio de épo­ca en la escu­cha de músi­ca por strea­ming. Hay ana­lis­tas que dicen que la inva­sión de la IA va a des­truir el mode­lo de nego­cio de Spo­tify. Por ejem­plo, Chris Sto­­kel-Wal­­ker, que en sep­tiem­bre publi­ca­ba en la revis­ta digi­tal de tec­no­lo­gía Fast­Com­pany un artícu­lo con el expre­si­vo títu­lo de Spo­tify está lleno de músi­ca de IA, y algu­nos dicen que está arrui­nan­do la pla­ta­for­ma. Y cuen­ta algu­nos raros y con­tra­dic­to­rios epi­so­dios de lo que esta pasan­do con el strea­ming de músi­ca. Chris inten­tó que la empre­sa le infor­ma­ra sobre cuán­ta músi­ca y músi­cos crea­dos con IA hay en la pla­ta­for­ma, pero un por­ta­voz de Spo­tify con quien con­tac­tó, no qui­so faci­li­tar­le datos sobre el núme­ro de artis­tas crea­dos por IA que hay en la pla­ta­for­ma ni sobre su impac­to en los streams.

Curio­sa­men­te, ya en sep­tiem­bre de 2023, el CEO de Spo­tify, Daniel Ek, decla­ró en una rara entre­vis­ta a la BBC en que su empre­sa no tie­ne pla­nes de prohi­bir la músi­ca gene­ra­da por IA Toda una decla­ra­ción de inten­cio­nes. Por su par­te, el pres­ti­gio­so The Guar­dian publi­có hace solo unos meses una infor­ma­ción con un titu­lar espec­ta­cu­lar rela­cio­na­do con Spo­tify: «Un com­po­si­tor sue­co se con­vier­te en el músi­co más famo­so de Spo­tify del que nun­ca has oído hablar. Las 2.700 can­cio­nes de un tal Johan Röhr se han repro­du­ci­do 15.000 millo­nes de veces y tie­nen más repro­duc­cio­nes que Brit­ney Spears o Abba». Según The Guar­dian, esos 650 títu­los dife­ren­tes de Röhr fue­ron repro­du­ci­dos en total 15.000 millo­nes de veces, y los perio­dis­tas sugie­ren que sólo en 2022 su gene­ra­dor ganó 3 millo­nes de dóla­res en Spo­tify. Y nadie cono­ce a Johan Röhr, ni se sabe si exis­te.

Aho­ra mis­mo, la evo­lu­ción de este nego­cio del strea­ming musi­cal está en un nue­vo pun­to de infle­xión cata­clís­mi­co por su alcan­ce y su velo­ci­dad. Y es algo impor­tan­te por­que en 2024 ha lle­ga­do el tren de los algo­rit­mos de la Inte­li­gen­cia Arti­fi­cial Gene­ra­ti­va (IAG) al que, según Pelly, las pla­ta­for­mas de strea­ming se han subi­do en mar­cha, lo cual va a per­mi­tir esca­lar expo­nen­cial­men­te el dine­ro de esta indus­tria. Con la irrup­ción de la IAG y sus cajas negras en for­ma de LLM (Gran­des Mode­los Lin­güís­ti­cos), el nego­cio de la músi­ca onli­ne se vuel­ve aún más opa­co. Tén­ga­se en cuen­ta que para muchos que usan redes socia­les, las Apps y Spo­tify son hoy sinó­ni­mos de músi­ca.

Den­tro del mun­do pro­fe­sio­nal de la músi­ca, hay quien pien­sa en los afi­cio­na­dos y en qué va a pasar con ellos y con el futu­ro de la músi­ca si es digi­tal y pasa­da por la IA. Y defien­den que es más nece­sa­rio que nun­ca man­te­ner «el acce­so uni­ver­sal a la músi­ca». Algo esen­cial, por­que pue­den ser muy preo­cu­pan­tes las con­se­cuen­cias cul­tu­ra­les de retor­cer algo­rít­mi­ca­men­te su pro­duc­ción y difu­sión. Y, muy per­ju­di­cial a lar­go pla­zo será con segu­ri­dad que se per­mi­tan que, con los nue­vos méto­dos digi­ta­les, las pla­ta­for­mas de strea­ming, extrai­gan miles de millo­nes de datos y meta­da­tos de oyen­tes / espec­ta­do­res para maxi­mi­zar bene­fi­cios sin impor­tar nada más, ade­más de pro­du­cir fór­mu­las musi­ca­les algo­rít­mi­cas a cual­quier pre­cio y sin nue­vas reglas, como ellas pre­ten­den. Es impro­ba­ble que la audien­cia se resis­ta a cier­tos sucios mane­jos musi­ca­les con algo­rit­mos, si el usua­rio de las redes socia­les, como pare­ce, igno­ra todo esto o le da igual.

Los músi­cos fan­tas­ma de Spo­tify y sus lis­tas de repro­duc­ción

Ade­más de su libro, la cita­da Liz Pelly publi­ca en el núme­ro de enero de 2025 de Har­pers Maga­zi­ne un con­tun­den­te artícu­lo titu­la­do “Los fan­tas­mas en la máqui­na. El com­plot de Spo­tify con­tra los músi­cos”, como anti­ci­po de su volu­men. Pelly comien­za el tex­to rela­tan­do cómo ya hace un tiem­po, «…el pro­pie­ta­rio de un sello dis­co­grá­fi­co inde­pen­dien­te de Nue­va York me escri­bió para infor­mar­me de un mis­te­rio­so fenó­meno que esta­ba en el aire, y que preo­cu­pa­ba cada vez más a la esce­na musi­cal inde­pen­dien­te. Se rumo­rea­ba que Spo­tify esta­ba lle­nan­do sus lis­tas de repro­duc­ción más popu­la­res con músi­ca de archi­vo atri­bui­da a músi­cos pseu­dó­ni­mos –varia­ble­men­te deno­mi­na­dos artis­tas fan­tas­ma o fal­sos–, pre­su­mi­ble­men­te, como par­te de un esfuer­zo por redu­cir sus pagos por dere­chos de autor. Algu­nos, –seña­la–, inclu­so espe­cu­la­ron con la posi­bi­li­dad de que Spo­tify estu­vie­ra fabri­can­do las can­cio­nes». Obvia­men­te los gran­des mode­los LLM de IA que comen­za­ron como sis­te­mas gene­ra­ti­vos de tex­­to-a-tex­­to y de tex­­to-a-códi­­go de soft­wa­re; lue­go die­ron paso des­pués a los de tex­­to-a-vídeo como Sora que aca­ba de lan­zar el mes pasa­do Open AI; y de ahí, obvia­men­te, a que ya se estén usan­do gran­des mode­los lin­güís­ti­cos de tex­­to-a-músi­­ca. Es decir, había sos­pe­chas fun­da­das de que Spo­tify esta­ba gene­ran­do can­cio­nes sin autor real lo cual está resul­tan­do ser una idea, como la pun­ta de un ice­berg.

Pare­cen con­fir­mar­se las tem­pra­nas acu­sa­cio­nes de Vul­tu­re de que Spo­tify esta­ba lle­nan­do algu­nas de sus popu­la­res y más rela­jan­tes lis­tas de repro­duc­ción –músi­ca «jazz», «chill-out» y «piano tran­qui­lo»–, con ofer­tas muy bara­tas de fake artists (fal­sos artis­tas) inven­ta­dos por la empre­sa. Ante estas crí­ti­cas, la reac­ción de la empre­sa no se hizo espe­rar y en línea con su típi­co mar­ke­ting, un por­ta­voz ofi­cial de Spo­tify, decla­ró a la pren­sa musi­cal urbi et orbi que dichas infor­ma­cio­nes eran «rotun­da­men­te fal­sas, y pun­to. Y que la empre­sa no esta­ba crean­do can­cio­nes de artis­tas fal­sos». Pero, –refle­xio­na Pelly– «aun­que Spo­tify no las haya crea­do, no ha nega­do que las haya aña­di­do a sus lis­tas de repro­duc­ción». ¡Ah!, vaya.

La polé­mi­ca ha ido cre­cien­do más y más, y otros medios van apor­tan­do prue­bas. Por ejem­plo, NPR, –un impor­tan­te medio tec­no­ló­gi­co de EE.UU.–, y el bri­tá­ni­co The Guar­dian, deci­die­ron inves­ti­gar. Sus perio­dis­tas ana­li­za­ron la músi­ca de cier­tos artis­tas que, sos­pe­cha­ban, podían ser fal­sos, y espe­cu­la­ron sobre cómo era posi­ble que hayan lle­ga­do a ser tan popu­la­res en Spo­tify. Por su par­te, poco antes, el escri­tor musi­cal David Tur­ner publi­có que había uti­li­za­do datos ana­lí­ti­cos para ilus­trar cómo en la lis­ta de repro­duc­ción «Ambient Chill» de Spo­tify habían sido eli­mi­na­dos en gran medi­da artis­tas muy cono­ci­dos como Brian Eno, Bibio o Jon Hop­kins, y su músi­ca sus­ti­tui­da por can­cio­nes de Epi­de­mic Sound, una empre­sa sue­ca que ofre­ce una biblio­te­ca de músi­ca de pro­duc­ción por sus­crip­ción, es decir, el tipo de mate­rial de archi­vo que se uti­li­za a menu­do como fon­do de anun­cios, pro­gra­mas de TV y con­te­ni­do de vídeo mis­ce­lá­neo.

Con toda esta infor­ma­ción de con­tex­to acu­mu­la­da en base estas cer­te­zas en su libro, Liz Pelly, se inte­rro­ga a sí mis­ma: «Sabía­mos que los artis­tas fan­tas­ma esta­ban vin­cu­la­dos a cier­tas pro­duc­to­ras y que pro­du­cían un núme­ro desor­bi­ta­do de can­cio­nes, pero ¿cuál era su rela­ción con Spo­tify?». Tenaz, la inves­ti­ga­ción de Pelly con­ti­nuó. Via­jó a Sue­cia y habló con anti­guos emplea­dos. Revi­só regis­tros inter­nos de Spo­tify; y men­sa­jes de Slack de la empre­sa. Incan­sa­ble, con­ver­só y se escri­bió con muchos músi­cos. Y, final­men­te, dio en el cla­vo y des­cu­brió que la empre­sa Spo­tify había desa­rro­lla­do un com­ple­jo pro­yec­to interno. ¡Bin­go! Des­cu­brió que Spo­tify, –como le con­tó un anti­guo emplea­do sin­ce­ro–, «tie­nen un nue­vo méto­do que pro­por­cio­na a Spo­tify «músi­ca de la que se bene­fi­cian mucho eco­nó­mi­ca­men­te». Y no solo eso, ade­más, tam­bién exis­ten equi­pos de emplea­dos tra­ba­jan­do en incluir estas can­cio­nes arti­fi­cia­les en las lis­tas de repro­duc­ción de la pla­ta­for­ma para incre­men­tar su por­cen­ta­je en los strea­ming tota­les de músi­ca, algo mucho más bara­to para la pla­ta­for­ma.

El Per­fect Fit Con­tent / Con­te­ni­do de Ajus­te Per­fec­to (PFC) 

Ese pro­gra­ma interno que encon­tró, –como cuen­ta en su libro–, tie­ne un nom­bre. Se lla­ma Per­fect Fit Con­tent (PFC), que tra­du­ci­do sig­ni­fi­ca, nada menos que «Con­te­ni­do de Ajus­te Per­fec­to (PFC)». El pro­gra­ma se ha vuel­to cen­tral en la acti­vi­dad rela­cio­na­da con las lis­tas de repro­duc­ción de músi­ca en la pla­ta­for­ma Spo­tify.

Una cosa muy intere­san­te es lo que le des­cri­bió una fuen­te cer­ca­na a la empre­sa, sobre com­por­ta­mien­tos en la escu­cha del strea­ming de gran can­ti­dad de usua­rios de redes socia­les. Inves­ti­ga­cio­nes inter­nas de Spo­tify mos­tra­ron que gran­des masas de usua­rios en la red no acu­den a la pla­ta­for­ma para escu­char artis­tas o álbu­mes con­cre­tos como, en gene­ral, cree­mos. Lo sor­pren­den­te es que, en un núme­ro ines­pe­ra­da­men­te alto, muchos usua­rios entran en la App de Spo­tify no para bus­car una can­ción o músi­ca de un artis­ta con­cre­to pre­fe­ri­do, sino sólo por­que nece­si­tan algo que les sir­va de ban­da sono­ra vital para su día o noche, sin más. Algo, –de ahí su éxi­to–, que usan como lis­tas de repro­duc­ción de soni­do de fon­do para, con­du­cir, estu­diar o qui­zá de fon­do en una cena.

Los inves­ti­ga­do­res de la empre­sa, según Pelly, se die­ron cuen­ta que, muchas per­so­nas bus­can hoy entor­nos de escu­cha rela­ja­da, algo como el strea­ming de músi­ca de segun­do plano, –tal vez por­que si se hace el silen­cio ocu­rre de inme­dia­to, que el cere­bro acti­va su dicho­sa manía de poner­se a pen­sar; algo, al pare­cer, incó­mo­do hoy para muchos y muchas–. Y esto con­tri­bu­ye a pro­pi­ciar que muchos oyen­tes, en su mayo­ría poco exi­gen­tes, ni siquie­ra sean cons­cien­tes de qué can­ción sue­na o qué artis­ta están escu­chan­do. Como resul­ta­do, una idea se abrió camino en la empre­sa. ¿Para qué pagar dere­chos de autor si los usua­rios sólo escu­cha­ban a medias? Pro­ba­ble­men­te, fue este razo­na­mien­to y visión el que pro­pi­ció que se desa­rro­lla­se el pro­gra­ma Per­fect Fit Con­tent (PFC). Aquí hago yo una sal­ve­dad. Esto lo plan­tea Spo­tify como algo que suce­de, y no como algo que ellos, en reali­dad, han pro­vo­ca­do algo­rít­mi­ca­men­te, cosa que tam­bién podría ocu­rrir.

Vol­vien­do a la his­to­ria del PFC. Al menos, tras un año de prue­bas pilo­to, la ver­sión beta del PFC se pre­sen­tó a los edi­to­res de Spo­tify en 2017 como una de las gran­des apues­tas de la com­pa­ñía para gene­rar más ren­ta­bi­li­dad. Seña­la Pelly que, según un ex-emplea­­do de la empre­sa, solo unos meses des­pués, apa­re­ció una nue­va colum­na en la inter­faz del gran cua­dro de man­dos que los edi­to­res de Spo­tify usan para super­vi­sar las lis­tas de repro­duc­ción inter­nas. Esa inter­faz es don­de los edi­to­res pue­den ver en tiem­po real diver­sas esta­dís­ti­cas: repro­duc­cio­nes, los ‘me gus­ta’, las métri­cas de omi­sión, las ver­sio­nes guar­da­das, etc. De esa mane­ra, los edi­to­res inter­nos pue­den super­vi­sar el mayor o menor éxi­to de cada lis­ta de repro­duc­ción. Inter­na­men­te, ya se ali­nean algo­rít­mi­ca­men­te a deter­mi­na­das pie­zas de una lis­ta, que se des­cri­bía como el cita­do PFC o «Con­te­ni­do de Ajus­te Per­fec­to», o como cier­ta «músi­ca encar­ga­da para enca­jar en una deter­mi­na­da lis­ta de reproducción/modo con már­ge­nes eco­nó­mi­cos mejo­ra­dos». La reper­cu­sión de estos méto­dos se está exten­dien­do. Cada vez hay más infor­ma­ción al res­pec­to que con­fir­ma esto que supo­ne una algo­rit­mi­za­ción pre­dic­ti­va a gran esca­la.

No solo los afi­cio­na­dos, cuan­do los músi­cos en ejer­ci­cio se ente­ran de cómo fun­cio­na esta PFC algo­rít­mi­co, tam­bién se preo­cu­pan y alar­man pro­fun­da­men­te, por­que algu­nos de ellos se enfren­tan a la posi­bi­li­dad de per­der unos ingre­sos cru­cia­les si sus can­cio­nes no se inclu­yen en las lis­tas de repro­duc­ción, o se sus­ti­tu­yen por el Con­te­ni­do PFC. En algu­nos casos, por cues­tio­nes cre­ma­tís­ti­cas, los hay que gra­ban ellos mis­mos la músi­ca PFC y, a con­se­cuen­cia de cómo fun­cio­na el PFC, fre­cuen­te­men­te, deben renun­ciar al con­trol de cier­tos dere­chos de autor por los que, si un tema aca­ba­ra hacién­do­se muy popu­lar, podrían ser muy lucra­ti­vos para ellos. Recor­de­mos que hace más o menos una déca­da, el ser­vi­cio de strea­ming de Spo­tify se pre­sen­ta­ba cla­ra­men­te como «una pla­ta­for­ma neu­tral, carac­te­ri­za­da como una meri­to­cra­cia ‘basa­da en datos’que esta­ba rees­cri­bien­do las reglas del nego­cio de la músi­ca con sus lis­tas de repro­duc­ción y algo­rit­mos». Hoy con la inten­si­fi­ca­ción del uso de la IA Gene­ra­ti­va, esa algo­rít­mi­ca, en reali­dad, como dijo Tim O’Reilly, se está usan­do para comer­ciar «con­tra los artis­tas». El uso de gran­des Mode­los Lin­güís­ti­cos LLM de tex­­to-a-músi­­ca, es decir de la IA Gene­ra­ti­va com­bi­na­da con apli­ca­cio­nes de gene­ra­ción digi­tal de músi­ca, pue­de ser, por su alcan­ce, más dis­rup­ti­vo para artis­tas, auto­res de músi­ca e intér­pre­tes que cual­quie­ra de las herra­mien­tas digi­ta­les ante­rio­res, ya que pue­de lle­va a auto­ma­ti­zar (eufe­mis­mo de sus­ti­tuir) a músi­cos y com­po­si­to­res de músi­ca. En resu­men, sig­ni­fi­ca dis­mi­nuir el con­trol de con­te­ni­dos musi­ca­les por par­te de los crea­do­res, usua­rios, oyen­tes y, a cam­bio, aumen­tar enor­me­men­te el poder de la pla­ta­for­ma para que el uso de la músi­ca se plie­gue a sus intere­ses, e implan­tar así oli­go­po­lios musi­ca­les glo­ba­les que gobier­nen de fac­to el uso de la músi­ca en la vida de la gen­te median­te algo­rit­mos e IA. ¿Vamos a con­for­mar­nos con ello? Espe­ro que no. El uso de la músi­ca en la vida de la gen­te, no debe­ría ser deter­mi­nis­ta.

Vis­to des­de el lado de quie­nes escu­cha­mos y nos gus­ta la músi­ca des­de siem­pre, lo des­cu­bier­to en la inves­ti­ga­ción que rela­ta valien­te­men­te el libro de Liz Pelly,  tam­bién plan­tea preo­cu­pan­tes cues­tio­nes sobre cómo vamos a enten­der crear y escu­char músi­ca a par­tir de aho­ra. Se vis­lum­bra una ima­gen de un futu­ro en el que –a medi­da que los ser­vi­cios de strea­ming rele­gan la músi­ca a un segun­do plano y nor­ma­li­zan el relleno anó­ni­mo y de bajo cos­te de las lis­tas de repro­duc­ción–, como ase­gu­ra Liz Pelly, «la rela­ción entre el oyen­te y el artis­ta podría rom­per­se por com­ple­to». Oja­lá su libro sea el revul­si­vo de los que los aman­tes de la músi­ca huma­na nece­si­ta­mos.

El alu­ci­nan­te mun­do de gene­ra­ción de con­te­ni­dos musi­ca­les en las pla­ta­for­mas

Como afi­cio­na­do a toda la músi­ca, me preo­cu­pa, en qué direc­ción social va todo esto, y qué va ser del «acce­so uni­ver­sal a la músi­ca», y de los artis­tas que quie­ren dedi­car­se a la músi­ca y vivir de ello. Esto me intere­sa mucho más que las cues­tio­nes cre­ma­tís­ti­cas y mode­los de nego­cio de las pla­ta­for­mas que quie­ren con­ver­tir­se en una indus­tria musi­cal com­ple­ta­men­te extrac­ti­va median­te algo­rit­mos e IA Gene­ra­ti­va.

Vien­do lo que pasa, lo que se vis­lum­bra no pare­ce muy hala­güe­ño ya que la acti­vi­dad de cier­tos pio­ne­ros en comer­cia­li­zar masi­va­men­te la músi­ca gene­ra­da en lugar de com­pues­ta e inter­pre­ta­da, no es muy tran­qui­li­za­do­ra. Voy a poner como ejem­plo a Matt Far­ley, alguien que se auto-con­­si­­de­­ra crea­dor musi­cal y, dice, que vive de la músi­ca que él «gene­ra», pero al que no se le pasa por la cabe­za de nin­gu­na mane­ra salir él, o cual­quier otro, a un esce­na­rio a inter­pre­tar­la. Solo pien­sa en gene­rar­la con sus tru­cos digi­ta­les y subir­la a la red, y que los algo­rit­mos y el com­por­ta­mien­to de la gen­te conec­ta­da hagan el res­to y le inyec­ten dóla­res a su cuen­ta ban­ca­ria.

No he sabi­do de la exis­ten­cia de este «músi­co», por algu­na de sus 24.000 «can­cio­nes», de las que no he escu­cha­do nin­gu­na, sino por la alu­ci­na­da des­crip­ción de su uni­ver­so per­so­nal que des­cri­be en una entre­vis­ta el cono­ci­do perio­dis­ta Brett Mar­tin, cola­bo­ra­dor de la revis­ta del New York Times. Mar­tin se des­pla­zó has­ta Dan­vers en la cos­ta nor­te de Mas­sa­chu­setts, por­que el tal Far­lay inclu­yó su nom­bre hace once años en una can­ción que titu­ló Brett Mar­tin, You a Nice Man, Yes (Brett Mar­tin, Eres un Buen Hom­bre. Sí). No está cla­ro por­que inclu­yó este nom­bre, –hay muchos nor­te­ame­ri­ca­nos con igual nom­bre–. El caso es que el repor­te­ro, once años des­pués de que se subie­ra la can­ción a Spo­tify tro­pe­zó con ella y la tomó, según sus pro­pias pala­bras, como «un men­sa­je en una bote­lla que se meció duran­te años en los mares digi­ta­les». El perio­dis­ta con­fie­sa que cre­yó que él mis­mo era el buen hom­bre del títu­lo, al tro­pe­zar con ella en la red y «escu­char un minu­to y 19 segun­dos» de esa can­ción el verano pasa­do, 11 años des­pués de que la subie­ra a la pla­ta­for­ma un artis­ta acre­di­ta­do como un tal Papa Raz­zi and the Pho­togs, inclu­yen­do un men­sa­je con núme­ro de telé­fono, que cre­yó iba diri­gi­do a él.

No hay espa­cio para rela­tar aquí todas las impre­sio­nes pero, sí algu­nos de los datos que pue­den ilus­trar al lec­tor sobre la idea de cómo es y cómo vive de la músi­ca algo­rít­mi­ca en las pla­ta­for­mas, un pro­fe­sio­nal de ello.

El perio­dis­ta via­jó has­ta la casa de Far­lay en Dan­vers. Al abrir­le la puer­ta, le exten­dió la mano dicién­do­le: «Soy Brett Mar­tin. Sien­to haber tar­da­do tan­to en lla­mar». El perio­dis­ta se dio cuen­ta de repen­te de la mag­ni­tud de aque­llo en lo que se había meti­do y de que «El hom­bre no tenía ni idea de quién era yo». La res­pues­ta de Far­lay ya le ade­lan­tó con qué per­so­na­je se encon­tra­ba. «Tie­ne que enten­der­lo», –le dijo, Far­lay disculpándose–…He escri­to más de 24.000 can­cio­nes. Ayer escri­bí 50 can­cio­nes».

Pues bien, el perio­dis­ta fue des­cu­brien­do asom­bra­do, más y más cosas: el nom­bre de autor que figu­ra en Spo­tify como quien la subió a Spo­tify, Raz­zi and the Pho­togs, solo es uno de los más de ochen­ta 80 seu­dó­ni­mos que uti­li­za Far­ley para publi­car su músi­ca en las pla­ta­for­mas. Pron­to supo que Matt Far­ley ha lan­za­do miles y miles de can­cio­nes con el obje­ti­vo de pro­du­cir un resul­ta­do que coin­ci­da con casi cual­quier cosa que a alguien se le ocu­rra bus­car en la red. Y que tie­ne subi­das a Spo­tify, por ejem­plo, 600 can­cio­nes en las que invi­ta a chi­cas de dis­tin­tos nom­bres al bai­le de gra­dua­ción y otras 500 que son pro­pues­tas de matri­mo­nio. Tam­bién tie­ne álbu­mes de dis­cul­pas muy espe­cí­fi­cas; álbu­mes dedi­ca­dos a los equi­pos depor­ti­vos de cada ciu­dad con equi­po depor­ti­vo; cien­tos de can­cio­nes sobre ani­ma­les, tra­ba­jos, del tiem­po, o mue­bles; inclu­so temas de una ban­da que se lla­ma El tipo que can­ta tu nom­bre una y otra vez.

Far­ley tam­bién tie­ne, ade­más, muchí­si­mas can­cio­nes sobre ir al baño. Si tie­nes un hijo menor de 10 años con acce­so a Inter­net, –dice Mar­tin– es pro­ba­ble que conoz­ca par­te de su obra. A menos las que él deno­mi­na colec­ti­va­men­te sus «can­cio­nes sobre la caca» se publi­can prin­ci­pal­men­te bajo auto­ría de dos nom­bres: Toi­let Bowl Clea­ners y Odd Man Who Sings About Poop, Puke and Pee. Pero no tie­ne en cuen­tas solo Spo­tify. Mar­tin, el perio­dis­ta, rela­ta alu­ci­na­do que «la intro­duc­ción de sis­te­mas como Ale­xa que se acti­van por voz abrió a Far­ley un mer­ca­do has­ta enton­ces des­aten­di­do, el de los que no quie­ren teclear. En par­ti­cu­lar, el de los afi­cio­na­dos a gri­tar al orde­na­dor o a Ale­xa cosas como «¡me cago en las uñas! de Toi­let Bowl Clea­ners, una pie­za que actual­men­te tie­ne más de 4,4 millo­nes de repro­duc­cio­nes solo en Spo­tify. Has­ta la fecha, con esa «ban­da» y el Odd Man Who Sings About Poop, Puke and Pee (El extra­ño hom­bre que can­ta sobre caca, vómi­to y pis), Far­ley han obte­ni­do en con­jun­to unos 469.000 dóla­res en varias pla­ta­for­mas».

Matt Far­ley, este gene­ra­dor de can­cio­nes, –no me atre­vo a lla­mar­lo músi­co–­, reci­be dine­ro por dere­chos de incon­ta­bles can­cio­nes que sube a las pla­ta­for­mas digi­ta­les con múl­ti­ples nom­bres de autor dis­tin­tos. Decla­ra que, has­ta aho­ra, con el Papa Raz­zi and the Pho­togs ha gana­do 41.000 dóla­res; con el de Best Birth­day Song Band Ever, 38.000 dóla­res; como el autor que él deno­mi­nó en la pla­ta­for­ma como la ban­da cita­da, El tipo que can­ta tu nom­bre una y otra vez, ha gana­do por aho­ra, 80.000 dóla­res. Y con doce­nas de otros nom­bres ha reci­bi­do cifras de dos, tres o cua­tro dígi­tos de dóla­res. Y, algo pare­ci­do «con nom­bres como el Crí­ti­co de Cine Can­tan­te, el Gran Can­tan­te del Tiem­po, el Gue­rre­ro de la Can­ción Para­nor­mal, los Motern Media Holi­day Sin­gers, que inter­pre­tan 70 ver­sio­nes de We Wish You a Merry Christ­mas, sus­ti­tu­yen­do el pud­ding de higos por ali­men­tos con­tem­po­rá­neos,  con las que acu­mu­la diver­sas can­ti­da­des de dóla­res». Que se sepa, Far­ley, aun­que tam­bién ejer­ce otras acti­vi­da­des crea­ti­vas, nun­ca ha inter­pre­ta­do músi­ca ante el públi­co, pero pare­ce que él se con­si­de­ra a sí mis­mo un crea­dor musi­cal.

El alu­ci­na­do rela­to de Mar­tin entra en las opi­nio­nes del entre­vis­ta­do sobre su for­ma de con­ce­bir su acti­vi­dad gene­ra­do­ra de con­te­ni­do –no le lla­ma músi­ca–. Para Far­ley, la crea­ti­vi­dad siem­pre ha sido un asun­to de volu­men. Y el perio­dis­ta con­fie­sa: «yo era cons­cien­te, por supues­to, de que, en cier­to modo, me habían enga­ña­do, y de que yo era el úni­co pece­ci­llo lo bas­tan­te vani­do­so como para que­dar atra­pa­do en la red de arras­tre de Far­ley. Me dejó un poco para­noi­co». Com­par­to la refle­xión del perio­dis­ta tras su encuen­tro, sobre la for­ma de comer­ciar sus crea­cio­nes de Far­ley. Rela­ta: «…inclu­so tras el recien­te anun­cio de Spo­tify de que deja­ría de pagar dere­chos por las can­cio­nes que gene­ra­ran menos de mil streams, Far­ley sabe que su mode­lo de nego­cio se basa en el volu­men de su pro­duc­ción. Y lo mis­mo ocu­rre con su mode­lo artís­ti­co. Sea cual sea el dudo­so valor de cual­quier can­ción indi­vi­dual en el uni­ver­so Far­ley, es como par­te de un enor­me cor­pus de con­jun­to, con el que él adquie­re poder. Esto es espe­cial­men­te cier­to si se tie­ne en cuen­ta que una IA Gene­ra­ti­va podría pro­du­cir 24.000 can­cio­nes, –toda la obra de Far­ley–, en apro­xi­ma­da­men­te, un día».

«Far­ley, –rela­ta el perio­dis­ta–, me ense­ñó un cua­derno ver­de de espi­ral en el que regis­tra meticu­losa­men­te su pro­duc­ción e ingre­sos. De Spo­tify, gana apro­xi­ma­da­men­te un ter­cio de cén­ti­mo por trans­mi­sión; Ama­zon y Apple pagan algo más, de media, entre un ter­cio y tres cuar­tos de cén­ti­mo de dólar. Tik­Tok, en cam­bio, paga a los músi­cos por el núme­ro de vídeos que inclu­yen sus can­cio­nes, –y, por tan­to, es inmu­ne a la estra­te­gia de Far­ley–; cuan­do Kris y Kylie Jen­ner gra­ba­ron un vídeo para Tik Tok bai­lan­do la can­ción de Far­ley sobre Kris, millo­nes de per­so­nas lo vie­ron, pero Far­ley ganó menos de un cén­ti­mo de dólar con ello».

El repor­te­ro con­fie­sa que, sobre todo, inten­ta­ba ave­ri­guar si Far­ley sería un buen o un mal tipo. E inten­ta­ba res­pon­der a las pre­gun­tas: ¿Repre­sen­ta­ba su acti­vi­dad un ejem­plo de si sería así de inevi­ta­ble el pro­duc­to final cíni­co de la cul­tu­ra musi­cal cayen­do en las garras de las pla­ta­for­mas algo­rít­mi­cas? ¿O Far­ley solo sería un exó­ti­co efec­to secun­da­rio? ¿O, era su tra­ba­jo sim­ple­men­te spam o una espe­cie de arte outsi­der?

Com­par­to la intri­ga de Mar­tin sobre las res­pues­tas a estas pre­gun­tas. Como sabe­mos, se ha inver­ti­do mucha ener­gía por mucha gen­te en inten­tar des­ci­frar los algo­rit­mos de reco­men­da­ción que pue­den hacer triun­far o fra­ca­sar una can­ción en Spo­tify y otros ser­vi­cios de strea­ming. Nume­ro­sos cur­sos sobre IA ofre­ci­dos por dis­tri­bui­do­res y edi­to­ria­les, cen­tros de ense­ñan­za, etc., pro­me­ten nave­gar por el labe­rin­to de inputs –inclu­sión en lis­tas de repro­duc­ción, pro­ce­sa­mien­to del len­gua­je natu­ral, dura­ción media de las escu­chas, aten­ción de los influen­cers–, todas ellas mag­ni­tu­des fácil­men­te fal­sea­bles. Y se habla de métri­cas de «acús­ti­ca», «locua­ci­dad» y «bai­la­bi­li­dad»-, que pue­de que colo­quen una can­ción con­cre­ta en las lis­tas de repro­duc­ción reco­men­da­das a millo­nes de usua­rios. Y hoy, mucha mucha gen­te conec­ta­da cree hoy que, si le pre­gun­tan cómo hacer eso al Chat GPT –o a sus pri­­mos-her­­ma­­nos–, se lo dirá.

Algu­nas últi­mas pre­gun­tas son… ¿Qué deci­den hoy de ver­dad los millo­nes de usua­rios de pla­ta­for­mas como Spo­tify? ¿Los usua­rios ‘reco­mien­dan’ deter­mi­na­da músi­ca, o son los algo­rit­mos de sis­te­mas de reco­men­da­ción los que, usan­do en vano su nom­bre de usua­rio, dis­fra­zan de reco­men­da­cio­nes per­so­na­les lo que son fru­to de estra­te­gias algo­rít­mi­cas encu­bier­tas? Hay muchas incóg­ni­tas sobre los gra­dos de liber­tad reales que los afi­cio­na­dos musi­ca­les conec­ta­dos a las pla­ta­for­mas tie­nen de ver­dad; y sobre si saben lo que desean, lo que les gus­ta, o sobre si lo que pien­san sobre la músi­ca es resul­ta­do de su motor inte­rior, o es fru­to de una mani­pu­la­ción exte­rior que mode­la en reali­dad su con­duc­ta en rela­ción a la músi­ca.

Todo esto, sea lo que sea aque­llo en que se con­vier­tan por impul­so de la IA Gene­ra­ti­va sitios de inter­net como Spo­tify, no pare­ce mos­trar que la acción de los algo­rit­mos de la IA vaya en direc­ción a favo­re­cer e incre­men­tar liber­tad men­tal y de deci­sión de las per­so­nas afi­cio­na­das a la músi­ca, sino hacia re-mode­­la­r­­la, retor­cer­la y cam­biar­la y, por supues­to, mani­pu­lar­les. A pesar de ello, me nie­go a dar por bue­na esa afir­ma­ción de Dou­glas Coupland de que el ser humano de hoy no está pre­pa­ra­do para pen­sar por sí mis­mo. Yo creo en cam­bio que lo está, pero ha de con­se­guir hacer­lo.

Un últi­mo ejem­plo de los espa­bi­la­dos de las nue­vas tec­no­lo­gías de IA Gene­ra­ti­va sobre músi­ca y las nue­vas modas sobre cómo se debe crear músi­ca es el Mikey Shul­man, fun­da­dor de la empre­sa gene­ra­do­ra de músi­ca por IA Suno AI, que afir­ma que «a la gen­te ya no le gus­ta hacer músi­ca». Pare­ce que a él la belle­za o la emo­ción que pro­por­cio­na la músi­ca le trae sin cui­da­do y lo que impor­ta, en cam­bio, es la pro­duc­ti­vi­dad. Decla­ra que fun­da­ron su empre­sa Suno AI para «que a los crea­do­res actua­les fue­ran un 10% más rápi­dos, o que crear músi­ca fue­ra un 10% más fácil». Y su opi­nión sobre com­po­si­to­res y músi­cos es que «no se lo pasan bien, por­que aho­ra no se dis­fru­ta hacien­do músi­ca». La cau­sa, según él, es que «se nece­si­ta mucho tiem­po, y mucha prác­ti­ca por­que hay que domi­nar un ins­tru­men­to o un pro­gra­ma de pro­duc­ción». Eso de prac­ti­car mucho para domi­nar un ins­tru­men­to musi­cal, le pare­ce algo anti­guo.

El soft­wa­re de su empre­sa Suno AI fun­cio­na como otras herra­mien­tas de IA Gene­ra­ti­va, per­mi­tien­do al usua­rio gene­rar músi­ca a par­tir de intro­du­cir­le órde­nes de tex­to, que des­cri­ban el tipo de músi­ca que se quie­ra escu­char. Resul­ta que, como muchas otras herra­mien­tas de IA Gene­ra­ti­va, el soft­wa­re de Suno fue entre­na­do con mon­to­nes de músi­cas pro­te­gi­das por dere­chos de autor que se intro­du­jo en su con­jun­to de datos de entre­na­mien­to sin con­sen­ti­mien­to de los auto­res, una prác­ti­ca por la que Suno ha sido deman­da­da por la indus­tria dis­co­grá­fi­ca. En una entre­vis­ta, Shul­man dice que «le decep­cio­na que la indus­tria dis­co­grá­fi­ca deman­de a su empre­sa, por­que cree que Suno AI y otros gene­ra­do­res musi­ca­les de IA simi­la­res per­mi­ti­rán, que más gen­te haga y dis­fru­te la músi­ca, lo que hará cre­cer la audien­cia y la indus­tria, bene­fi­cian­do a todos». Sí, cla­ro, sobre todo, a empre­sas de músi­cas bas­tar­das como la suya.

Lle­va­do eso al tema de los gus­tos ori­gi­na­rios e indi­vi­dua­les sobre la músi­ca, que haga­mos bue­na músi­ca no pare­ce, pre­ci­sa­men­te, el obje­ti­vo final de tin­gla­dos como Spo­tify o Suno AI que sim­ple­men­te inten­tan mone­ti­zar­la y con­se­guir dóla­res con nues­tra aten­ción (el pro­duc­to somos noso­tros), a toda cos­ta. Espe­ro que los músi­cos autén­ti­cos y voca­cio­na­les, apren­dan sobre la IA, sepan usar­la hon­ra­da­men­te para crear su pro­pia  músi­ca y, al tiem­po, pue­dan defen­der­se a ellos mis­mos y a sus crea­cio­nes, en el cur­so de esta enor­me tem­pes­tad algo­rít­mi­ca en la que esta­mos entran­do, y con­si­gan man­te­ner su liber­tad crea­ti­va y sus dere­chos a sal­vo. Con­vi­vir con el poder que otor­ga la IA Gene­ra­ti­va con­cen­tra­da en manos de unas pocas pla­ta­for­mas, fácil no va a ser.

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