Hubo un tiempo en que las ferias comerciales, las llamadas ferias de muestras, lo fueron todo. Cuando surgieron, a caballo de los siglos XIX y XX, como un formato más asequible que el de las Exposiciones Universales, las ferias resultaron importantísimas para el desarrollo comercial. A finales de los años 50 y durante los 60 del pasado siglo, recobraron su decisivo papel, hasta el punto que las grandes ciudades europeas se distinguían por poseer una feria de muestras como mínimo. Valencia, apostó por ese modelo y durante años se amoldó al tirón de sus sectores industriales –juguete, mueble, cerámica, textil…– para dinamizar su oferta ferial y, con ella, todos los sectores dedicados a la hospitalidad que se puedem beneficiar de ello. Y así transcurrió, durante un tiempo feliz, en el que hoteleros, restauradores y hasta empresas de azafatas y taxistas se beneficiaban del carácter ferial de Valencia. Luego vino un proyecto mastodóntico basado en el dichoso cemento y ahora nos damos perfecta cuenta que ese recinto es excesivo.
Son varios los certámenes que han desaparecido estos últimos años, y algunos, como el caso de Fimi, se han visto obligados a emigrar. Ahora estamos en febrero, y una constelación de antiguas ferias singulares se unifican para intentar generar un certamen más atractivo: Cevisama se asocia a Maderalia y a Hábitat –el antiguo mueble que ya se reinventó– que viene de la mano de Textilhogar y la iluminación. Un conglomerado ante una oportunidad de reordenamiento para sus ferias. La apuesta es osada y esperamos su éxito, pero con independencia de ello, bueno será reflexionar en si el modelo ferial tiene ya sentido en plena era digital. José Vicente González, el nuevo responsable de Feria Valencia tiene ante sí el reto.
Hubo un tiempo en que las ferias comerciales, las llamadas ferias de muestras, lo fueron todo. Cuando surgieron, a caballo de los siglos XIX y XX, como un formato más asequible que el de las Exposiciones Universales, las ferias resultaron importantísimas para el desarrollo comercial. A finales de los años 50 y durante los 60 del pasado siglo, recobraron su decisivo papel, hasta el punto que las grandes ciudades europeas se distinguían por poseer una feria de muestras como mínimo. Valencia, apostó por ese modelo y durante años se amoldó al tirón de sus sectores industriales –juguete, mueble, cerámica, textil…– para dinamizar su oferta ferial y, con ella, todos los sectores dedicados a la hospitalidad que se puedem beneficiar de ello. Y así transcurrió, durante un tiempo feliz, en el que hoteleros, restauradores y hasta empresas de azafatas y taxistas se beneficiaban del carácter ferial de Valencia. Luego vino un proyecto mastodóntico basado en el dichoso cemento y ahora nos damos perfecta cuenta que ese recinto es excesivo.
Son varios los certámenes que han desaparecido estos últimos años, y algunos, como el caso de Fimi, se han visto obligados a emigrar. Ahora estamos en febrero, y una constelación de antiguas ferias singulares se unifican para intentar generar un certamen más atractivo: Cevisama se asocia a Maderalia y a Hábitat –el antiguo mueble que ya se reinventó– que viene de la mano de Textilhogar y la iluminación. Un conglomerado ante una oportunidad de reordenamiento para sus ferias. La apuesta es osada y esperamos su éxito, pero con independencia de ello, bueno será reflexionar en si el modelo ferial tiene ya sentido en plena era digital. José Vicente González, el nuevo responsable de Feria Valencia tiene ante sí el reto.
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