La asociación Mamás en acción, que de manera altruista atiende, cuida y da amor a todo aquel niño que no dispone de la cercanía de una mamá o un papá durante su ingreso hospitalario, fue la entidad beneficiaria de la Gala de los X Premios Tendencias. Hablamos con Majo Gimeno, fundadora y presidenta de la asociación.
¿Cómo surgió la idea de Mamás en acción?
Todo comenzó cuando descubrí una realidad que me era totalmente ajena. Había un niño solito en el Hospital La Fe y me impactó muchísimo. Mi reacción fue preguntarle a la enferma que por qué estaba solo, a lo que ella me respondió que el niño no tenía papás, pero que no me preocupara porque al estar ingresa- do estaba en un entorno protegido. No conforme con su respuesta, pregunté si podía ir a hacerle compañía e inmediatamente me contestó que sí, que le indicara a qué colectivo pertenecía. Le dije que no pertenecía a ninguno, por lo que la enfermera me explicó que a título personal no podía ir. Mi siguiente cuestión fue: ¿a qué colectivo puedo unirme para hacer este tipo de acciones? A lo que ella me respondió que no existía ninguno. En aquel momento no me planteé montar una asociación, pero obviamente la situación me impactó tanto que comencé a contárselo a mis familiares y a mis conocidos, y mucha me gente me decía que si realmente creía que podía hacer algo por cambiar aquella situación, que le avisara. Fue entonces cuando reflexioné sobre el tema y creí firmemente que si nos uníamos, podríamos cambiar esta terrible situación.
¿Cómo recuerdas la primera labor de acompañamiento?
Recuerdo la primera labor con muchísimo cariño, porque tuvo un final feliz, aunque puedo afirmar que fue el más duro que hemos tenido hasta la fecha. Se trataba de un niño que había sufrido un maltrato muy grave. Vivimos varios meses de acompañamiento hospitalario, las veinticuatro horas del día con él, no le dejamos solo ni un segundo. Digo que fue el más duro porque normalmente en los acompañamientos no ves sufrimiento físico, gracias a la medicación que les proporciona el hospital, como mucho ves el sufrimiento emocional, que es donde podemos actuar –darles cariño, cobijarlos, mimarlos…– pero cuando existe dolor físico que ni la medicina es capaz de calmar, se sufre mucho.
¿Algún niño ha rechazado vuestra ayuda?
Claro. Los niños más mayores preguntan que por qué estamos allí, que quién nos paga por cuidarlos. No consiguen comprender que vamos porque queremos estar con ellos, porque queremos cuidarlos para que no estén solos. A ellos les choca mucho saber que, aun sin conocerlos, estamos a su lado. La palabra “me importas” les alucina. Tenemos muchas anécdotas, pero recordamos una con muchísimo cariño. Cuando el Aquarius atracó en el Puerto de Valencia, acompañamos a un chico que era casi mayor de edad. Él se mostraba reacio a aceptar nuestra ayuda, argumentando que acababa de cruzar medio mundo en barco. Estaba totalmente escandalizado, no entendía que siguiéramos allí con él. Sin embargo, cuando le dieron el alta, nos escribió una carta preciosa en la que nos decía que nunca jamás había sentido tanto cariño y que había experimentado lo que era tener una madre gracias a nuestro acompañamiento. La carta terminaba con un ¡Bendito barco que me ha hecho conocer lo que es el amor!
¿Cuántos voluntarios sois actualmente?
En Valencia ya somos más de setecientos, y en Madrid estamos en torno a los doscientos
¿Te gustaría que esta labor se expandiese a otras ciudades?
No tenemos un plan de expansión diseñado, pero sabemos que hay más de 43.000 niños en España que no tienen garantizado el servicio de acompañamiento hospitalario y, por supuesto, es lo único que nos mueve a seguir. Hemos habilitado una cuenta de correo electrónico en la que la gente que quiere llevar nuestra labor a sus ciudades escribe a [email protected], recogemos sus datos y valoramos las ciudades en función del volumen de voluntarios que tenemos.
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