Con el inicio del desconfinamiento, la ciudadanía está saliendo para volver a disfrutar de los parques y jardines urbanos, los cuales ahora mismo ofrecen un aspecto más natural o silvestre que nunca. Sergi Campillo, vicealcalde de València y concejal de áreas de claro signo medioambiental como Jardinería Sostenible, Conservación de Áreas Naturales y Devesa Albufera así como también de la Gestión de Residuos Urbanos, pone en valor la relevancia de los parques y jardines para nuestra salud, pero también para luchar contra el cambio climático y reclama “responsabilidad” al salir a ellos, para que no se repitan imágenes de masificaciones como las vistas durante los primeros días que se permitió salir con niños y niñas. Campillo asevera que esta crisis debe servirnos para ver que somos vulnerables ante la naturaleza, pero también para reconectar con ella, así como con lo local, con los productos de proximidad y con el trato humano hacia nuestros vecinos y vecinas. Él invita a redescubrir “paraísos cercanos” y da algunos ejemplos en la ciudad de València.
El ser humano se aparta un poco y los animales recuperan parte del espacio perdido en la naturaleza, pero también en pueblos y grandes ciudades como València. ¿Qué mensaje nos están mandando?
Más que un mensaje de la naturaleza, que suena un poco determinista, simplemente creo que la biodiversidad se expande conforme el ser humano se retrae. Con el confinamiento en ciudades y sobre todo en pueblos con zonas boscosas o naturales, algunos animales, los más valientes, al ver más quietud en el espacio urbano pueden adentrarse en él. En València se ve una diversidad importante de aves, pero hay también muchos factores que explican esto. Llevamos ya algunos años aplicando una jardinería municipal más natural, para fomentar la biodiversidad. Aumentar la cantidad de polinizadores conlleva un aumento de sus predadores, como son las aves insectívoras que encuentran un nicho adecuado en la ciudad.
¿Seremos capaces de escuchar estas señales y actuar en consecuencia?
Creo que de esta crisis debemos sacar una lección o conclusión clara, sobre todo en nuestras latitudes, en las sociedades industrializadas: Ésta es que seguimos siendo vulnerables ante la naturaleza. La última pandemia ocurrió hace cien años, la mal llamada gripe española, y tuvo una gran mortalidad en todo el mundo. No había habido una pandemia así desde entonces. El estado de bienestar en Europa occidental seguramente ha hecho creer a la población que somos invulnerables ante estos episodios por nuestros sistemas de salud, por los altos niveles de salubridad en la vía pública… Parecíamos inmunes ante estas epidemias que veíamos en África, como los brotes del virus del ébola u otros que se daban en países con sistemas de salud pocos desarrollados. Pero ahora vemos que somos vulnerables, que estamos conectados con la naturaleza. Estamos dentro de ella y, por tanto, somos susceptibles de padecer estos fenómenos y debemos actuar en consecuencia. Esta es una crisis a partir de un patógeno que se podría repetir; por azar otro virus podría saltar al ser humano y tener capacidad de letalidad. Es algo que seguirá pasando, se trata de una carrera entre patógenos y sistemas inmunes.
Por otra parte, hemos tendido en las últimas décadas a concentrarnos en zonas urbanas. En España más del 80% de la población vive en zonas urbanas. No podemos olvidar un fenómeno como el cambio climático que, ahora mismo, por las consecuencias del Covid-19, no está en la agenda mediática, pero se trata de un fenómeno global que afecta a la especie humana y al resto de especies y tenemos que hacerle frente de forma decidida porque todo esto nos está demostrando que no somos algo independiente, que somos una especie vulnerable y hemos de ser conscientes de ello.
En València, no hace falta más que darse un paseo por algunos parques, grandes y pequeños, para ver los efectos de mes y medio de escaso paso del ser humano y también de un menor mantenimiento. ¿Qué efectos tiene esto para la fauna y la flora, sobre todo para especies como las abejas, en plena primavera?
Cada especie es diferente, algunas son más sensibles a la presencia humana y otras menos. Las aves nos han acompañado en nuestra historia vital, muchas de ellas han colonizado espacios urbanos como una estrategia de adaptación que ha sido muy exitosa. Los gorriones, por ejemplo, se ligaron a la especie humana, tanto en zonas urbanas como rurales y esto les llevó a ser una de las especies más abundantes del planeta, aunque es verdad que ahora están en retroceso. El ser humano siempre ha tenido especies que han convivido y se han adaptado a su lado. Otra de ellas es la rata, fue exitosa porque se unió al ser humano y logró encontrar comida y refugio. No se pueden hacer generalizaciones, algunas son más sensibles y durante este confinamiento pueden tener más oportunidades para colonizar e introducirse. Se han celebrado maratones de avistamientos de aves en los que se han observado algunas en las ciudades que no eran muy habituales de ver antes. Esta tranquilidad provocada por la menor presencia de las personas les ha ayudado a mostrarse más. También hemos visto imágenes de otros municipios en los que han aparecido jabalíes, corzos… los animales, al ver ambientes más seguros, tienden a introducirse en ellos.
Hace unos días publicábamos un reportaje sobre la mayor presencia de los pájaros en las ciudades durante la pandemia en el que desde SEO Birdlife valoraban iniciativas ya previas del Ayuntamiento como renaturalizar los alcorques o gestionar de otro modo los parques, sin usar insecticidas, otorgando espacios algo más salvajes… ¿En qué consisten estas medidas y desde cuándo se aplican?
Se cambió el modelo en el mandato anterior. Con Pilar Soriano se apostó por una jardinería más naturalizada, sin usar herbicidas para controlar las mal llamadas malas hierbas. Estas son plantas autóctonas, aunque sí que hay que mantener los alcorques para que no se desborden porque pueden generar imagen de dejadez, sobre todo si hay plantas secas o muy grandes. Hay que respetar el desarrollo de las plantas y flora autóctonas. Por otra parte, se plantaron varios miles de árboles en alcorques vacíos y se sembraron semillas de plantas con flor, las cuales han brotado recientemente y han dejado estampas muy bonitas de alcorques llenos de flores silvestres que alegran mucho la vista. Además, esto ha coincidido con el desconfinamiento y la ciudadanía ha visto que donde antes había un alcorque vacío ahora hay un árbol y muchas flores. Esto favorece también el alimento para los polinizadores que, a su vez, se convierten en alimento para las aves insectívoras y otro tipo de animales, fomentando la biodiversidad.
Tenemos una estrategia de aumentar la biodiversidad del espacio urbano y queremos formalizarlo en un plan estratégico verde y de biodiversidad urbana. Estamos trabajando sobre él con un proceso participativo. Hay que tener en cuenta que el 40% de nuestro término municipal pertenece al Parque Natural de la Albufera y estamos pegados a otro como es el Parque Natural del Túria.
Durante el confinamiento más estricto hubo varias semanas en que el servicio de Jardinería estaba con servicios mínimos, solo para atender casos de emergencia o de mantenimiento del riego. En ese tiempo muchas praderas de césped han crecido más de lo habitual y hemos decidido que vamos a mantener algunas de ellas así, más naturales, y estamos poniendo carteles para indicar que se trata de áreas de fomento de la biodiversidad en los que se pide también que no se pise.
“Tenemos una estrategia de aumentar la biodiversidad del espacio urbano y queremos formalizarlo en un plan estratégico verde”
En todo ello las especies polinizadoras cobran un gran papel. ¿Cuál es su situación en la ciudad?
Contamos con una estrategia de apicultura urbana con más de 800.000 abejas, las cuales se ven favorecidas por las plantas con flor. Es fundamental que puedan mantener la colmena y sobrevivir. Lo que antes se hacía es que cuando se encontraba una colmena se eliminaba, pues se consideraba que si se ha establecido en un lugar con presencia humana, podía ser peligrosa. Pero ahora se rescata y se establece en un jardín, tenemos colmenas en lugares como Viveros, en la cubierta del Museo de Ciencias Naturales, en Patraix… Las recolocamos en estas colmenas para que estén seguras ellas y las personas. Son animales bastante tranquilos; si no las molestas y no se sienten en peligro, no pican. La ciudadanía está concienciada con ellas, son grandes polinizadoras y es importante favorecerlas porque están padeciendo un proceso de regresión mundial muy importante. Aproximadamente el 70% de vegetales que consumimos son polinizados por las abejas, así que un colapso mundial de éstas ocasionaría también un colapso mundial de la alimentación.
¿Se aplicarán estas medidas en los parques que se ejecuten a partir de ahora?
Por supuesto, pero hay que diferenciar entre los grandes parques y los jardines urbanos o de barrio. Ya hacemos jardinería con suelos permeables, para que sean autosuficientes en cuestiones hídricas, mantenemos los acuíferos subterráneos para que las especies arbóreas, con raíces más grandes, puedan acceder a ellos. Los árboles, además de dar sombra, preparan a la ciudad para afrontar el cambio climático, son fundamentales para mitigar sus efectos y también para eliminar el CO2presente en la atmósfera. Cada año los veranos son más largos, con más olas de calor, y los árboles son imprescindibles para luchar contra estos efectos, como el de isla de calor que se da en ciudades con grandes superficies asfaltadas y otros materiales que retienen el calor. En la ciudad suelen registrarse varios grados más que en las zonas rurales, y los árboles nos ayudan a rebajarlos. Lo vemos claramente en los mapas de calor donde zonas arboladas como el Jardín del Túria registran varios grados menos que otras más urbanizadas.
Más allá de que se busque un aspecto más natural, parece evidente que, al menos durante un tiempo, se tendrá que reforzar el servicio de parques y jardines para afrontar podas, mantenimiento… que no se ha podido realizar durante estas semanas. ¿Van a ampliar la plantilla?
El contrato está en prórroga, teníamos la intención de sacar el nuevo en septiembre, pero con el Estado de Alarma será imposible. No obstante, este contrato lo modificamos hace unos meses, lo aumentamos un 10% con casi un millón de euros. Queríamos controlar mejor la vegetación de los alcorques, sobre todo en la zona norte y sur, donde la ciudadanía se quejaba del aumento de la vegetación espontánea. En la nueva contrata, con todas las precauciones del mundo, pues vamos a entrar también en una fase desconocida para la hacienda municipal, estaba aprobado ya aumentar el presupuesto un 30%.
Precisamente, la gestión de los parques y jardines, las podas… suelen estar entre las cuestiones más reclamadas y criticadas por la ciudadanía. ¿Qué les diría ahora mismo al respecto?
Ha habido un cambio de modelo, como indicaba anteriormente, la gente tiene que acostumbrarse. Por otro lado, es cierto que ver un matorral seco de un metro de altura no es agradable. El Ayuntamiento debe controlarlo, por eso contratamos a unas 20 personas para controlar esa vegetación en los alcorques. Debemos cambiar los ojos con los que vemos la naturaleza, el jardín modelo francés, el de los setos perfectamente recortados, el césped perfecto, formas geométricas extrañas… eso se ha acabado y se tiene que acabar porque no reporta beneficios, no son naturales y son muy caros de mantener. Hay que dejar crecer los árboles y arbustos de la forma más natural posible, aunque siempre con una poda adecuada, porque puede haber ramas largas que lleguen a las fachadas… pero, insisto, hay que aprender a ver que las plantas autóctonas que crecen en alcorques son parte de la biodiversidad local valenciana. Hay que saber apreciarla. Producen flores, semillas, que alimentan a las aves y aumentan la biodiversidad. Las ciudades no deben ser incompatibles con la naturaleza; son entornos difíciles para muchas especies, pero son el hogar de muchas otras. Debemos reconectarnos con la naturaleza, no es posible que un niño o niña de València pase años sin ver un animal que no sea envasado para comer. Tenemos que ser conscientes de que ahí fuera hay una gran biodiversidad, que se debe respetar para que pueda convivir con nosotros.
Otra queja recurrente es la de residuos y limpieza del espacio público, un área que también gestiona. ¿Cómo se está actuando durante estas semanas?
En primer lugar, quiero reconocer públicamente la labor del personal de limpieza y recogida de residuos, en especial durante esta pandemia. Son servicios esenciales que hemos decretado su mantenimiento al cien por cien: están limpiando la basura y las calles, y hay que felicitarles por estar al pie de calle y cañón para que otros podamos tener un espacio urbano saludable. Por otro lado, el Estado de Alarma nos pilló con el dispositivo especial de limpieza de Fallas que acababa de empezar y que es uno de los más importantes del año. Decidimos reorientar el gasto de esos servicios especiales de Fallas en medidas como la desinfección de la vía pública y del mobiliario urbano. Con el confinamiento, la ciudad no se ensucia tanto, porque hay menos actividad; lo que hemos hecho es reorientar a los trabajadores, dotarlos de monos, mascarillas, guantes, también los dotamos de mochilas de agua y lejía, autorizados por Ministerio de Sanidad. Son unas cien personas, lo que supone el 25% de la plantilla, que desinfectan las partes que podían ser tocadas del mobiliario urbano y residuos, papeleras, todas las zonas que podían ser tocadas.… Aseguramos que cada 48 horas el mobiliario urbano de residuos se está desinfectando. Así mismo, a las máquinas de limpieza con agua les hemos añadido lejía. A pesar de todo ello, no dejarse llevar por la ansiedad, la gente no se dedica a tocar con las manos el suelo, la calzada… El virus tiene poca prevalencia y supervivencia en la vía pública, pues en ella está expuesto a inclemencias del exterior como el sol, la lluvia o el calor que lo inactivan. Hay que tener en cuenta que no podemos baldear todos los días las calles de la ciudad. Lo más importante son las medidas de autoprotección, observar las que dictan las autoridades y tomar las mejores en cada momento.
Usted coordina también el área de Ecología Urbana, Emergencia Climática y Transición Energética. ¿Cómo está respondiendo la ciudad ante estos tres retos?
Aunque coordino esta área, la concejalía la lleva mi compañero Alejandro Ramón y cuenta también con la Fundación Valencia Clima y Energía. Se está haciendo mucha política para favorecer la transición energética; hace unos meses se abrió la nueva oficina de energía que informa a la ciudadanía sobre cómo ser más eficientes en la factura energética, también conciencia a alumnos en edad escolar: miles de ellos han pasado ya por su sede.
Otra cuestión clave para luchar contra el cambio climático es el modelo de movilidad. El transporte es el principal emisor de gases de efecto invernadero y la movilidad sostenible es imprescindible. Creo que podemos sacar pecho por la transición que hemos llevado a cabo hacia una movilidad más sostenible. Esto incluye también la apuesta por la peatonalización. Acaban de empezar las obras para reformar y peatonalizar gran parte de la plaza del Ayuntamiento. En ella se van a instalar muchos árboles que la van a renaturalizar. Es un ejemplo paradigmático de la valentía del Gobierno de Joan Ribó y de la concejalía dirigida por Giuseppe Grezzi para impulsar políticas de movilidad sostenibles, las cuales, además, van en correlación a lo que se ha venido haciendo en Europa desde hace treinta años. Estas preparan a la ciudad para afrontar los efectos del cambio climático y mitigarlos. También hay que trabajar más en la estrategia alimentaria local: Promocionar los productos de kilómetro cero. La alimentación, sobre todo por los efectos del transporte, es otro gran elemento de contaminación ambiental. Fuimos capital mundial de la alimentación, tenemos una huerta periurbana que es referente en Europa de política contra el cambio climático y hay que fomentarla más.
“El estado de alarma nos pilló con el dispositivo especial de limpieza de Fallas activado y decidimos reorientar esos servicios especiales en medidas como la desinfección de la vía pública y del mobiliario urbano”.
València es una ciudad que cuenta con el privilegio de estar pegada a un parque natural tan importante como el de la Albufera. Como concejal de Conservación de Áreas Naturales y Devesa Albufera, ¿en qué estado considera que está actualmente el parque y sus aguas?
València es inseparable de la Albufera. Más del 40% del término municipal de la ciudad corresponde al Parque Natural de la Albufera. Además, la ciudad es propietaria del lago y del bosque de la Devesa; es algo atípico en España y tenemos una gran responsabilidad en su conservación. València tuvo grandes movimientos ecologistas como El Saler per al pobley el Riu es nostrei el volem verdque fueron muy activos y lograron sus objetivos como eran los de paralizar la urbanización del Saler y que el antiguo cauce sea hoy un jardín y no una autopista como estaba proyectado. El Ayuntamiento ha invertido muchos millones de euros en la conservación del parque, pero no todo depende de nuestras competencias. El agua está contaminada por exceso de nutrientes con algas en suspensión que dan ese efecto verdoso y provocan un empobrecimiento de la biodiversidad. El aporte de agua desde la Confederación Hidrográfica del Júcar también es fundamental; recientemente se aprobó la aportación de ocho hectómetros cúbicos desde el río Júcar. Desgraciadamente, aunque el lago tiene la condición de Parque Natural desde 1986, es desde entonces cuando más se han desarrollado también los cultivos de regadío en la cuenca del Júcar, lo que ha mermado la capacidad del río, sobre todo en su tramo final, y llega menos agua. El problema del Júcar, y de otros ríos, es que están sobreexplotados en sus tramos altos y medios, y a los bajos ya llegan muy mermados. Desde que es Parque Natural sí que llega a él menos agua contaminada, pero al reducirse también el aporte de agua de calidad no acaba de recuperarse con la rapidez que nos gustaría. La vegetación subacuática sí se va recuperando, pero se necesita que se asigne un caudal ecológico desde el Júcar. El lago vive, en gran medida, de los sobrantes de las aguas de riego, pero no tiene un caudal ecológico dictaminado y estamos luchando desde el Ayuntamiento y la Generalitat para que se le asigne en el próximo Plan Hidrológico del Júcar. Esto es importante sobre todo en invierno, pues en primavera y verano, cuando se cultiva el arroz, entra agua, pero fuera de cultivo no. Es un problema porque, además, la Albufera juega un papel muy importante de invernada de aves migratorias tanto cuando van hacia el norte como cuando regresan al sur.
“València es inseparable de la Albufera. Más del 40% del término municipal corresponde al parque, además la ciudad es propietaria del lago y el bosque de la Devesa y tiene una gran responsabilidad en su conservación”.
¿Estamos en la fase cero de la desescalada y los parques y jardines son, precisamente, uno de los lugares más buscados por la ciudadanía. ¿Qué les aconsejaría a los que acudan a ellos ahora para que no se repitan imágenes como las aglomeraciones de los primeros días en que salieron los niños y niñas?
Hay que salir a disfrutarlos, pero con sentido común, con trellat, esa palabra tan valenciana que tiene un matiz diferente al de sentido común. Es verdad que aquel primer día, en algunos tramos del Jardín del Túria, se vieron escenas lamentables, pero llamo a la responsabilidad de todo el mundo. El Estado, las comunidades o ayuntamientos no tenemos capacidad para vigilar a todo el mundo que salga a la calle. La ciudadanía debe ser consciente de los peligros para su salud y para la de sus descendientes, que sean conscientes de la gravedad de la situación, pues respetar las normas es una cuestión que interesa, en primer lugar, a la propia persona, pero también al resto. Este virus, que al inicio se comparó con el de la gripe, ahora sabemos que tiene no solo más capacidad de mortalidad sino también complicaciones importantes de neumonía y otras patologías. Provoca afecciones importantes en órganos vitales, por lo tanto, lo mejor es protegerse uno mismo y a sus convecinos.
Ahora hemos desarrollado un cierto sentido de comunidad que igual se había perdido. Salimos a los balcones, conocemos a los vecinos… es bonito. El ser humano es sociable, necesita de sus congéneres para sobrevivir. Es uno de los seres más sociales que existen y su estructura social es muy compleja. Vivir en la ciudad nos lleva a la individualidad muchas veces, pero esta crisis nos ha enseñado a recuperar ese sentimiento de solidaridad. Por tanto, es importante mantenerlo y tener responsabilidad hacia uno mismo y para aquellos con los que convive en el mismo espacio público.
Quiero pedir responsabilidad; sabemos que la mayor parte de la gente lo es, pero siempre hay quien se salta las normas, aunque no es algo nuevo porque, de lo contrario, no tendríamos el Código Penal.
Las plantas proliferan en los parques infantiles cerrados como en este de Monteolivete Jardín del Túria Imagen: Ayuntamiento de València
¿Servirá todo esto para redescubrir y apreciar más los parques y jardines urbanos y su relevancia para nuestra salud?
Una de las consecuencias es que vamos a volver a lo local, es algo que se va a fortalecer. Una de las lecciones es que no podemos dejar que nuestros sectores estratégicos estén externalizados: cuando dependemos de mascarillas o alimentos básicos de otros países tenemos un problema. Un país como España tiene que poder se autosuficiente en industrias estratégicas. Vivimos un fuerte proceso de globalización, Europa occidental es una de las zonas que más ha apostado por él. Tenemos economías abiertas, la valenciana lo es, es exportadora, pero hay que recuperar cierto grado de autosuficiencia. En alimentación, también por la lucha contra cambio climático, hay que fomentar los productos kilómetro cero. Con ellos también garantizamos la subsistencia de sectores de la población que tenemos al lado. Vale la pena consumir estos productos que, prácticamente, no tienen que ser desplazados, cuentan con niveles de emisión muy bajos y con ellos se beneficia una parte importante de nuestro territorio. Esto no quiere decir volver a tiempos de autarquía y cierre de fronteras, es imposible y sería contraproducente e inviable. Pero sí que es verdad que hay que repensar que no todo debe estar externalizado.
“Una de las lecciones de esta crisis es que no podemos dejar que nuestros sectores estratégicos estén externalizados, debemos ser autosuficientes en ellos”.
Lo mismo pasará con el turismo…
Ahora el movimiento entre países se va a reducir y tiene que renacer la industria local. Viajar va a ser complicado, por tanto va a haber un resurgir de lo local, volver a lo más próximo y descubrir pequeños paraísos locales. Con la irrupción de compañías baratas, mucha gente viajó por todo el mundo, pero tal vez no conocía lugares cercanos. Hay mucho que descubrir y redescubrir, también en las propias ciudades hay paraísos como los jardines y parques que mucha gente desconoce. Una de las cosas que se va a fomentar es, precisamente, descubrir esos paraísos que teníamos olvidados porque la capacidad de movimiento estará limitada. Luego, todo dependerá de la evolución, de la vacuna y de los rebrotes, pues ya advierten, basándose en otras epidemias similares, del riesgo de nuevas oleadas.
¿Qué parques o jardines de la ciudad recomendaría por su belleza o por ser algo más desconocidos?
Un parque muy reciente, pero ya emblemático es el Parque Central, por su diseño, sus plantas con flor, zonas de huerto, de cítricos… Es un espacio simbólico recuperado a las vías del tren. Un lugar abandonado durante tantas décadas que hemos logrado recuperar. Este es uno de los parques de obligada visita en cuanto la gente que esté a más de un kilómetro pueda ir. El Parque de Cabecera me parece muy bonito y diferente también, pues recrea la ribera del río. El Parque de Marxalenes también recrea la zona de marjal… cuenta con una laguna central. Otro que es muy desconocido es el parque de la Rambleta en San Marcelino, fue el primero que se concibió como parque muy naturalizado, es boscoso, cuenta con lagunas. Está al lado de bulevar sur, pero cuando entras es una isla de silencio, de tranquilidad y de fomento de la biodiversidad…
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