Con el ini­cio del des­con­fi­na­mien­to, la ciu­da­da­nía está salien­do para vol­ver a dis­fru­tar de los par­ques y jar­di­nes urba­nos, los cua­les aho­ra mis­mo ofre­cen un aspec­to más natu­ral o sil­ves­tre que nun­ca. Ser­gi Cam­pi­llo, vice­al­cal­de de Valèn­cia y con­ce­jal de áreas de cla­ro signo medioam­bien­tal como Jar­di­ne­ría Sos­te­ni­ble, Con­ser­va­ción de Áreas Natu­ra­les y Deve­sa Albu­fe­ra así como tam­bién de la Ges­tión de Resi­duos Urba­nos, pone en valor la rele­van­cia de los par­ques y jar­di­nes para nues­tra salud, pero tam­bién para luchar con­tra el cam­bio cli­má­ti­co y recla­ma “res­pon­sa­bi­li­dad” al salir a ellos, para que no se repi­tan imá­ge­nes de masi­fi­ca­cio­nes como las vis­tas duran­te los pri­me­ros días que se per­mi­tió salir con niños y niñas. Cam­pi­llo ase­ve­ra que esta cri­sis debe ser­vir­nos para ver que somos vul­ne­ra­bles ante la natu­ra­le­za, pero tam­bién para reco­nec­tar con ella, así como con lo local, con los pro­duc­tos de pro­xi­mi­dad y con el tra­to humano hacia nues­tros veci­nos y veci­nas. Él invi­ta a redes­cu­brir “paraí­sos cer­ca­nos” y da algu­nos ejem­plos en la ciu­dad de Valèn­cia.

El ser humano se apar­ta un poco y los ani­ma­les recu­pe­ran par­te del espa­cio per­di­do en la natu­ra­le­za, pero tam­bién en pue­blos y gran­des ciu­da­des como Valèn­cia. ¿Qué men­sa­je nos están man­dan­do?

Más que un men­sa­je de la natu­ra­le­za, que sue­na un poco deter­mi­nis­ta, sim­ple­men­te creo que la bio­di­ver­si­dad se expan­de con­for­me el ser humano se retrae. Con el con­fi­na­mien­to en ciu­da­des y sobre todo en pue­blos con zonas bos­co­sas o natu­ra­les, algu­nos ani­ma­les, los más valien­tes, al ver más quie­tud en el espa­cio urbano pue­den aden­trar­se en él. En Valèn­cia se ve una diver­si­dad impor­tan­te de aves, pero hay tam­bién muchos fac­to­res que expli­can esto. Lle­va­mos ya algu­nos años apli­can­do una jar­di­ne­ría muni­ci­pal más natu­ral, para fomen­tar la bio­di­ver­si­dad. Aumen­tar la can­ti­dad de poli­ni­za­do­res con­lle­va un aumen­to de sus pre­da­do­res, como son las aves insec­tí­vo­ras que encuen­tran un nicho ade­cua­do en la ciu­dad.

¿Sere­mos capa­ces de escu­char estas seña­les y actuar en con­se­cuen­cia?

Creo que de esta cri­sis debe­mos sacar una lec­ción o con­clu­sión cla­ra, sobre todo en nues­tras lati­tu­des, en las socie­da­des indus­tria­li­za­das: Ésta es que segui­mos sien­do vul­ne­ra­bles ante la natu­ra­le­za. La últi­ma pan­de­mia ocu­rrió hace cien años, la mal lla­ma­da gri­pe espa­ño­la, y tuvo una gran mor­ta­li­dad en todo el mun­do. No había habi­do una pan­de­mia así des­de enton­ces. El esta­do de bien­es­tar en Euro­pa occi­den­tal segu­ra­men­te ha hecho creer a la pobla­ción que somos invul­ne­ra­bles ante estos epi­so­dios por nues­tros sis­te­mas de salud, por los altos nive­les de salu­bri­dad en la vía públi­ca… Pare­cía­mos inmu­nes ante estas epi­de­mias que veía­mos en Áfri­ca, como los bro­tes del virus del ébo­la u otros que se daban en paí­ses con sis­te­mas de salud pocos desa­rro­lla­dos. Pero aho­ra vemos que somos vul­ne­ra­bles, que esta­mos conec­ta­dos con la natu­ra­le­za. Esta­mos den­tro de ella y, por tan­to, somos sus­cep­ti­bles de pade­cer estos fenó­me­nos y debe­mos actuar en con­se­cuen­cia. Esta es una cri­sis a par­tir de un pató­geno que se podría repe­tir; por azar otro virus podría sal­tar al ser humano y tener capa­ci­dad de leta­li­dad. Es algo que segui­rá pasan­do, se tra­ta de una carre­ra entre pató­ge­nos y sis­te­mas inmu­nes.

Por otra par­te, hemos ten­di­do en las últi­mas déca­das a con­cen­trar­nos en zonas urba­nas. En Espa­ña más del 80% de la pobla­ción vive en zonas urba­nas. No pode­mos olvi­dar un fenó­meno como el cam­bio cli­má­ti­co que, aho­ra mis­mo, por las con­se­cuen­cias del Covid-19, no está en la agen­da mediá­ti­ca, pero se tra­ta de un fenó­meno glo­bal que afec­ta a la espe­cie huma­na y al res­to de espe­cies y tene­mos que hacer­le fren­te de for­ma deci­di­da por­que todo esto nos está demos­tran­do que no somos algo inde­pen­dien­te, que somos una espe­cie vul­ne­ra­ble y hemos de ser cons­cien­tes de ello.

En Valèn­cia, no hace fal­ta más que dar­se un paseo por algu­nos par­ques, gran­des y peque­ños, para ver los efec­tos de mes y medio de esca­so paso del ser humano y tam­bién de un menor man­te­ni­mien­to. ¿Qué efec­tos tie­ne esto para la fau­na y la flo­ra, sobre todo para espe­cies como las abe­jas, en ple­na pri­ma­ve­ra?

Cada espe­cie es dife­ren­te, algu­nas son más sen­si­bles a la pre­sen­cia huma­na y otras menos. Las aves nos han acom­pa­ña­do en nues­tra his­to­ria vital, muchas de ellas han colo­ni­za­do espa­cios urba­nos como una estra­te­gia de adap­ta­ción que ha sido muy exi­to­sa. Los gorrio­nes, por ejem­plo, se liga­ron a la espe­cie huma­na, tan­to en zonas urba­nas como rura­les y esto les lle­vó a ser una de las espe­cies más abun­dan­tes del pla­ne­ta, aun­que es ver­dad que aho­ra están en retro­ce­so. El ser humano siem­pre ha teni­do espe­cies que han con­vi­vi­do y se han adap­ta­do a su lado. Otra de ellas es la rata, fue exi­to­sa por­que se unió al ser humano y logró encon­trar comi­da y refu­gio. No se pue­den hacer gene­ra­li­za­cio­nes, algu­nas son más sen­si­bles y duran­te este con­fi­na­mien­to pue­den tener más opor­tu­ni­da­des para colo­ni­zar e intro­du­cir­se. Se han cele­bra­do mara­to­nes de avis­ta­mien­tos de aves en los que se han obser­va­do algu­nas en las ciu­da­des que no eran muy habi­tua­les de ver antes. Esta tran­qui­li­dad pro­vo­ca­da por la menor pre­sen­cia de las per­so­nas les ha ayu­da­do a mos­trar­se más. Tam­bién hemos vis­to imá­ge­nes de otros muni­ci­pios en los que han apa­re­ci­do jaba­líes, cor­zos… los ani­ma­les, al ver ambien­tes más segu­ros, tien­den a intro­du­cir­se en ellos.

Foto: Ayun­ta­mien­to de Valèn­cia

Hace unos días publi­cá­ba­mos un repor­ta­je sobre la mayor pre­sen­cia de los pája­ros en las ciu­da­des duran­te la pan­de­mia en el que des­de SEO Bird­li­fe valo­ra­ban ini­cia­ti­vas ya pre­vias del Ayun­ta­mien­to como rena­tu­ra­li­zar los alcor­ques o ges­tio­nar de otro modo los par­ques, sin usar insec­ti­ci­das, otor­gan­do espa­cios algo más sal­va­jes… ¿En qué con­sis­ten estas medi­das y des­de cuán­do se apli­can?

Se cam­bió el mode­lo en el man­da­to ante­rior. Con Pilar Soriano se apos­tó por una jar­di­ne­ría más natu­ra­li­za­da, sin usar her­bi­ci­das para con­tro­lar las mal lla­ma­das malas hier­bas. Estas son plan­tas autóc­to­nas, aun­que sí que hay que man­te­ner los alcor­ques para que no se des­bor­den por­que pue­den gene­rar ima­gen de deja­dez, sobre todo si hay plan­tas secas o muy gran­des. Hay que res­pe­tar el desa­rro­llo de las plan­tas y flo­ra autóc­to­nas. Por otra par­te, se plan­ta­ron varios miles de árbo­les en alcor­ques vacíos y se sem­bra­ron semi­llas de plan­tas con flor, las cua­les han bro­ta­do recien­te­men­te y han deja­do estam­pas muy boni­tas de alcor­ques lle­nos de flo­res sil­ves­tres que ale­gran mucho la vis­ta. Ade­más, esto ha coin­ci­di­do con el des­con­fi­na­mien­to y la ciu­da­da­nía ha vis­to que don­de antes había un alcor­que vacío aho­ra hay un árbol y muchas flo­res. Esto favo­re­ce tam­bién el ali­men­to para los poli­ni­za­do­res que, a su vez, se con­vier­ten en ali­men­to para las aves insec­tí­vo­ras y otro tipo de ani­ma­les, fomen­tan­do la bio­di­ver­si­dad. 

Tene­mos una estra­te­gia de aumen­tar la bio­di­ver­si­dad del espa­cio urbano y que­re­mos for­ma­li­zar­lo en un plan estra­té­gi­co ver­de y de bio­di­ver­si­dad urba­na. Esta­mos tra­ba­jan­do sobre él con un pro­ce­so par­ti­ci­pa­ti­vo. Hay que tener en cuen­ta que el 40% de nues­tro tér­mino muni­ci­pal per­te­ne­ce al Par­que Natu­ral  de la Albu­fe­ra y esta­mos pega­dos a otro como es el Par­que Natu­ral del Túria.

Duran­te el con­fi­na­mien­to más estric­to hubo varias sema­nas en que el ser­vi­cio de Jar­di­ne­ría esta­ba con ser­vi­cios míni­mos, solo para aten­der casos de emer­gen­cia o de man­te­ni­mien­to del rie­go. En ese tiem­po muchas pra­de­ras de cés­ped han cre­ci­do más de lo habi­tual y hemos deci­di­do que vamos a man­te­ner algu­nas de ellas así, más natu­ra­les, y esta­mos ponien­do car­te­les para indi­car que se tra­ta de áreas de fomen­to de la bio­di­ver­si­dad en los que se pide tam­bién que no se pise.

“Tene­mos una estra­te­gia de aumen­tar la bio­di­ver­si­dad del espa­cio urbano y que­re­mos for­ma­li­zar­lo en un plan estra­té­gi­co ver­de”

En todo ello las espe­cies poli­ni­za­do­ras cobran un gran papel. ¿Cuál es su situa­ción en la ciu­dad?

Con­ta­mos con una estra­te­gia de api­cul­tu­ra urba­na con más de 800.000 abe­jas, las cua­les se ven favo­re­ci­das por las plan­tas con flor. Es fun­da­men­tal que pue­dan man­te­ner la col­me­na y sobre­vi­vir. Lo que antes se hacía es que cuan­do se encon­tra­ba una col­me­na se eli­mi­na­ba, pues se con­si­de­ra­ba que si se ha esta­ble­ci­do en un lugar con pre­sen­cia huma­na, podía ser peli­gro­sa. Pero aho­ra se res­ca­ta y se esta­ble­ce en un jar­dín, tene­mos col­me­nas en luga­res como Vive­ros, en la cubier­ta del Museo de Cien­cias Natu­ra­les, en Patraix… Las reco­lo­ca­mos en estas col­me­nas para que estén segu­ras ellas y las per­so­nas. Son ani­ma­les bas­tan­te tran­qui­los; si no las moles­tas y no se sien­ten en peli­gro, no pican. La ciu­da­da­nía está con­cien­cia­da con ellas, son gran­des poli­ni­za­do­ras y es impor­tan­te favo­re­cer­las por­que están pade­cien­do un pro­ce­so de regre­sión mun­dial muy impor­tan­te. Apro­xi­ma­da­men­te el 70% de vege­ta­les que con­su­mi­mos son poli­ni­za­dos por las abe­jas, así que un colap­so mun­dial de éstas oca­sio­na­ría tam­bién un colap­so mun­dial de la ali­men­ta­ción.

¿Se apli­ca­rán estas medi­das en los par­ques que se eje­cu­ten a par­tir de aho­ra?

Por supues­to, pero hay que dife­ren­ciar entre los gran­des par­ques y los jar­di­nes urba­nos o de barrio. Ya hace­mos jar­di­ne­ría con sue­los permea­bles, para que sean auto­su­fi­cien­tes en cues­tio­nes hídri­cas, man­te­ne­mos los acuí­fe­ros sub­te­rrá­neos para que las espe­cies arbó­reas, con raí­ces más gran­des, pue­dan acce­der a ellos. Los árbo­les, ade­más de dar som­bra, pre­pa­ran a la ciu­dad para afron­tar el cam­bio cli­má­ti­co, son fun­da­men­ta­les para miti­gar sus efec­tos y tam­bién para eli­mi­nar el CO2pre­sen­te en la atmós­fe­ra. Cada año los vera­nos son más lar­gos, con más olas de calor, y los árbo­les son impres­cin­di­bles para luchar con­tra estos efec­tos, como el de isla de calor que se da en ciu­da­des con gran­des super­fi­cies asfal­ta­das y otros mate­ria­les que retie­nen el calor. En la ciu­dad sue­len regis­trar­se varios gra­dos más que en las zonas rura­les, y los árbo­les nos ayu­dan a reba­jar­los. Lo vemos cla­ra­men­te en los mapas de calor don­de zonas arbo­la­das como el Jar­dín del Túria regis­tran varios gra­dos menos que otras más urba­ni­za­das. 

Más allá de que se bus­que un aspec­to más natu­ral, pare­ce evi­den­te que, al menos duran­te un tiem­po, se ten­drá que refor­zar el ser­vi­cio de par­ques y jar­di­nes para afron­tar podas, man­te­ni­mien­to… que no se ha podi­do rea­li­zar duran­te estas sema­nas. ¿Van a ampliar la plan­ti­lla?

El con­tra­to está en pró­rro­ga, tenía­mos la inten­ción de sacar el nue­vo en sep­tiem­bre, pero con el Esta­do de Alar­ma será impo­si­ble. No obs­tan­te, este con­tra­to lo modi­fi­ca­mos hace unos meses, lo aumen­ta­mos un 10% con casi un millón de euros. Que­ría­mos con­tro­lar mejor la vege­ta­ción de los alcor­ques, sobre todo en la zona nor­te y sur, don­de la ciu­da­da­nía se que­ja­ba del aumen­to de la vege­ta­ción espon­tá­nea. En la nue­va con­tra­ta, con todas las pre­cau­cio­nes del mun­do, pues vamos a entrar tam­bién en una fase des­co­no­ci­da para la hacien­da muni­ci­pal, esta­ba apro­ba­do ya aumen­tar el pre­su­pues­to un 30%.

Pre­ci­sa­men­te, la ges­tión de los par­ques y jar­di­nes, las podas… sue­len estar entre las cues­tio­nes más recla­ma­das y cri­ti­ca­das por la ciu­da­da­nía. ¿Qué les diría aho­ra mis­mo al res­pec­to?

Ha habi­do un cam­bio de mode­lo, como indi­ca­ba ante­rior­men­te, la gen­te tie­ne que acos­tum­brar­se. Por otro lado, es cier­to que ver un mato­rral seco de un metro de altu­ra no es agra­da­ble. El Ayun­ta­mien­to debe con­tro­lar­lo, por eso con­tra­ta­mos a unas 20 per­so­nas para con­tro­lar esa vege­ta­ción en los alcor­ques. Debe­mos cam­biar los ojos con los que vemos la natu­ra­le­za, el jar­dín mode­lo fran­cés, el de los setos per­fec­ta­men­te recor­ta­dos, el cés­ped per­fec­to, for­mas geo­mé­tri­cas extra­ñas… eso se ha aca­ba­do y se tie­ne que aca­bar por­que no repor­ta bene­fi­cios, no son natu­ra­les y son muy caros de man­te­ner. Hay que dejar cre­cer los árbo­les y arbus­tos de la for­ma más natu­ral posi­ble, aun­que siem­pre con una poda ade­cua­da, por­que pue­de haber ramas lar­gas que lle­guen a las facha­das… pero, insis­to, hay que apren­der a ver que las plan­tas autóc­to­nas que cre­cen en alcor­ques son par­te de la bio­di­ver­si­dad local valen­cia­na. Hay que saber apre­ciar­la. Pro­du­cen flo­res, semi­llas, que ali­men­tan a las aves y aumen­tan la bio­di­ver­si­dad. Las ciu­da­des no deben ser incom­pa­ti­bles con la natu­ra­le­za; son entor­nos difí­ci­les para muchas espe­cies, pero son el hogar de muchas otras. Debe­mos reco­nec­tar­nos con la natu­ra­le­za, no es posi­ble que un niño o niña de Valèn­cia pase años sin ver un ani­mal que no sea enva­sa­do para comer. Tene­mos que ser cons­cien­tes de que ahí fue­ra hay una gran bio­di­ver­si­dad, que se debe res­pe­tar para que pue­da con­vi­vir con noso­tros.

Otra que­ja recu­rren­te es la de resi­duos y lim­pie­za del espa­cio públi­co, un área que tam­bién ges­tio­na. ¿Cómo se está actuan­do duran­te estas sema­nas?

En pri­mer lugar, quie­ro reco­no­cer públi­ca­men­te la labor del per­so­nal de lim­pie­za y reco­gi­da de resi­duos, en espe­cial duran­te esta pan­de­mia. Son ser­vi­cios esen­cia­les que hemos decre­ta­do su man­te­ni­mien­to al cien por cien: están lim­pian­do la basu­ra y las calles, y hay que feli­ci­tar­les por estar al pie de calle y cañón para que otros poda­mos tener un espa­cio urbano salu­da­ble. Por otro lado, el Esta­do de Alar­ma nos pilló con el dis­po­si­ti­vo espe­cial de lim­pie­za de Fallas que aca­ba­ba de empe­zar y que es uno de los más impor­tan­tes del año. Deci­di­mos reorien­tar el gas­to de esos ser­vi­cios espe­cia­les de Fallas en medi­das como la desin­fec­ción de la vía públi­ca y del mobi­lia­rio urbano. Con el con­fi­na­mien­to, la ciu­dad no se ensu­cia tan­to, por­que hay menos acti­vi­dad; lo que hemos hecho es reorien­tar a los tra­ba­ja­do­res, dotar­los de monos, mas­ca­ri­llas, guan­tes, tam­bién los dota­mos de mochi­las de agua y lejía, auto­ri­za­dos por Minis­te­rio de Sani­dad. Son unas cien per­so­nas, lo que supo­ne el 25% de la plan­ti­lla, que desin­fec­tan las par­tes que podían ser toca­das del mobi­lia­rio urbano y resi­duos, pape­le­ras, todas las zonas que podían ser toca­das.… Ase­gu­ra­mos que cada 48 horas el mobi­lia­rio urbano de resi­duos se está desin­fec­tan­do. Así mis­mo, a las máqui­nas de lim­pie­za con agua les hemos aña­di­do lejía. A pesar de todo ello, no dejar­se lle­var por la ansie­dad, la gen­te no se dedi­ca a tocar con las manos el sue­lo, la cal­za­da… El virus tie­ne poca pre­va­len­cia y super­vi­ven­cia en la vía públi­ca, pues en ella está expues­to a incle­men­cias del exte­rior como el sol, la llu­via o el calor que lo inac­ti­van. Hay que tener en cuen­ta que no pode­mos bal­dear todos los días las calles de la ciu­dad. Lo más impor­tan­te son las medi­das de auto­pro­tec­ción, obser­var las que dic­tan las auto­ri­da­des y tomar las mejo­res en cada momen­to.

Usted coor­di­na tam­bién el área de Eco­lo­gía Urba­na, Emer­gen­cia Cli­má­ti­ca y Tran­si­ción Ener­gé­ti­ca. ¿Cómo está res­pon­dien­do la ciu­dad ante estos tres retos?

Aun­que coor­dino esta área, la con­ce­ja­lía la lle­va mi com­pa­ñe­ro Ale­jan­dro Ramón y cuen­ta tam­bién con la Fun­da­ción Valen­cia Cli­ma y Ener­gía. Se está hacien­do mucha polí­ti­ca para favo­re­cer la tran­si­ción ener­gé­ti­ca; hace unos meses se abrió la nue­va ofi­ci­na de ener­gía que infor­ma a la ciu­da­da­nía sobre cómo ser más efi­cien­tes en la fac­tu­ra ener­gé­ti­ca, tam­bién con­cien­cia a alum­nos en edad esco­lar: miles de ellos han pasa­do ya por su sede.

Otra cues­tión cla­ve para luchar con­tra el cam­bio cli­má­ti­co es el mode­lo de movi­li­dad. El trans­por­te es el prin­ci­pal emi­sor de gases de efec­to inver­na­de­ro y la movi­li­dad sos­te­ni­ble es impres­cin­di­ble. Creo que pode­mos sacar pecho por la tran­si­ción que hemos lle­va­do a cabo hacia una movi­li­dad más sos­te­ni­ble. Esto inclu­ye tam­bién la apues­ta por la pea­to­na­li­za­ción. Aca­ban de empe­zar las obras para refor­mar y pea­to­na­li­zar gran par­te de la pla­za del Ayun­ta­mien­to. En ella se van a ins­ta­lar muchos árbo­les que la van a rena­tu­ra­li­zar. Es un ejem­plo para­dig­má­ti­co de la valen­tía del Gobierno de Joan Ribó y de la con­ce­ja­lía diri­gi­da por Giu­sep­pe Grez­zi para impul­sar polí­ti­cas de movi­li­dad sos­te­ni­bles, las cua­les, ade­más, van en corre­la­ción a lo que se ha veni­do hacien­do en Euro­pa des­de hace trein­ta años. Estas pre­pa­ran a la ciu­dad para afron­tar los efec­tos del cam­bio cli­má­ti­co y miti­gar­los. Tam­bién hay que tra­ba­jar más en la estra­te­gia ali­men­ta­ria local: Pro­mo­cio­nar los pro­duc­tos de kiló­me­tro cero. La ali­men­ta­ción, sobre todo por los efec­tos del trans­por­te, es otro gran ele­men­to de con­ta­mi­na­ción ambien­tal. Fui­mos capi­tal mun­dial de la ali­men­ta­ción, tene­mos una huer­ta periur­ba­na que es refe­ren­te en Euro­pa de polí­ti­ca con­tra el cam­bio cli­má­ti­co y hay que fomen­tar­la más.

“El esta­do de alar­ma nos pilló con el dis­po­si­ti­vo espe­cial de lim­pie­za de Fallas acti­va­do y deci­di­mos reorien­tar esos ser­vi­cios espe­cia­les en medi­das como la desin­fec­ción de la vía públi­ca y del mobi­lia­rio urbano”.

Valèn­cia es una ciu­dad que cuen­ta con el pri­vi­le­gio de estar pega­da a un par­que natu­ral tan impor­tan­te como el de la Albu­fe­ra. Como con­ce­jal de Con­ser­va­ción de Áreas Natu­ra­les y Deve­sa Albu­fe­ra, ¿en qué esta­do con­si­de­ra que está actual­men­te el par­que y sus aguas?

Valèn­cia es inse­pa­ra­ble de la Albu­fe­ra. Más del 40% del tér­mino muni­ci­pal de la ciu­dad corres­pon­de al Par­que Natu­ral de la Albu­fe­ra. Ade­más, la ciu­dad es pro­pie­ta­ria del lago y del bos­que de la Deve­sa; es algo atí­pi­co en Espa­ña y tene­mos una gran res­pon­sa­bi­li­dad en su con­ser­va­ción. Valèn­cia tuvo gran­des movi­mien­tos eco­lo­gis­tas como El Saler per al pobley el Riu es nos­trei el volem verdque fue­ron muy acti­vos y logra­ron sus obje­ti­vos como eran los de para­li­zar la urba­ni­za­ción del Saler y que el anti­guo cau­ce sea hoy un jar­dín y no una auto­pis­ta como esta­ba pro­yec­ta­do. El Ayun­ta­mien­to ha inver­ti­do muchos millo­nes de euros en la con­ser­va­ción del par­que, pero no todo depen­de de nues­tras com­pe­ten­cias. El agua está con­ta­mi­na­da por exce­so de nutrien­tes con algas en sus­pen­sión que dan ese efec­to ver­do­so y pro­vo­can un empo­bre­ci­mien­to de la bio­di­ver­si­dad. El apor­te de agua des­de la Con­fe­de­ra­ción Hidro­grá­fi­ca del Júcar tam­bién es fun­da­men­tal; recien­te­men­te se apro­bó la apor­ta­ción de ocho hec­tó­me­tros cúbi­cos des­de el río Júcar. Des­gra­cia­da­men­te, aun­que el lago tie­ne la con­di­ción de Par­que Natu­ral des­de 1986, es des­de enton­ces cuan­do más se han desa­rro­lla­do tam­bién los cul­ti­vos de rega­dío en la cuen­ca del Júcar, lo que ha mer­ma­do la capa­ci­dad del río, sobre todo en su tra­mo final, y lle­ga menos agua. El pro­ble­ma del Júcar, y de otros ríos, es que están sobre­ex­plo­ta­dos en sus tra­mos altos y medios, y a los bajos ya lle­gan muy mer­ma­dos. Des­de que es Par­que Natu­ral sí que lle­ga a él menos agua con­ta­mi­na­da, pero al redu­cir­se tam­bién el apor­te de agua de cali­dad no aca­ba de recu­pe­rar­se con la rapi­dez que nos gus­ta­ría. La vege­ta­ción sub­acuá­ti­ca sí se va recu­pe­ran­do, pero se nece­si­ta que se asig­ne un cau­dal eco­ló­gi­co des­de el Júcar. El lago vive, en gran medi­da, de los sobran­tes de las aguas de rie­go, pero no tie­ne un cau­dal eco­ló­gi­co dic­ta­mi­na­do y esta­mos luchan­do des­de el Ayun­ta­mien­to y la Gene­ra­li­tat para que se le asig­ne en el pró­xi­mo Plan Hidro­ló­gi­co del Júcar. Esto es impor­tan­te sobre todo en invierno, pues en pri­ma­ve­ra y verano, cuan­do se cul­ti­va el arroz, entra agua, pero fue­ra de cul­ti­vo no. Es un pro­ble­ma por­que, ade­más, la Albu­fe­ra jue­ga un papel muy impor­tan­te de inver­na­da de aves migra­to­rias tan­to cuan­do van hacia el nor­te como cuan­do regre­san al sur.

“Valèn­cia es inse­pa­ra­ble de la Albu­fe­ra. Más del 40% del tér­mino muni­ci­pal corres­pon­de al par­que, ade­más la ciu­dad es pro­pie­ta­ria del lago y el bos­que de la Deve­sa y tie­ne una gran res­pon­sa­bi­li­dad en su con­ser­va­ción”.

¿Esta­mos en la fase cero de la deses­ca­la­da y los par­ques y jar­di­nes son, pre­ci­sa­men­te, uno de los luga­res más bus­ca­dos por la ciu­da­da­nía. ¿Qué les acon­se­ja­ría a los que acu­dan a ellos aho­ra para que no se repi­tan imá­ge­nes como las aglo­me­ra­cio­nes de los pri­me­ros días en que salie­ron los niños y niñas?

Hay que salir a dis­fru­tar­los, pero con sen­ti­do común, con tre­llat, esa pala­bra tan valen­cia­na que tie­ne un matiz dife­ren­te al de sen­ti­do común. Es ver­dad que aquel pri­mer día, en algu­nos tra­mos del Jar­dín del Túria, se vie­ron esce­nas lamen­ta­bles, pero lla­mo a la res­pon­sa­bi­li­dad de todo el mun­do. El Esta­do, las comu­ni­da­des o ayun­ta­mien­tos no tene­mos capa­ci­dad para vigi­lar a todo el mun­do que sal­ga a la calle. La ciu­da­da­nía debe ser cons­cien­te de los peli­gros para su salud y para la de sus des­cen­dien­tes, que sean cons­cien­tes de la gra­ve­dad de la situa­ción, pues res­pe­tar las nor­mas es una cues­tión que intere­sa, en pri­mer lugar, a la pro­pia per­so­na, pero tam­bién al res­to. Este virus, que al ini­cio se com­pa­ró con el de la gri­pe, aho­ra sabe­mos que tie­ne no solo más capa­ci­dad de mor­ta­li­dad sino tam­bién com­pli­ca­cio­nes impor­tan­tes de neu­mo­nía y otras pato­lo­gías. Pro­vo­ca afec­cio­nes impor­tan­tes en órga­nos vita­les, por lo tan­to, lo mejor es pro­te­ger­se uno mis­mo y a sus con­ve­ci­nos. 

Aho­ra hemos desa­rro­lla­do un cier­to sen­ti­do de comu­ni­dad que igual se había per­di­do. Sali­mos a los bal­co­nes, cono­ce­mos a los veci­nos… es boni­to. El ser humano es socia­ble, nece­si­ta de sus con­gé­ne­res para sobre­vi­vir. Es uno de los seres más socia­les que exis­ten y su estruc­tu­ra social es muy com­ple­ja. Vivir en la ciu­dad nos lle­va a la indi­vi­dua­li­dad muchas veces, pero esta cri­sis nos ha ense­ña­do a recu­pe­rar ese sen­ti­mien­to de soli­da­ri­dad. Por tan­to, es impor­tan­te man­te­ner­lo y tener res­pon­sa­bi­li­dad hacia uno mis­mo y para aque­llos con los que con­vi­ve en el mis­mo espa­cio públi­co. 

Quie­ro pedir res­pon­sa­bi­li­dad; sabe­mos que la mayor par­te de la gen­te lo es, pero siem­pre hay quien se sal­ta las nor­mas, aun­que no es algo nue­vo por­que, de lo con­tra­rio, no ten­dría­mos el Códi­go Penal.

¿Ser­vi­rá todo esto para redes­cu­brir y apre­ciar más los par­ques y jar­di­nes urba­nos y su rele­van­cia para nues­tra salud?

Una de las con­se­cuen­cias es que vamos a vol­ver a lo local, es algo que se va a for­ta­le­cer. Una de las lec­cio­nes es que no pode­mos dejar que nues­tros sec­to­res estra­té­gi­cos estén exter­na­li­za­dos: cuan­do depen­de­mos de mas­ca­ri­llas o ali­men­tos bási­cos de otros paí­ses tene­mos un pro­ble­ma. Un país como Espa­ña tie­ne que poder se auto­su­fi­cien­te en indus­trias estra­té­gi­cas. Vivi­mos un fuer­te pro­ce­so de glo­ba­li­za­ción, Euro­pa occi­den­tal es una de las zonas que más ha apos­ta­do por él. Tene­mos eco­no­mías abier­tas, la valen­cia­na lo es, es expor­ta­do­ra, pero hay que recu­pe­rar cier­to gra­do de auto­su­fi­cien­cia. En ali­men­ta­ción, tam­bién por la lucha con­tra cam­bio cli­má­ti­co, hay que fomen­tar los pro­duc­tos kiló­me­tro cero. Con ellos tam­bién garan­ti­za­mos la sub­sis­ten­cia de sec­to­res de la pobla­ción que tene­mos al lado. Vale la pena con­su­mir estos pro­duc­tos que, prác­ti­ca­men­te, no tie­nen que ser des­pla­za­dos, cuen­tan con nive­les de emi­sión muy bajos y con ellos se bene­fi­cia una par­te impor­tan­te de nues­tro terri­to­rio. Esto no quie­re decir vol­ver a tiem­pos de autar­quía y cie­rre de fron­te­ras, es impo­si­ble y sería con­tra­pro­du­cen­te e invia­ble. Pero sí que es ver­dad que hay que repen­sar que no todo debe estar exter­na­li­za­do. 

“Una de las lec­cio­nes de esta cri­sis es que no pode­mos dejar que nues­tros sec­to­res estra­té­gi­cos estén exter­na­li­za­dos, debe­mos ser auto­su­fi­cien­tes en ellos”.

Lo mis­mo pasa­rá con el turis­mo…

Aho­ra el movi­mien­to entre paí­ses se va a redu­cir y tie­ne que rena­cer la indus­tria local. Via­jar va a ser com­pli­ca­do, por tan­to va a haber un resur­gir de lo local, vol­ver a lo más pró­xi­mo y des­cu­brir peque­ños paraí­sos loca­les. Con la irrup­ción de com­pa­ñías bara­tas, mucha gen­te via­jó por todo el mun­do, pero tal vez no cono­cía luga­res cer­ca­nos. Hay mucho que des­cu­brir y redes­cu­brir, tam­bién en las pro­pias ciu­da­des hay paraí­sos como los jar­di­nes y par­ques que mucha gen­te des­co­no­ce. Una de las cosas que se va a fomen­tar es, pre­ci­sa­men­te, des­cu­brir esos paraí­sos que tenía­mos olvi­da­dos por­que la capa­ci­dad de movi­mien­to esta­rá limi­ta­da. Lue­go, todo depen­de­rá de la evo­lu­ción, de la vacu­na y de los rebro­tes, pues ya advier­ten, basán­do­se en otras epi­de­mias simi­la­res, del ries­go de nue­vas olea­das.

¿Qué par­ques o jar­di­nes de la ciu­dad reco­men­da­ría por su belle­za o por ser algo más des­co­no­ci­dos?

Un par­que muy recien­te, pero ya emble­má­ti­co es el Par­que Cen­tral, por su dise­ño, sus plan­tas con flor, zonas de huer­to, de cítri­cos… Es un espa­cio sim­bó­li­co recu­pe­ra­do a las vías del tren. Un lugar aban­do­na­do duran­te tan­tas déca­das que hemos logra­do recu­pe­rar. Este es uno de los par­ques de obli­ga­da visi­ta en cuan­to la gen­te que esté a más de un kiló­me­tro pue­da ir. El Par­que de Cabe­ce­ra me pare­ce muy boni­to y dife­ren­te tam­bién, pues recrea la ribe­ra del río. El Par­que de Mar­xa­le­nes tam­bién recrea la zona de mar­jal… cuen­ta con una lagu­na cen­tral. Otro que es muy des­co­no­ci­do es el par­que de la Ram­ble­ta en San Mar­ce­lino, fue el pri­me­ro que se con­ci­bió como par­que muy natu­ra­li­za­do, es bos­co­so, cuen­ta con lagu­nas. Está al lado de bule­var sur, pero cuan­do entras es una isla de silen­cio, de tran­qui­li­dad y de fomen­to de la bio­di­ver­si­dad…

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