Inves­ti­ga­do­res del Con­se­jo Supe­rior de Inves­ti­ga­cio­nes Cien­tí­fi­cas (CSIC) han redac­ta­do un infor­me que reco­pi­la el esta­do actual de cono­ci­mien­to sobre cómo es la trans­mi­sión del virus SARS-CoV‑2, cau­san­te de la enfer­me­dad Covid-19 en espa­cios des­ti­na­dos al baño y otras acti­vi­da­des acuá­ti­cas. De las posi­bles vías de con­ta­gio en los ambien­tes a los que se refie­re este infor­me (pis­ci­nas, pla­yas, ríos, etc.), la vía de trans­mi­sión prin­ci­pal del SARS-CoV‑2 es a tra­vés de secre­cio­nes res­pi­ra­to­rias que se gene­ran con la tos y los estor­nu­dos y el con­tac­to de per­so­na a per­so­na.

Las aglo­me­ra­cio­nes que pue­den dar­se en las pis­ci­nas y pla­yas, así como los obje­tos de uso común pue­den con­ti­nuar sir­vien­do de meca­nis­mo de con­ta­gio. Otras posi­bles vías de con­ta­gio revi­sa­das son las deri­va­das de la pre­sen­cia del virus en aguas resi­dua­les que pue­dan lle­gar a masas de agua de baño y la super­vi­ven­cia del virus pro­ve­nien­te de los bañis­tas en aguas, are­nas y super­fi­cies limí­tro­fes.

El infor­me ha sido redac­ta­do por seis inves­ti­ga­do­res de cen­tros del CSIC: Ana Allen­de, del Cen­tro de Eda­fo­lo­gía y Bio­lo­gía Apli­ca­da del Segu­ra (CEBAS-CSIC), Ali­cia de Andrés, del Ins­ti­tu­to de Cien­cias Mate­ria­les de Madrid (ICMM-CSIC), Anto­nio Figue­ras, del Ins­ti­tu­to de Inves­ti­ga­cio­nes Mari­nas (IIM-CSIC), Glo­ria Sán­chez, del Ins­ti­tu­to de Agro­quí­mi­ca y Tec­no­lo­gía de Ali­men­tos (IATA-CSIC), Joan Gri­malt, del Ins­ti­tu­to de Diag­nós­ti­co Ambien­tal y Estu­dios del Agua (IDAEA-CSIC), y Car­los Prie­to, Vice­pre­si­den­cia Adjun­ta de áreas Cie­n­­tí­­fi­­co-Téc­­ni­­cas del CSIC.

Los inves­ti­ga­do­res se han basa­do en la lite­ra­tu­ra cien­tí­fi­ca dis­po­ni­ble has­ta la fecha para dar una serie de indi­ca­cio­nes y reco­men­da­cio­nes para los espa­cios des­ti­na­dos a acti­vi­da­des acuá­ti­cas recrea­ti­vas. 

Consideraciones en los espacios acuáticos recreativos

En acti­vi­da­des recrea­ti­vas, la infec­ción por SARS-CoV‑2 por con­tac­to con el agua de con­di­cio­nes están­dar para el baño es muy poco pro­ba­ble. Sin embar­go, estas acti­vi­da­des gene­ral­men­te impli­can una pér­di­da de las medi­das reco­men­da­das de dis­tan­cia­mien­to social.

En pis­ci­nas y spa, el uso de agen­tes desin­fec­tan­tes está amplia­men­te implan­ta­do con el fin de evi­tar la con­ta­mi­na­ción micro­bia­na de las aguas por la afluen­cia de usua­rios, y esta medi­da debe­ría ser sufi­cien­te para la inac­ti­va­ción del virus.

Los aero­so­les gene­ra­dos en un bal­nea­rio o en una ins­ta­la­ción de aguas medi­ci­na­les ten­drán las mis­mas carac­te­rís­ti­cas de desin­fec­ción que las aguas de baño de estas ins­ta­la­cio­nes. En aque­llos casos en los que el ambien­te de las ins­ta­la­cio­nes se man­tie­ne a tem­pe­ra­tu­ras ele­va­das, como en el caso de las sau­nas y los baños de vapor, se espe­ra que, debi­do a la alta tem­pe­ra­tu­ra (> 60 ºC), la super­vi­ven­cia del virus se reduz­ca.

En lo rela­ti­vo al agua del mar, aun­que actual­men­te no exis­ten datos de la per­sis­ten­cia del SARS-CoV‑2, el efec­to de dilu­ción, así como la pre­sen­cia de sal, son fac­to­res que pro­ba­ble­men­te con­tri­bu­yan a una dis­mi­nu­ción de la car­ga viral y a su inac­ti­va­ción por ana­lo­gía a lo que suce­de con virus simi­la­res.

Sin embar­go, la super­vi­ven­cia del SARS-CoV‑2 en agua de ríos, lagos, pozas de agua dul­ce y no tra­ta­da es supe­rior en com­pa­ra­ción con las pis­ci­nas y el agua sala­da, y por tan­to deben extre­mar­se las medi­das de pre­cau­ción para evi­tar aglo­me­ra­cio­nes, sien­do éstos los medios acuá­ti­cos más des­acon­se­ja­bles en rela­ción con otras alter­na­ti­vas.

Otros de los fac­to­res que pue­den preo­cu­par es la pre­va­len­cia del virus en la are­na pre­sen­te en pla­yas o ribe­ras. Aun­que no exis­ten estu­dios expe­ri­men­ta­les al res­pec­to, la acción con­jun­ta de la sal del agua de mar, la radia­ción ultra­vio­le­ta solar y la alta tem­pe­ra­tu­ra que pue­de alcan­zar la are­na, son favo­ra­bles para la inac­ti­va­ción de los agen­tes pató­ge­nos. Tam­bién se hace hin­ca­pié en que cual­quier for­ma de desin­fec­ción de la are­na de la pla­ya debe ser res­pe­tuo­sa con el medio ambien­te y no es reco­men­da­ble su desin­fec­ción con los pro­ce­di­mien­tos habi­tua­les para espa­cios públi­cos urba­nos.

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