Los cronistas de la ciudad también necesitamos tomarnos vacaciones de vez en cuando. No tardaremos en volver a contar lo que pasa en los museos, en las editoriales, en las librerías, en los restaurantes… Pero hasta septiembre nos aferraremos con ilusión a un merecido descanso. Antes de hacerlo, dejo como despedida una variada miscelánea sobre el inicio cultural-culinario del Verano’24.
Escribo esta reseña el martes 2 de julio. El jueves 4 de julio, la galería Shiras (c/Vilaragut, 3) inaugurará una espectacular colectiva titulada ‘Tangram III’ que reúne obras de Joan Miró, Manuel Hernández Mompó, Equipo Crónica, Rafael Canogar, Miquel Navarro, Horacio Silva, Rosa Torres, Sebastián Nicolau Cristina Gamón, Carlos Sebastiá, Carolina Valls, Agustín Serisuelo, Sergio Rocafort, Cristina Babiloni, Danilo Cuadros, Oliver Roura, Enrique Zabala, Diego Vallejo, Miguel Bañuls y Eduardo Urdiales. Una sugerencia: después de ver ‘Tangram III’, les recomiendo tomar un aperitivo en el hotel ‘Only You’ (antes ‘Astoria’), situado justo enfrente de Shiras. ‘Only You’ tiene glamur.
Casi al lado de Shiras (a una sola manzana de distancia) tenemos el Museo Nacional de Cerámica ‘González Martí’. Actualmente expone allí Vicente Espinosa hasta el 15 de septiembre. Tradición y modernidad. La más alta y asombrosa artesanía convertida en una cariñosa manifestación personal. Espinosa despliega un conjunto de obras llenas de ensoñación y maestría técnica. Con él regresamos a la infancia sin abandonar la mirada contradictoria y compleja de los adultos.
La Fundación Bancaja está muy cerca del ‘González Martí’ (cinco minutos de paseo por la calle La Paz hasta llegar a la Glorieta). En Bancaja siempre hay exposiciones atractivas. Actualmente, las de Eduardo Arroyo (hasta el 1 de septiembre), el grupo El Paso (hasta el 8 de septiembre), ‘La Cúpula. Espacio Contemporáneo’ (hasta el 31 de diciembre) y María Aranguren (hasta el 27 de octubre). La muestra de Aranguren –abstracción geométrica y lírica: orden, azar y caos- se titula ‘Génesis’ y recorre la producción pictórica de la artista madrileña en los últimos años.
En la librería París-Valencia del Parterre compro dos libros: ‘Haz’ (Alianza), las memorias del director teatral José Carlos Plaza, e ‘Imprimir la leyenda. 500 anécdotas de cine’ (RBA), del crítico e historiador César Bardés. Muchas de las historias que cuenta Bardés son magníficas: el cine, contemplado desde dentro: enfrentamientos, pactos y seducciones en los rodajes. Aún no he iniciado la lectura de las memorias de Plaza.
Con el Metro (recomendable el bono con 10 viajes: precio, 4 euros) llega el paseante a Ángel Guimerá. Desde allí al MuVIM apenas hay doscientos metros. Este museo, con su entrada principal por Guillem de Castro, tiene una de las terrazas más agradables de la ciudad. Y sus exposiciones siempre poseen fuerza o morbo (o las dos cosas a la vez). Con el autobús, hasta el IVAM, museo de referencia con exposiciones interesantes, aunque no muy carismáticas para el gran público. A tres minutos de tranquilo paseo se encuentra el Centro del Carmen, con una variada programación para todas las generaciones.
Finalizada nuestra ruta cultural ‘Verano’24’, el cronista se acerca a la calle Alzira, una travesía de la calle Cuenca. En una de sus gratas terrazas –la zona tiene poco tráfico rodado- hojeo páginas del citado libro ‘500 anécdotas de cine’. Encuentro casual con mi amigo Raimundo, buen paseante y apasionado melómano. Me muestra, con su móvil, el cartel de un concierto del que no tuve noticia en su momento: en la prestigiosa Sala Gaveau de París se celebró el 26 de marzo del año pasado un concierto sinfónico, titulado ‘España’, con música de Bizet, Ravel, Chabrier, Lalo … ¡y de mi gran amiga, la compositora Ángeles López Artiga! Mentalmente, y a causa de mi instinto periodístico, me enfado un poco con Ángeles: ¿por qué no me lo contó en su momento? Los artistas no pueden permitirse el lujo de ser tímidos y modestos.
Raimundo me pregunta si conozco el restaurante Kô-Yô, en la misma calle Alzira, número 9 (dónde estaba antes Tapas Pambori). “No, no lo conozco”, le digo. “Pues te invito. ¿Aceptas?”. Sí, acepté. Kô-Yô lo lleva con entrega total Olivier Gómez, un estupendo cocinero francés de mediana edad, educadísimo, muy atento y laborioso. Es un restaurante acogedor que mediante la alianza de la tradición y la modernidad –un logro parecido al de Vicente Espinosa con sus mágicas cerámicas- nos ofrece una gastronomía saludable, distinta, sabrosa y con toques galos, ibéricos y japoneses. Gastronomía de fusión. ¿Los precios de Kô-Yô? Muy razonables.
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