El novio de la muerte, de Ramón Palomar, narra la vida y obra del sargento de la Legión Ventura Borrás en su camino, laborioso y perseverante, hacia el éxito en un cierto sector de la actividad económica.

Portada del libro El Novio de la Muerte.
Ramón Palomar (Nancy, 1966) es un escritor y periodista bien conocido en la Comunidad Valenciana y no sólo en ella. Ha publicado anteriormente Sesenta kilos y La gallera. La crítica las califica de “noir cañí”. Concepto también aplicable a escritores como Montero Glez.
El novio de la muerte narra la vida y obra del sargento de la Legión Ventura Borrás en su camino, laborioso y perseverante, hacia el éxito en un cierto sector de la actividad económica. Ramón Palomar retoma dos ilustres tradiciones literarias: la hagiografía o vidas ejemplares de santos y sabios, y la novela formativa que tuvo en el ciclo de Wilhelm Meister de Goethe, un preclaro modelo.
Palomar retoma esa tradición a su manera: la invierte. Si tanto la literatura piadosa como la sabiduría laica de Goethe proponen un pautado ascenso moral y espiritual, el noir de Palomar, es un minucioso, disciplinado, admirable por su perseverancia, descenso espiritual y moral. Los maestros de la “provincia pedagógica” del joven Ventura son un asesino con principios (su padre) y un humanista asesino (amigo de su padre, y segundo padre maternal)
Hace algunos siglos, en su Consolación de la filosofia, Boecio escribió: “el bueno y el malo buscan el bien supremo; el primero, en la virtud y lo encuentra; el segundo, en el camino de la pasión y se extravia. El primero es fuerte, el segundo débil”.
Ventura Borras es un ejemplo de solvente debilidad. El novio de la muerte también es novela histórica. De historia reciente. Abarca un periodo de tiempo inusualmente amplio en el género negro: desde los años de postguerra, pasando por los años 80 y 90 del pasado siglo, hasta prácticamente la actualidad.
Esta es la valoración que se hace de la Transición desde el punto de las tareas empresariales de Ventura Borrás: “Franco murió y llegó la democracia, y la democracia trajo pornografía, delincuencia, comunistas y… droga en las calles. Todo eso lo había previsto Ventura, y acertó; además estaba preparado para ello. Sabía cómo transportar el mayor cargamento de costo a le Península para que los porreros rojos, los jipis desvariados, pudiesen fumar hasta perder el conocimiento”.
Palomar tiene un contrastado talento para el manejo del lenguaje coloquial e infracoloquial. Los insultos, amenazas, humillaciones… que recorren la novela tiene, a menudo, una elaborada construcción. Algún ejemplo: “Me cago en la puta de oros que se folló a un rojo asesino a cambio de una foto de Durruti con el nabo al aire”. Improperios que precisan, en el joven lector actual, ciertos conocimientos histórico-políticos de los que acaso carece.
O el empleo de símiles desasogantes, al menos para un lector que no sea particularmente perverso: “Aulló como si estuviesen follando a su madre en su presencia”. Tiende a incrementar el acerbo lexicográfico del lector medio: hapiri, calomelanos, mojamés… Hay declaraciones de principios éticos bajo formato aforístico; “el dinero es la mejor patria”.
Entre lenguaje de los personajes y del narrador apenas hay distancia. Pertenecen al mismo orbe moral. No dramatizan. A las situaciones más espeluznantes se les da el tratamiento de entretenida tertulia de café. La descripción de Benimakada, conocido barrio de Tánger, es una versión, en noir hispano, de algunos círculos del Inferno de Dante Alighieri sin emplear tercetos encadenados: “chatarra, carne, armas de fuego, drogas, sadomaso de media luna y de luna llena, espectáculos de tortura en vivo y en directo, tipos que tragan fuego y papean cristales y escupen sapos (…) sicarios, proxenetas, putas, madamas, tullidos de navaja en el muñón, garitos de juego, alberos de peleas de gallos, corrales que son la trasera de una maxichabola que también puedes apostar gozando salvajemente con las peleas de perros”
Ventura Borras como alma diabólica, resulta incompleto, defectuoso. Es cierto que roba, mata, tortura, extorsiona… pero mantiene un principio: lealtad a sus maestros y a su más reducido entorno. Eso, en términos de teología del mal, es grave pecado. Tal vez por eso resulta literariamente aceptable.
Al vigente canon narrativo ‑feminismo escolástico, memoria histórica, lirismo ecológico…- todo hace pensar que esta novela le ponga de los nervios.
El novio de la muerte no es en principio la lectura navideña idónea; otros días tiene el año.

Portada del libro.
Título: El novio de la muerte
Autor: Ramón Palomar
Editorial: Grijalbo
Páginas: 315
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