Víctor Orenga, escritor, maestro y fotógrafo, fallecido en 2005 a los 62 años, publicó el siglo pasado a toda una generación valenciana de escritores y escritoras en ciernes. Cuarenta años después sus libros siguen apareciendo en librerías valencianas a precio de saldo.

Narra­ti­va Insó­li­ta.

“A mi jui­cio, sólo debe­ría­mos leer libros que nos muer­den y nos pican. Si el libro que esta­mos leyen­do no nos des­pier­ta de un puñe­ta­zo en la cris­ma, ¿para qué lo lee­mos? ¿Para que nos hagan feli­ces? Dios mío, tam­bién podría­mos ser feli­ces sin tener libros, y dado el caso, has­ta podría­mos escri­bir noso­tros mis­mos los libros que nos hicie­ran feli­ces”. Pala­bras de Kaf­ka reco­gi­das por Moni­ka Zgus­to­va en su libro La Bella extran­je­ra. Pra­ga y el des­arraio­go, cita­das por Toni Mon­te­si­nos en un repor­ta­je de Cul­tu­ras de La Van­guar­dia. 

En el lejano 1985 del siglo pasa­do el escri­tor Víc­tor Oren­ga escri­bió La orgía de los añi­cos, se edi­tó a sí mis­mo y eso le hizo feliz. Tan­to que se puso a edi­tar a todo escri­tor local que se movía. La his­to­ria de las edi­to­ria­les valen­cia­nas des­apa­re­ci­das es un rela­to aven­tu­re­ro, de inten­tos heroi­cos por par­te de gru­pos de inte­lec­tua­les y artis­tas por crear espa­cios nue­vos que lue­go, tras el fra­ca­so, que­da­ron ente­rra­dos en el olvi­do.

La orgía de los añi­cos.

No es el caso de la legen­da­ria edi­to­rial Víc­tor Oren­ga Eds. Su fun­da­dor, maes­tro, fotó­gra­fo, hom­bre rena­cen­tis­ta y visio­na­rio impul­só la edi­to­rial que lle­vó su mis­mo nom­bre. Fue a fina­les de los años 1970 y su pro­duc­ción pasa­rá a la his­to­ria como el mis­te­rio de la edi­to­rial resu­ci­ta­da, pues nume­ro­sos ejem­pla­res de su colec­ción Narra­ti­va Insó­li­ta se siguen ven­dien­do de sal­do des­de hace más de un lus­tro en la cade­na de libre­rías Paris Valen­cia.

No fue la úni­ca en esos tiem­pos en que comen­za­ba a espa­bi­lar la cul­tu­ra valen­cia­na tras los años de plo­mo. Lo insó­li­to del caso Oren­ga es la visión que tuvo para edi­tar en pocos años a un gru­po de escri­to­res en cier­nes, algu­nos de los cua­les han lle­ga­do muy lejos y otros renun­cia­ron.

Su colec­ción Narra­ti­va insó­li­ta abrió el fue­go lite­ra­rio en la ciu­dad con un volu­men titu­la­do Dicho­sa Valen­cia, anto­lo­gía en la que publi­ca­ron rela­tos Alfons Cer­ve­ra, Pilar Pedra­za, Fer­nan­do Arias, Rafa Colo­ma, Ferrán Cre­ma­des i Arlan­dis, Vicen­te Muñoz Pue­lles, Vicen­te Gar­cía Cer­ve­ra  y Josep Lluís Seguí.

Oren­ga tenia ojo, eso no se le pue­de negar, pero su tra­yec­to­ria como edi­tor y escri­tor de van­guar­dia se esfu­mó cuan­do murió pre­ma­tu­ra­men­te a los 62 años en el año 2005. El edi­tor ya había publi­ca­do en la edi­to­rial Lumen su obra Mate­rial de derri­bo en 1975. Ami­go de Esther Tus­quets y Bea­triz de Mou­ra, tenía todos los con­tac­tos nece­sa­rios para triun­far, pero la Valen­cia de los 70 no era Bar­ce­lo­na. Tras publi­car sus dos últi­mos libros en la pro­pia edi­to­rial La dan­za de las robla­zam­bras y El hom­bre dila­pi­da­do, fue con­se­cuen­te con este últi­mo títu­lo y des­apa­re­ció de la esce­na cul­tu­ral y de la vida valen­cia­na has­ta su muer­te, años des­pués.

Víc­tor publi­có a auto­res que con el tiem­po pro­ta­go­ni­zan la lite­ra­tu­ra valen­cia­na más sol­ven­te. Tie­rra de humo, de Vicen­te Muñoz Pue­lles, Necró­po­lis de Pilar Pedra­za, obra de Alfons Cer­ve­ra, y otras crea­cio­nes de auto­res que apa­re­cie­ron en su pri­me­ra anto­lo­gía. Hubo casos como el del gale­ris­ta Gar­cía Cer­ve­ra, a quien publi­có su nove­la queer, Tetuán, que deja­ron de escri­bir, como tam­bién el escri­tor Josep Lluís Seguí, quien escri­bió a cua­tro manos La gola en llop (1983) con un des­co­no­ci­do Ferran Torrent, el estu­pen­do nove­lis­ta de Seda­ví que ha lle­ga­do muy lejos.

Necró­po­lis.

Oren­ga, en su humil­de plan­ta baja y taller edi­to­rial del nume­ro 339 de la calle San Vicen­te, don­de la ciu­dad pier­de su nom­bre, tra­ba­jó de fir­me para pro­mo­cio­nar a los escri­to­res valen­cia­nos que tenían algo que decir. En 1987 publi­có Valen­cia sumer­gi­da, el pri­mer libro de rela­tos de quien esto escri­be, revi­sa­do por su cole­ga y ami­go, el fino poe­ta José Luís Parra, ya falle­ci­do.

Valen­cia Sumer­gi­da.

Lo insó­li­to de esta his­to­ria es que los volú­me­nes de las edi­cio­nes de Oren­ga lle­van apa­re­cien­do hace ya más de un lus­tro en las bal­das de Paris Valen­cia, un stock inter­mi­na­ble de ejem­pla­res al módi­co pre­cio de un euro. Espa­cios de Tere­sa Gar­ví, El Muro de Lucia Mataix y muchos otros títu­los que, como fan­tas­mas del pasa­do, resu­ci­tan de nue­vo en el siglo XXI.

El caso de esta edi­to­rial de asom­bro­sa resi­lien­cia no es úni­co pues en la libre­ría Pra­xis de la calle Ave­lla­nas 8, ha apa­re­ci­do como por ensal­mo la colec­ción com­ple­ta de la revis­ta de poe­sía Sep­ti­mo­miau, crea­da al final de los 70 por San­ti Muñoz, Tomas March, José L. Fal­có y Toni Moll, este últi­mo valien­te edi­tor pio­ne­ro, con base en su Café Mal­va­rro­sa de la calle Ruiz de Lihory. 

Sep­ti­mo­miau.

Moll es otro de los edi­to­res y pro­mo­to­res de cul­tu­ra que inten­tó abrir­se camino en la edi­ción de nue­vos valo­res. Publi­có Un hacha para el hie­lo de José Luis Parra en Edi­cio­nes La Gue­rra & Café Mal­va­rro­sa, en 1994, con pró­lo­go de Marc Gra­nell. El últi­mo inten­to de Toni Moll, here­de­ro direc­to del insó­li­to Oren­ga, fue crear Lete­ra­du­ra edi­to­rial que publi­có entre otros títu­los Tra­ba­jos For­za­dos, de Oswal­do Muñoz, con dise­ño de Víc­tor Segre­lles y una por­ta­da de Joan Car­dells.

Tra­ba­jos For­za­dos.

El escri­tor y perio­dis­ta Oswal­do Muñoz murió joven sin haber podi­do ver su libro publi­ca­do; des­can­sa en el cemen­te­rio de Pere Lachai­se de Paris, jun­to a Oscar Wil­de y Jim Morri­son; Lete­ra­du­ra des­apa­re­ció por el foro.

La his­to­ria de estas edi­to­ria­les pio­ne­ras sigue sin escri­bir­se. Por for­tu­na, hoy en día, el uni­ver­so edi­to­rial valen­ciano está más vivo que nun­ca. Jóve­nes edi­to­ria­les como Bar­lin Libros, Sar­gan­ta­na, Ole libros o Pre-tex­­tos lo demues­tran. La labor de Víc­tor Oren­ga, el escri­tor que se publi­co a sí mis­mo para ser feliz y tam­bién a otros para que esti­mu­la­ran su carre­ra y tam­bién lo fue­ran, es un pio­ne­ro como los per­so­na­jes de James Oli­ver Cur­wood y sus aven­tu­re­ros en Alas­ka.

Franz Kaf­ka, con­ti­nuan­do la cita del prin­ci­pio escri­bió: “Sin embar­go, nece­si­ta­mos libros que sur­tan sobre noso­tros el efec­to de una des­gra­cia muy dolo­ro­sa, como la muer­te de alguien al que que­ría­mos más que a noso­tros, como un des­tie­rro en bos­ques ale­ja­dos de todo ser humano, como un sui­ci­dio, un libro ha de ser un hacha para cla­var­la en el mar con­ge­la­do que hay den­tro de noso­tros”.

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