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Esta­mos en el mis­mo para­le­lo que Roma, nos une pues el cli­ma, y el mar, el arroz tam­bién, y las cocas, que son como piz­zas… pero los ita­lia­nos son los reyes de la pas­ta por enci­ma de todas las cosas. A mí me vuel­ve loca, la com­pro fres­ca en Gus­to­nuo­vo –o en Mer­ca­do­na, que tam­bién tie­ne–, pero cuan­do quie­ro dar­me un fes­tín me acer­co has­ta don­de Ade­la y Car­lo, en su trat­to­ria que cum­ple vein­te años dán­do­nos mara­vi­llas napo­li­ta­nas y can­tan­do taran­te­las.

Es el sitio favo­ri­to de los domin­gos por la noche de Miquel Nava­rro, para que lue­go digan que no hay que comer hidra­tos cuan­do ano­che­ce. Miquel apre­cia la bue­na comi­da pero, sobre todo, es un artis­ta gigan­tes­co, y gene­ro­so. Ha dona­do al IVAM un lega­do incal­cu­la­ble, inclu­yen­do su estu­­dio-taller de Mis­la­ta que él mis­mo reha­bi­li­tó y en don­de aco­pia una curio­sa biblio­te­ca espe­cia­li­za­da en arte. La mues­tra que aho­ra se pue­de ver en el museo, con una ins­ta­la­ción ya per­ma­nen­te de su obra, es sen­ci­lla­men­te extra­or­di­na­ria.

Y no es fácil ser pro­fe­ta en la tie­rra valen­cia­na. Habrá que refle­xio­nar sobre ello, ese espí­ri­tu que en noso­tros osci­la entre el auto­dio por no ser tan estu­pen­dos como debe­ría­mos o la exal­ta­ción popu­lis­ta y acrí­ti­ca. Ten­dre­mos que ana­li­zar­lo aho­ra que vie­ne el día de la patria valen­cia­na. Y somos bue­nos, y sufri­mos una pér­di­da de ima­gen exte­rior impor­tan­te, así que nece­si­ta­mos recu­pe­rar auto­es­ti­ma, impul­so para seguir con nues­tro empu­je empren­de­dor. Lle­ga Sant Dio­nís, la últi­ma corri­da de la tem­po­ra­da tau­ri­na y el arran­que del Cir­cuit del Café-tea­­tro… Lle­ga el oto­ño, visi­ten los comer­cios: hay que cubrir­se del frío, estar a la moda y reac­ti­var el con­su­mo.

Esta­mos en el mis­mo para­le­lo que Roma, nos une pues el cli­ma, y el mar, el arroz tam­bién, y las cocas, que son como piz­zas… pero los ita­lia­nos son los reyes de la pas­ta por enci­ma de todas las cosas. A mí me vuel­ve loca, la com­pro fres­ca en Gus­to­nuo­vo –o en Mer­ca­do­na, que tam­bién tie­ne–, pero cuan­do quie­ro dar­me un fes­tín me acer­co has­ta don­de Ade­la y Car­lo, en su trat­to­ria que cum­ple vein­te años dán­do­nos mara­vi­llas napo­li­ta­nas y can­tan­do taran­te­las.

Es el sitio favo­ri­to de los domin­gos por la noche de Miquel Nava­rro, para que lue­go digan que no hay que comer hidra­tos cuan­do ano­che­ce. Miquel apre­cia la bue­na comi­da pero, sobre todo, es un artis­ta gigan­tes­co, y gene­ro­so. Ha dona­do al IVAM un lega­do incal­cu­la­ble, inclu­yen­do su estu­­dio-taller de Mis­la­ta que él mis­mo reha­bi­li­tó y en don­de aco­pia una curio­sa biblio­te­ca espe­cia­li­za­da en arte. La mues­tra que aho­ra se pue­de ver en el museo, con una ins­ta­la­ción ya per­ma­nen­te de su obra, es sen­ci­lla­men­te extra­or­di­na­ria.

Y no es fácil ser pro­fe­ta en la tie­rra valen­cia­na. Habrá que refle­xio­nar sobre ello, ese espí­ri­tu que en noso­tros osci­la entre el auto­dio por no ser tan estu­pen­dos como debe­ría­mos o la exal­ta­ción popu­lis­ta y acrí­ti­ca. Ten­dre­mos que ana­li­zar­lo aho­ra que vie­ne el día de la patria valen­cia­na. Y somos bue­nos, y sufri­mos una pér­di­da de ima­gen exte­rior impor­tan­te, así que nece­si­ta­mos recu­pe­rar auto­es­ti­ma, impul­so para seguir con nues­tro empu­je empren­de­dor. Lle­ga Sant Dio­nís, la últi­ma corri­da de la tem­po­ra­da tau­ri­na y el arran­que del Cir­cuit del Café-tea­­tro… Lle­ga el oto­ño, visi­ten los comer­cios: hay que cubrir­se del frío, estar a la moda y reac­ti­var el con­su­mo.

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