Marta, la «niña de Sevilla»

Han vuelto a hacerlo. Y yo creía que con el deplorable espectáculo mediático de las “niñas d’Alcasser”, aquel tristísimo suceso que causaron dos canallas armados de pistolas y remataron otros no menos canallas micrófono en mano, día tras día, mes tras mes, todos habíamos aprendido la lección de lo que no debe hacerse… Pero nada más lejos de la realidad.Ha sido desaparecer una adolescente, con la lógica desesperación de los padres, con el más que comprensible inicio de una campaña de búsqueda por parte de amigos, vecinos y –como suele ocurrir a menudo–, alguno de los implicados, y vuelven algunos medios de comunicación a montar su tienda de campaña frente a la casa de los padres, ya se aprestan los profesionales de los mal llamados programas del corazón a invitar a quien tenga algo que decir sobre el tema, venga o no venga a cuento.
Marta del Castillo, la nueva “niña de Sevilla”, desapareció hace tres semanas. Hace dos días, la policía detuvo a un joven que salió con ella durante un mes. Al día siguiente de ser detenido, el joven confesó haberla matado y, ayudado por otros, lanzó su cuerpo al Guadalquivir. En el momento de escribir esto, todavía no había sido hallado el cadáver. Estos son los hechos, o deberían serlo. Pero no.Pronto se han aprestado amigos incondicionales, seguramente los mismos que la buscaron desesperadamente por toda Sevilla, los que encabezaban manifestaciones y ahora gritan insultos a los presuntos, a facilitar cualquier fotografía de Marta, las convenientes y las inconvenientes. Pronto la han robado toda su intimidad de 17 años y se la han entregado a los medios, para solaz de morbosos.
Y pronto, no lo duden, tendremos a esos mismos amigos y conocidos hablando de Marta y de su presunto o presuntos asesinos con todo lujo de detalles a cambio de unos pocos miles de euros.Nos queda mucho por conocer de esta Marta menor de edad, aunque no queramos. Nos queda mucho por conocer de ese Miguel que afirma haberla golpeado hasta la muerte. Y también sabremos cosas de quienes les ayudaron a ambos.
Nos queda el descubrimiento del cadáver, nos queda el entierro y nos queda, sobre todo, el juicio. Prepárense porque así son las cosas.

Han vuelto a hacerlo. Y yo creía que con el deplorable espectáculo mediático de las “niñas d’Alcasser”, aquel tristísimo suceso que causaron dos canallas armados de pistolas y remataron otros no menos canallas micrófono en mano, día tras día, mes tras mes, todos habíamos aprendido la lección de lo que no debe hacerse… Pero nada más lejos de la realidad.Ha sido desaparecer una adolescente, con la lógica desesperación de los padres, con el más que comprensible inicio de una campaña de búsqueda por parte de amigos, vecinos y –como suele ocurrir a menudo–, alguno de los implicados, y vuelven algunos medios de comunicación a montar su tienda de campaña frente a la casa de los padres, ya se aprestan los profesionales de los mal llamados programas del corazón a invitar a quien tenga algo que decir sobre el tema, venga o no venga a cuento.
Marta del Castillo, la nueva “niña de Sevilla”, desapareció hace tres semanas. Hace dos días, la policía detuvo a un joven que salió con ella durante un mes. Al día siguiente de ser detenido, el joven confesó haberla matado y, ayudado por otros, lanzó su cuerpo al Guadalquivir. En el momento de escribir esto, todavía no había sido hallado el cadáver. Estos son los hechos, o deberían serlo. Pero no.Pronto se han aprestado amigos incondicionales, seguramente los mismos que la buscaron desesperadamente por toda Sevilla, los que encabezaban manifestaciones y ahora gritan insultos a los presuntos, a facilitar cualquier fotografía de Marta, las convenientes y las inconvenientes. Pronto la han robado toda su intimidad de 17 años y se la han entregado a los medios, para solaz de morbosos.
Y pronto, no lo duden, tendremos a esos mismos amigos y conocidos hablando de Marta y de su presunto o presuntos asesinos con todo lujo de detalles a cambio de unos pocos miles de euros.Nos queda mucho por conocer de esta Marta menor de edad, aunque no queramos. Nos queda mucho por conocer de ese Miguel que afirma haberla golpeado hasta la muerte. Y también sabremos cosas de quienes les ayudaron a ambos.
Nos queda el descubrimiento del cadáver, nos queda el entierro y nos queda, sobre todo, el juicio. Prepárense porque así son las cosas.