El cuadro pertenece a la colección del historiador Javier Pérez Rojas, experto en la obra del valenciano
El Museo Casa Ibáñez, en Olula del Río (Almería), que alberga una de las mayores colecciones de arte contemporáneo de Andalucía, expone desde el pasado martes el retrato de Federico Vañó pintado por Ignacio Pinazo en 1907. La obra ha sido instalada en la sala de pintura española de finales del XIX y principios del XX de su colección permanente y será expuesta hasta finales de septiembre. Pertenece a la colección particular de Javier Pérez Rojas, historiador y experto en Pinazo y la pintura valenciana de entre siglos, y no se había expuesto nunca fuera de Valencia.
Representa al médico Vañó sentado en un interior de su casa, a tamaño natural. El lienzo, que ha sido sometido a un leve proceso de restauración y consolidación en el Museo Ibáñez, está en perfectas condiciones de conservación y se exhibe con el marco dorado original de la época. Pinazo pintó en distintos años los retratos de la familia Vañó, un amigo que abandonó la medicina por los negocios. Pintó a su hijo y a su mujer en 1898, y el de Federico en 1907, sentado un sillón que forma pareja con el retrato de su esposa, que, en la actualidad, está en otra colección particular. Ambos en distintos ángulos del mismo salón de la vivienda.
A través de estos dos retratos, Pinazo va definiendo una nueva tipología que adivina a sus admirados Velázquez y Goya. «El juego de acentuadas perspectivas espaciales lo conducen a propuestas que anticipan las vanguardias figurativas de la segunda mitad del siglo XX, en especial de artistas como Bacon y Freud», explica Pérez Rojas. «Uno de los rasgos de la modernidad del lienzo es la perspectiva alzada que ofrece, de forma que el retratado alcanza una mayor presencia y dominio en el espacio», agrega el historiador.
Técnicamente, señala Pérez Rojas «Pinazo hace ostentación de un tipo de pincelada suelta y segura que describe de manera sintética y a la vez precisa el ambiente que rodea al personaje. Su maestría se proyecta por igual en detalles como los zapatos del retratado o el fleco del confortable sillón en el que se presenta. La cabeza está ejecutada con una materia abrupta e informalista, de cierto descuido expresionista. Compositivamente, traza una diagonal que de los pies a la cabeza ocupa los ángulos derecho e izquierdo de parte inferior a superior del lienzo», detalla el historiador.
El retrato de Vañó es uno de los más destacados de toda su producción y de la pintura española de la época. «Pertenece a la etapa final de Pinazo, donde el pintor exhibe todos sus recursos expresivos y formales con la capacidad máxima de su genio, acumulada durante décadas de actividad que le colocaron como una de las figuras artísticas más importantes de su época. No en vano, junto con Sorolla y Muñoz Degrain integra la Trinidad de la escuela Valenciana», manifiesta Rojas.
En la Casa Museo de Pinazo, en Godella, en la calle que lleva su nombre, se puede disfrutar de las obras de Ignacio Pinazo Camarlench (1846–1916) y sus hijos; el pintor José Pinazo Martínez (1879–1933) y el escultor Ignacio Pinazo Martínez (1883–1970).
Pinazo, de origen humilde, ejerció varios oficios como sombrerero y tauleller. En 1864 ingresó en la Escuela de Bellas artes de San Carlos, de Valencia. Después pasó unos años en Italia, durante los que aprende y desarrolla su estilo, que pasó de una pintura académica, canónica y correcta, al impresionismo y naturalismo, con una preferencia del color sobre la forma.
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