El Cen­tre del Car­me ini­cia su pro­gra­ma Tra­jec­tò­ries de revi­sión de tra­yec­to­rias de artis­tas y colec­ti­vos valen­cia­nos con la obra de la escul­to­ra Tere­sa Cebrián (Losa del Obis­po, Valèn­cia, 1957). El lar­go via­je repa­sa 35 años de crea­ción artís­ti­ca que se resu­men en 14 con­jun­tos escul­tó­ri­cos o ins­ta­la­cio­nes que repa­san las series más con­tro­ver­ti­das de esta artis­ta nóma­da, un reco­rri­do artís­ti­co y vital mar­ca­do por la enfer­me­dad y el dolor con el arte como palia­ti­vo. La expo­si­ción, que se podrá ver en el Cen­tre del Car­me has­ta el 23 de sep­tiem­bre, está comi­sa­ria­da por Mari­sol Sala­no­va.

Tere­sa Cebrián

Con un reco­no­ci­do reco­rri­do inter­na­cio­nal Tere­sa Cebrián ha desa­rro­lla­do la mayor par­te de su pro­duc­ción fue­ra de Espa­ña en dife­ren­tes resi­den­cias artís­ti­cas en Cana­dá, Polo­nia, Holan­da, Ale­ma­nia, Hun­gría o Sui­za, entre otros. “Siem­pre entre paí­ses, reco­pi­lan­do mate­ria­les increí­bles, aco­plán­do­se en cual­quier taller acon­di­cio­na­do para poder crear” expli­ca Mari­sol Sala­no­va que “Tere­sa Cebrián ha sido una autén­ti­ca nóma­da que ha crea­do su obra a lo lar­go de su vida en dife­ren­tes resi­den­cias inter­na­cio­na­les, que ha vivi­do solo de crear y ven­der obra, cuyo úni­co sus­ten­to ha sido el arte con la com­ple­ji­dad que eso con­lle­va”.

La expo­si­ción indi­vi­dual de Tere­sa Cebrián El Lar­go Via­je está pla­ni­fi­ca­da para poner en diá­lo­go una o varias obras ante­rior­men­te no rela­cio­na­das y que tan­to comi­sa­ria como artis­ta quie­ren ofre­cer al públi­co des­ve­lan­do una his­to­ria cuyo rela­to depen­de­rá de los que la obser­ven ya que cada espa­cio con­tie­ne múl­ti­ples reve­la­cio­nes. La expo­si­ción refle­ja las par­ti­cu­la­res difi­cul­ta­des a las que se enfren­tan las muje­res artis­tas a la hora de crear y con­ci­liar, espe­cial­men­te en los años en los que comen­zó a gene­rar obra Cebrián en escul­tu­ra e ins­ta­la­ción, por el hecho de ser muje­res.

La lucha con­tra el machis­mo den­tro y fue­ra del hogar, la toma de deci­sio­nes sobre la mater­ni­dad, los víncu­los fami­lia­res, la infan­cia, la madu­rez, la resi­lien­cia y el dolor como algo inhe­ren­te al ciclo vital, son los temas prin­ci­pa­les de este pro­yec­to” expli­ca Sala­no­va. La expo­si­ción no es una retros­pec­ti­va al uso, no ofre­ce un reco­rri­do cro­no­ló­gi­co sino temá­ti­co por las dis­tin­tas eta­pas de la artis­ta lo que per­mi­te esta­ble­cer diá­lo­gos entre pie­zas que nun­ca antes se han expues­to jun­tas, cono­cer todas las téc­ni­cas expe­ri­men­ta­das por la artis­ta en su carre­ra e ir iden­ti­fi­can­do pre­gun­tas exis­ten­cia­les con las que cual­quier visi­tan­te empa­ti­za­ría.

La expo­si­ción con­tie­ne ade­más obras iné­di­tas de recien­te crea­ción. A pesar de haber anun­cia­do la artis­ta varias veces su reti­ra­da del tra­ba­jo artís­ti­co debi­do a su enfer­me­dad, Tere­sa Cebrián sigue pro­du­cien­do. La mues­tra se pre­sen­ta como un via­je en el que ir cono­cien­do esas pie­zas o series cla­ve en su pro­duc­ción y que mar­ca­ron un antes y un des­pués en su tra­yec­to­ria, como La des­apa­ri­ción de las pala­bras (2012) pie­za que ha sido recien­te­men­te adqui­ri­da por la Gene­ra­li­tat den­tro de su fon­do de arte con­tem­po­rá­neo y que hace refe­ren­cia al momen­to en el que la artis­ta debe esta­ble­cer­se defi­ni­ti­va­men­te en Valèn­cia debi­do a su enfer­me­dad y aban­do­nar esa vida nóma­da.

Aun­que las temá­ti­cas y preo­cu­pa­cio­nes de la artis­ta a lo lar­go de su carre­ra son diver­sas el dolor es el hilo con­duc­tor de esta mues­tra que pese a no ser cro­no­ló­gi­ca evo­lu­cio­na, como su enfer­me­dad, has­ta el dolor más abso­lu­to. La artis­ta defi­ne la sala cen­tral de Ferre­res como la habi­ta­ción del silen­cio. En ella la jau­la de la vio­len­cia o La vio­len­cia enjau­la­da (2002), un suda­rio y su auto­rre­tra­to por­tán­do­lo pre­pa­ran al espec­ta­dor para un reco­rri­do que se ini­cia con algu­nas de sus resi­den­cias inter­na­cio­na­les, con la idea de sole­dad e intros­pec­ción de sus obras The her­mits, 1991 o Lin­ter­nas Mari­nas (1988) y Dark Water (1987), ins­pi­ra­das en la lite­ra­tu­ra japo­ne­sa. Des­ta­can asi­mis­mo Del silen­cio de las lágri­mas (1999) obra del Con­sor­ci de Museus que se creó ex pro­fe­so para su expo­si­ción en la Sala La Galle­ra y que ve la luz por pri­me­ra vez des­pués de aque­lla ins­ta­la­ción o Faces/Faceless (2006) una escul­tu­ra ins­ta­la­ti­va com­pues­ta por más de 700 ros­tros que hacen refe­ren­cia a la sole­dad en medio de la muche­dum­bre o a la fuer­za de la colec­ti­vi­dad; así como la ins­ta­la­ción El Infi­ni­to Dolor (2015–2016), que cie­rra la expo­si­ción inte­gra­da por 13 pie­zas direc­ta­men­te rela­cio­na­das con el pro­ce­so de la enfer­me­dad, aque­llo que la socie­dad no quie­re ver.

Tere­sa Cebrián emo­cio­na­da por vol­ver al Cen­tre del Car­me don­de estu­dio Bellas Artes ha mani­fes­ta­do que “el reco­no­ci­mien­to que no tuve en mi tie­rra lo he teni­do fue­ra”. La artis­ta expli­ca que “en cada una de las salas que com­po­nen Ferre­res, en cada ins­ta­la­ción, plan­teo tres pre­gun­tas al espec­ta­dor. Todas son pre­gun­tas a cer­ca de la vida, la res­pues­ta de cada uno irá en fun­ción de su memo­ria”.

La expo­si­ción pue­de ver­se en el Cen­tre del Car­me has­ta el 23 de sep­tiem­bre.

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