Retra­to del artis­ta Hen­ri Michaux (deta­lle).

Viajar se ha convertido en el Santo Grial de nuestro tiempo. En la literatura los libros de viajes quizás sean lo más entretenidos. Hay un libro de viajes excepcional el favorito de Borges, que lo tradujo al castellano. Se titula Un bárbaro en Asia y su autor Henri Michaux, surrealista, autor a contracorriente y orientalista, es un personaje de primer orden y su libro una joya.

Retra­to del artis­ta Hen­ri Michaux (deta­lle).

La gran cues­tión de los via­je­ros y sus via­jes se ha des­ma­dra­do de mane­ra expo­nen­cial en este siglo recién ini­cia­do. La apa­ri­ción de los mons­truo­sos cru­ce­ros, incó­mo­dos vue­los chár­ter y el aco­so publi­ci­ta­rio a la pobla­ción para con­ven­cer­la de que aquel que no via­ja es un des­gra­cia­do es cosa dia­ria. Una dia­rrea de ofer­tas a luga­res exó­ti­cos que pocos se pue­den pagar pero ahí siguen macha­can­do con excur­sio­nes a lo des­co­no­ci­do que a la pos­tre es un mis­mo deco­ra­do con pal­me­ras de plás­ti­co pla­yas de car­tón patea­das por pobres ven­de­do­res de colla­res de bisu­te­ría. Y, sin embar­go, no todo ese nego­cio es oré­gano.

Des­de el via­je alre­de­dor de una mesa de Julio Cor­tá­zar o Bau­de­lai­re has­ta el via­je inte­rior de Batai­lle está demos­tra­do que se pue­de via­jar sin salir de casa. Con la lec­tu­ra, por no ir más lejos. Por no hablar de los via­jes con dro­gas, típi­cos de algu­nos artis­tas del siglo pasa­do que hicie­ron escue­la. Se podría escri­bir un ensa­yo kilo­mé­tri­co sobre los gran­des via­je­ros que en este mun­do han sido y lo que ha escri­to.

Des­car­tan­do los rela­tos racis­tas y colo­nia­les de los via­je­ros euro­peos y ame­ri­ca­nos del siglo XIX y XX como Livings­ton, Richard Bur­ton o Stan­ley, autén­ti­cos depre­da­do­res que via­ja­ban sin ver, es más pro­ve­cho­so recor­dar a narra­do­res de lo mara­vi­llo­so de todos los tiem­pos. Y el via­je orien­tal es la madre de todos los via­jes, mucho antes que Mar­co Polo pusie­ra de moda el tema.

Bai­la­ri­nas Bali­ne­sas.

Jonas y sus Argo­nau­tas, Heró­do­to, inven­tor del perio­dis­mo de via­jes; la gran­dio­sa Aná­ba­sis de Jeno­fon­te, la expe­di­ción de los 100.000, escri­ta 400 años antes de Cris­to. La peri­pe­cia de los mer­ce­na­rios grie­gos reclu­ta­dos por el rey per­sa Ciro el Joven y que se que­da­ron col­ga­dos en medio de Meso­po­ta­mia y tuvie­ron que regre­sar con el rabo entre pier­nas en un retorno demen­cial. Este libro del grie­go es una de las aven­tu­ras más intere­san­tes jamás con­ta­das, pero hay más. Lle­ga­dos a nues­tros tiem­pos moder­nos, los escri­to­res de via­jes no han deja­do de cre­cer. Corre­ca­mi­nos con una visión huma­na de las cosas y las gen­tes y nos vani­do­sos occi­den­ta­les que se creían supe­rio­res por tener el ros­tro páli­do y que tan­to daño cau­sa­ron a los pue­blos indí­ge­nas del glo­bo.

Entre los más intere­san­tes figu­ran Bru­ce Chat­win y su Via­je a la Pata­go­nia o Paul The­roux y sus Colum­nas de Hér­cu­les, libros de aven­tu­ras exce­len­tes que tie­nen la vir­tud de no nece­si­tar ima­gi­na­ción. Lo más cer­cano que tene­mos en este géne­ro es el ameno libro Las bellas ciu­da­des y yo de Pilar Len­non (Valen­cia 1952) edi­ta­do por Libros de Baal en 2022.

Y todo esto vie­ne a cuen­to para hablar de uno de los libros de via­jes más extra­or­di­na­rios que ha dado la cul­tu­ra euro­pea. Se le ocu­rrió tra­du­cir el libro a Jor­ge Luis Bor­ges en 1941 y era uno de sus pre­fe­ri­dos. Se tra­ta de la obra Un bár­ba­ro en Asia del alu­ci­nan­te pin­tor y escri­tor bel­ga Hen­ri Michaux (1899- 1984). Libro este que tie­ne un papel des­ta­ca­do en la lla­ma­da Biblio­te­ca per­so­nal de Bor­ges y que debe ser de obli­ga­da lec­tu­ra para todo aquel que quie­ra salir­se del sen­de­ro del libro de via­jes y entrar en un mun­do nue­vo y des­co­no­ci­do; dis­fru­tar de una pro­sa inau­di­ta que es a la vez poe­sía y músi­ca y sobre todo apren­der con su con­ten­di­do has­ta que pun­to el surrea­lis­mo y el van­guar­dis­mo de un bel­ga excep­cio­nal pue­den con­ver­tir un libro de via­jes en una obra maes­tra, incla­si­fi­ca­ble.

Por­ta­da del libro.

Un poe­ma side­ral y meta­fí­si­co en el que lo que cuen­ta no es tan­to la escri­tu­ra como el espí­ri­tu mági­co, mis­te­rio­so, que pro­du­ce su lec­tu­ra. Opi­nio­nes y comen­ta­rios de un via­je­ro que pasea su iro­nía y su visión uni­ver­sa­lis­ta y anti­xe­nó­fo­ba del pla­ne­ta des­de Chi­na has­ta Mala­sia, pasan­do por Japón y Cey­lán. Un bár­ba­ro en Asia, escri­to en 1933 y res­ca­ta­do para la len­gua cas­te­lla­na por Bor­ges  en 1941 es una narra­ción asom­bro­sa sobre la visión bien muy per­so­nal y alu­ci­na­da de un via­je­ro y pin­tor que ama­ba las van­guar­dias y des­cri­be las cos­tum­bres remo­tas como una visión más allá de la mera reali­dad. El espí­ri­tu ocul­to de los hechos, las cosas, las gen­tes.

De Michaux Bor­ges escri­bió en su pró­lo­go: “Hacia 1935 cono­cí en Bue­nos Aires a Hen­ri Michaux, lo recuer­do como un hom­bre sereno y son­rien­te, muy lúci­do de bue­na y no efu­si­va con­ver­sa­ción y fácil­men­te iró­ni­co. Por aque­llos años no sos­pe­cha­ba lo que Orien­te le daría o, de mane­ra mis­te­rio­sa, ya le había dado. Admi­ra­ba la obra de Paul Klee y de Gior­gio de Chi­ri­co”. Qué casua­li­dad, yo tam­bién admi­ro la obra de esos dos pin­to­res de mane­ra obse­si­va, faná­ti­ca, como  la de Michaux. Fue uno de los pri­me­ros orien­ta­lis­tas ilus­tra­dos por no hablar del hip­pie pio­ne­ro que expe­ri­men­tó con la mez­ca­li­na y le hizo pro­du­cir una obra pic­tó­ri­ca de mara­vi­llo­sa ima­gi­ne­ría y con­te­ni­do. No se fue a Orien­te a hacer­se la foto como los Beatles.

Un bár­ba­ro en Asia es un rela­to de via­je que resul­ta una expe­rien­cia oní­ri­ca. La des­crip­ción muy per­so­nal y en oca­sio­nes ima­gi­na­ria de las bai­la­ri­nas bali­ne­sas, del carác­ter de los chi­nos, del tea­tro y la músi­ca de Orien­te acer­ca al lec­tor a un  mun­do casi para­di­sia­co, un embru­jo de Shan­gay.  El libro está escri­to como un tríp­ti­co de El Bos­co, un Jar­dín de deli­cias que posee una ima­gi­na­ción y capa­ci­dad des­crip­ción des­bor­dan­te y bella. Michaux es de una iro­nía con gran sen­ti­do del humor, a la hora de des­cri­bir los per­so­na­jes, cos­tum­bres y etnias que fre­cuen­ta. A Michauux lo ubi­ca­ría como pre­cur­sor de gran­des aman­tes de la cul­tu­ra orien­tal como Allan Watts y nues­tro esti­ma­do y úni­co Sal­va­dor Páni­ker. El filó­so­fo bri­tá­ni­co, icono de la gene­ra­ción beat y hippy y el cata­lán han segui­do los pasos de via­je­ros como Michaux. Hay que leer­los para com­pren­der mejor el mun­do y con­ver­tir­lo en algo más ama­ble, sin vio­len­cia ni mal­da­des, un mun­do poé­ti­co en el que las cul­tu­ras se entre­cru­zan y bus­can la sere­ni­dad y la paz de una sola raza uni­ver­sal: los seres huma­nos.

Cuan­do uno aca­ba el libro de Michaux, que­da como seda­do con algu­na sus­tan­cia inma­te­rial y nada tóxi­ca, por­que las líneas fina­les son una cita que trans­por­ta, un man­tra deli­cio­so. Una con­sig­na para todo bicho vivien­te, y para los deses­pe­ra­dos, los neu­ró­ti­cos, los soli­ta­rios y des­di­cha­dos de este mun­do, los que se han per­di­do por los cami­nos que lle­van a nin­gu­na par­te. Un con­se­jo asom­bro­so.

Lo dijo el Budha a sus dis­cí­pu­los, en el momen­to de morir:

“En ade­lan­te sed vues­tra pro­pia luz, vues­tro pro­pio refu­gio.

No bus­quéis otro refu­gio.

No bus­quéis refu­gio sino en voso­tros mis­mos”

………………….

“No os ocu­péis de las mane­ras de pen­sar de los demás.

Man­te­neos en vues­tra pro­pia isla”.

Pega­dos a la con­tem­pla­ción”.

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