La explosión de la estadística predictiva de las plataformas sociales y su impacto sobre la conducta y la vida online de las personas a la que consigue alterar y deformar, ha puesto de actualidad un concepto que hasta hace muy poco solo era considerado por los reclutadores y directivos de empresa, especialistas de marketing que buscan cambiar las decisiones de consumo y de compra del público y por los profesionales de la psicología. Se trata de los inevitables sesgos cognitivos de los que la condición humana no se puede desligar por razones evolutivas. Como nos afectan a todos los humanos, intentaré explicarlo en primera persona.

Algu­nos ses­gos cog­ni­ti­vos bási­cos son inten­sa­men­te explo­ta­dos en las redes socia­les.

Un ses­go cog­ni­ti­vo es un patrón de pen­sa­mien­to pre­con­ce­bi­do que pue­de influir en nues­tra per­cep­ción, en nues­tro jui­cio y en la toma de deci­sio­nes que supues­ta­men­te debe­ría­mos tomar, tras la natu­ral refle­xión pre­via y eva­luar­la, y el uso del lla­ma­do ‘sen­ti­do común’.

Dado que nues­tros ses­gos cog­ni­ti­vos fun­cio­nan casi siem­pre de for­ma incons­cien­te, y que, hoy la mayor par­te de nues­tra con­duc­ta y nues­tra aten­ción está hoy media­da por la tec­no­lo­gía, muchas de las cosas que hace­mos en nues­tro com­por­ta­mien­to onli­ne ya son casi un auto­ma­tis­mo semi-incon­s­­cie­n­­te. Pues­to que esta­mos muy a mer­ced del flu­jo incan­sa­ble de infor­ma­ción con que nos bom­bar­dean a tra­vés de nues­tros dis­po­si­ti­vos conec­ta­dos, empie­za a ser nor­mal que no dis­pon­ga­mos para nues­tros pro­pios pen­sa­mien­tos del tiem­po impres­cin­di­ble que exi­gi­ría cual­quier refle­xión pre­via a nues­tra toma de deci­sio­nes. Inun­da­dos de infor­ma­ción no soli­ci­ta­da, ese tiem­po nos es roba­do de hecho, así que, debi­do ello, aca­ba­mos de for­ma cada vez más fre­cuen­te, pen­sa­do en y rea­li­zan­do cosas que, en reali­dad, no hemos deci­di­do por noso­tros mis­mos. De lo cual resul­ta, obvia­men­te, una seria ero­sión de nues­tra liber­tad indi­vi­dual y de la capa­ci­dad de elec­ción que esta pro­por­cio­na.

Los ses­gos cog­ni­ti­vos huma­nos y sus con­se­cuen­cias

Nues­tro sis­te­ma cog­ni­ti­vo está con­ce­bi­do para estar dis­po­ni­ble (enabled) y ser útil en todo momen­to. No tie­ne posi­ción «off» en base a la volun­tad. Por ejem­plo, si abri­mos los ojos y hay ilu­mi­na­ción ambien­te, vemos de for­ma auto­má­ti­ca y lle­gan al cere­bro las seña­les con­se­cuen­cia del efec­to de los foto­nes sobre los conos y los bas­to­nes, o sea, sobre las célu­las foto-rece­p­­to­­ras de nues­tra reti­na que son las res­pon­sa­bles de nues­tra visión. Dichas célu­las con­vier­ten la luz en men­sa­jes eléc­tri­cos, que se envían en un pro­ce­so incons­cien­te al ner­vio ópti­co, por el que via­jan has­ta el cere­bro. Lo mis­mo ocu­rre con las célu­las recep­to­ras de seña­les de otras par­tes de nues­tro sis­te­ma cog­ni­ti­vo. De fil­trar estos men­sa­jes cog­ni­ti­vos para sus pro­pó­si­tos ya se encar­ga el pro­pio cere­bro.

Todo ello suce­de en el mar­co, tam­bién incons­cien­te, de la bús­que­da del míni­mo gas­to de ener­gía con que fun­cio­na el cere­bro. Como dice Ave­lino Cor­ma, inclu­so en esto, es la Segun­da Ley de la Ter­mo­di­ná­mi­ca la que dice qué es y qué no es posi­ble, inclu­so para nues­tro cere­bro. En este entorno, es el pro­pio cere­bro el que usa algu­nos tru­cos cons­tan­te­men­te que se tra­du­cen, a veces en ven­ta­jas, pero otras en incon­ve­nien­tes. Dichos tru­cos inclu­yen pro­ce­sa­mien­tos de infor­ma­ción median­te ata­jos (o heu­rís­ti­ca –que sig­ni­fi­ca eti­mo­ló­gi­ca­men­te en este caso, «hallar o inven­tar»– ). Nues­tra men­te, si lo nece­si­ta, inven­ta. Esto suce­de a veces por moti­va­cio­nes emo­cio­na­les y mora­les pro­pias, y otras, en cam­bio, por la influen­cia exter­na de la inter­ac­ción o inclu­so por mime­tis­mo social.  Pro­fun­di­ce­mos aho­ra con­cep­tual­men­te un poco más en estos pro­ce­sos.

Un ses­go cog­ni­ti­vo cons­ti­tu­ye un meca­nis­mo o efec­to psi­co­ló­gi­co que, de hecho, pro­du­ce una des­via­ción de la direc­ción el pro­ce­sa­mien­to men­tal. Lo cual pue­de lle­var y lle­va de fac­to a dis­tor­sio­nes, qui­zá jui­cios inexac­tos o a inter­pre­ta­cio­nes iló­gi­cas de algo aso­cia­do a lo que se lla­ma, en tér­mi­nos gene­ra­les, irra­cio­na­lis­mo. Esto suce­de sobre el mar­co de inter­pre­ta­ción de la infor­ma­ción dis­po­ni­ble, aun­que los datos que tene­mos no sean lógi­cos o no estén rela­cio­na­dos entre sí. Nor­mal­men­te se tra­ta de un meca­nis­mo emo­cio­nal indi­vi­dual, pero tam­bién exis­ten ses­gos socia­les, que sue­len iden­ti­fi­car­se, en gene­ral, como ses­gos atri­bu­cio­na­les. Hoy en día, estos ses­gos, por la omni­pre­sen­cia en nues­tras vidas de la inter­ac­ción digi­tal y onli­ne, afec­tan sin reme­dio a nues­tras rela­cio­nes socia­les en el día a día. Inter­ac­cio­nes que media tam­bién de fac­to la algo­rít­mi­ca pre­dic­ti­va, que intro­du­ce cons­tan­te­men­te fac­to­res de pro­ba­bi­li­dad en lugar de cer­te­zas, lo que modi­fi­ca gran par­te de nues­tras deci­sio­nes.

Como con­se­cuen­cia, pode­mos caer o cae­mos a menu­do en esta­dos men­ta­les de con­fu­sión o de diso­nan­cia cog­ni­ti­va que no son natu­ra­les sino indu­ci­dos. A veces, nos pue­de sal­var de estas con­fu­sio­nes pun­tua­les nues­tra intui­ción, aun­que no siem­pre suce­de, por­que si se man­tie­ne el sis­te­ma en un esta­do de cons­tan­te satu­ra­ción, ello nos pue­de lle­var o otro tipo de ata­jos dis­tin­tos a los cita­dos como, por ejem­plo, los de los ses­gos pre­cep­ti­vos, cono­ci­dos común­men­te como fala­cias o fal­se­da­des, a los que sucum­bi­mos sin deci­dir­lo o espe­rar­lo y, a veces, des­co­no­cien­do inclu­so su pro­ce­den­cia.

Pero, ¿Cuál es el ori­gen de estos ses­gos cog­ni­ti­vos?

La opi­nión cien­tí­fi­ca más plau­si­ble es que pare­cen ser un ras­go adap­ta­ti­vo sur­gi­do duran­te la evo­lu­ción huma­na. Su pro­ce­di­mien­to, de nue­vo, son los ata­jos hacia la bús­que­da cons­tan­te del cere­bro de fun­cio­nar con el menor gas­to de ener­gía posi­ble. Estos ‘ata­jos’ están en el fon­do de estos ses­gos, ya que ayu­da­rían, por bue­nas razo­nes evo­lu­ti­vas, a nues­tro cere­bro a tomar deci­sio­nes rápi­das ante cier­tos estí­mu­los supues­ta o poten­cial­men­te dañi­nos. Por ejem­plo, en situa­cio­nes en las que una res­pues­ta inme­dia­ta, o ins­tan­tá­nea, pue­de ser más útil o valio­sa para la super­vi­ven­cia, que un aná­li­sis deta­lla­do. Pero esta inme­dia­tez apa­ren­te­men­te sal­va­do­ra pue­de con­du­cir­nos a tomar deci­sio­nes erró­neas a veces, con con­se­cuen­cias gra­ves o con nefas­tos efec­tos secun­da­rios.

La noción de ses­go cog­ni­ti­vo la intro­du­je­ron los psi­có­lo­gos Daniel Kah­ne­man y Amos Tversky en 1972, y sur­gió ori­gi­nal­men­te en su inves­ti­ga­ción sobre la expe­rien­cia de la impo­si­bi­li­dad del común de las per­so­nas de razo­nar intui­ti­va­men­te con órde­nes de mag­ni­tud muy gran­des, –algo habi­tual, por ejem­plo, en las mag­ni­tu­des de la infor­má­ti­ca de hoy con las que nos rela­cio­na­mos. Por ejem­plo, se nos habla fre­cuen­te­men­te de pen­taby­tes o teraby­tes lo cual nos aca­ba lle­van­do al anu­me­ris­mo (innu­me­racy en inglés), un tér­mino que alu­de a la inca­pa­ci­dad de com­pren­der con­cep­tos mate­má­ti­cos apli­ca­dos en la vida real. Algo que, por exten­sión, en un sen­ti­do amplio, es pro­pio de nues­tra actual inca­pa­ci­dad de enten­der el mun­do de mane­ra cien­tí­fi­ca y racio­nal. Esto lo expli­ca muy bien el pro­fe­sor y escri­tor John Allen Pau­los en su libro El hom­bre anu­mé­ri­co cuyo títu­lo ori­gi­nal es Innu­me­racy: Mathe­ma­ti­cal Illi­te­racy and its Con­se­quen­ces (Anu­me­ris­mo: El anal­fa­be­tis­mo mate­má­ti­co y sus con­se­cuen­cias).

El tema, más allá de su impor­tan­cia para el entorno coti­diano, ha sido explo­ra­do pro­fun­da­men­te por los espe­cia­lis­tas eco­nó­mi­cos, y fue un fac­tor impor­tan­te en el sur­gi­mien­to de la eco­no­mía con­duc­tual, que lle­vó a Kah­ne­man a ganar el Pre­mio Nobel de Eco­no­mía en 2002 por haber inte­gra­do aspec­tos de la inves­ti­ga­ción psi­co­ló­gi­ca en la cien­cia eco­nó­mi­ca, espe­cial­men­te en lo que res­pec­ta al jui­cio humano y la toma de deci­sio­nes bajo incer­ti­dum­bre. Algo deci­si­vo en el mun­do actual de los nego­cios. Mi ami­go, el des­ta­ca­do cien­tí­fi­co chi­leno de la compu­tación Ricar­do Bae­­za-Yates acon­se­ja, con su carac­te­rís­ti­co humor, inclu­so a la gen­te corrien­te, “no luchar con­tra la incer­ti­dum­bre sino abra­zar­la, ya que la vamos a tener ante noso­tros todo el tiem­po». Yo le digo que eso es más difí­cil hacer­lo que decir­lo. Aun­que él es muy aman­te de las para­do­jas. Nues­tro diá­lo­go en mi libro de MIT Press se lla­ma «Recor­dar el futu­ro».

Aun­que hay más de 150 ses­gos cog­ni­ti­vos defi­ni­dos, algu­nos de ellos se han vuel­to deci­si­vos en nues­tra vida por­que son usa­dos en nues­tra con­tra para apro­ve­char nues­tra como­di­dad nihi­lis­ta (una mez­cla de no usar tiem­po para pen­sar en las con­se­cuen­cias y de con­for­mis­mo), y cai­ga­mos sutil­men­te pre­sa de esos ata­jos men­ta­les con los que nues­tra cere­bro está cómo­do y, en con­se­cuen­cia, nos lle­ve a rea­li­zar accio­nes o actos a que, en con­di­cio­nes nor­ma­les, nun­ca hubié­ra­mos hecho, si con­ser­vá­ra­mos intac­ta nues­tra capa­ci­dad racio­nal para deci­dir por noso­tros mis­mos.

La explo­ta­ción cog­ni­ti­va abe­rran­te del espec­ta­dor de audio­vi­sua­les

El cofun­da­dor, pre­si­den­te y CEO de Net­flix Reed Has­tings hizo duran­te una con­fe­ren­cia recien­te una bro­ma (o tal vez no lo era), que ilus­tra muy bien el pen­sa­mien­to con que los líde­res de las big tech y las pla­ta­for­mas glo­ba­les con­ci­ben las vidas de los usua­rios de sus pla­ta­for­mas. Para Has­ting, los huma­nos tie­nen un defec­to: son huma­nos y, por eso, nece­si­tan dor­mir. Y decla­ró que en reali­dad «el sue­ño (de los huma­nos) es nues­tra com­pe­ten­cia». Si por él fue­ra, con tal de ganar más dine­ro, los usua­rios de su pla­ta­for­ma debe­rían estar sin dor­mir nun­ca y en per­pe­tuo con­su­mo, en una espe­cie de eterno «bin­­ge-wat­­ching» (atra­cón de series). Y afir­mó: «El bin­­ge-wat­­ching es genial por­que te da el con­trol». ¿Con­trol sobre quién? Pues, cla­ro, sobre la volun­tad de los millo­nes de usua­rios de su pla­ta­for­ma que, para satis­fa­cer su incan­sa­ble áni­mo de lucro, debe­rían caer en un esta­do ‘natu­ral’ indu­ci­do de con­su­mo per­pe­tuo como espec­ta­do­res de Net­flix, ante la pan­ta­lla. Net­flix, en su obse­sión por aumen­tar su con­su­mo, ha inven­ta­do inclu­so boto­nes para que la gen­te vea el audio­vi­sual a velo­ci­dad 1,5x o más. Bus­ca que la gen­te con­su­ma más audio­vi­sual por uni­dad de tiem­po. Y, hay jóve­nes que ya ven los audio­vi­sua­les a alta velo­ci­dad. Se han acos­tum­bra­do y les pare­ce algo nor­mal. Esa obse­sión por explo­tar de for­ma más inten­si­va el tiem­po de con­su­mo de los espec­ta­do­res, está gene­ra­da ex-pro­­fe­­so y lide­ra­da por CEOs como Has­ting que afir­ma, entre risas, que sus usua­rios son los más ‘pro­duc­ti­vos’. Es una explo­ta­ción abe­rran­te.

Y aún usan muchos más tru­cos cog­ni­ti­vos. Por ejem­plo, los que apro­ve­chan las debi­li­da­des huma­nas ante la adic­ción digi­tal. Por ejem­plo, con el cita­do anu­me­ris­mo (en el catá­lo­go de Net­flix hay tan­tos millo­nes de pro­duc­tos audio­vi­sua­les dis­po­ni­bles, que exce­de el tiem­po razo­na­ble de deci­sión de las per­so­nas y que, por ello, han sucum­bir en manos de sus per­ver­sos sis­te­ma algo­rít­mi­cos de reco­men­da­ción. Muchos pien­san que con­su­mir series se ha pues­to de moda por­que a la gen­te le gus­tan y eso es algo natu­ral. Pero la actual moda del «bin­­ge-wat­­ching» no es algo sur­gi­do de for­ma natu­ral en los con­su­mi­do­res de audio­vi­sua­les, sino que es fru­to pro­gra­ma­do de dis­fra­za­das modas digi­ta­les (impe­ra­ti­vas) que apro­ve­chan la com­bi­na­ción de vul­ne­ra­bi­li­dad de las per­so­nas conec­ta­das ante los ses­gos cog­ni­ti­vos y el anu­me­ris­mo del catá­lo­go de Net­flix. La moda digi­tal del pod­cast es otro ejem­plo cer­cano. Sin tec­no­lo­gías de bús­que­da ni algo­rit­mos de reco­men­da­ción no exis­ti­rían.

Lo mis­mo ocu­rre, por ejem­plo, con el catá­lo­go de las tien­das onli­ne de Ama­zon, de Apple Sto­re, o Spo­tify, y tan­tos otros que, jun­to con el res­to de pla­ta­for­mas onli­ne, libran una gue­rra total de tin­tes mono­pó­li­cos por la aten­ción y el tiem­po de los usua­rios. Casi nadie de los conec­ta­dos esta­mos la sal­vo de ser víc­ti­mas de esta incruen­ta pero bru­tal con­tien­da por la que per­de­mos aho­ra gran par­te de nues­tro tiem­po vital. Estas empre­sas, pre­ten­den con­ver­tir en nues­tro tiem­po en un con­su­mo sin fin, esta vez ‘sin sus­tan­cia’, y tam­bién sin sen­ti­do, ya que ello les ren­ta ingen­tes bene­fi­cios eco­nó­mi­cos, sin que las per­so­nas, ata­das a sus natu­ra­les ses­gos cog­ni­ti­vos, pue­dan evi­tar que sus vidas sean con­ver­ti­das en lo que más le gus­ta al cita­do Has­tings: una vida de «mul­­ti-con­­su­­mi­­do­­res per­pe­tuos». Los meca­nis­mos de la pla­ta­for­ma Airbnb y la mul­ti­pli­ca­ción de mag­ni­tu­des del turis­mo y sus sel­fies no son aje­nos a ello.

Gen­te como Has­ting, Zuc­ker­berg, Alt­man, y otros, con sus sucias tram­pas tec­no­ló­gi­cas, están hacien­do un fla­co favor a la rela­ción entre per­so­nas y tec­no­lo­gía, que cuan­do es bien usa­da pue­de ser y, de hecho es, una de las mara­vi­llas de nues­tra épo­ca. Ya lo dijo, Arthur C. Clar­ke: “Cual­quier tec­no­lo­gía lo sufi­cien­te­men­te avan­za­da es indis­tin­gui­ble de la magia”. Y lo que están hacien­do aho­ra con tan­tas tram­pas y enga­ños usán­do­la con­tra las per­so­nas, están con­vir­tien­do con los usos que impo­nen lo tec­no­ló­gi­co en un loda­zal. No todo vale en tec­no­lo­gía. Yo no pier­do la espe­ran­za y sigo ilu­sio­nan­do­me con otros usos que tie­nen que ver y que siguen la visión de la ter­ce­ra ley de Clar­ke. Pero, vol­vien­do al aho­ra…

Las tram­pas habi­tua­les que apro­ve­chan nues­tros ses­gos cog­ni­ti­vos

De entre toda la enor­me varie­dad de ses­gos cog­ni­ti­vos ya carac­te­ri­za­dos, des­ta­can en espe­cial algu­nos que son usa­dos inten­sa­men­te por las pla­ta­for­mas onli­ne, sobre todo a tra­vés de los Smartpho­ne, (que se ha con­ver­ti­do com­bi­na­dos con la algo­rít­mi­ca que los ali­men­ta en una tram­pa cog­ni­ti­va casi infa­li­ble). Con­si­guen, –eso sí, con suti­le­za extre­ma–, cap­tu­rar a una enor­me mayo­ría en ello, hacien­do que su aten­ción se man­ten­ga pri­sio­ne­ra y engan­cha­da, en un esta­do men­tal de adic­ción digi­tal cons­tan­te, con tre­men­das con­se­cuen­cias. No sólo se apo­de­ran y gobier­nan una par­te con­si­de­ra­ble nues­tro tiem­po vital, –si no se lo impe­di­mos, que podría­mos–, y alte­ran nues­tros esta­do emo­cio­na­les y afec­ti­vos del día a día. Y, a niños y ado­les­cen­tes, los pue­den arras­trar hacia una cues­ta aba­jo de pro­ble­mas cog­ni­ti­vos, enfer­me­da­des men­ta­les y tras­tor­nos de con­duc­ta, algo que ya es un pro­ble­ma social de gran­des dimen­sio­nes, como seña­la el con­tun­den­te infor­me de Pew Reseach de 2022 publi­ca­do por Finan­cial Times.

Entre los ses­gos mas usa­dos en estas estra­te­gias para re-diri­­gir nues­tra con­duc­ta, se pue­den citar (sin áni­mo de ser exhaus­ti­vos), por ejem­plo, los siguien­tes:

  • Ses­go de ancla­je.Tie­ne que ver con la acti­tud que emer­ge en noso­tros cuan­do hemos que tomar una deci­sión, en la que nos moti­va mucho más la pri­me­ra infor­ma­ción que hemos reci­bi­do sobre algo res­pec­to a los datos obje­ti­vos del momen­to de ello. Para com­pren­der­lo mejor, con­si­de­re­mos el ejem­plo clá­si­co de los pre­cios con apa­ren­tes des­cuen­tos radi­ca­les. El tru­co para acti­var este ses­go es el ver un pre­cio infla­do tacha­do o dis­cre­to, al que se le colo­ca, jus­to al lado, uno mucho más atrac­ti­vo y colo­rea­do. Cuan­to más ele­va­do sea el por­cen­ta­je de des­cuen­to, mejor obtie­ne nues­tra aten­ción, y así es como nos timan cada año, duran­te elBlack Fri­day.
  • Ses­go de corres­pon­den­cia, tam­bién deno­mi­na­do tam­biénerror de atri­bu­ción: es la ten­den­cia de hacer exce­si­vo énfa­sis en las expli­ca­cio­nes fun­da­men­ta­das y de expe­rien­cias per­so­na­les de otras per­so­nas mucho más que en las pro­pias.
  • Ses­go de auto­ser­vi­cio:es la ten­den­cia a recla­mar más res­pon­sa­bi­li­dad (en los demás) para los éxi­tos que por los fallos. Se mues­tra tam­bién cuan­do las per­so­nas que tien­den a inter­pre­tar como bene­fi­cio­sa para sus pro­pó­si­tos una infor­ma­ción que en reali­dad es, obje­ti­va­men­te, ambi­gua e insu­fi­cien­te.
  • Ses­go de fal­so con­sen­so:es la ten­den­cia empí­ri­ca­men­te corro­bo­ra­da de creer que las pro­pias opi­nio­nes, creen­cias, valo­res y hábi­tos están más exten­di­dos entre la gen­te y el res­to de la pobla­ción, de lo que real­men­te lo están. O sea, es pen­sar que los demás están en una situa­ción simi­lar a la nues­tra sin tener en cuen­ta la amplia diver­si­dad social y de situa­cio­nes. Este ses­go se da mucho en las per­so­nas que tien­den a sus­ti­tuir su reali­dad físi­ca por la que per­ci­ben a tra­vés de Inter­net como si fue­ran inter­cam­bia­bles. Pero no lo son, ni en reali­dad ni en la per­cep­ción. La de inter­net tie­ne gra­dos, es una’rea­li­dad fuzzy, borro­sa’; la del mun­do real no lo es. No hay iso­mor­fis­mo entre ellas. Solo apa­rien­cia.

La explo­sión del inter­net social ha hecho que cier­tos ses­gos sean aho­ra más estu­dia­dos, y tam­bién más explo­ta­dos para modi­fi­car con­duc­tas en masa. Por ejem­plo:

  • El ses­go delEfec­to Dun­­ning-Kru­­ger. Este ses­go cog­ni­ti­vo iden­ti­fi­ca la ten­den­cia a sobre­es­ti­mar las habi­li­da­des pro­pias y cono­ci­mien­tos en áreas en las que se tie­ne poca expe­rien­cia. Son cla­ros sín­to­mas de este ses­go, el caer en el Inter­net social en tram­pas como las acti­tu­des de creer­se un exper­to y no que­rerfeed­back de nadie, o no estar dis­pues­to a apren­der de otras per­so­nas. Al res­pec­to hay una adver­ten­cia muy céle­bre con­tra la acti­tud que pro­vo­ca este ses­go. Es la sen­ten­cia sép­ti­ma del Trac­ta­tus lógi­­co-phi­­lo­­sophi­­cus del filó­so­fo Lud­wig Witt­gens­tein, que acon­se­ja­ba «De lo que no se pue­de hablar es mejor callar», Según el filó­so­fo, callar para escu­char las ideas de los que saben sobre lo que uno cono­ce menos, no es olvi­dar­las; al con­tra­rio, es apre­ciar­las más pro­fun­da­men­te.

Dejo para el final el ses­go cog­ni­ti­vo más común en la socie­dad inva­di­da por lo digi­tal:

El pode­ro­so y peli­gro­so uso ciber­né­ti­co del ses­go de con­fir­ma­ción

El ses­go de con­fir­ma­ción o ses­go con­fir­ma­to­rio es la ten­den­cia a favo­re­cer, bus­car, inter­pre­tar y refor­zar la infor­ma­ción que con­fir­ma las pro­pias creen­cias, pre-con­­ce­p­­cio­­nes, o hipó­te­sis, dan­do des­pro­por­cio­na­da­men­te menos con­si­de­ra­ción o inclu­so des­pre­cio o nega­ción, de posi­bles alter­na­ti­vas. La algo­rít­mi­ca com­bi­na­da con la esta­dís­ti­ca pre­dic­ti­va usa­da por las empre­sas de las pla­ta­for­mas de redes socia­les, apro­ve­cha inten­sa­men­te la exis­ten­cia este ses­go cog­ni­ti­vo humano en las per­so­nas bom­bar­dea­das sin des­can­so algo­rít­mi­ca­men­te por la esta­dís­ti­ca de sus pro­pios datos, con el tipo con­cre­to de con­te­ni­do o infor­ma­ción rela­cio­na­da, que esta­dís­ti­ca­men­te más acti­vó o aumen­tó sus emo­cio­nes. Es decir, con aque­llo que más les ha hecho reac­cio­nar ante la pan­ta­lla, con el fin de acti­var, una y otra vez, su cir­cui­to emo­cio­nal de recom­pen­sa ins­tan­tá­nea, y man­te­ner­les en un nivel vul­ne­ra­ble de «esta­do emo­cio­nal aumen­ta­do». Este esta­do de fal­sa ale­gría, solo se man­tie­ne con nue­vas y cons­tan­tes dosis digi­ta­les, pro­vo­can­do así su adic­ción para con­se­guir que el usua­rio dedi­que el máxi­mo tiem­po posi­ble de aten­ción a estar con­cen­tra­do en la pan­ta­lla.

Esto tie­ne muchas con­se­cuen­cias per­so­na­les y socia­les. Usar cons­tan­te­men­te este meca­nis­mo, por par­te de las empre­sas de redes socia­les en sus pla­ta­for­mas lle­va a pro­du­cir en los usua­rios, –aho­ra la mayo­ría en la socie­dad–, una pola­ri­za­ción de las acti­tu­des (cuan­do un des­acuer­do se hace más extre­mo o pola­ri­za­do a pesar de que las teó­ri­ca­men­te cual­quier per­so­na conec­ta­da tie­ne acce­so a todos los men­sa­jes).  La emer­gen­cia onli­ne de trollsnega­cio­nis­tas, o cons­pi­ra­noi­cos no están lejos de ello (sin olvi­dar los robots de IA que son trolls arti­fi­cia­les usa­dos para incre­men­tar el trá­fi­co de con­te­ni­do). Dicha algo­rít­mi­ca com­bi­na­da con las tec­no­lo­gías de bús­que­da hacen que los usua­rios que han sus­ti­tui­do com­ple­ta­men­te sus rela­cio­nes huma­nas del mun­do real, por las redes, –cre­yen­do que son lo mis­mo–, hacen que un usua­rio pre-dis­­pue­s­­to siem­pre pue­dan bus­car y encon­trar en la red opi­nio­nes de refuer­zo de sus ideas pre­vias con lo que pro­fun­di­za­rá en ello y se irá hacien­do más y más nega­cio­nis­ta ante cual­quier opi­nión que se les diga y no coin­ci­dan con sus creen­cias pre­vias. Por cosas como esta se pue­de com­pro­bar que la enor­me ciber­né­ti­ca algo­rít­mi­ca de las pla­ta­for­mas socia­les actua­les, por su pro­pio fun­cio­na­mien­to, es una gigan­tes­ca maqui­na­ria de engen­drar, mul­ti­pli­car e inten­si­fi­car el ses­go de con­fir­ma­ción y por tan­to la radi­ca­li­za­ción en los usua­rios.

Las estruc­tu­ras de inter­ac­ción en las redes socia­les están arti­cu­la­das en for­ma de ‘cáma­ras de eco’ vir­tua­les. No son ni fun­cio­nan como los mass media de McLuhan. En Inter­net pue­des acce­der a infor­ma­ción que pro­ce­de natu­ral­men­te de fuen­tes muy diver­sas y con pers­pec­ti­vas dife­ren­tes. Por si lo hemos olvi­da­do, las redes socia­les no son todo el Inter­net. Pero si per­ma­ne­ces den­tro de una red social, has pene­tra­do en un entorno adic­ti­vo de ‘cáma­ras de eco’, en que sólo escu­chas las mis­mas pers­pec­ti­vas, afir­ma­cio­nes y opi­nio­nes, más y más radi­ca­les, una y otra vez.

Una inno­va­ción inmo­ral, sin guía ni brú­ju­la moral

La estruc­tu­ra de la inter­ac­ción en las redes socia­les en for­ma de cáma­ras de eco no es casual sino está expre­sa­men­te dise­ña­da así. Es la pro­pia algo­rít­mi­ca la que las arti­cu­la de for­ma diná­mi­ca con meca­nis­mos digi­ta­les como los likes (me gus­ta), el scroll y el flu­jo  (feed) infi­ni­tos, los sis­te­mas algo­rít­mi­cos de reco­men­da­ción y muchos otros tru­cos com­ple­men­ta­rios como la hiper-seg­­me­n­­ta­­ción de los usua­rios en gru­pos de seme­jan­tes y afi­nes gra­cias a los pro­pios datos, –que rega­lan ino­cen­te­men­te, y legal­men­te, los pro­pios usua­rios acep­tan­do las coo­kies. Es así como los algo­rit­mos prio­ri­zan las inter­ac­cio­nes re-diri­­gie­n­­do la aten­ción a entor­nos vir­tua­les con­cre­tos en los que una per­so­na sólo encuen­tra en su cáma­ra de eco infor­ma­cio­nes u opi­nio­nes que refle­jan, refuer­zan e inten­si­fi­can las suyas, o las de alguien afín aún más pola­ri­za­dos en ellas (en cada cáma­ra des­ta­can los más radi­ca­les; siem­pre los hay y son los más acti­vos). Las cáma­ras de eco pue­den crear, –y de hecho engen­dran–, des­in­for­ma­ción, y dis­tor­sio­nan las pers­pec­ti­vas del pro­pio usua­rio recién lle­ga­do, de modo que le resul­te más difí­cil, o impo­si­ble, acce­der y con­si­de­rar pun­tos de vis­ta dife­ren­tes o mati­za­dos o deba­tir temas com­ple­jos. Se ali­men­tan en gran par­te, pre­ci­sa­men­te, del ses­go de con­fir­ma­ción, esa ten­den­cia que inten­si­fi­ca y aumen­ta las infor­ma­cio­nes que refuer­cen las creen­cias pre­vias.

Esa per­se­ve­ran­cia en radi­ca­li­zar las pro­pias creen­cias pre-exis­­te­n­­tes (que per­sis­ten pese a que se ha demos­tra­do su fal­se­dad), inten­si­fi­ca el efec­to de pri­ma­cía irra­cio­nal (aquí se com­bi­nan ade­más con el cita­do ses­go de ancla­je, con el que se tie­ne mayor con­fian­za a pri­me­ras expe­rien­cias teni­das con algún hecho ante­rior, que a las más recien­tes), y tam­bién con la corre­la­ción ilu­so­ria (cuan­do la gen­te fal­sa­men­te per­ci­be una aso­cia­ción entre dos acon­te­ci­mien­tos o situa­cio­nes). De esa for­ma, por cómo le lle­ga el meca­nis­mo de inter­ac­ción prio­ri­za­do por los algo­rit­mos y la esta­dís­ti­ca de sus pro­pios datos, la gen­te tien­de a creer­se fácil­men­te las noti­cias fal­sas y sucum­bir masi­va­men­te a la des­in­for­ma­ción, coope­ran­do ade­más en exten­der­la. Para las pla­ta­for­mas es mucho más nego­cio lo fal­so que lo ver­da­de­ro que, ade­más, se mul­ti­pli­ca y se extien­de más y más rápi­do, como se ha demos­tra­do empí­ri­ca­men­te.

La emer­gen­cia recien­te de una masi­va pola­ri­za­ción de opi­nio­nes y pers­pec­ti­vas de pen­sa­mien­to y en la polí­ti­ca en muchos paí­ses, como en los que ha aumen­ta­do osten­si­ble­men­te la pola­ri­za­ción polí­ti­ca, no es aje­na a lo que comen­to. Hay una rela­ción de infe­ren­cia de fenó­me­nos como el Bre­xit, la pola­ri­za­ción polí­ti­ca gene­ra­li­za­da, o la emer­gen­cia de la extre­ma dere­cha y la extre­ma izquier­da en muchos paí­ses y regio­nes, rela­cio­na­da con el gra­do de pene­tra­ción en el uso masi­vo de cier­tas redes socia­les con­cre­tas en esos luga­res. Aun­que hay otros acto­res inten­tan­do usar estos enor­mes y efi­ca­ces ins­tru­men­tos para sus intere­ses par­ti­dis­tas o comer­cia­les, el obje­ti­vo de las pla­ta­for­mas del inter­net social es casi estric­ta­men­te eco­nó­mi­co, (tra­tan de maxi­mi­zar a gran esca­la el enga­ge­ment, y man­te­ner a los usua­rios engan­cha­dos y cau­ti­vos a la cone­xión, maxi­mi­zan­do tam­bién la dura­ción de cada cone­xión para obte­ner métri­cas que se tra­du­cen en un enor­me nego­cio basa­do en la publi­ci­dad glo­bal). Para que el lec­tor se haga una idea. En 2023, los diez mayo­res anun­cian­tes digi­ta­les del mun­do, Goo­gle, Bai­du, Ama­zon, Face­book, Tik­Tok, Micro­soft, Ten­cent, Apple, JDcom y Lin­ke­din recau­da­ron 492.000 millo­nes de dóla­res. De ellos, solo Goo­gle obtu­vo más del 50 % mun­dial fac­tu­ran­do 238.800 millo­nes. Una can­ti­dad bas­tan­te mayor, por com­pa­rar, por ejem­plo, con el pre­su­pues­to total de la Segu­ri­dad Social para 2023 de Espa­ña que fue de 199.282 millo­nes de euros. De ese nivel de lucro del nego­cio publi­ci­ta­rio esta­mos hablan­do.

Usar la tec­no­lo­gía de las redes socia­les sin esas tram­pas cog­ni­ti­vas sería, de hecho, lo es, una mara­vi­lla. Pero los usos dolo­sos impul­sa­dos por los enor­mes arte­fac­tos ciber­né­ti­cos de las pla­ta­for­mas glo­ba­les, que suman a los Smartpho­nes toda la algo­rít­mi­ca de las pla­ta­for­mas, es ya ofi­cial, y está empí­ri­ca­men­te demos­tra­do, que cons­ti­tu­yen un peli­gro social y que aca­ban cau­san­do enor­mes daños por efec­tos secun­da­rios sobre en las per­so­nas más vul­ne­ra­bles, en las que pro­vo­can pro­ble­mas socia­les en for­ma de adic­ción masi­va, tras­tor­nos de con­duc­ta y de salud men­tal a nivel socio­ló­gi­co. En nume­ro­sos casos de alta vul­ne­ra­bi­li­dad, están gene­ran­do un incre­men­to de pro­ble­mas men­ta­les lle­van­do a con­duc­tas extre­mas que a veces lle­gan al sui­ci­dio.

Los ses­gos cog­ni­ti­vos son par­te de la psi­co­lo­gía y la con­duc­ta huma­nas, pero me cons­ta que los últi­mos avan­ces en la inves­ti­ga­ción de estos aspec­tos cog­ni­ti­vos del cere­bro humano y de la con­duc­ta se están uti­li­zan­do per­ver­sa­men­te. Como dice el neu­ro­cien­tí­fi­co de Har­vard Álva­ro Pas­­cual-Leo­­ne, en este caso «se tra­ta de una inno­va­ción inmo­ral, sin guía moral, sin nin­gu­na brú­ju­la moral» que mani­pu­la a millo­nes de per­so­nas que usan las redes socia­les. No les impor­tan los daños que cau­san en la salud, la inte­gri­dad y las vidas de nume­ro­sas per­so­nas. Ni siquie­ra poner a Mark Zuc­ker­berg en per­so­na en el Sena­do de Cali­for­nia cara a cara ante las fami­lias de niños y niñas que han muer­to por cau­sas demos­tra­das en el uso de sus redes socia­les, sir­vió para modi­fi­car su per­ni­cio­so (para nume­ro­sos usua­rios vul­ne­ra­bles) mode­lo de nego­cio.

Los legis­la­do­res han empe­za­do a reac­cio­nar tími­da­men­te, pero estas empre­sas lle­van más de déca­da y media con bene­fi­cios mul­ti­mi­llo­na­rios sin hacer lo nece­sa­rio de ver­dad para paliar los daños huma­nos cau­sa­dos por sus pla­ta­for­mas, ya que para ellos sería como matar a su galli­na de los hue­vos de oro, que está dan­do a estas empre­sas glo­ba­les la mayor tasa de bene­fi­cios eco­nó­mi­cos de toda la his­to­ria de la eco­no­mía, des­de que hay regis­tros. Creo que por sí mis­mos jamás se auto-regu­­la­­rán, por muchos daños en salud y de muer­tes demos­tra­das que cau­sen. Las indem­ni­za­cio­nes que se acuer­den en los jui­cios por las deman­das no evi­ta­rán esta gra­ve injus­ti­cia ni devol­ve­rán las vidas per­di­das. Espe­ro que estas aún tími­das accio­nes legis­la­ti­vas para embri­dar por lo menos las más repug­nan­tes con­duc­tas de las hiper-pode­­ro­­sas big tech se con­vier­tan en un cla­mor uni­ver­sal. Y que la con­cien­cia social sobre ello se extien­da y mul­ti­pli­que. La mayo­ría de la gen­te, no lo seña­la como peli­gro como si estu­vie­ra pre­sa del ses­go de fal­so con­sen­so. El daño social que están infrin­gien­do a mul­ti­tu­des de las per­so­nas más vul­ne­ra­bles exi­ge res­pues­ta y cuan­to antes.

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