Aunque parezca ilimitada la atención mundial de las personas a nivel de la red, en las redes sociales en concreto, se está volviendo un bien escaso, tal es su demanda.
En estos días hemos asistido a un ejercicio o experimento ‘político’ en nuestra democracia española con una apelación a gran escala a las emociones.
Por suerte o por desgracia, estamos formando parte y asistiendo, a la vez, a uno de los mayores experimentos sociales de la historia, que implica a miles de millones de personas de todo el mundo.
Participamos en un conformismo público, de reacción automática sea positiva o negativa, enmascarado por la pregnancia de muchos mensajes en ciertas redes sociales.
Apple está ya incorporándose al nuevo nicho de negocio del cuidado virtual de la salud y desplegando un servicio de salud y bienestar basado en una IA capaz de detectar las emociones de los usuarios, incluyendo las mías, si yo le dejara, cosa que no haré.
Las grandes empresas tecnológicas globales están intentando que se vea como normal que tu móvil monitorice tus estados de ánimo y sea tu terapeuta virtual.
No hay que olvidar que Open AI tiene una estructura empresarial muy sui generis con una entidad ‘sin ánimo de lucro’.
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